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IGLESIA BAUTISTA SALEM


Dirección: Leona Vicario # 197

Colonia:
Nueva Aurora

Saltillo Coahuila, México

Teléfono:
01 (8) 4 15 58 27


Cómo entregar todos mis derechos a Dios


La historia de la piña se desenvolvió en la Nueva Guinea Holandesa. Cubrió un período de siete años. Es una ilustración humorística pero profunda de cómo aplicar un principio Bíblico Básico, al leer Ud. este relato, descubrirá que es un ejemplo clásico del tipo de luchas que cada uno de nosotros enfrentamos hasta que lleguemos a aprender y a aplicar el principio de renunciar nuestros derechos personales.


Mi familia y yo trabajábamos con esta gente que vive en una región remota de la selva, un día decidí traer unas piñas; Los nativos habían oído acerca de las piñas y las habían probado, pero no tenían medios de conseguirlas, así que las tuve que traer de otro campo misionero. Adquirí a eso de cien plantas, luego busqué a un trabajador local que trabajara para mí. El sembró todas las plantas de piña, por supuesto, le pagué por su trabajo. Le pagué con sal y otras cosas que quería por los días que trabajó, el tiempo que se necesitó para que estos tallos pequeños de piña crecieran y finalmente producieran piñas, fue bastante largo, tomó unos tres años, en la selva, uno anhelaba comer frutas frescas, no se consiguen frutas frescas ni verduras.

Finalmente ese tercer año vimos los primeros brotes de piñas frescas y esperábamos la Navidad, porque es el tiempo cuando éstas madura, cuando al fin llegó la Navidad, mi esposa y yo fuimos a ver si había alguna piña que estuviera suficientemente madura para comer, pero cuando maduraron no pudimos probar ni siquiera una. ¡Los nativos las había robado! Las robaron antes de que maduraran; Ese era su plan, robarlas antes de que maduren o pertenecen al dueño. Y aquí me encuentro yo, un misionero, enojado con esta gente. Se supone que los misioneros no se enojan. Todos Uds. saben eso. Pero yo me enojé, Les dije, "Miren señores, he estado esperando tres años por estas piñas y yo no pude probar una sola.

Ahora hay otras que se están madurando, si una de esas piñas es robada, no habrá más atención clínica para Uds." Mi esposa dirigía la clínica. Ella les daba todas las medicinas gratis. Los nativos no tenían con que pagar. Trabajábamos día y noche tratando de ayudar a esta gente, cuidando de los enfermos, salvando la vida de sus bebés. Una por una las piñas que se maduraron fueron robadas. Así que pensé que debía de ser más firme con ellos. Simplemente no podía dejar que se aprovecharan de mí. Pero esta no era la razón realmente, mi razón era egoísta. Yo quería comer de esas piñas. Así que no habría más clínica.

Y así fue, que dejaron a sus niños morir. No les importaba nada. La vida allí no valía nada. Algunos, que tenían pulmonía, venían tosiendo y nos rogaban que les diéramos medicinas. Nosotros les decíamos: "No, recuerden que Uds. se robaron las piñas." "Yo no las robé" decían. "Fueron otros." Entonces continuaban tosiendo y rogando. No podíamos soportarlo más. Al fin les dije, "Muy bien, mañana vamos a abrir de nuevo la clínica." Tan pronto abrimos la clínica, comenzaron a robar las piñas, y yo me enojé de nuevo. ¡Hombre! ¡Estos granujas! Finalmente descubrimos quién lo había estado haciendo - era el mismo que las había plantado.

