J DIHIGO EN LAS LIGAS NEGRAS
"Otra fecha que nunca olvidaré fue el 16 de abril de 1923. Día que me embarqué junto al equipo Cuban Stars de Chacón que competían en la Liga Negra de Estados Unidos. El tim era en realidad de Alejandro Pompez. Era mi primer viaje a Estados Unidos y ya usted se imagina el motivo por el que tanto lo recuerdo. De Jacksonville, Florida, donde jugamos, nos fuimos a Nueva York y sentía una locura por conocer esa ciudad, la más hermosa del mundo según me habían contado algunos que ya la habían conocido. Y cuando llegamos, el mes de mayo, me encontré que tenía Nueva York el aspecto de una ciudad sucia, oscura y muy fría. Experimenté una decepción grande porque acostumbrado al sol cubano, a la limpidez del cielo cubano, a la limpidez del cielo del Caribe, a la claridad absoluta de Cuba, no pude menos que decir: '¿Esta es Nueva York? ¡Qué sucia y oscura está!'. Se rieron de mí: 'Cállate muchacho, que estas en la mejor ciudad del mundo". Varias veces estuve en Nueva York después de eso. Yo no había nacido para Nueva York, ni ella para mí. Pero al final del camino uno llega a comentarse a sí mismo: '¡Qué ciudad!'. Es como a la mujer que se le quiere y odia al mismo tiempo. Hablando sobre mánagers les diré que casi nunca tuve problemas con ninguno. Si me respetaban, yo los respetaba, pero nunca me gustó para jugar con Adolfo Luque. Su carácter era para los que aguantan todo. Es poco agradable, siempre grita, siempre regaña. Tengo carácter de libertad y no podía aguantar el estilo de Luque. Eran los años de mis veinte en adelante para mi y tuve grandes temporadas en las Ligas Negras, bateando más de 40 jonrones en algunas campañas, con promedios muy arriba de los .300. Una vez, con .382 y 42 cuadrangulares. Estaba en mi momento. Y pocos juegos perdía como pítcher.
Cuando en 1928 dejé a los Cubans y pasé al equipo de Homestead Grays en donde fue famoso el cátcher y gran bateador Joshua Gibson, me sorprendí al ver lo bruto que eran estos negros americanos para la pelota. En mi vida había visto tantos jugadores cerrados de las entendederas. Jugábamos sin señas. Solo había una de robo y la daba el bateador en turno. No se conocía el 'hit and run'. Y nada se hacía de acuerdocon lo que mandaba el Beisbol. Todo se decidía por la fuerza bruta. En 1925, antes de partir hacia Estados Unidos y a la Liga de Color, estaba en la localidad de recreo, mi provincia de Matanzas, y un aficionado de allí apellidado Soberón ofrecía 50 pesos al que llegara la pelota a una mata de güira, que estaba a cosa de un kilómetro por el jardín central. Almorcé con el señor Soberón y le dije que iba a tratar de alcanzar la mata. Y esa tarde gané el juego como pítcher y conecté ese gran batazo sobre la mata de güira. El cátcher contrario se apellidaba Piñón y nunca olvidó ese gran toletazo. Sin embargo... todavía estoy esperando los 50 pesos que daban como premio. Es que no fuí de los peloteros dichosos con los fanáticos. Quizás fue porque creía que mi trabajo consistía en dar todo lo que tenía y no aceptar, en cambio, prenda alguna o convites de los apostadores. Después de dar ese batazo sobre la mata de güira fui para mi tercera temporada en Estados Unidos ese año del 25 y tuve una gran temporada como pítcher y bateador. Jugaba todas las posiciones y mi compañero Isidro Fabré, me felicitó cuando llegué a los 34 jonrones. Era pues un incentivo para mis ambiciones en poder colocarme como un buen jugador. Y una noche le pregunté a mi compañero de cuarto Panchito Cárdenas si él creía que era un buen jugador. Me dijo que era el mejor natural que había visto.
La respuesta no me dejó satisfecho y buscando la verdad fuí hacia donde estaba el experimentado Pelayo Chacón, quien me dijo lo mismo. Me puse feliz y no cejaba en mis ambiciones de emular a Cristóbal Torriente y al caballero Alejandro Oms, llamado el Babe Ruth cubano. Ellos eran los grandes estrellas cuando yo comenzaba mi carrera. Codicia humana, sin envidia, porque esos dos jugadores cubanos nunca tuvieron un admirador más sincero que Martín Dihigo. Lo demostré cuando había que ser amigo con ellos, no en los momentos que eran estrellas. Lo hice cuando dejaron de ser los ases y experimentaron el desengaño que espera en el ocaso de una carrera que fue brillante como la de estos dos señores de la estaca."
-Martín Dihigo, para el diario La Afición.
