Diciembre de 1997
Hubo una vez una hermosa princesa, cuyo cabello era negro como la noche, su piel blanca
como la nieve y sus ojos azules como el cielo invernal. Se hallaba en un bosque
encantado, buscando aventuras mágicas con una encantadora doncella cuyo color de
cabello cambiaba como el sol al ponerse...
"¿Qué clase de historia es ésta?" preguntó Xena.
"Se llama cuento popular. Estaban contándolos en la última aldea y pensé que debería
intentarlo," dijo Gabrielle.
"¿Aquello que estaban contando en la taberna? Oh, no me gustaron. Demasiadas doncellas
de cabellos dorados y sonrisa afectada para mi gusto... ¡Espera!" se detuvo, escuchando
el viento.
"No oigo nada." Gabrielle intentó imitar la postura de escuchar de Xena, pero no lo
logró del todo.
"¡¡Allí!!" Xena se movió sigilosamente hacia un claro cercano. Gabrielle, moviéndose
sin tanto sigilo, la siguió.
Siete jóvenes, la mayor parte de cabellos dorados y sonrisa afectada, estaban flotando
en el aire; cada una bañada en la luz de una de las bandas de un arco iris que parecía
provenir de las manos de una alta pelirroja que llevaba un vestido largo y brillante.
"Y bien, Gabrielle, ¿qué te parece?"
"Creo que este claro se me hace familiar."
"¡Y yo creo que son algunas doncellas que necesitan que las rescaten!" lanzó un grito de
guerra que sorprendió a la pelirroja que detuvo el hechizo que estaba realizando,
liberando el arco iris, pero dejando a las siete doncellas pendiendo en medio del aire.
Xena saltó por encima de los arbustos hacia el claro y se enfrentó a la mujer, tratando
de inmovilizarla.
Mientras tanto, Gabrielle vio una gran sombra negra extenderse hacia el claro.
"Ehh, Xena..."
"¡Ahora no, Gabrielle!" mientras golpeaba a la mujer y la mujer le devolvía el golpe.
La forma negra se mostró como una hermosa mujer, aunque de aspecto malvado, que llevaba
una cinta larga y negra, la cual procedió a envolver alrededor de las siete doncellas.
"Ehh, Xena..."
"¡Ahora no!" Xena tomó a la pelirroja por sorpresa, haciéndola tropezar con su largo
vestido. Xena saltó e inmovilizó los brazos de la mujer tras su espalda.
La oscura mujer en el aire tiró de la estrecha cinta, encerrando a las doncellas en una
burbuja con los diferentes matices del arco iris. Entonces se puso a reír malvadamente.
"¡¡Xena!!"
"¿Eh?" Xena y la pelirroja alzaron la vista.
"¡He vencido Titania!" la malvada hechicera se dirigió a ellas. "¡Te he derrotado,
interfiriendo en la finalización de cualquiera de los siete hechizos! ¡Reclamo el
legítimo título de Reina de las Hadas, y no hay nada que puedas hacer al respecto!"
"¡Nunca te saldrás con la tuya, Maléfica!" dijo Titania (la pelirroja). Xena llevaba
un uh-oh pintado en la cara y Titania arrastró los pies, apartándose de ella. "Admito
que fue muy astuto por tu parte el tomar ventaja sobre el equivocado intento de heroísmo
de estas pobres mortales, pero según la tradición tengo una quincena para defender mi
título."
"Tsk, tsk. Simplemente una formalidad." Se burló Maléfica. "Estas chicas no serán
liberadas hasta que sus historias estén completadas, y si puedes arreglártelas, Titania,
gustosamente te lo concederé. ¡Abur!" Maléfica alzó su capa negra por encima de los ojos
(como Drácula) y desapareció en una nube de humo negro.
Gabrielle se acercó corriendo.
"Oh, su majestad, ella no pretendía esto, de verdad."
"No te preocupes, querida. Sé que su corazón está en el lugar correcto. Esto es sólo un
contratiempo. Ahora mismo, tengo que pensar en el modo de liberarlas." Las siete
doncellas comenzaron a lloriquear en siete distintos y molestos tonos.
"Disculpadme por preguntar," continuó Gabrielle, "pero, ¿qué está pasando...? ¡Xena!
¿no quieres oírlo?" le hizo señas a Xena para que se acercara, pero Xena estaba
intentando limpiar su traje de cuero del polvo de hadas.