Lo llamé y le dije, "Oiga amigo, ¿cómo es que Ud. ha estado robando mis piñas? Ud. es mi jardinero." El me contestó, "Mis manos las siembran, mi boca se las come." Esa es la ley de la selva. Si siembran algo, es de ellos. Nunca habían oído de la idea de pagar por servicios. Así que el me dijo, "Todas son mías." Yo le dije, "¡no! Son mías. Yo le pagué para que las sembrara." Pero el no podía comprender cómo éstos las hacía mis plantas. Pense, "Bien, ¿qué voy a hacer ahora? Era la ley de la tribu. Y yo debía aprender a vivir según su ley." Al fin le dije, "Muy bien, te doy la mitad de las plantas." "todo, desde luego aquí hasta allá es tuyo. Si se maduran, son tuyas. Y estas son mías." Parecía que estaba de acuerdo. Sin embargo, mis piñas continuaron siendo robadas. Entonces pensé, "Quizás debo darles todas esas piñas y yo pueda conseguir nuevas." Pero sabía que tendría que esperar otros tres años. Esto era muy duro para mi. Finalmente dije, "Les voy a dar todas estas piñas y luego yo comenzaré otras nuevas." "Hagan un jardín y saquen todas estas piñas de aquí y así yo tendré espacio para sembrar otras nuevas. No quiero sus piñas en mi jardín, si Uds. piensan que son suyas." Ellos dijeron, "Too-wan (que quiere decir extranjero), nos tiene que pagar." Yo les dije, "¡Un momento!" Y ellos dijeron, "No, no, nos está pidiendo que movamos sus piñas de aquí y eso es trabajo." Oh, ahora son mis piñas. "Muy bien, les dije, les pagaré por un día de trabajo. ¡Llévenselas todas!" Ellos dijeron, "No tenemos un jardín listo. ¿Ud. nos paga para preparar uno?" Yo les contesté, "¡Olvídenlo!" Estaba hastiado con ellos.

Le dije a mi esposa, "¡Esto es imposible! Voy a pagarle a algún muchacho para que las arranque y las tire a la basura. Así, si las quieren simplemente las pueden venir a recoger." Y así lo hice. Las arrancamos y las tiramos a la basura. Era algo difícil. Eran piñas muy bonitas. Luego compré nuevas plantas. Les dije, "Escuchen bien, voy a pagarles para que las siembren, pero yo las como; yo y mi familia, Uds. no pueden comer ninguna." Ellos dijeron, "Ud. no puede hacer eso. Si nosotros las plantamos, nosotros las comemos." Yo les dije, "Miren, no tengo tiempo para ocuparme con un jardín. Tengo demasiado que hacer. Uds. son muchos, en cambio yo soy el único. Uds. me tienen que ayudar.

Quiero que siembren las plantas de piña y yo las comeré." Les dije, "Yo les pagaré. ¿Qué quieren? Les daré este precioso machete si Uds. convienen en hacerlo." Comenzaron a pensar. "El nos pagará con ese machete para así poder comer nuestras piñas." Finalmente convinieron. Durante los tres años siguientes continué recordándole al que las sembró, "¿Quién se va a comer estas piñas?" El dijo, "Usted." Yo le dije, "¡Bien! ¿Todavía tienes el machete?" El dijo, "Sí." Yo le dije, "¡Cuídalo bien!" Si pierde el machete voy a tener problemas de nuevo. La paga es perdida.

Finalmente, después de otros tres años las piñas comenzaron a madurar. Mi esposa y yo caminábamos otra vez por el jardín. Yo le dije, "Pronto vamos a tener una cosecha de nuestras piñas." Comenzamos a darle gracias a Dios por haberlas provisto. ¿Pero saben lo que pasó? ¡Cada una de esas piñas fue robada!

Yo veía a los nativos ir al jardín durante el día a ver donde estaban las piñas y luego por la noche volvían a llevárselas. Pensé, "¿Qué voy a hacer? No podemos cerrar la clínica. Entonces cerraremos la tienda."

