Una sonrisa fue tu respuesta a la pregunta planteada, no un enunciado, no una oración,
ni siquiera un monosílabo, solamente me miraste a los ojos y sonreíste mostrando la
luminosidad de tus dientes. Supe que no habría otra contestación, lo cual me inquietó.
No era otra tonta pregunta retórica, era de vital importancia el obtener una resolución,
sin embargo tu renuencia a aclarar el asunto me exasperó y simplemente continué mi
incesante caminar, tú ibas tras de mí como ya es costumbre y yo sumida en la indeleble
soledad de mi espíritu atormentado.
De pronto una voz a lo lejos nombrándome me devolvió a la realidad que tanto detestaba.
Era un pequeño niño rubio de escaso metro treinta centímetros, corría tan rápido como se
lo permitían sus pequeñas piernas.
-Xena, la aldea está siendo atacada, me enviaron por ayuda, ¡gracias a los dioses te
encuentro!
Le miré con la misma frialdad acostumbrada y el pequeño retrocedió unos pasos inseguros.
-¿A cuánto tiempo está tu aldea? -interrogué sin cambiar mi mirada-
-A tan solo 10 minutos de aquí, te necesitamos, los escitas...
Fue entonces cuando comprendí toda la angustia que albergaba aquel pequeño cuerpo y de
inmediato le invité a subir a Argo. Estaba por marcharme cuando hablaste a mis espaldas.
-Ahora no es el momento Gabrielle, tengo que ayudar a este pequeño.
-¿Me estás diciendo que no necesitas mi ayuda? -preguntaste irónica-
-¡No por el momento! -fue mi respuesta y marché a todo galope-
Al llegar a la pequeña aldea, todo estaba destruído, le dije al pequeño que me esperara
junto a Argo, tenía que ver si había algún sobreviviente. Sin embargo sólo se percibía
muerte y desolación, continué caminando y vi con sorpresa la falta de escrúpulos de los
atacantes, pues todo poblador que había en la aldea había sido muerto cruelmente, no les
importó que fuesen niños, mujeres y ancianos. El estómago se me revolvió al ver los ríos
de sangre, gente quemada, ni un solo rastro de vida. Todo estaba inerte. Sin embargo, al
aproximarme a la cantina se oían una risas, no pude contener más mi coraje y entré
abalanzándome sobre el primer hombre y aplicando mis puntos de presión tan conocidos.
-Corté el flujo de sangre a tu cerebro y extremidades así que habla.
-De acuerdo -musitó el hombre-
-¿Por qué demonios atacaron esta villa y quién es su comandante?
-Esta villa es una pieza importante en la conquista de Grecia...
-¿Quién es tu comandante? ¡Habla maldito!
-Soy yo -se escuchó una voz aguda e hipnotizante-
Cual no sería mi sorpresa al ver detrás de mí a una joven de complexión delgada, tez
blanca, ojos grises y cabello ondulado rojizo, con una altura de alrededor de un metro
setenta y cinco centímetros. Definitivamente no parecía ser el individuo despiadado que
acabase con una aldea entera.
-¿Por qué invadieron esta aldea? -pregunté quitándole al hombre los puntos de presión y
desenvainando la espada para finalmente colocarla delante de ella.
-¿Y por qué no hacerlo? -interrogó tranquilamente sentándose en una silla y tomando un
trago de un tarro que estaba enfrente de ella, sobre una rústica mesa-
Permanecí estática, observándola sin bajar la espada, me asombraba toda la frialdad que
emanaba y sin lugar a dudas no se asomaba en ella ni un ápice de compasión.
-¡Eran débiles y estaban desprotegidos!... si no hubiese sido yo, cualquier otro lo
había hecho -señaló con una sonrisa-
-¿Pero es que no te importa nada? -interrogué molesta-
-Claro que me importan cosas... cosas como expandir mi imperio y mi satisfacción -señaló
parándose de la mesa y dirigiéndose hacia mí. Dio unos pasos a mí alrededor y
finalmente se paró a mis espaldas y se acercó a mi cuello, rozándolo con las yemas de
sus dedos y provocando que mi respiración se entrecortara.
-Tú serías muy útil en mi ejército... y no sólo como soldado -musitó al mismo tiempo que
besaba mi oído.
Me retorcí ante el contacto y la espada comenzó a temblar en mis manos, hacía tanto
tiempo que no estaba con nadie que mi cuerpo comenzó a actuar por voluntad propia.
De pronto la puerta se abrió y vi entrar a Gabrielle.
-¿Así qué es esta la forma en que ibas a ayudar a la aldea? -interrogó molesta al tiempo
que salía de la taberna.