Titania suspiró. "Bien, esto es así: cada una de estas siete chicas... ¡Chicas que me
están poniendo rápidamente de los nervios!" Los lamentos se detuvieron. "Cada una de
estas siete chicas deseó un amor verdadero. Estuve encantada de ayudar, pero a decir
verdad los hechizos de amor son de tipo aburrido, superfluos, ¿sabes? Pensé que podría
ganar algo de tiempo y ponerlas a todas a la vez... siete al mismo tiempo y todo eso.
Realmente fue estúpido de mi parte." Titania se dio unos golpecitos con su varita sobre
la mejilla mientras pensaba. "De cualquier modo, empecé a crear historias para cada una
de estas chicas, pero Maléfica las capturó antes de que pudiera completarlas. Por lo que
ya ves el dilema... ellas no serán liberadas de la burbuja hasta que sus historias
alcancen sus respectivos finales, pero ellas no pueden finalizar sus historias a menos
que sean liberadas de la burbuja." Pequeños quejidos comenzaron a salir de la burbuja,
cuando siete no tan alegres doncellas se dieron cuenta de su destino.
"Su majestad," comenzó Gabrielle, "¿y si alguien más, un suplente, completara las
historias para las doncellas?"
Titania se rascó la cabeza con la varita. "Podría funcionar. Finalizar las historias,
ayudarlas a cumplir su destino... Sí, podría funcionar. Pero, ¿dónde encontraré a
alguien, preferiblemente de sangre real, para ayudarlas?" todas se detuvieron y miraron
a Xena.
"¿Qué?"
*****
"De acuerdo, Xena, ¿lo tienes todo claro?"
"Sí Gabrielle. Ir al castillo, hacer este examencito de princesa y demostrar que soy una
princesa, feliz para siempre. Lo haré."
Xena y Gabrielle llegaron al vestíbulo del enorme castillo e hicieron cola.
"¡Vaya aglomeración! ¡Esto es humillante!"
"Es un cuento de hadas, Xena."
"Me da igual. ¿Pretendes que, supuestamente, esté aquí de pie y parezca encantadora para
que algún príncipe sin luces pueda elegirme, sólo para presentarme a algún tipo de
prueba para demostrar que soy digna de su autoritaria madre? Esto es estúpido."
Justo entonces, dicho príncipe sin luces se acercó a Xena. La miró detenidamente con sus
pequeños ojos brillantes.
"¡Oooooh! ¡Me gusta ésta!" gritó hacia el otro extremo del vestíbulo. "¡Ésta, mami!
¡¡Quiero ésta!!"
"¡De acuerdo, queridito!" gritó la reina. "Guardias, llevad a esa golfa a la habitación.
Ven aquí, Herman. ¡Te he hecho algunas galletas!"
"¡Viva, es la hora de las galletas!" el príncipe Herman palmoteó las manos. "¡Hasta
luego, cariño!" miró lascivamente a Xena y se alejó tambaleándose.
"Es bajo."
"No tienes que casarte con él, Xena... sólo gánatelo para la princesa."
"Ella podría hacerlo muuuucho mejor."
"No hablar" dijo el guarda fuerte y tonto. "Ir ya."
"Venga, Xena, no montes una escena. Sólo vamos."
"No," dijo el guarda fuerte y tonto. "No llevar pequeña amiga."
"¿Eh? ¿No puede venir conmigo?"
"Resolver ese asunto en vuestro propio tiempo. Ahora momento de prueba de la princesa.
Deber ir sola."
"Está bien, Xena, me encontraré aquí contigo mañana por la mañana. ¡Buena suerte! ¡¡¡Y
tú, aprende la estructura correcta de las oraciones!!!"
A la mañana siguiente:
"Así que, queridita, ¿qué tal has dormido?" el príncipe Herman le sonrió ampliamente a
través de la mesa del desayuno.
"Oh, fatal. Estoy magullada de la cabeza a los pies."
"¿De verdad, Xena? No sabía que fueras tan delicada." Dijo Gabrielle.
"¡¿La has oído, mami?!" lloriqueó el príncipe Herman con regocijo. "¡¡Está magullada de
la cabeza a los pies!! ¡¡Ella es para mí!!"
Xena le miró enfurecida. "Eres un pequeño bastardo enfermo, ¿lo sabías?" el príncipe
Herman sonrió.
La reina miró a Xena con disgusto. "¿Así que no dormiste bien?"
Xena se desperezó. "Fatal. Debéis tener por lo menos cincuenta colchones apilados sobre
esa cama. Primero era el mareo. Después me caí más de una vez. Estoy llena de moratones.
Al final acabé durmiendo en el suelo."
El príncipe Herman, la reina y Gabrielle miraron a Xena.
