Site hosted by Angelfire.com: Build your free website today!

LAS PLANTAS / LA PRIMAVERA

El árbol viejo.

El árbol que no quiso crecer.

Historia de una amapola.

La habichuela mágica.

El Ogro y la bestia desconocida.

   AL ÍNDICE.                      A CUENTOS.

  ANTERIOR                 SIGUIENTE

El árbol que no quiso crecer.

       Había una vez en un bosque, un árbol pequeñito que hacía muy pocos días que había sacado su cabeza de debajo de la tierra. Se hizo amigo del caracol, de la hormiga, gusanos, mariposas, flores, etc. Tanto le gustaba jugar con ellos que se olvido de crecer. Los árboles que habían salido con el se lo dijeron, le explicaron las ventajas: el cielo estaba más cerca, los pájaros y sus nidos, el paisaje, el mar, el sol, etc. Pero el arbolito no quería crecer ya que eso le apartaría de sus amigos y todo lo demás no le importaba.

    Así el arbolito se quedo pequeño para siempre y si un día vais al bosque y miráis al suelo veréis arbolitos como los de este cuento.

(Guia didáctica "Puff". Ed Casals S.A.)

Historia de una amapola

    En un inmenso campo de trigo dorado, nació una amapola. Cuando era una semilla, soñaba con ser una flor especial y única. Cuando se abrió el capullo vio el cielo azul, el trigo dorado y muchas flores, todas eran iguales.  Llovió y en un charco que se hizo a su lado pudo ver que ella era igual a las demás. Intentaba parecer distinta poniendo posturas muy difíciles, pero se cansaba y volvía a ser una más. Un día un gusanito que estaba enfermo, subió por su tallo y se refugió en sus pétalos, empezó a llover y a hacer viento. La amapola notó que el gusanito temblaba y cerró sus pétalos para abrigarle. Cuando pasó el viento y la lluvia, el gusanito se sintió mejor y le dio  las gracias a la flor prometiéndola que al día siguiente volvería a visitarla. Ella le dijo que no sería capaz de reconocerla. El gusanito le dijo que si porque para el era diferente ya que le había resguardado y protegido. Y volvió un día tras otro y la flor supo que, efectivamente, era distinta.

El ogro y la bestia desconocida.

    Había una vez un campesino que vivía de cultivar las tierras de un ogro que continuamente le robaba animales de la granja y pretendía engañarle en los tratos sobre la cosecha. Un día apareció por la granja y le dijo al campesino que ese año, para no complicarse la vida el ogro se quedaría con lo que naciera encima de la tierra y lo de debajo sería para el granjero.

    El campesino se lo contó a su mujer con gran desesperación ya que pensaba que con esas condiciones toda su familia moriría de hambre. La mujer le dijo que no se preocupase y plantaron rábanos, zanahorias, remolachas, nabos y patatas. Cuando se recogió la cosecha le dieron al ogro un montón de hojas y ellos se quedaron con lo que valía.

    A la temporada siguiente el ogro cambio el trato y dijo que se quedaría con lo de debajo, pero el campesino sembró trigo, avena, centeno y maíz. Esta vez el ogro se enfadó mucho cuando se volvió a quedar sin nada.

    Pensó una manera de quitarle las tierras. Le dijo que se las jugaba a cambio de que adivinara el nombre de una bestia desconocida que iba a traer. El campesino también debería traer una bestia y el ogro adivinar su nombre. 

    El campesino vio todo perdido ya que el ogro, que era rico, podía traer la bestia que quisiera y el no tenia nada. La mujer le dijo que no se preocupase. Mando a sus hijos a espiar la casa del ogro. Los chicos vieron llegar un carro con una jaula y oyeron a los criados decir que por fin había llegado el unicornio de Pampaluna. Volvieron corriendo y se lo contaron a su padre.

    Al día siguiente era el juego, la mujer se unto de miel, se revolcó en un montón de plumas, se ató un par de cuernos en la cabeza y se puso a cuatro patas.

    Al cabo de un rato llegó el ogro con su bestia sujeta con una cuerda, el campesino se acercó y le dijo que como se lo había puesto tan fácil trayendo un unicornio de Pampaluna. El ogro no se podía creer que hubiera acertado, le dijo al granjero que ahora le tocaba a el adivinar. Cuando entró en el establo no pudo reconocer lo que allí había, se acercó lleno de curiosidad y la mujer le gruñó con tal ferocidad que el ogro salió huyendo tan deprisa que cayó en una charca y se ahogó. A partir de aquel momento la familia de campesino pudo vivir feliz.

El árbol viejo.

    Lo plantó un ermitaño a la puerta de su ermita y poco a poco fue creciendo. Cuando era tierno y joven parecía una caña y ni los pájaros se atrevían a posarse, solo las hormigas y las lagartijas trepaban por su tronco. Echó su primera flor a los tres años y se puso muy orgulloso. El árbol siguió creciendo y cuando había romería, los hombres y mujeres bailaban a su  alrededor y los niños jugaban. Llegó a ser tan alto que casi tapaba la ermita y daba una sombra fresquita y muy agradable. Vivió tantos años que conoció muchos ermitaños. Al que más cariño tuvo fue al que le plantó y le cuidó cuando era pequeño.  Uno tocaba la flauta durante largas horas a la sombra y los pájaros le acompañaban con sus trinos. Otro siempre rezaba debajo de el y espantaba con palmadas a los cuervos y los grajos para que no se comiesen la fruta, también hubo uno gruñón y con mal genio que daba garrotazos en su tronco para espantar una lechuza que no le dejaba dormir.

    Un día una tormenta lo arrancó y al ermitaño le dio mucha pena quedarse sin su amigo, como era muy mañoso se dedicó a hacer rosarios, botones, mangos y con el tronco hicieron la quilla de un barco y el árbol vio mundo.

(Guía didáctica Mi Libro. H.S.R.)