Quise correr tras ella pero unos brazos suaves envolvieron mi cintura y unos cálidos
labios comenzaron a depositar un sendero de besos por mi cuello. Y sucumbí... mientras
mi mente me decía que eso no era lo correcto, que debía ir tras Gabrielle y no
fraternizar con el enemigo, mi sangre hervía en mis venas y obnubilaba mis sentidos.
Instintivamente volteé la cabeza y busque el contacto de aquellos labios, la miré a los
ojos y por extraño que parezca, no vi en ellos maldad, vi sufrimiento, dolor, miedo,
incluso vi inocencia, la misma inocencia que percibía en la mirada de Gabrielle.
Mientras tanto, al otro lado de la aldea mi bardo lloraba inconsolablemente cuando de
entre las penumbras de la noche surgió un figura.
-¿Por qué lloras? -interrogó una voz a todas luces femenina-
-¡No es nada importante! -sonrió Gabrielle a la figura que permanecía en las sombras-
-Debe ser importante para hacerte llorar -señaló la joven mientras caminaba hacia el
tronco en que se encontraba sentada Gabrielle.
Era una joven de mediana estatura, morena, pelo negro y ojos azules, tan azules como el
mar mismo.
-¿Alguna vez has sentido que puedes perder todo lo que te importa en este mundo por no
decirle la verdad? -interrogó Gabrielle enjugándose las lagrimas-
-¡Qué si lo he sentido! -musitó la joven con un dejo de tristeza-
-¡Entonces creo que sufrimos del mismo mal!
-¡Así parece! -sonrió la joven- ... Yulia.
-¿Ah?
-Me llamo Yulia -sonrió la joven estirando la mano en señal de saludo-
-Oh, yo me llamo Gabrielle -correspondió al saludo-.
-Y dime Gabrielle, ¿qué haces en este lugar? -interrogó sorprendida la joven-
-Vine a ayudar a una amiga a salvar esta aldea, pero como puedes ver, llegamos tarde.
-¿Y tú amiga dónde está ahora? -interrogó de nueva cuenta la joven-
-"Dialogando" con los malos -señaló con celos en su voz-
-¿Los escitas? -preguntó la joven-
-Sí, ¿cómo lo sabes? -interrogó sorprendida la bardo-
-Digamos que yo también quería evitar que esto sucediese -señaló incorporándose-
-¿Adónde vas? -preguntó Gabrielle incorporándose también-
-A enfrentarme con lo que he creado- señaló la joven dirigiéndose hacía lo que alguna
vez fue una tranquila y hermosa villa.
En el interior de la taberna.
La líder de aquellos maleantes les había exigió que nos dejasen solas y mientras ella
trataba de seducirme, yo trataba de contenerme para evitar hacer algo de lo que más
tarde habría de arrepentirme.
-¡Y dime, Xena! ¿No te atraigo ni aunque sea un poco? -preguntó sentándose en mis piernas
y aproximando su pecho a mi rostro; tuve que hacer acopio de todas mis fuerzas para
evitar besar aquellos blancos e invitantes pechos-
-Eres muy hermosa ciertamente... pero yo no suelo mezclar negocios con placer -hablé
mientras ella besaba mi cuello de forma atormentadoramente placentera-
-¿Y qué propones? -preguntó mordiendo el lóbulo de mi oreja-
-No pareces ser una mala persona... ¿por qué no regresas a Escita? Y olvidamos que esto
sucedió -exclamé con la respiración entrecortada. No era usual en mi ofrecerle la
libertad a un cruel asesino, sin embargo, algo en aquella joven me hacía pensar que
podía cambiar su camino-
-¡Oh, pero yo soy muy mala Xena! -señaló mientras me quitaba la armadura con una
destreza tal que ni yo misma conseguía- ¿Además, yo qué gano si me retiro?
-¡Tú vida y la tranquilidad en tus años venideros! -traté de simular un tono amenazador-
-¡Llámame intuitiva, pero no creo que me matases! -puntualizó para después besarme
salvajemente-
Y justo cuando estaba por perder la cabeza se abrió la puerta de la cantina.
-¡Dije que no quería molestias! -gritó sin siquiera voltear-
-¡Elena!... -se oyó una voz entrecortada-
La joven pelirroja volteó rápidamente y pude sentir como se estremecía al oír aquella
voz. Se incorporó y se dirigió hacia ella.
