por Alfonsina Storni
alma desnuda que angustiada y sola
va dejando sus pétalos dispersos.
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Alma que puede ser una amapola,
que puede ser un lirio, una violeta,
un peñasco, una selva y una ola.
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Alma que como el viento vaga inquieta
y ruge cuando está sobre los mares
y duerme dulcemente en una grieta.
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Alma que adora sobre sus altares
dioses que no se bajan a cegarla;
alma que no conoce valladares.
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Alma que fuera fácil dominarla
con sólo un corazón que se partiera
para en su sangre cálida regarla.
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Alma que cuando está en la primavera
dice al invierno que demora: vuelve,
caiga tu nieve sobre la pradera.
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Alma que cuando nieva se disuelve
en tristezas, clamando por las rosas
con que la primavera nos envuelve.
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Alma que a ratos suelta mariposas
a campo abierto, sin fijar distancia,
y les dice: libad sobre las cosas.
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Alma que ha de morir de una fragancia,
de un suspiro, de un verso en que se ruega,
sin perder, a poderlo, su elegancia.
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Alma que nada sabe y todo niega
y negando lo bueno el bien propicia
porque es negando como más se entrega.
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Alma que suele haber como delicia
palpar las almas, despreciar la huella,
y sentir en la mano una caricia.
*
Alma que siempre disconforme de ella,
como los vientos vaga, corre y gira;
alma que sangra y sin cesar delira
por ser el buque en marcha de la estrella.