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Machu Picchu, el Museo

Por Carlos Velaochaga (Diario "Expreso", Lima, 1999)
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Durante mucho tiempo he llevado turistas a Machu Picchu por el Camino Inca y la pregunta sobre dónde están los objetos hallados en las ruinas, les decía que se encontraban en los sótanos del Museo Peabody en la Universidad de Yale. Mientras tanto, escuchaba algunos reclamos de los cuzqueños sobre el robo de valiosas piezas perpetrado por su descubridor, Hiram Bingham. Decidí investigar y ahora deseo compartir mis descubrimientos con la esperanza que alguien haga algo (más que quejarse) al respecto.

Hacia 1920, el Sr. Bingham acordó con el gobierno de aquel entonces llevar las piezas encontradas en Machu Picchu a los laboratorios de la Universidad de Yale para su investigación y ofreció que serían devueltas cuando el Perú tuviera un museo acondicionado para su exhibición al público. Esto me fue informado por un hijo de Bingham en una carta que conservo.

Hasta ahora el gobierno peruano no habilita un recinto para mostrar los hallazgos, y por eso siguen en los sótanos del museo de la Universidad de Yale en Hartford, Connecticut.

Lo más sorprendente es cuán pocas personas saben de esta condición para el retorno de las piezas que migraron. Lo que no sorprende, aunque sí indigna, es que el Instituto de Cultura nada haga para construir un adecuado lugar para dicho museo.

Es peor, hay un museo en Machu Picchu que es un recinto desaliñado a la altura de Puente Ruinas, cruzando el puente a la derecha en el nivel del río, en vez de subir las ruinas en que los buses suben hacia la izquierda. Lo visité hace varios años y apenas muestra cerámica peruana pero nada relacionado con el sitio. Había hasta huacos chimú.

Indigna doblemente si tomamos en consideración los abundantes ingresos que tiene el Instituto de Cultura por la explotación de esas afamadas ruinas.

Les cuento que tenía la costumbre de decirles a los turistas que atendía que si pasaban por Hartford visiten el museo para ver las piezas que abandonaron Machu Picchu. Pero más tarde me enteré que no está autorizada su exhibición porque pertenecen al Perú, por lo que se encuentran encajonadas en un sótano del museo. Su curador, Richard Burger, las tiene bien ordenadas y cuidadas, pero para nada sirven si no se pueden exhibir. Es decir, un típico caso más de "perro del hortelano", al que juega el gobierno sin aprovechar que el país cuenta con este medio para que los turistas se queden un día más en Machu Picchu entretenidos admirando las piezas que formaron parte de la famosa ciudadela, si es que acondicionamos un local agradable para exhibirlas dentro de la visita al Santuario. Dentro de esta perspectiva vale la pena advertir al gobierno que de poco sirve recuperar piezas o impedir que salgan del Perú, si no tenemos dónde mostrarlas.

Lo que queremos no es llenar sótanos de piezas arqueológicas sino tener dónde enorgullecernos de podérselas exhibir a los que nos visitan.


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