Es muy frecuente en la primera infancia, especialmente en los lactantes
y durante el destete. Puede ser provocada por la alimentación excesiva, por el
calor de verano, por el abuso de farináceos, por enfermedades infecciosas o por
factores constitucionales. Es un síntoma que no debe tomarse a ligera; por esto,
si perdura durante una hora, es necesario llamar inmediatamente al médico y al
mismo tiempo suspender totalmente la alimentación (incluso la leche), y dar al
niño solamente agua. Una iniciativa alterna muy peligrosa es dar al niño un
purgante o una lavativa o un astringente intestinal.