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LA

PASIÓN

DE CRISTO

SU

SEMBLANZA

SU

TORTURA

SU

DECISIÓN

SU PREOCUPACIÓN SU MADRE SU CRUZ

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«Si el grano de trigo... muere, da mucho fruto» (Jn 12, 24).

 1. La redención realizada por Cristo al precio de la pasión y muerte de cruz, es un acontecimiento decisivo y determinante en la historia de la humanidad, no sólo porque cumple el supremo designio divino divino de justicia y misericordia, sino también porque revela a la conciencia del hombre un nuevo significado del sufrimiento. Sabemos que no hay un problema que pese más sobre el hombre que éste, particularmente en su relación con Dios. Sabemos que desde la solución del problema del sufrimiento se condiciona el valor de la existencia del hombre sobre la tierra. Sabemos que coincide en cierta medida, con el problema del mal, cuya presencia en el mundo cuesta tanto aceptar.

 La cruz de Cristo --la pasión-- arroja una luz completamente nueva sobre este problema, dando otro sentido al sufrimiento humano en general

 

SU

SEMBLANZA

El evangelio que Cristo anunciaba afrontó entonces una prueba radical: «Es el rey de Israel: que baje ahora de la cruz, y creeremos en él» (Mt 27, 42); así gritaban los testigos de aquel evento. Cristo no baja de la cruz, puesto que es fiel a su Evangelio. Sufre la injusticia humana. En efecto, sólo de este modo puede justificar al hombre.

 

Quería que ante todo se cumplieran en él las palabras del sermón de la Montaña: «Bienaventurados seréis cuando [los hombres] os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros» (Mt 5, 11-12).

 Cristo es el gran profeta. En él se cumplen las profecías, porque todas se referían a él. En él, al mismo tiempo, se abre la profecía definitiva. Él es el que sufre la persecución por causa de la justicia, plenamente consciente de que precisamente esa persecución abre a la humanidad las puertas de la vida eterna. De ahora en adelante, el reino de los cielos pertenecerá a quienes crean en él.

 «Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia».

 ¿A quién más se refieren estas palabras? A muchos a muchos hombres que, a lo largo de la historia de la humanidad, han sufrido la persecución por causa de la justicia. Sabemos que los tres primeros siglos después de Cristo se caracterizaron por persecuciones a veces terribles, especialmente bajo algunos emperadores romanos, como Nerón o Diocleciano. Y aunque terminaron con el edicto de Milán, se han renovado en diferentes épocas históricas y en numerosos lugares de la tierra.

 «Bienaventurados seréis cuando [los hombres] os injurien, y os persigan (...) por mi causa» (Mt 5, 11).

 A quienes lo siguen, Cristo no les promete una vida fácil. Antes bien, les anuncia que, viviendo el Evangelio, deberán convertirse en signo de contradicción. Si él mismo sufrió persecución, también deberán sufrirla sus discípulos: «Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas» (Mt 10, 17).

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SU TORTURA

Un creyente «sufre por causa de la justicia» cuando, por su fidelidad a Dios, experimenta humillaciones, ultrajes y burlas en su ambiente, y es incomprendido incluso por sus seres queridos; cuando se expone a ser contrastado, corre el riesgo de ser impopular y afronta otras consecuencias desagradables. Sin embargo, está dispuesto siempre a cualquier sacrificio, porque «hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch 5, 29).

 

Además del martirio público, que se realiza externamente, ante los ojos de muchos, ¡con cuánta frecuencia tiene lugar el martirio escondido en la intimidad del corazón del hombre, el martirio del cuerpo y del espíritu, el martirio de nuestra vocación y de nuestra misión, el martirio de la lucha consigo mismo y de la superación de sí mismo! En la bula de convocación del gran jubileo del año 2000, Incarnationis mysterium, escribí entre otras cosas: «El creyente que haya tomado seriamente en consideración la vocación cristiana, en la cual el martirio es una posibilidad anunciada ya por la Revelación, no puede excluir esta perspectiva en su propio horizonte existencial» (n. 13).