"¿Así que no notaste el guisante?" preguntó la reina.
"¿El guisante? ¿Oh, esto?" Xena alzó el pequeño y verde guisante. "Sí, salió rodando en
algún momento de la noche. Casi me resbalé con él esta mañana."
Herman comenzó a llorar. "¡¡Hizo trampa, mami!!"
La reina le reconfortó. "No pasa nada, queridito. Te encontraremos otra."
"Si me preguntáis a mí," se ofreció Xena, "creo que vuestro hijo tiene un verdadero
problema. No es normal buscar una chica que se lastime tan fácilmente."
"Fue idea mía." Se mofó la reina.
"Bueno, eso es peor. Herman, es hora de salir de debajo de las faldas de tu madre. Eres
un hombre hecho y derecho. Muestra algo de carácter." Le palmoteó la espalda, dejándole
balbuceando. "Vamos, Gabrielle. Un sitio menos, quedan seis."
*****
En medio del bosque se hallaba un castillo. Éste no había sido habitado durante muchos
años. Las gentes de la zona decían que un monstruo vivía entre las zarzas que cubrían
las puertas del castillo, las ventanas y que habían invadido el jardín. También decían
que, profundamente dentro del castillo, en una habitación muy bien guardada, yacía una
princesa, condenada a dormir hasta que un heroico príncipe la despertara con un beso.
"Awwwwwnnn." Xena se desperezó y bostezó de nuevo. Miró a la corte dormida y sacudió la
cabeza. "No sé cómo lo hacen. Oh, bueno." Se levantó y comenzó a buscar una salida.
Desenvainó la espada para comenzar a cortar las espinosas zarzas que cubrían la ventana
más cercana.
Al mirar abajo, un horrible dragón levantó sus tres feas cabezas y escupió fuego.
"Ah, pequeño príncipe, has venido a... ¡Eh! Tú no eres un príncipe."
"Qué bueno que te diste cuenta." Xena comenzó a cortar las espinas de una parra
particularmente grande.
"¿No se supone que deberías estar dormida?"
"¿Debería? Hmm. No debería haberme echado aquella siesta sobre todos aquellos colchones."
Tomó un extremo de la viña y se balanceó hacia el jardín lleno de maleza de debajo.
El dragón de tres cabezas parecía perplejo. "¿Pero qué le diré al príncipe?"
Xena se encogió de hombros. "Dile que se vaya a paseo. O puedes jugar con él. Lucha con
él durante todo el camino hacia el castillo, y entonces cuando llegue aquí..."
"Quedará emocionalmente destrozado." El dragón sonrió. "Eso me gustaría."
"Bueno, buena suerte."
"Igualmente, pequeña mujer enfundada en cuero."
*****
¡¡¡Poomp!!!
"He cortado el flujo de sangre a tu cerebro. Morirás en unos minutos. Así que dime tu
nombre, o éste morirá contigo."
El hombrecillo intentó, sin éxito, aflojar el cuello de su camisa. "Rumple... Rumplestilt...
sitiltskin..."
"Ya está, no fue tan difícil ¿verdad?" ¡¡Poomp!! "Tu nombre es Rumplestiltskin. Ah, esto
ha ahorrado un montón de tiempo."
"Pero tú..., pero yo..., pero..., pero..., ¡¡hiciste trampa!!" y el hombrecillo tuvo
tal ataque de ira que pateó el suelo. Y lo pateó tan fuerte que creó un agujero sin
fondo, y aún hoy sigue cayendo.
"¡Eh!" Xena miró detenidamente el interior del pozo. "¿Qué pasa con toda esta paja?"
*****
"Ah, el zapato encaja. Por fin, por fin. Te he encontrado. La hermosa princesa que nos
asombró a todos en el baile con sus increíbles volteretas a lo largo de las barandillas
del gran salón. La reina de mi corazón que nos hechizó con su fantástica entrada cuando
montó sobre el techo de su carroza."
"La doncella desconocida que nos dejó asombrados con su habilidad para absorber cerveza,"
añadió el leal sirviente del príncipe.
"Sí, y su ingenioso conocimiento de canciones de taberna indecentes nos mantuvo
entretenidos hasta la medianoche. Ahh, princesa, ven conmigo. Pasaremos los días vagando
por los campos dorados de mi reino, y las noches contando las estrellas del cielo. Te
cubriré de diamantes y pieles. Llenaré tus oídos con la música de los músicos más
talentosos del reino, y las palabras poéticas de siete bardos. Te alimentaré nada más
que con delicadezas, y dormirás en una cama rellena de las plumas de cisne más suaves."
