Fatima Zohra Larbi

UNA LITERATURA

DE MUJERES

 

Los libros de Alberto Ruy Sánchez que han sido traducidos al francés, especialmente su ciclo sobre el deseo, constituyen un fenómeno poco visto en la literatura: el de un escritor amado por un público mayoritariamente femenino que encuentra en sus historias a un hombre que ha sabido escucharlas. Y, a la vez, a un poeta sutil, impulsado por un osado contador de historias que envuelve y seduce con sus palabras.

     Eso pensamos y sentimos quienes en el año 2000 formábamos parte del jurado internacional –la mayoría mujeres de África- que decidimos otorgar a su libro Les levres de l’eau (En los labios del agua) el Prix des Trois Continents. Ya en la ocasión, como Presidenta del jurado, escribí sobre las razones que tuvimos para hacerlo. Su muy fina escritura, su excepcional destreza artesanal su delicada exploración de la realidad del deseo estaban sin duda entre esas razones. Una de ellas es ésta de la vena femenina de su obra, y el correspondiente eco público de ella, que parece ir creciendo.

     Así, un estudio reciente sobre la recepción de su obra en México muestra que si bien sus libros más recientes ya son un fenómeno de ventas importante (durante casi dos años su última novela, Los Jardines Secretos de Mogador, se ha mantenido entre las cinco más vendidas en México por su editor, Alfaguara), se ha creado una especie de culto alrededor de sus libros, gracias al cual las novelas anteriores sin ser bestsellers se reimprimen cada seis meses desde hace varios años. Sus editores llaman a sus libros “longsellers”: del tipo que continuamente encuentran nuevos lectores iniciados y pueden permanecer en catálogo por mucho tiempo.

Y su público, según ese estudio de Maria Luisa Gómez, es mayoritariamente femenino. Para su trabajo de tesis universitaria ella entrevistó a más de mil personas de ambos sexos que habían leído tres o más de sus libros. Varias lectoras declararon sentirse identificadas con los personajes de Ruy Sánchez: Fatma, Khadiya, Hawa, Hassiba. Otras encuentran en sus libros “las palabras que les hacían falta para nombrar sus deseos”. Y no son pocas las parejas (heterosexuales u homosexuales) que se manifestaron mutuamente su pasión regalándose y leyéndose pasajes de los libros de Ruy Sánchez. Hay incluso mujeres que han dado a sus hijas los nombres de Fatma y Khadiya después de haber leído Los nombres del aire. Algunas se han tatuado en el vientre las hermosas caligrafías árabes que aparecen en sus libros. Casi todas y todos los lectores entrevistados dicen pertenecer a ese grupo de hipersensibles al deseo que, en la novela En los labios del agua, Ruy Sánchez describe minuciosamente como “La Casta de los Sonámbulos”.

 La misma investigadora encontró en los archivos del autor (abiertos al público en las oficinas de la revista que dirige, Artes de México) una abundante correspondencia de lectoras de distintas ciudades y países manifestando opiniones entusiastas sobre sus libros y, no pocas veces, sus deseos sexuales explícitos. El número de páginas escritas sobre sus libros es más de diez veces mayor al de la obra misma, que incluye una quincena de títulos. Una reseña periodística ( el 30 de enero del 2002) de la fiesta abierta al público para el lanzamiento de Los Jardines Secretos de Mogador, dice que se reunieron más de mil personas  y que el autor firmó libros durante cuatro horas. Y dice que el público era mayoritariamente femenino.

Se trata en fin de un fenómeno público distinto a otros por tratarse de un hombre que toca algo en las lectoras de la manera en que normalmente sólo logran hacerlo otras autoras. Pero también porque sus  libros son muy distintos a otros que logran consideración pública: son narraciones muy cercanas a la poesía pero también al ensayo. Son obras muy heterodoxas, por decir lo menos. Aunque hay en ellas algo de iniciación a la dimensión poética de la vida por la vía del asombro y el deseo. Y sus lectores se sienten inciados en dimensiones de la sensibilidad a las que no se accede normalmente a través de otros libros.

Quien vaya más a fondo encontrará también en la obra de este poeta delicado y originalísimo a un hombre de saber. Fue alumno en París de Roland Barthes y Gilles Deleuze, y considerado por Octavio Paz: “uno de nuestros mejores ensayistas. Su escritura es nerviosa y ágil, su inteligencia aguda sin ser cruel, su ánimo compasivo sin condescendencia ni complicidad”. Ya señaló con cierto asombro Luce López-Baralt, (la autora erudita de Huellas del Islam en la literatura española y editora de Un Kamasutra Español), todo el conocimiento de la literatura árabe clásica que se encuentra discretamente implícito en las novelas de Alberto Ruy Sánchez, sin ostentación alguna ni estorbar al placer inmediato de la lectura. Estamos, no cabe duda, ante un narrador que vuelve a hacer nacer el viejo placer de contar historias. Pero que, a las mujeres, parece hablarnos al oído.

 

Traducción de Marie Hélène Silva Durand