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Valoración Crítica


DEL HORIZONTE NATIVO AL HORIZONTE UNIVERSAL

Manuel Jesús Baquerizo


En 1998 José Luis Ayala publicó dentro del I Festival del Libro Huancaneño, La danza de las balsas, sugerente título de Gloria Mendoza Borda, donde la autora había reunido toda su producción lírica última. Ahora, ella misma nos entrega en Dulce naranja dulce luna su cosecha verbal más reciente.

Lo primero que impresiona en esta obra es su constante tono evocativo y nostálgico*. La poesía de Gloria Mendoza será inevitablemente memoriosa y retrospectiva. En ella quedaron grabadas para siempre las más hondas emociones de su niñez y adolescencia, transcurridas en las provincias del Perú y el mundo andino del sur. La suya es una poesía que está endeudada con su pueblo, con sus ríos, sus cerros y sus dioses tutelares. No es, ciertamente, descriptiva, costumbrista ni paisajista, pero sí intensamente autobiográfica y añorante. Pues

 

allí

aún adolescente

dejé mis huellas

en el barro

fiesta de mayo

("Observando las cruces")

 

Ella se siente identificada con sus lares, con sus gentes, con sus glorias e infortunios. Por eso, exclamará: "Juro, eternizarte". La poeta revive desde la gran ciudad su infancia en el pueblo, a orillas del Lago Titicaca. Así como los grandes bardos de la humanidad, ella también reconstruye la historia y las tradiciones de las ciudades donde habitó, como Huancané y Juliaca:

 

Huancané

es el recuerdo

de dulce brisa

de calles empedradas

carnavales andinos

("Floración del ayer")

 

En su poesía prima lo colectivo sobre lo individual, sin que por esto dejemos de escuchar su voz íntima e intransferible. Su poesía se nutre -es cierto- de la historia, de las tradiciones y de la cultura andina, pero también de vivencias personales y recónditas, brotadas de sueños y fantasías. Los poemas más ilustrativos al respecto podrían ser "Allende viví" y "ceremonia". En este último, expresa:

 

Entre tokoros

y pinquillos

me alumbraron

vientre de mi madre

vientre de mi tierra

vientre del río Sollata

vientre del viento y la lluvia.

 

El lenguaje de esta poesía se caracteriza por su emotividad y ternura, por su palabra natural y cristalina, hasta donde puede serlo la palabra artística. pero, este libro no es solamente la expresión de un "yo poético", ni siempre está referido al mundo familiar. Por él circulan también otros personajes, cada uno con su propia voz. A menudo, se trata de hombres y mujeres de la localidad, pero también lejanos. Las mujeres de la tierra mencionan su nombre y su estirpe, con mucho empaque:

 

Mi nombre es Epifanía Suaña

con los años

mi nombre crece en el agua

("Las embarcaciones de Epifanía Suaña")

 

Ellas asumen, como en el caso citado, la primera persona gramatical, para hablar de su identidad y para defender y exhibir, con legítimo orgullo, su origen étnico:

 

mi nombre gira en la paja brava

mi nombre piedra eterna

(ibid.)

 

En otro poema, será Salustiana Tuano, quien adoptando la segunda persona gramatical, dirá, con el mismo énfasis: "No soy la que pensáis...miradme/ sólo queda/ mi antigua imagen en el agua/ Salustiana Tuano/ tallada en piedra", y luego rememorará la sublevación indígena de Huancané en 1923 y su famoso dirigente:

 

Mariano Paco

se ilumina

en el abra

donde moran los dioses

miradlo

poncho rojo

barbado y fuerte

 

o bien será una voz poética que hablará en tercera persona para referir las hazañas de los que migraron del campo a la urbe, como el yatiri que vive "confundido en la ciudad".