 El martirio es siempre para el hombre una prueba grande y radical. La mayor prueba del hombre, la prueba de la dignidad del hombre frente a Dios mismo. Sí, es una gran prueba para el hombre, que se realiza a los ojos de Dios, pero también a los ojos del mundo, que se ha olvidado de Dios. En esta prueba, el hombre obtiene la victoria cuando se deja sostener por la fuerza de la gracia y se convierte en su testigo elocuente.

 ¿No se encuentra ante esa misma prueba la madre que decide sacrificarse para salvar la vida de su hijo? ¡Cuán numerosas fueron y son estas madres heroicas en nuestra sociedad! Les agradecemos su ejemplo de amor, que no se detiene ante el supremo sacrificio.

 5. «Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos» (Mt 5, 12). Éste es el evangelio de las ocho bienaventuranzas. Todos los hombres, lejanos y cercanos, de otras naciones y compatriotas nuestros de los siglos pasados y de éste, todos los que han sido perseguidos por causa de la justicia se han unido a Cristo. Mientras estamos celebrando la Eucaristía, que actualiza el sacrificio de la cruz realizado en el Calvario, queremos asociar a él a cuantos, como Cristo, fueron perseguidos por causa de la justicia. A ellos les pertenece el reino de los cielos. Ya han recibido su recompensa de Dios.

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SU

DECISIÓN

 

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor? Dios mío clamo de día, y no respondes; Y de noche, y no hay para mí reposo. Pero tú eres santo Tú que habitas entre las alabanzas de Israel”.

Salmos 22:1-3

 

 En el Salmo 22, nosotros tenemos una de las muchas profecías del Antiguo Testamento, que se refieren directamente a nuestro Señor Jesucristo. Esta, sin embargo, se distingue de las otras porque predicen hechos que involucran sus únicos e insondables sufrimientos que no serán encontrados en otras profecías. Aquí lo encontramos en toda su  simplicidad, solemnidad  y conmovedora dulzura de los labios de Él como Santa Víctima.

 TRES SALMOS MESIANICOS EXCEPCIONALES

 Muchos salmos dejan ver al Ungido de Jehová que había venido, pero tres de ellos son sobresaliente del resto por los detalles vividos de estos sufrimientos, que aquí se conocen de antemano. Juntos el Salmo 22, allí está el Salmo 69 y el Salmo 102. Los tres profetizan en palabras de un canto, la senda asombrosa de la Esperanza de Israel, las burlas, el desprecio de todos aquellos que le vieron a Él y al Salvador de los hombres sin un lugar donde recostar su cabeza. Cada uno de los tres Salmos presenta esta particular fase propia de los sufrimientos de Cristo, seguida por su apropiada secuencia, pero uno que toca nuestros afectos y devoción mas profundamente es Salmo 22.

 El tema del Salmo 69 es el sufrimiento del Señor Jesucristo como aquel que  firmemente soportó el reproche de Jehová enfrente de aquellos que le odiaron sin una causa. Grandes y pequeños fueron sus enemigos. Aquellos que se sentaban a la puerta para hablar en contra de Él, y Él fue la canción de los borrachos. “Sálvame, oh Dios” Él clamó “Porque las aguas han entrado hasta el alma”. Jehová oyó y contestó, como nos mostró la ultima parte del Salmo. Dios traerá justa y aplastante retribución sobre la generación impía que rechazó y crucificó a su Mesías. Los sufrimientos causados por la enemistad del hombre, son seguidos por el justo juicio de aquellos que causaron tales sufrimientos.

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SU

MADRE

 

 

¡YA VES MADRE!

HAGO QUE TODAS LAS COSAS SEAN NUEVAS

 

El Padre “busca” adoradores; y si nosotros somos creyentes en el Señor Jesucristo, nosotros nos hemos constituidos en adoradores sobre la base de la obra propiciatoria del Señor Jesucristo, el Padre busca que nosotros le rindamos culto, nosotros estamos con eso autorizados a hacerlo. ¿Qué entonces  podemos ofrecer a Dios Padre que pueda ser aceptable?, ¿Traeremos nosotros cualquier ofrenda material en nuestras manos?, ¿Traeremos nosotros algo en nuestros corazones que brote de nuestros propios afectos naturales y esfuerzos?. Ud seguramente sabe que no podemos encontrar nada en nosotros mismos digno de su aceptación.