A lo largo de su brillante carrera, Martín Dihigo deslumbró a todos los peloteros que lo vieron jugar. En un mundo lleno de fantasía como lo eran las Ligras Negras, las inverosímiles proezas de Dihigo eran objeto de culto. Roy Campanella, entonces un jóven receptor que llegaría hasta las Ligas Mayores con la integración racial, recuerda al Maestro: "Dihigo es uno de los más grandes peloteros que he visto. Era un tremendo bateador, tenía gran poder, podía batear para promedio, lo tenía todo."
Dihigo comenzó su carrera con los peregrinos Estrellas Cubanas (Cuban Stars) de la recién organizada Liga de Color del Este (Eastern Colored League). Comenzó como primera base con el entonces dueño del equipo Alex Pompez, hijo de inmigrantes cubanos radicado en el barrio salvaje de Harlem en Nueva York y gángster en la banda de Dutch Schultz. Otro glorioso primera base en la pelota segregada, Buck Leonard, se expresaba así de Dihigo: "Dihigo fue el jugador más completo que he visto, el mejor para actuar en varias posiciones. Podía correr, tirar, batear, pensar, pitchear y hasta manejar. Conocía y jugaba muy bien el deporte. Estuve en el beisbol por 23 años y nunca ví uno mejor que él. Además era un formidable cocinero. Una vez en Cuba me llevó a su casa en Matanzas y cocinó un lechó asado formidable. El mejor platillo que comí en mi vida. A los 18 años era ya un fenómeno en Cuba y fue a probar fortuna en las Ligas Negras de Estados Unidos. Él me dijo que Óscar Charleston y Pop Lloyd lo ayudaron mucho en sus primeros años. Luego fue un fenómeno también en Estados Unidos. Medía seis pies con tres pulgadas y pesaba unas 225 libras. Podía enviar batazos a grandes distancias y como pítcher fue extraordinario. Nunca había un momento aburrido con él a su lado y su categoría fue inmensa."
Con los Cuban Stars bateó tremendos números, .421 en 1926 y .370 en 1927. El gran mánager Cum Posey alguna vez dijo: "Las facultades de Dihigo en el campo no las tienen ningún otro hombre, negro o blanco". Al año siguiente, Dihigo se integró a un equipo independiente desconocido en el pueblo minero de Homestead, localizado en las afueras de Pittsburgh. El equipo era propiedad de Posey, un ex-estrella de baloncesto a nivel colegial, y fue bautizado como los "Grises" (Grays) y se convertiría en uno de los equipos hegemónicos del Este. Dihigo estaba secundado por otros maravillosos bats como John Beckwith y Vic Harris y espléndidos lanzadores como Smokey Joe Williams y Sam Streeter.
En 1929, los Grises hicieron su aparición en la Liga bajo la regulación de la Liga Americana Negra (American Negro League). Pero Dihigo ya estaba establecido con los Gigantes de Hilldale (Hilldale Giants), un club del área de Darby suburbio Philadelphia. Dihigo disfrutó su nuevo entorno, bateando un sensacional .386. Pero ese espectacular average no le hizo acreedor al título de bateo, pues su compañeros Óscar Charleston y Judy Johnson batearían .396 y .390, respectivamente. El Hilldale de 1929 estaba rebozante de velocidad y poder. Crust Holloway encabezó la liga con 29 robos, mientras Johnson tuvo 23, Charleston 22, y Dihigo y Eggie Dallard tuvieron 18 cada uno. Con Crust y Eggie, bateando como 1 y 2 en el lineup, seguidos por Johnson, Charleston y Dihigo, se convertían en uno de los ordenes al bat mas temibles de la Liga. Hay que agregarle 18 jonrones de Dihigo, sublíder de la Liga detrás de Chino Smith (también campeón de bateo), que tuvo 23.
Después de permanecer 2 campañas con los Cubanos de Nueva York (1934-35) y perder una electrizante serie de siete juegos al superequipo Pittsburgh Crawfords, Dihigo se fue a jugar los veranos a la Liga Mexicana (1937-44, 1946-47,1950). Los inviernos los jugaba principalmente en Cuba. Fueron 24 temporadas, de las cuales 9 fueron con promedios de bateo por encima de los .300, acumulando un promedio de por vida de .291. Y sobre la loma acumuló una fenomenal foja de 115 triunfos a cambio de 60 derrotas, con un promedio de ganados-perdidos de .657.
Por todo el mundo es conocido que las Ligas Negras carecen de consistencia estadística. Esta es una compilación de números ofensivos de Martín Dihigo. Estos datos han sido investigados por escritores en periódicos segregados, y aunque seguramente hay muchos batazos que no han sido registrados en estas estadísitcas, esto es una muestra del poderío ofensivo de Dihigo en la época en que era un virtuoso natural, y siendo apenas un joven, era considerado el jugador más completo del beisbol segregado. El mismo Dihigo manifiesta más arriba en sus escritos que en 1925 no sólo también actuó como lanzador sino que también dice haber llegado a los 34 jonrones. Sin embargo las estadísticas halladas corresponden a lo hecho en tan sólo 25 juegos.
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