Dulce naranja dulce luna es, por cierto, un libro más abarcador y ecuménico que los anteriores. Aquí la autora transita del horizonte nativo al horizonte universal; por aquí desfilan personas del propio entorno y de otras latitudes. Como en Cementerio General de Tulio Mora, pueden ser seres anónimos o famosos, humildes o eminentes, pintorescos o insignes. Unas veces, serán figuras marginales, como la Ucucha -una pintarrajeada mujer que solía vagar por las calles de Huamanga, por los años sesenta, con su extraña figura de reina jubilada-, a quien la poeta evoca con gran respeto y afecto, o El Legendario Lobo, empleado de la Morgue de Lima. Otras veces, serán mujeres célebres, como Rigoberta Menchú, a quien oímos hablar en primera persona:

 

Los grillos

saben mi tamaño

mis colores

mi magnitud de tierra

 

o como Frida Kahlo, cuya impresionante imagen de artista y luchadora social la poeta exaltará y sublimará:

 

Incendiaria

auténtica

nacionalista

irreverente

 

Gloria Mendoza es profesora de la Escuela de Bellas Artes de Arequipa, por lo mismo, ella está muy familiarizada con el arte universal. En "Canto a la paloma del elefante" -poema bastante extenso se compone de doce estrofas)- la autora traza la biografía íntima y social de la gran pintora mexicana:

 

ella es la mujer

la de la trenza negra

que dora la mañana

a los buscadores de la luz

a los que trajinan

en el socialismo

a los que descubren

el lenguaje

del aguacero

o del fuego

("Otras voces preñando la mañana")

 

Cuando Frida Kahlo sufre un accidente, que la dejará baldada para toda la vida, dice:

 

el grito de Frida

ahogó México

traspasó montañas

 

Como podrá haberse advertido, estamos ante una de las voces líricas más trascendentes que haya surgido en la provincia del país. Gloria Mendoza es, con Ana Varela de Iquitos, Ana Bertha Vizcarra de Cusco, Dida Aguirre de Huancavelica, la voz más representativa del Perú. Viene a ser la otra cara de la poesía canónica, menos individualista, menos autista y menos subjetiva. En ella nunca está ausente la existencia histórica y material de la sociedad. Su poesía se distingue por su fervor social, por su identificación con las esencias más puras de la tradición andina y por su arraigo en el pasado. Por otra parte. Se aleja también de los poetas coterráneos precedentes, en la medida en que se liberó del telurismo, de la manía mitologizante y de la retórica regionalista. Para Gloria Mendoza el mundo tiene un sentido y ese sentido lo da la historia del pueblo. Su concepción de la historia implica una profunda comprensión del proceso histórico de un pasado que se encuentra siempre amenazado y oscurecido por una memoria reaccionaria y represiva. Su voz lírica le otorga humanidad y ternura a un mundo brutal y perverso como el que hoy impera.

* "Gloria Mendoza Borda, poeta de voz propia", en La danza de las balsas, Ediciones Peqosani, Municipalidad Provincial de Huancané, Lima, 1998, pp. 21-

 


GLORIA MENDOZA BORDA; POESIA Y EXISTENCIA HUMANA DE MUJER

*Giovanna Minardi


"La verdadera capacidad estética de América Latina es la de convertirse en un mundo indio". Estas palabras, casi proféticas de Gamaliel Churata creo que no se han verificado aún en el Perú "posmoderno" de las últimas décadas. ¿Existe una poesía, una narrativa, un ensayo andino? Pero, ¿es que no existen artistas en el Ande? ¿existen sólo artesanos? ¿Sólo una sorprendente naturaleza y una infame pobreza? ¿Sólo un pasado de esplendor que enorgullece hasta el más racista de los peruanos? Todo esto podría preguntarse una investigadora literaria italiana como yo, preguntas a las que no he encontrado respuestas claras, y sin embargo, todavía vive un presente andino hecho de desprecio, olvido y sarcasmo hacia el hombre y la ciudad de la sierra.

