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ANECDOTAS RECIENTES DE SUCESOS DE LA VILLA, ALGUNAS DE ELLAS TRANSCRITAS EN
LENGUAJE DE LA ÉPOCA


    “ El año 1855 será de eterna memoria por los sucesos desagradables que en él ocurrieron, que año fatal, de desgracias y calamidades, puede ser que quiso Dios, probar nuestra paciencia y resignación, sin duda porque lo merecíamos y a ello nos habían conducido nuestros pecados, desórdenes y relajación de costumbres y así permitió que en los primeros días del mes de agosto, fuese invadido este pueblo por la terrible epidemia conocida con el nombre de Cólera morbo, y en los meses anteriores lo habían sido ya algunos pueblos inmediatos, arrebatando a infinidad de personas, dejando por consiguiente en la mayor horfandad a muchas familias, sucumbiendo en este unas veinte personas de ambos sexos, durante su permanencia, en el que fue poco más de un mes.

    La feria de Illescas no se celebró el último día del mes de agosto fue costumbre, por evitar el que con la aglomeración y confusión de gentes se desarrollase con más fuerza dicha epidemia, y se trasladó a el último día
del mes de septiembre y así las demás ferias que se celebran en Aranjuez, Ocaña, etc... todas con un mes de retraso.

    El día 24 de dicho mes de agosto principió a llover con tal tenecidad, que donde no habían cosechado la recolección, tuvieron que abandonarlo y dejarlo
perder en las eras, no permitiendo las continuadas lluvias el arar las tierras y todas se cubrieron de hierba como los prados más frondosos. Fueron incalculabres los daños y perjuicios que causaron las aguas, se arruinaron
muchas casas y en las de la calle de la Arena era tanta la humedad que tenían que echar piso de paja para podernlas habitar. El agua rebosada en aquella calle
y alguna otra por los troncales de los pozos, muchos sótanos y cuevas se llenaron de agua y algunos tuvieron que cegar, los caminos se inutilizaron y muchos se convirtieron en profundos arroyos. En fin todo fue pérdida, apuros y desgracias, no nos envíe Dios otro año 55.”
  

 

Manuscrito de Ciriaco Retana y Perables 

 

 "En los años de la invasión francesa, los habitantes de Cedillo los hicieron frente en una batalla que se libró por tan valientes y gallardos hombres en el paraje denominado “ Las Charcas”, aniquilando a muchos soldados y el resto de destacamento afrancesado fueron obligados a abandonar estas tierras.

    El paraje denominado LA PANADERA, se llama así porque en tiempo de los franceses en Cedillo no había pan que comer. Éste era suministrado por
panaderos de Bargas, haciendo una parada en una oliva donde vendían el pan a los vecinos de esta villa." 

    En Cedillo, a finales del siglo XIX, también hubocomo personajes históricos, no por su cultura sino más bien por su lejanía con la justicia, por contar sobre el tema algo anecdótico que nos han contando los mayores del lugar. En el convento de los Hospitalarios que existía en la calle de La Arena, cuando sus moradores abandonan el convento, quedó a merced de malandrines una cueva que iba a parar hasta la Iglesia, pasando por el Arroyo San Isidro, por lo que quedó descubierta una entrada en la ladera de dicho arroyo, siendo refugio de un bandolero, llamado “EL ZAPATERÍN”. Su vida era bastante conflictiva dedicándose a actividades furtivas ( asaltador de caminos y demás fechorías). Su obra delictiva más significativa fue la entrada en la Iglesia para robar y ultrajar la imagen de la Natividad, a la que colgaron una guitarra como burla. Según cuenta la leyenda, uno de los compinches pasó los últimos días de su vida, con una parálisis en una de las manos que le provocaba unos movimientos espasmódicos similares al acto de tocar la guitarra.


    Existió otro personaje no menos significativo que el citado anteriormente pero del que desconocemos su nombre y cuyo ámbito de acción se extendía hasta
los madriles. La Reina Isabel II puso precio a su cabeza y terminó sus días a manos de los alguacilillos. En una de sus faenas nos situamos en la calle La Arena. Estaba apostado en las paredes de lo que llamaban entonces el Corralón, esperando pacientemente el paso de un insigne hombre del pueblo para asaltarlo.
Casualmente iba acompañado de su padre y al ir éste unos pasos por delante del hijo fue asaltado por el bandolero que no distinguió a uno del otro y murió a
manos del malandrín. Esta acción quedó reflejada en lo que fue la casa de la Sra. María “ La Gallega” con una cruz de madera en la fachada, que ha permanecido hasta hace pocas décadas.

 

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