Allí era donde ellos conseguan fósforos, sal, anzuelos y cosas semejantes. Ellos habían vivido antes sin estas cosas, el privárselo no los destruiría." Dije, "Muy bien, no habrá más tienda. Uds. se robaron mis piñas." Cuando cerramos la tienda, comenzaron a decir, "Mejor es que nos vayamos porque no tenemos sal. Si él no va a tener la tienda, no hay ventaja en quedarnos aquí con él. Debemos regresar a nuestras casas en la selva." Así que se fueron a vivir en la selva. Y así me encontré, solo, sentado comiendo mis piñas. Sin gente, sin ministerio. Le dije a mi esposa, "En los Estados Unidos podemos comer piñas, es decir, si eso es todo lo que vinimos a hacer aquí." Un mensajero de la tribu regresó y le dije, "Dile a todos que regresen. El próximo lunes abriremos la tienda." Yo pensaba y pensaba. ¿Qué voy a hacer para poder comer esas piñas? Debe haber una solución. Entonces se me ocurrió una idea. ¡Un perro pastor alemán! conseguí el más grande que pude de toda la isla. Lo traje y lo dejé suelto. Tenían miedo de él. Nunca habían visto un perro tan grande. Tenían perros pequeños llenos de sarna. Nunca los alimentaban. Estaban todos enfermos. Y ver que allí estaba este pastor alemán bien alimentado. Veían la comida del perro. Yo tenía que darle su comida cuando no había nadie cerca para que ellos no lo resintieran. La comida del perro era mejor que lo que ellos conseguían. Pero el perro resolvió el problema. La mayoría de la gente no se atrevía a pasar por allí. Pero ahora teníamos el mismo resultado que antes cuando cerramos la tienda. La gente no volvió. Yo no tenía a nadie con quien hablar. No había nadie que me enseñara el idioma. Pensé, "¿Qué haremos?" El perro no estaba resultando. Estaba comenzando a mezclarse con otros perros del área y esto iba a crear descendientes cruzados con pastor, violentos, salvajes y hambrientos. El doctor no advirtió, "Si sus hijos u otros son mordidos por ese perro no voy a tratarlos." El estaba usando la misma táctica conmigo que yo estaba usando con los nativos. Entonces le dije a mi esposa, "Es mejor deshacernos del perro." Así lo hicimos, aunque no me gustaba hacerlo. Ahora el perro no estaba con nosotros. La gente regresó, pero no hubo más piñas para comer. Pensé, "Hombre, debe de haber una solución. ¿Qué puedo hacer?" Entonces regresé a los Estados Unidos de vacaciones y asistí a una conferencia del Instituto. Aprendí que debemos dar a Dios todo lo que es nuestro. La Biblia dice que si damos, tendremos, pero si acaparamos, perderemos. Si damos a Dios nuestras posesiones, él se encargará de que tengamos lo suficiente. Esto es un principio bíblico. Pensé, "Hombre, que puedo perder. Le daré el jardín de piñas a Dios, de todos modos no las estoy comiendo." Yo sé que esto no es un gran sacrificio. Se supone que sacrifiquemos algo de valor para nosotros. Pero yo le daría el cultivo de piñas a Dios a ver si él lo podía controlar. "Voy a ver cómo él lo hace." Así que una noche me quedé observando el jardín. La gente se había ido a sus casas. Yo no quería que me vieran allí orando. Oré, "Señor, ¿ves estas planntas de piñas? He luchado por cosechar algún fruto. Las he reclamado. He demandado mis derechos." "He estado equivocado y ahora me doy cuenta. He visto que ésto es erróneo y te las entrego a tí." "Desde ahora en delante si tú quieres que yo coma alguna de tus piñas, está bien: Tú nos las darás. Si no lo quieres así, está bien. No importa realmente." ASí que las di a Dios y los nativos volvieron como siempre a robar las piñas. Me dije a mi mismo, "Ves, Señor, tú no los puedes controlar tampoco." Entonces un día vinieron a mí y me dijeron, "Too-wan, ¿tú te has convertido en cristiano?" Yo estaba listo para reaccionar y decir, "Miren, yo he sido cristiano por veinte años." Pero en vez de eso dije, "¿Por qué dicen eso?" Ellos dijeron, "Porque ya no se enoja cuando robamos sus piñas." Esta era una verdadera revelación. Ahora yo estaba viviendo lo que les había estado predicando." Les había dicho que se amaran unos a otros, que fueran bondadosos, y yo había reclamado frecuentemente mis derechos