Site hosted by Angelfire.com: Build your free website today!

TRES FRAGMENTOS DE CARTA DE LA CORTE DE MADRID

Cristóbal del Hoyo, vizconde del Buen Paso

 

Llega a casa de un ministro, de un abogado, un agente, etcétera. Echará el mozo, o los pajes echarán los ojos a los zapatos; y si por ellos conocen que es soldado de la infantería, ninguno del taburete adonde está sentado se levanta ni dirá:  Esta boca es mía.

 Preguntará el infeliz por el señor don Fulano, y al instante le responden: – Su Señoría está con negocios de importancia; vuelva usted otro día y se le pasará recaudo. Si es novicio, o maestro de grandes picardías no es, con semblante almibarado como aquel que va a pedir prestado, y bajando la cabeza corno fraile al Gloria Patri, le dice: – Pues ya que usted, caballerito (o, si tiene barbas, caballero) me favorece tanto, dígame a que hora podré yo venir para tener la honra de hablar a Su Señoría. – Vuelva usted mañana, le responde, a esta hora misma, y yo haré que le hable.¡Oh. pobre bobo! Va mas contento con esta papilla (que solo para despedirlo de allí se la sazonaron) que un muchacho de la escuela cuando sabe que esta el maestro malo; y ellos se quedan sin reír y sin llorar, porque tienen hechos callas a este modo villano de echar la gente que piensan que no puede dar de sobre sí. Volverá el pobre otro día, otra semana, otro mes, otro año y otros mil, y la misma desvergüenza en todos ellas se hallará; hasta que, perdido o muerto y jamás desengañado, suelte el pellejo en un hospital, o la honra suelte y se eche a pedir limosna por amor de Dios. Algo de esto, o mucho más, sucedió a don Antonio Pinto, a don Ignacio Fierro y a mi hermano y no te alisto un ejercito de sujetos grandes como éstos, porque tú no los conoces, y más cuando estos bastan para tu conocimiento.

 

Por otra parte, la experiencia con enfado toca que, si los pajes oyen parar coche, ven zapatos limpios y huelen cacao, cedro, tabaco, reales de a ocho, etc., al instante, juzgando perulero al señor mío, se levantan y le encajan una señoría como un templo y le franquean la puerta; pero correrá después como al otro el río Marañón, si no inunda luego el de la Plata.

................................................................................

 

Sobre de la mano izquierda hay una pequeña puerta que a un seminario o corralito sale, a el que llaman el Pudridero, porque allí se entierran las personas reales que a coronarse no llegaron y se depositan éstas, hasta que, consumiendo el aire y desecando el mal olor y la carne, empellejados huesos o canillas sin pellejo se entran dentro del panteón, al cajón que le corresponde. Contaré cómo se entierran y embalsaman las personas reales, visto este acto en doña Mariana de Neuburg viuda de Carlos segundo, que falleció en Alcalá; y verás lo que embalsamar se llama, porque tú (corno creía yo) estarás pensado que en algún tonel de bálsamo se meten estos cuerpos. Y, aunque en triste y mala coyuntura lo habrás oído explicar a un exagerativo amigo nuestro, puede ser que, a sombras de las distancias, le haya llegado la noticia obscura y consiguientemente tomándola tú sin luz.

 

Cadáver ya Su Majestad, la colgó como un carnero y la abrió un cirujano; quitó las tripas y todo lo demás menudo que en aquella parte tenemos, lo que en el seminario más inmediato se entierra, el corazón y los sesos, lo que, en una cajita aforrada en rica tela y con mediana pampa, se vino a sepultar a las Descalzas Reales. Vacío el hueco que ocupaban tripas, hígado, corazón, etc., se llenó de sal, como asimismo el hueco que los sesos ocupaban. Después en las piernas, muslos y partes adonde carne hay se abre con una navaja y como quien sala carne para embarrillar, se sala. En las manos, en la cara y el pescuezo, partes que a la vista quedan, con delicadeza se corta, en cuyas cisuras se echan unos polvos aromáticos. Si estos tienen bálsamo, buen provecho que le hagan; mas si no lo tienen, en otra parte nequaquam. Nada más que esto es embalsamar, y así me la narró el mismo anatómico, cirujano y don Gregorio de Córdova, descendiente del Gran Capitán, que lo es en el regimiento de guardias, y estaba de guardia entonces. Tú pensabas que esta obra de embalsamar sólo en la Arabia se pudiera hacer: y ya quedaras desengañado, que mejor que en Constantinopla se podrán embalsamar Moreto en Canaria, y en Lanzarote el Santo.

