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No amargues a nadie su pan


No le amargues a nadie su pan...
Piensa en que el tuyo ha sido amargado tantas veces.
Y si por venturas has tenido el raro privilegio de que nadie amargue tu pan,
¿sabes acaso si nadie lo hará mañana?

Yo no te pediría que ames a tu prójimo:
sé que es bien difícil.
Te pediría que no le envidies su dicha,
que no te duelan sus alegrías,
que mires por lo menos indiferente
y no irritado a los dones que le depare su fortuna.

Sonríe a su vanidad y a su ostentación.
Su ostentación y su vanidad te aleccionan sabiamente
para morigerar tu propia vanidad,
tu propia ostentación que juzgas inofensivas,
si es que no las adviertes o las ignoras.

Se te antojan gratuitos, exagerados e indebidos
lo espléndido y fácil de su pan,
de todos los bienes reales o aparentes de que disfruta tu prójimo.
No sabes de cierto si ha padecido hambre
ni si esos bienes le cuestan humillaciones.

Estás, tentado a reprocharle su tranquilidad,
su bienestar, su prosperidad y lo que en ti no quieres llamar envidia y mezquindad,
pero que en los otros sí;
colma de confusos sus rencores tu alma y que la envenena.
¡Amargas tu propio pan!

Amargas tu propio pan, tú mismo,
cuando denigras lo ajeno y lo contaminas con tu envidia.
Así nunca tendrás sosiego y alegría aún si finges
conformarte con tu pobreza a la que no deberías resignarte nunca
y con tu destino.

No le hagas sentir al bien hallado de hoy,
si hoy halagado por la fortuna, tu odio inconcreto y tumultuoso.
¿Qué ganarás con amargarle su pan,
si por conseguirlo el tuyo se vuelve más amargo aún?

Ni al pequeño, ni al encumbrado, ni al débil ni al poderoso,
ni al subordinado, ni al superior, ni al compañero
ni al enemigo mismo amargues su pan.
Lucha valientemente por el tuyo, por el de los tuyos,
conquístalo,
y el esfuerzo le dé gustoso su sabor,
por humilde que sea el pan así alcanzado.

Un día habrá para todos espigas maduras bajo el sol.
¿Y si no las hubiere nunca?
Si no las hubiere nunca... tu alma estará llena para siempre
de espigas y de sol,
de fuerza y alegrías, de orgullo y esperanza,
si al término del viaje puedes exclamar:
¡Yo no amargué a nadie su pan!


- Autor Desconocido -




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Ultima actualización: 13 October, 2001