Guillermo Rendón.
En busca de mi alma te encontré y tu
apariencia celestial cegó mis ojos. Extendiendo tus alas frente
a mí, blancas como la luna y con el brillo del sol, me dejaste
ver lo que ocultaban. Entendí por qué habías perdido tu nube
en las alturas, y con esto robaste mi confianza. Pecando
una vez más, era tuya.
Hiciste luego tu petición y al no poder consumar mis alabanzas,
al no poder entregarte mi cuerpo como tributo, al no poder ser tu
ofrenda, me rechazaste tú Ángel caído, a quien perdoné lo que
Dios no.
Te diste vuelta para abandonarme y pude ver tu espalda flagelada.
Aquel plumaje que parecía ser de luz, estaba manchado de humo y
azufre. Lo entendí, la razón detuvo mis latidos para siempre:
Sangre impura corre por tus venas. Eres ahora mi demonio.