 

Así se metió en un cajón el cuerpo y se cubrió con un paño de tisú. Salió el entierro para El Escorial, cuyo cadáver acompaña toda la grandeza y muchísima cantidad de frailes y de clérigos por obligación, como de mirones muchos, por curiosidad. Aquí es menester decirte dos cositas que con el dentro y fuera de Madrid tienen conexión.

 

Una es que, llegando el cuerpo a la puerta de la iglesia, embarazó el prior y sus religiosos con imprudencia demasiada y con ingratitud irreverente el que entrara dentro: porque ya los litereros habían tomado el paño que cubría el cuerpo, en suposición de que les tocaba a ellos. No fue esta la primera vez que cerraron SS. PP. las puertas a la Majestad. Cuando Felipe V se retiró de esta Corte, por haber entrado el Archiduque en ella, llegó a las oraciones con la Reina a este monasterio, fabricado por Felipe II con tanta magnitud, con cantos privilegios y con riqueza tanta: y halló Su Majestad las puertas con trancas y cadenados cerradas. Lo que en este atentado escandaloso pasó no puedo yo contarlo, que me falta para referirlo la paciencia y me sobra la lealtad.

Gritando los Padres demasiadamente descompuestos y resueltos a no recibir el cuerpo sin el paño, se obligó el duque de César, caballerizo mayor de la Majestad difunta, a darle veinte y cinco doblones par su falta, debajo de cuyo contrato entró. Esta prudencia es admirable: pero el que siempre es prudente muchas veces parecerá cobarde. No tuvo tanta don Josef de Almendaris, marqués de Casa Fuerte, Virrey en el Perú, con cuya resolución, y muriendo siete frailes además de nueve heridos en la primera descarga, excusaron la segunda, quedaron contenidos por entonces y lo estarán para siempre.

 

La otra cosita es haberse publicado el luto de esta reina par seis meses, los tres rigurosos y llevaderos los tres. El infante don Carlos de Portugal murió estando en Lisboa yo; el duque de Berri estando yo en Paris y, estando en Londres, la duquesa viuda de Hanover. Todas tres Cortes se vistieron tan de luto, que parecían los hombres en las calles átomos de hollín, y bandadas de grajos las mujeres. Pues aquí, gracias a Dios, señor mío, esperando yo lo mismo, te aseguro como amigo que no le hallé en las calles novedad. Lo que había andaba en coche. Y si en mí no hubiera sido la precisión de seguir la Corte a Valsaín, no obstante el parentesco, con una casaca parda y un gallardete negro en el sombrero hubiera manifestado (con muchos) el dolor. Hice mi luto riguroso en fin, y vi en la Corte que muchos se acomodaron con las casacas que tenían, sin otra señal de luto que ser negras; y de las señoras muchas, con el embuste de un hábito, que en alguna es devoción y en todas las demás, atajos de la vanidad.

...........................................................................

 

En el convento de Jerónimos hay cuarenta religiosos y poca o ninguna escuela, porque no alcanzan las rentas, mas hay en el dos cosas remarcables: una hiela, la otra abrasa. Aquella es una pila de seis pies en cuadra y con cinco caños por donde vierte nieve la taza y está (esto es la raro) en un cuadro de diez y ocho pies, debajo de los corredores. El un cuadro es la puerta que llamamos de Gracia; otro es la escalera que sube a los corredores; otra la puerta de la sacristía y el otro, puerta para entrar al claustro.¡Que pensamiento tan extraño! Con hábito de carro de oro, sin licencia de la pila ningún P. Maestro entrará, si bien en Segovia aún no han entrado los tontillos ni la papillota: entrará cuando en Icod. Solo tendrá de bueno para algunos frailes la tal pila, el que las mujeres desde la iglesia puedan con una sarabatana beber, porque para otros con más gusto las llevaran a refrescar a las celdas.

 

La otra cosa remarcable es la cantidad de reliquias que guardan en la sacristía. Hay un pedazo de espalda de Santo Tomas de Aquino; hay tres piedras de las con que martirizaron a San Esteban, que son tamañas como nueces y parecen de un toscal: por cierto que el que le tiraba con aquellas era amigo. Está la cruz con que predicó San Andrés: tendrá dos dedos de ancho y palmo y medio de largo con la peana, que es de dos escaloncitos; la madera no conozco, pero está sin el barniz lustrosa. Hay sangre de Cristo N. S. en una redomita de cristal. Hay otras muchas reliquias de mártires, sobre que me remito a lo que dicho te llevo,

  Retorna al inicio                        Soneto al Teide