Días
de Lluvia
por Elisa Sanguino Corrales
Ese lunes prometía
ser otro día gris de lluvia. El cielo, de un extraño color plomizo, daba
serios indicios de una inminente tormenta.
Desde la puerta,
Aura miró sin interés los pocos pobladores que se atrevieron a salir esa
mañana, cruzando rápidamente el centro de la plaza.
-Lloverá
con toda seguridad -se dijo con un dejo de ironía en su voz-. Bonito día
para morir.
Cerrando la
puerta tras de sí, se encaminó hacia la calle principal. Poco le importaban
las rápidas miradas curiosas de los
comerciantes que esa fría mañana abrían sus negocios; ni de las mujeres que
se asomaban a verla pasar.
-Salió la
viuda!! -se decían unas a otras.
-Que flaca está!!
-Y envejecida….!
Aura se alejaba
de las calles rápidamente: intentaba no escuchar los comentarios de
la gente. Últimamente se
había dado cuenta de ese don que poseía… antes, creía que era su fértil
imaginación, pero luego, en ese encierro prolongado comprendió que era real:
podía oír las murmuraciones de las personas así estuvieran distantes, en sus
casas, en sus habitaciones, en tono confidente en los lugares más recónditos
de ese pueblucho…
Aura escuchaba
cada uno de los rumores que emanaba ese triste pueblo. De ese modo se enteró de
que el mundo seguía afuera, aún sin ella, aún sin él. Que nada se detuvo,
todo siguió igual. El tiempo y su pesada rueda siguió girando… sólo el
corazón de Luís se detuvo y con él, el suyo propio.
La brisa se
intensificó; sintió frío, pensó que era físico, con presteza se abrazó a sí
misma tratando de darse calor, luego, sin pensarlo, bajó los brazos: -Qué
importa el frío! Qué importa nada!!!
Se encaminó al
río, a lo lejos se oía, avanzó hacia él con resignada determinación,
observaba una vez más ese panorama, la vegetación circundante, la extraña
sensación de soledad y vacío que le rodeaba. Llegó al margen, se estremeció
al ver sus aguas turbulentas, ya empezaba a crecer con un sordo rugido
aumentando su caudal, su color turbio, su aspecto revuelto contrastaba con lo
gris y triste del paisaje de ese día de lluvia.
Cerró los ojos…
escuchó el bramar del turbulento río y una vez más se permitió soñar…
“Un domingo
cualquiera, el brillo del sol.. risas de niños que nunca acunó…miradas de
complicidad con aquel, el amor de su vida…sueños viejos, rotos, lejanos,
inexistentes ya… pero sueños en fin…” Y así estuvo sonriendo al ver a
sus hijos juguetear entre las piedras, chapotear en la orilla del río, correr y
reír con sus cabellos sueltos, radiantes bajo el sol…
“Alé limón
ale limón el puente se ha caído….alé limón alé limón mándalo a componer…”
se oía la dulce canción infantil entre los árboles, sobre la brisa, entre la
sucia espuma del torrente.
De repente,
silencio absoluto, se acallaron las suaves voces… abrió sus ojos, recordó dónde
estaba y qué hacía allí.
Cerró una vez más
sus ojos, apretando una lágrima y descendió el pequeño trecho que la separaba
de las frías aguas, su cuerpo se agitó en un solo temblor, introdujo sus pies;
sintió la humedad, la fuerza avasallante del río y la energía que de él
provenía.
Suspiró
mientras se sumergía en las heladas aguas, un torbellino brusco la hizo girar
sobre sí, perdió el control sobre su delgado cuerpo…Aunque abría
desmesuradamente los ojos, ya no veía nada… cerró sus ojos… una gruesa
oscuridad la invadió… de pronto, el silencio, de repente no más frío… no
más dolor…
Apareció días
después flotando en la ribera del río, sus ojos fijos de mirada vidriosa,
labios lívidos apretados en una semi-sonrisa, su cabello oscuro y lacio
enredado entre hojitas y ramitas, su tez exangüe…
-Otra
vez aquí? -parpadeó, se irguió desesperada-. De nuevo… otra vez?!!
Resurge
de su pecho el ya conocido viejo y hondo dolor.
Sorda
rabia!!!
Regresa a
casa… se acerca al pueblo… oye sus lamentos, sus conversaciones, sus cuentos,
sus secretos… sus chismes. Todo… todos están ahí, continúa… sigue…
Entra de nuevo a
casa, de repente se da cuenta que ya no es la misma casa solariega de siempre,
una vez más descubre que el tiempo todo lo ha desvencijado…
Se
encuentra aguardando otra oportunidad… otro día de lluvia, otro triste día
gris.
-Ya lloverá…
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