y ellos lo sabían. Finalmente un chico inteligente comenzó a pensar y dijo, ¿Por qué no se ha vuelto a enojar?" Le dije, "He regalado el jardín de piñas. Ya no es mi jardín. Así que Uds. no están robando mis piñas. Por lo tanto no tengo porqué enojarme." Otro chico comenzó a pensar más y dijo, "¿A quién le dio Ud. el jardín?" Ellos se miraron los unos a los otros, "¿Te lo dio a tí? ¿De quién es?" ¿De quién son las piñas que estamos robando.?" Entonces les dije, "Yo le he dado el jardín a Dios." Ellos dijeron, "¿A Dios? ¿No tiene el piñas donde él está?" Yo les respondí, "No sé si él tiene o no, pero yo le di el jardín a él." Así que fueron a la tribu y le dijeron a los otros, "¿Sabes de quién son las piñas que hemos estado robando? Too-wan se las ha dado a Dios." Todos comenzaron a pensar. Vinieron en grupo y dijeron, "Too-wan, no debiste haberlo hecho. ¿Por qué no le pides a Dios que las devuelva?" "Con razón es que no hallamos cerdos cuando vamos de cacería." "Con razón es que se enferman nuestro niños." "Con razón es que nuestras mujeres no dan a luz." "Con razón es que los peces no muerden." Entonces dijeron, "No debemos robarlas más si pertenecen a Dios. ¿No es cierto?" Tenían temor de Dios. Así que las piñas comenzaron a madurar. Los nativos vinieron y dijeron, "Too-wan, tus piñas están maduras." Yo dije, "No son mías pertenecen a Dios." Ellos contestaron, "Pero se van a podrir. Es mejor recogerlas." Y así, tomé algunas y dejé que los nativos también tomaran otras. Cuando mi familia se sentó a comerlas, dije, "Señor, estamos comiendo tus piñas. Gracias por dárnoslas." Todos esos años los nativos estaban mirándome y escuchándome. Vieron que mis acciones y mis palabras no coincidían. Pero cuando yo comencé a cambiar, ellos también cambiaron. Así, que pronto muchos nativos decidieron hacerse cristianos. El principio de dar a Dios estaba dando resultado. Yo mismo apenas podía creerlo. Comencé a darle otras cosas a Dios. Un día mi hijo estuvo a punto de morir y no había manera de llevarlo al médico. ¡Depronto me di cuenta que yo había entregado mi hijo a Dios! Entonces oré, "Dios, te entrego mi hijo. Lo que tú hagas está bien." ¡Esto era más duro que darle a Dios el jardín de piñas! Estaba listo para que Dios se llevara a mi hijo. Pero esa noche la fiebre cesó y mi hijo mejoró. Los nativos comenzaron a traerme cosas para que las arreglara. Yo dije, "Dios, mi tiempo es tuyo. Si tu quieres que arregle armónicas y olas y palas aquí en este campo misionero, ¡está bien!" No estaba haciendo mucha traducción de la Biblia, pero más y más gente iba siendo ganada para Cristo. Ellos seguían diciendo, "Too-wan se ha vuelto cristiano. El nos ha dicho que nos amemos unos a otros y el ha comenzado a amarnos." Un día estaba arreglando una silla rota. Un nativo me vio y dijo, "Déjeme ayudar a aguantarla." Cuando terminamos le pregunté, "¿No vas a pedirme sal?" Contesto, "No, Too-wan ¿No recuerda? Ud. me ayudó a arreglar mi pala. Ahora yo le voy a ayudar a arreglar la silla." Yo pensé, "¡Hombre! Esta es la primera vez que él hace algo para mi sin que le pague." Entonces un día vi algo en la Biblia. No lo había notado antes. "Y cuando entréis en la tierra, y plantéis toda clase de árboles frutales, consideraréis como incircunciso lo primero de su fruto; tres años os será incircunciso; su fruto no se comerá. Y el cuarto año todo su fruto será consagrado en alabanzas a Jehová. Más el quinto año comeréis el fruto de él, para que os haga crecer su fruto. Yo Jehová vuestro Dios" (Levítico 19:23-25). ¡Finalmente comprendí! Dios no quería que comiera las piñas ese primer año que maduraron! ¡El quería que se las dedicara a él! Luego él quería que se las diera a los nativos para que vieran mis buenas obras y glorificaran a mi Padre que está en los cielos. Si sólo hubiera hecho esto, los nativos me habrían urgido a comer las piñas el quinto año. ¡Hombre! ¡Todo el trabajo que me hubiera ahorrado! Salud, planes, trabajo, voluntad, dinero, posesiones, noviazgo, actividades, amistades, opiniones, reputación, música. ¿Cuál es su "Jardín de piñas"?