Este es el Perú que he visto, recorrido y sobre todo leído. No veo un atisbo de nuevo indigenismo, no veo un Arguedas, no veo un Gamaliel Churata, no un Mariátegui; el panorama literario y poético peruano, si bien con el ascenso y reafirmación de voces femeninas, es casi exclusivamente urbano. Todavía me choca el injusto desbalance entre el centro y la periferia; que me conste, no hay una sola institución en el Perú dedicada a la propagación, conservación, difusión de la literatura que existe fuera de Lima. Y este desprecio feroz por la cultura indígena -andina o urbana, serrana o costeña, nativa o amazónica, o como queramos llamarla- se refleja en la ausencia clamorosa de una "inteligencia" que desde el sector público o privado apoye la creación andina.

Por todo eso acepté encantada la propuesta de Gloria de presentar su libro, aunque mi especialidad es la narrativa y no la poesía. Pido disculpas por el status de mis palabras, que son sólo las de una simple lectora de poesía. Conocí a Gloria en agosto del 2000; había ido Arequipa justamente con la intención de descubrir lo que escribían allí las mujeres, si existía en la segunda ciudad del Perú un arte vivo, genuino. si bien sumergido, tarea que resulta muy difícil, casi imposible desde cualquier biblioteca limeña. La impresión de esta mujer morena, casi triste, extremadamente amable y tierna, diría, no me permitió vislumbrar su poesía. Leerla fue una sorpresa.

La poesía de Gloria tiene sus vértebras precisas, sus recurrencias. Los nombres de flores, por ejemplo: "una kantuta profunda/ alegra mi camino/"; "fugaces crisantemos/ inclinan la cabeza/ hacia mi sol". La naturaleza es protagonista de muchos poemas, el alma de la poeta se diluye casi, en una íntima simbiosis, en los elementos que le ofrece la naturaleza de sus páramos. El agua es quizás la figura más frecuente -río, lago, agua viva- trazándose una clara línea simbólica: agua generadora de vida y propiciadora de muerte, mujer atormentada, nostalgia: "...Quisiera hundirme/ en el río/ que fluye/ interminablemente/ en las montañas ocultas/ de mi piel (...) solo queda/ mi antigua imagen en el agua". El agua vital, el agua amenazadora, el agua eterna, implacable, de todas maneras, es para la poeta la vida que inexorablemente hay que vivir, su existencia humana de mujer que busca su propia imagen, "busqué/ mi nombre/ en el trébol".

La infancia y la adolescencia se nos presentan en un lugar aún más perdido, aún más andino que Arequipa: Puno, punto y origen de todo inca, con un lago color azul divino y una meseta arisca e interminable. A Gloria de su pasado todo le oprime, todo es nostalgia, todo es pérdida, todo es sorpresa, aunque adivinamos que habrá sido una infancia no siempre fácil, perdida entre "Los tejados del recuerdo y el viento del río Sollata..." Sin embargo, Canto a mis cabellos expresa el tormento interior por un pasado que ya se ha disuelto pero, a la vez, el deseo de no detenerse en el llanto nostálgico; la poeta busca una nueva historia, aunque sean "nuevas islas".

Otra constante podría ser el uso de palabras indígenas, quechuas y aymaras; claro, uno podría preguntarse cómo evitarlas, si los nombres esenciales -los ríos, los toponimios, los diminutivos, los animales, los cerros- todos se llaman en quechua, todo se nombra en aymara. "Los primeros putucos; Puente Ramis; Puerto Puquis; Compuerta de Ayabacas; Yatiri aymara, etc." Pero no se puede no recordar cómo este haya sido un recurso usado por tanto aventurero literario con remordimientos indígenas que ponían un nombre indio a su corona de palabras españolas. Difícilmente hemos encontrado la transcripción literaria del mundo indígena al español sin que pierda su poesía, quizás sólo Arguedas en la narrativa y Zabala Cataño en el teatro. Gloria usa un correcto español y la inclusión de estas palabras nativas refuerza su poesía, pero también dándole, a veces, un toque de pintura naive, así como cierta inflexión poética castiza: oh maravillosa altiplanía" o "oh la apacible tarde/ de los pueblos"