 ¿Dónde entonces los adoradores encontraremos lo que seguro será aceptable a Dios  Padre?. Todo lo que concierne al Hijo, el Señor Jesucristo, solo Él es agradable al Padre. Y si un asunto acerca de Él es más aceptable que otro, esto es que se relaciona a sus sufrimientos y muerte, por lo cual “Dios se glorificó en Él”. Como adoradores, por con consiguiente, nosotros necesitamos tener en nuestros corazones un sentido claro de la vasta obra de expiación logrado cuando Él estuvo sobre la cruz. El bendito Hijo de Dios, que no conoció pecado, fue “hecho pecado por nosotros” por Dios (2 Corintios 5:21).

 La Escritura se refiere a menudo a la expiación de Cristo con palabras simples que incluso un infante puede repetir, ¡Pero cuan profundo e insondable es su pleno significado!. Estas están, sin embargo, para que nosotros meditemos continuamente, permitiendo al Espíritu Santo a revelar y engrandecer su significado, e implicación ante nuestros ojos para que así nuestros corazones puedan prorrumpir en dignas canciones de alabanza. Así es como nosotros recordamos que el santo, perfecto y sin pecado Hijo de Dios estuvo sobre la cruz “hecho pecado por nosotros” por Dios. Nosotros no podemos comprender totalmente la profunda doctrina, ni lo necesitamos para rendir culto a Dios. Pero cuando nosotros estamos ante Dios “el mas Santo de todos” nos recuerda que la muerte de Cristo es el suceso más notable en la historia del mundo y que algo importante sucedió allí. Entonces esto de inmensurable valor, sobre lo cual no se requiere  que vuelva a repetirse, entonces las canciones de incontenible alabanza, henchirán dentro de nosotros. El incienso de la aceptable alabanza, ascenderá al trono eternal

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SU

PREOCUPACIÓN

 

 

En el Salmo 22 la idea es diferente y su tema es único. Aquí aunque los sufrimientos descritos son en extremo profundo y más penetrante, el resultado para el hombre no es judicial pero sí en misericordia. No se menciona ninguna palabra sobre la ira y el juicio sobre los hombres. De hecho, uno casi podría llamar al Salmo 22 el intimo acercamiento en el Antiguo Testamento a la revelación de la superabundante gracia de Dios en el Nuevo. En lugar de los rayos de ira de Dios cayendo sobre aquellos que maltrataron al Mesías, el Salmo finaliza con la alabanza que se eleva al Dios de toda la humanidad. Los sufrimientos de Cristo rendirán lo que el mundo entero nunca a dado todavía a Dios – unidos y alabanza universal. Ahora, existe la alabanza de algunos aquí y otros allá; Pero el Salmo reconoce que habrá un tiempo cuando todo el mundo se regocijará en Dios y dará a Él lo que se debe a su nombre, dado que,  la lengua del hombre fue diseñada para rendir – inteligente y alabanza audible. Y “en ese día” todas “las familias de las naciones” rendirán culto ante Jehová de Israel a consecuencia de los sufrimientos de Cristo que está situado en lo ultimo del monologo profético de este Salmo.

 El salmo 102 también solemniza los sufrimientos de Cristo. Allí el Mesías se presenta en su humillación en medio de los hombres y por los hombres, y en su invariable actitud de sumisión en mansedumbre y humildad, a lo que hubiere sido la voluntad de Dios. El Salmo es llamado “La oración del afligido, cuando él esta oprimido”. En su infinita grandeza, Cristo “se vació a sí mismo”, y Él obedientemente  tomó el lugar del hombre que estaba en miseria en un mundo de  Autosuficiencia y de Autoexaltación. Él fue rechazado por los hombres y partió a la aflicción “como un gorrión solo en el nido”. En su dolor el Mesías a clamado. “Dios mío”, deseando que Él no se lo lleve en medio de Sus días. Por tanto Jehová vindica su sufrimiento  al Hijo proscrito (vers. 24-27). Aunque los días  de su humillación pudieran ser acortados, ¿No era Él el Creador de la tierra y de los cielos?. Toda la creación perece, más el Mesías habita continuamente sin cambio, es el mismo “Ayer, hoy y por siempre”. Así, la oración del afligido es contestada por un testigo divino a la gloria intrínseca a su persona, y el pasaje citado es Hebreos 1: 10-12 como un testimonio, coronando la gloria  del Hijo Eternal, por quién Dios habló a los hombres en los días del Nuevo Testamento.