"Oh, no necesito dormir más." Xena echó un vistazo por encima del hombro del príncipe a
algo moviéndose en la distancia.
"Llenaré tu habitación de las más hermosas flores que puedan hallarse. Y tu baño..."
"¿Mi baño? Continúa..." sin apartar la vista de la pequeña forma que se acercaba a ellos...
"Estará lleno de aceites perfumados de..."
"¡¡¡Te pillé!!!" Xena saltó por encima del príncipe y pisoteó a la rata que se dirigía
hacia los leotardos del príncipe. "Estás muerta."
El príncipe la miró con espanto. Su labio inferior comenzó a temblar. "Pero, rompiste el
zapato." Se arrodilló dramáticamente ante los destrozados fragmentos de cristal que
habían hecho su, muy incómodo, calzado. Estaba sin palabras.
En cuanto a Xena. "No os entiendo gente. Bien, me tengo que ir. Vosotras tres...
limpiad este desorden."
"Sí, Xena, lo que tú digas Xena..." Las hermanastras y la madrastra tropezaron entre
ellas intentando de doblarse ante Xena y limpiar los cristales que el príncipe estaba
intentando reconstruir.
"¡Xena!"
"¡Gabrielle!" Las amigas se abrazaron. "¿Dónde has estado?"
"He estado buscando el camino hacia la siguiente historia. Te van a encantar... son los
enanos más simpáticos."
"¿Qué llevas puesto?"
"¿Te gusta? Es una pequeña caperuza roja que recogí. Ya sabes cómo me gusta adoptar la
moda del lugar."
*****
En algún lugar del bosque... Un apuesto príncipe monta sobre su majestuoso caballo. De
repente es, inexplicablemente, golpeado de su silla.
El chackram volvió a la mano de Xena. "Bien, ésta es suficiente práctica de tiro.
¿Dónde diantres está el príncipe?"
"Hola, preciosa. ¿No eres hermosa?" La vieja bruja avanzó hacia Xena. "¿Quieres una
manzana, cariño?"
Xena se encogió de hombros. "Vale." Cogió la hermosa manzana roja que le tendía la mujer
y le dio un gran mordisco. "Hmm. Buena." Procedió a comérsela entera y tiró el corazón
de la manzana por encima del hombro.
La anciana farfulló. "Pero, la manzana..., el veneno..."
"¿Veneno?" Xena miró el corazón de manzana. "No debe haber sido muy fuerte. Tendrás que
hacerlo mejor que eso. He desarrollado cierta inmunidad." Puso su mano sobre el hombro
de la anciana. "Una vez tuve tres dardos venenosos en el cuello y una flecha venenosa en
el brazo."
Recogió a su personal. "Bien, es inútil quedarnos aquí sentados todo el día. Vamos,
chicos, ayudemos a aquel pequeño cerdito con sus ladrillos."
*****
"¿Xena? ¿Estás bien?" llamó Gabrielle hacia la ventana de la torre.
Xena se esforzó por mirar abajo. "¡Gabrielle, éste es absolutamente el peor!"
"Lo sé, le oí llamándote. No te preocupes. Esto casi ha terminado."
"Tiró de mi pelo toda la subida, y ahora se supone que tengo que estarle agradecida por
molestarse en venir y salvarme." Miró por encima de su hombro. "Uups. Casi ha terminado
de mirarse en el espejo. Me tengo que ir."
Regresó hacia el príncipe en la pequeña habitación. Flexionó sus músculos una última vez
antes de volverse.
"Bueno, principito... ¿no crees que es hora de irse?" señaló hacia la ventana.
El príncipe sonrió lentamente. "Oh, tenemos algún tiempo." Se deslizó sobre la cama.
"Agradable lugar. Muy remoto." La miró de arriba abajo. "¿Qué hay de mostrarle algo de
gratitud al príncipe?" Le guiñó un ojo.
"Genial. Otro patán. Escucha colega, no tengo tiempo para eso." Xena giró su cabeza
alrededor y dejó al lozano príncipe inconsciente con su cabello temporalmente abundante.
Entonces ató su cabello alrededor del pilar de la cama y se dirigió hacia la ventana.
Deteniéndose, se dio la vuelta, sacó el guisante de su bolsillo y lo metió debajo del
colchón.
"Que tengas dulces sueños. Mis saludos a la bruja." Entonces saltó fuera de la torre
colgando de su cabello.
*****
"Esto está mejor." Xena se deleitó en el agua caliente del baño. "Así es como hay que
tratar a una princesa."
"Eh, Xena," comenzó Gabrielle. "No sé cómo decírtelo, pero, hummm... eres una rana."