Si bien Dulce naranja dulce luna está conformada por varios poemarios, que no están fechados, se ve en él una cierta unidad espiritual, cierto filo lógico o irracional, como, por ejemplo, el ya citado personaje de la naturaleza, domada e indomable: "río(...) río adentro/ balsero río (...)/ sigues en mí río/ horadando/ todos los encuentros..." Paisaje que se funde en el recuerdo, con la vivencia, con el pasado próximo y lejano: "En Huancané/ aprendió el lenguaje del vientre del lago (...) Huancané es el recuerdo de es el recuerdo de carnavales andinos..." Desde este paisaje secular Gloria puede pasar al territorio de su poesía: a la palabra poética "la persigo entre la fruta" y "reaparece/ en una metáfora/ enredada/ en la negra cabellera de mis hijas..." o a cantarle a sus heroínas -Rigoberta Menchú o Frida Kahlo- o a sus hijos, sus tesoros: "En cada arroyo/ en cada árbol/ en cada puñado de tierra/ busco un lugar para mi hijo..." o "la mirada de mi hija/ se parece/ a la memorable lluvia/ de Sicuani..."

En el poemario a Frida Kahlo, Canto a la paloma del elefante, la escritura de Gloria se ve perturbada, influenciada por la historia de las vejaciones que sufrió la pintora por parte del maestro Diego Rivera, por la asfixiante inclinación de Frida de pintarse una y otra vez hasta el infinito por su coraje intelectual y hasta por su decisión de vestirse con atuendos indígenas, algo que una artista peruana de origen andino muy difícilmente haría. Vislumbra en este homenaje poético una tentativa de buscar modelos femeninos fuertes que puedan definir una genealogía matrilineal, aunque la poesía de nuestra poeta debería quizás ahondar más en la cosmovisión simbólica femenina.

Uno de los clichés que puede tener un observador extranjero es que una poesía que se forja en el mundo andino o amazónico, además de hablar del mundo interior o de la naturaleza, deba incluir, referencias incluir referencias a la violencia social, a la devastación de un país maravilloso como el Perú, al desprecio por la cultura andina de parte de la burguesía blanca o del falso criollo, o hasta a la estafa endémica por parte de los políticos de comparsa que siguen ignorando el Perú profundo. En la poesía de Gloria aparecen tenues referencias al terror causado por el fanatismo, a la conservación de este régimen semifeudal del campesino, al machismo exasperado, no caben la venganza y la tortura brutal del indio contra el indio, gritos contra el analfabetismo, contra la tribu de niños vejados y desamparados. Su poesía de versos medidos, palabras exactas, escasa puntuación, despojada de artificios es lírica, nostálgica, introspectiva.

Como Dulce naranja dulce luna es la suma de varias épocas, de varias visiones, de varias transformaciones que sufre la poeta, y si bien su verso no es nuevo, ni "telúrico", su casi respetuoso silencio, su mirada melancólica sobre lo que la rodea, su notoria "puneñidad", le dan un peso notable en la poesía del interior del Perú, una poesía que hasta el momento resulta ser marginal, relegada al círculo mínimo de sus conocedores, y a veces, concientemente ignorada.

En Europa la publicación de un poemario es una empresa audaz que muchas veces pasa desapercibida, ya son pocos los jóvenes que compran libros de poesía, está irrumpiendo una poesía visual, mediática, una poesía espectacular o musical, mientras que en el Perú extrañamente se sigue publicando, (seguramente es más fácil, aunque no rentable), y se siguen haciendo congresos de poetas, encuentros de narradores. Entonces, creo que habría que canalizar esta fuerza, fomentar la aparición de nuevas corrientes y apoyarlas, rescatar a esta legión de literatos subterráneos que pululan en el interior del país.

Vuelvo a la pregunta inicial si es que existe una estética andina, india, nativa. Es posible que éste sea el camino de una parte importante de la literatura peruana, el de recomocerse en su pasado indígena, en su escenografía andina, en su mundo maravilloso, mágico y surreal del que nos ha dejado huellas y letras Arguedas. Y no sólo mirando el pasado o recreando el presente, sino también, y sobre todo, inventando un lenguaje, una retórica, unas metáforas e imágenes del Perú del futuro. Gloria ha abrazado esta búsqueda, su pasión, su honradez intelectual, su humildad me empujan a terminar con estas palabra "Continúa , Gloria, continúa buscando tu propio camino".