 

En el salmo 22, sin embargo, los sufrimientos de Cristo son de Dios. El ser desamparado por Dios es expresado en sus estrofas de apertura, y nos suministra la llave  al Salmo entero. La ferocidad de los hombres aparece en otros  Salmos, pero el abandono del Mesías de Israel de parte del Santo de Israel, como  necesariamente debió ser, es el predominio notable de la profecía. Es más, es la víctima santa la que confiesa que él es desamparado por su Dios. Él quién soportó esto hace una clara descripción. Él es, el que verdaderamente habla a través de este Salmo y cuando Él recuerda sus propios sufrimientos, también declara las alabanzas a Dios que siguen como su efecto. Nosotros aprendemos  que la propiciación y la expiación están cumplidos, la tierra en exacto curso, llegará a estar plena de alabanzas a Dios.

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SU

CRUZ

 

 

En conversaciones con hermanos de otras Iglesias, sobre todo fundamentalistas, he notado que ellos critican a la Iglesia Católica porque en nuestros templos está la Cruz de CRISTO presidiendo el altar y porqué el Viernes Santo se celebra con solemnidad y recogimiento. Aducen que CRISTO está resucitado y por lo tanto ya no está en la Cruz. Dicen que nosotros predicamos un CRISTO muerto y en derrota y otras muchas cosas más. Para empezar yo les aclararía que la liturgia más antigua de la Iglesia, con casi dos mil años de antigüedad, es la liturgia de la Vigilia Pascual donde se proclama que el SEÑOR ha Resucitado de la muerte y es Vencedor, y nunca se ha dejado de celebrar hasta nuestros días, siendo esta celebración, además, el centro de nuestra Fe.

 Entrando en el tema de la cruz, en el principio del cristianismo cuando la cruz era un signo de ignominia y la dominación romana seguía vigente, los cristianos tomaron como signo de identificación, el Pez dado que en sus letras griegas iba el monograma de "JESÚS Hombre Salvador del Mundo", más tarde, sobre el siglo VI, el cristianismo adoptó la Cruz como símbolo de su Fe.

 

¿Qué cosa es un símbolo? Es algo sencillo que al mirarlo recuerda o representa toda una gama de sentir o de condiciones, algo que al mirarlo trae a la memoria cosas tan importantes que es necesario resumirlo en un signo.

 

La esencia del cristianismo es la Redención, es el PORQUÉ de la venida de CRISTO. El SEÑOR no vino a resucitar, esto es la consecuencia, la confirmación de la salvación en la CRUZ. Por lo tanto, el símbolo que resume la esencia del Cristianismo es la CRUZ, escenario del suceso más trascendental en la historia del hombre. Por este motivo fue escogida la CRUZ como símbolo del cristiano y significa SALVACIÓN, no derrota; pues CRISTO en la Cruz no es símbolo de derrota sino de VICTORIA sobre el pecado. La Cruz no es símbolo de muerte, sino de vida y vida en abundancia, pues es vida eterna. Ahora bien, la Cruz sola, no es más que un instrumento de tortura, como la silla eléctrica o la horca, la cruz como símbolo tiene que llevar a CRISTO para que sea portadora de un mensaje de salvación.

 El problema principal es que nuestros hermanos separados piensan que nosotros vemos en la Cruz un ídolo y esto es signo de que no conocen la Iglesia o conocen una imagen distorsionada de ella. La Cruz es sólo un signo de salvación y nos recuerda la victoria y el sacrificio del HIJO de DIOS y como tal debe ser venerada y respetada.

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