Xena miró atentamente su reflejo en la piscina. "¡Por Zeus! ¡¿Qué clase de lugar es
éste?!"
"Cálmate." Gabrielle intentó acariciar su viscosa cabeza. "He investigado un poco. Es
un antiguo cuento donde el hijo de un rey tenía que lanzar una flecha al aire, y
casarse con quienquiera que la cogiera. Ésta aterrizó cerca de una rana."
Xena sacudió la cabeza. "Bien, se lo merecía. No hay excusa para un mal disparo."
"Bueno, en realidad es una princesa en forma de rana, y tú sólo tienes que romper el
hechizo. Primero, tienes que prepararle al rey una maravillosa comida para mostrarte
como buena cocinera, después tienes que hacerle una camisa al príncipe para mostrarte
como buena costurera, después..."
"¿Quieres decir que tengo que hacer todo eso sólo para conseguir la mano de algún
príncipe que sea lo bastante tonto como para llevarle a su padre una rana a casa? ¿Por
qué no sólo volvió a lanzar la flecha?" croó.
"Escúchame, Xena, esto último y habrás terminado con todo este lío..."
Xena le agitó un pie palmeado a Gabrielle. "No voy a hacer todo eso. Conozco esta
historia. Iré al grano y podremos largarnos de aquí." Brincó fuera de la piscina, croó
algo que sonó como un grito de guerra y saltó en dirección de las habitaciones del
príncipe.
"Espera, Xena... no es la historia que estás pensando... ¡no va a funcionar! ¡Xena!"
Gabrielle salió corriendo hacia la puerta y pronto se perdió. Finalmente, cansada y sin
aliento, se encontró por casualidad a uno de los guardas del palacio.
"Señor, lo siento, esto sonará estúpido, ¿pero ha visto una rana?"
El guardia se puso pálido. "Hay una rana gigantesca vestida de cuero que está
aterrorizando a los hombres del castillo. Saltó sobre mi pecho, tirándome y me besó.
Cuando no pasó nada me pateó. Me puso un ojo morado." Se lo mostró a Gabrielle.
"Le dije que no era la historia correcta. ¿Viste adónde se fue?"
"Siguió ese camino, gritando ¡Bésame! ¡¡Bésame!!"
*****
De vuelta en el claro las siete encantadoras doncellas fueron liberadas de la burbuja.
"Gracias, Xena," dijo Titania. "Las historias están terminadas, no de la manera que
había planeado, pero terminadas."
"Gracias por no hacerme permanecer como una rana."
"Ningún problema." Titania se volvió. "Vosotras, chicas, sois libres para regresar con
vuestros respectivos príncipes y vivir..., bueno ya sabéis el resto."
"Nosotras nos marchamos. Vamos, Gabrielle."
Las siete doncellas se confirieron en grupo durante un momento.
"Humm, Xena. Discúlpanos, pero ¿podemos venir contigo?"
"¿Con nosotras?" Gabrielle estaba asombrada. "¿Pero qué pasa con vuestros príncipes?
Rapunzel, admito que el tuyo era un poco gamberro, y ese Herman tenía problemas. Pero el
amor es la cosa más maravillosa del mundo. Es la fuerza más poderosa en nuestras vidas."
"Sí, sí, sí. Vosotras, chicas, ¿sabéis luchar?" preguntó Xena.
"Yo puedo dar patadas bastante bien" dijo una.
"Y yo puedo morder" añadió otra.
"Suficientemente bueno. Gabrielle, serán siete más para comer."
Mientras el grupo se ponía felizmente en camino, Gabrielle sacudió la cabeza. "No lo
entiendo."
"Vamos, Gabrielle. Aquellos tipos eran horribles."
"Lo sé, pero a sus ojos deberían ser..."
"Tengo una palabra, Gabrielle. Pérdicas."
"Tienes razón. Vamos. Por cierto, he estado trabajando en una nueva historia."
Las princesas brincaron y palmotearon sus lindas manos. Xena las miró ferozmente.
"¡Nosotras queríamos decir que cuentes la historia, joven!" Le gruñeron unas cuantas.
Xena se quedó plantada orgullosamente.
"Había una vez, una hermosa chica de largo cabello rubio. Ella conocía muy bien todo el
bosque, y se llamaba Callisto. Un día Callisto encontró una pequeña casa donde vio tres
cuencos de humeantes gachas sobre la mesa. Miró alrededor, entró dentro... y los tres
osos que estaban escondidos detrás de la puerta se la comieron."
"Buena historia, Gabrielle."