Cómo entregar a Dios su "Jardín de piñas"

1. Recuerde qué cosas le causan ehojo


El misionero estaba enojado con los nativos porque se comían sus piñas. Quizá Ud. se enoje con sus padres porque no respetan sus opiniones, o no aprueban sus actividades o no aceptan su noviazjo. Quizá Ud. se enoje con sus amigos porque dicen cosas acerca de Ud. que no son ciertas o porque le excluyen de sus actividades. Es posible que Ud. aún se enoje contra Dios por haber permitido que tenga un impedimento físico o por haberle puesto en una familia que no se ama.


2. Haga una lista de sus derechos que otros están violando


Los nativos no estaban respetando el derecho del misionero de comer sus propias piñas. Quizá sus padres no estén respetando que Ud. tiene derecho a su propia opinión, a planear sus actividades o a seleccionar sus amigos. Quizá sus amigos no respeten su derecho a tener una buena reputación o participar en las actividades de ellos. Es posible que Ud. aún sienta que Dios le está negando el derecho de tener buena salud y una familia feliz.


3. Transfiera sus derechos a Dios


Imagine que Ud. está arrodillado ante la presencia de Dios y que está poniendo todos sus derechos en su altar. Luego incline su cabeza y dígale a Dios que Ud. le está dando a él todos sus derechos. El puede hacer con ellos lo que él desee. Esto quiere decir que Ud. no tiene más derecho a sus propios planes, voluntad, posesiones, amistades, opiniones ni reputación. Todos sus derechos pertenecen a Dios.


4. Popóngase a dar gracias a Dios no importa lo que pase


Dios puede ver que algunos de los derechos que Ud. le dio serían peligrosos para su crecimiento espiritual. El le negará éstos y Ud. puede darle gracias por hacerlo. Otros derechos él le permitirá usar. También de gracias por éstos. Ahora no son sus derechos. Son privilegios que deben usarse sólo para cumplir el propósito de Dios.


5. Use su enojo en el futuro como el sistema de alarma de Dios


Cuando damos a Dios todos nuestros derechos, estamos demostrando la mansedumbre. La mansedumbre es rendir nuestros derechos a Dios. Es lo opuesto al enojo. El enojo ocurre cuando demandamos nuestros derechos. En efecto, cuando nos enojamos esto es señal de que alguien ha descubierto un derecho que aún no hemos rendido a Dios. Como resultado, podemos usar el enojo como un sistema de alarma para descubrir nuestros derechos y transferirlos a Dios.


Cuando seguimos estos pasos, estamos obedeciendo la instrucción de Jesús. "... si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a si mismo, tome su cruz cada día y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mi, este la salvará. Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo y se destruye o se pierde así mismo?" (Lucas 9:23-25).


Haya, pues, entre vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús....


El principio de rendir derechos es demostrado por el Señor Jesucristo cuando él, quien era Dios, no se aferró a sus derechos, siendo igual a Dios, sino que se despojó de sus derechos y tomó la posición de un siervo. Vivió una vida de obediencia total, hasta morir en la cruz por nuestros pecados.


"Por lo cual Dios También le exalto hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla... y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre" (Filipenses 2:9-11).


Mensaje basado en Levítico 19:23,25




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Eugenio Fernández Ordóñez. Pastor de esta iglesia.

Privada Santa María No. 34

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