(*) Escritora, catedrática de la Universidad de Palermo, Italia.


Opiniones sobre el libro La danza de las balsas.-


Mendoza es una de las voces fuertes de una poesía que no teme acercarse a sus raíces, que no se podría llamar "provinciana" pero tampoco urbana, que reelabora la amplia tradición occidental desde el prisma del Ande desde su propia genealogía vital (se descubre a sus íconos en cada texto). Sus poemas contienen versos medidos, palabras exactas, pocas adjetivaciones y una inocultable adhesión a la nostalgia. (Rocío Silva Santisteban, Revista Somos, Lima, 1999)


En la "Danza de las balsas" la contracorriente no es circunstancial, sino al nacimiento de una poética peruana, cuya maduración no sólo será el canto de poetas mujeres, sino también el de varones realizándonos en el frondoso mestizaje étnico cultural, naciendo así la voz plena del hombre peruano. (Ana Bertha Vizcarra Revista Sieteculebras, Cusco,1999 )


Ricardo Falla trazó audaz hipótesis en La Prensa con el artículo "Cuatro poéticas relacionadas Beleván - Carrillo - Mendoza - Valcárcel" l979. Desde entonces llevo tu nombre -Gloria- como la flor buganvilia que sueña libre nuestra patria secuestrada. Fruto del desgarramiento y la esperanza, tu discurso poético se torna franco, sencillo, despojado de artificios y con un hondo lirismo. (Rosina Valcárcel La República, Lima, l999)


Así es el canto de Gloria Mendoza Borda, teñido de ternura maternal, de rebeldía femenina, de protesta de rosa de acequia, de reclamo de identidad, de voz plural, comprometida con quienes la formaron y la alzaron sobre los andes, sin ninguna duda, estamos ante la poeta más importante de la literatura puneña del siglo XX y una autora singular de los años setenta en el Perú, junto a G. Pollarolo, Sonia Luz Carrillo, Carmen Ollé, Rosina Valcárcel o María Emilia Cornejo. A esta última la hermanamos por el espíritu liberizador de ese antológico poema Este nombre no es mi nombre. ( José Gabriel Valdivia Correo, 1999)


La poesía de Gloria Mendoza posee un profundo lirismo, mezclado de dolor y de esperanza, en donde está presente el hombre andino y su naturaleza luminosa y cristalina, le sirve a esta poeta para mostrar su enojo y denunciar las impurezas de la sojusgación y del escarnio. La intensidad de sus símbolos surge precisamente del dosificado 00contraste entre materia y forma poéticas. (Manuel Jesús Pantigoso, Crónica Cultural, Lima, l980)


Encuentro que particularmente Gloria Mendoza Borda tiene una voz andina rotunda: pero voz poética por encima de circunstancias y de caracteres ideológicos, y por sobre las experiencias prosaicas que viajan de contrabando en poemarios de muchos otros autores representativos de la provincia peruana. Se le siente emocional y técnicamente una poeta que sabe cuál es su camino. (Augusto Tamayo Vargas Literatura Peruana, Tomo III, Lima)


Sus palabras plasman el presente, a veces con avidez, a veces mediante evocaciones como de aquella Epifanía Suaña que le regaló ternura, a veces, las más de ellas, con imborrable forma de estar en el ayer lo mismo que la espuma levísima en las orillas del enorme lago. Sus palabras hallan el mestizaje como el viento a través de las antaras desde los entrañables suspiros de los siempre renovados suspiros; sus palabras nos llegan llenas de nostalgia para asentarse al borde de nuestros corazones, como en un poyo para ver caer la lluvia o la granizada y ver elevarse las reventazones de inocentes burbujas o extenderse la blancura de la nieve, cada una entre el espíritu protector del amor a la tierra y al cielo que lleva en si el ser humano. ( José Ruiz Rosas )


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