-¿Qué haces aquí Yulia? -interrogó con la voz cortándosele y abandonando todo rastro de
cinismo que momentos antes demostrara, y dejando ese espacio para una martirizante
tristeza-
-Estoy aquí por ti Elena y no pienso irme hasta que regreses conmigo -señaló llorando la
joven mientras avanzaba hacia la pelirroja y la abrazaba-
-No Yulia, lo nuestro terminó hace mucho y fue por ti -señaló la pelirroja separándose
del abrazo-
-No amor, no puedes decir eso, yo te amo, te amo como no soy capaz de amar a más nadie,
te necesito como jamás he necesitado a nadie y sé que tú me amas y necesitas de igual
forma -puntualizó mientras la tomaba del brazo y la jalaba hacia si para depositar un
beso en aquellos rojos y carnosos labios-
-Déjame Yulia, la Elena que conociste ya no existe, murió el mismo día en que te casaste
con Vlad -puntualizó dándole una cachetada-
-¡Si tú me hubieses dicho lo que sentías por mí en vez de callarlo, yo hubiese dejado
todo Elena, todo! Mi familia, mi posición, todo lo hubiese dado por ti, pero tú jamás
hablaste...
-¡Y seguramente tú alguna vez me diste esperanzas! ¿Verdad? Yulia, yo moría por ti,
pero no podía decir nada si no estaba segura de que sintieses lo mismo que yo. ¡Para ti
todo era el dinero, la posición! ¿Qué podía ofrecerte una pobre campesina como yo?
-Pero Lena, amor, tú eras todo lo que yo quería y necesitaba. ¿Y qué me dices de la
noche que pasamos juntas?... ¿no significó nada para ti?
-¿Significó algo para ti? -preguntó viéndola a los ojos mientras sus lágrimas brotaban a
raudales- ¿Y si significó algo... por qué te casaste entonces?
-Significó tanto para mí como para ti, pero al despertar y buscarte a mi lado, ya no
estabas, sólo había una nota y lloré y no supe qué hacer, él estaba ahí y tú no.
-¿Por qué no respondiste a la pregunta que te hice cuando estuvimos juntas aquella noche?...
ese era el momento adecuado, tu falta de expresión me destrozó el corazón, me sentí
usada, sentí que no era para ti más que una noche de diversión, otra más de tus
conquistas. -señaló la pelirroja conteniendo su llanto-
-Sé que callé en el momento más importante, ¿pero acaso jamás te demostré lo mucho que
te amaba? -cuestionó la pelinegra llorando-
-¡Pero hay veces que las palabras son necesarias y esa era una de esas veces! -señaló la
pelirroja abrazándose a la pelinegra de ojos azules-
-Perdóname amor, si ambas hubiésemos dicho lo que sentíamos, nos habríamos ahorrado todo
este sufrimiento. -puntualizó la pelinegra besando la rojiza cabellera de su compañera-
-Pero eso no tiene sentido ahora, he estado con tantas personas que te he olvidado.
-Sé que eso no es cierto, porque puedo sentirlo aquí -señaló tocándose el pecho-
-¿Y qué tiene de atractivo un cruel asesino? -interrogó clavando su grisácea mirada en
la pelinegra-
-Te amaría aún cuando fueses una emboscada cierta y el comienzo seguro de mi condenación
-señaló la pelinegra tomando entre su índice y pulgar la barbilla de su pelirroja-
-¿Por qué me amas después de todo lo que he hecho? -preguntó sollozando la pelirroja-
-Porque de cierta forma yo soy responsable -señaló con una triste sonrisa-
-Pero tengo las manos manchadas de sangre -puntualizó avergonzada la chica de grisáceo
mirar- y mi cuerpo ha sido templo de tantas personas.
-No me importa el pasado, lo que hayas hecho está atrás, sólo comenzaremos a partir de
ahora, lo que cuenta es de aquí en adelante.
Acto seguido se besaron con un ferviente amor, y pude ver que ambas estaban tranquilas
que una era parte de la otra y que efectivamente nada importaba sólo ellas y su amor. Se
tomaron de la mano y salieron de la taberna más enamoradas que nunca.
Gabrielle había presenciado lo mismo que yo y permaneció callada, pasé junto a ella y me
detuve, viendo como las chicas que conocimos se perdían a lo lejos y como cada uno de
los soldados tomaba diferentes caminos.
-La respuesta es todo -sonrió Gabrielle-
-¿Todo? -interrogué sorprendida.
-Sí, ¿quieres saber que significas para mí?, Significas todo Xena, eres mi mejor amiga,
eres mi hermana, eres mi todo.
-¡No lo creo Gabrielle! -dije seria- Me falta ser tu amante -sonreí ante su desconcierto
y la besé. Ella correspondió a mi beso y momentos después nos separamos, para llevar al
pequeño niño a algún lugar donde pudiesen hacerse cargo de él y de su educación, después
de todo, ya había sufrido bastante-.
Al llegar a la siguiente aldea entregamos al pequeño a una familia que tenía muchísimas
ganas de tener un hijo, el hijo que los dioses les habían negado y nosotras... nosotras
finalmente fuimos todo en una pequeña habitación.
FIN