El atardecer llegaba y en una cueva algo profunda, cerca al lugar donde fue encontrado
el cuerpo del herrero, se escuchaban voces.
-Vaya, hacia tiempo que no disfrutaba del cuerpo de una mujer- dijo Ultar, mientras se
acomodaba la ropa y el cabello para darse un aspecto pulcro, ayudado por el alumbrar de
una vela en una esquina, preparándose para salir a la oscuridad que se comenzaba a
cernir fuera.
-Maestro, ¿qué haremos?- preguntó el joven brucolaque.
-A llegado la hora de salir a buscar otro refugio, luego regresaremos a ese pueblo- dijo
con una mirada y sonrisa divertida- a comer y reponer fuerzas- esto último mientras
tomaba a Felicia, la ahora vacante, por las nalgas y la besaba con ferocidad.
Felicia fue la infeliz mujer de Limus, el cual la trataba como a un animal de cuadra
y en la noche anterior fue convertida en bacante por Ultar, tras ir en busca de alimento,
él la miró con mayor detenimiento, mientras agonizaba, pelirroja de tez blanca y grandes
pechos, bajo esa camisa de dormir se apreciaba un cuerpo bastante bien proporcionado,
por lo que optó por convertirla en su concubina -por el momento- sonrió de manera
chulesca.
Miró al lado de ésta y le concedió la vida por un tiempo más, al hombre que estaba
echado roncando a pierna suelta al otro lado de la cama, cuando detuvo con un movimiento
de su mano al recién iniciado brucolaque, el cual estaba a punto de caerle encima y
arrancársela.
-Déjalo, quiero que ese pobre idiota despierte y no encuentre a su amantísima mujer-
dijo tajantemente Ultar mientras sostenía entre sus brazos a su víctima, la escogió ese
preciso momento para gemir, ya que no podía hacer más nada en su desesperación al
sentir como le era robada la vida por este hombre al que ella miraba horrorizada. El
maestro regresó su mirada a ella y procedió a hacerse un profundo corte en la muñeca
dejando salir un líquido negruzco de olor desagradable y se la puso en los labios a la
moribunda mujer.
-Bebe, bebe, únete a mí y disfrutarás de los placeres no imaginados por siempre- ordenó
Ultar, mirando a los ojos de la mujer, ésta obedeció posando los labios sobre la herida
y comenzó a sorber lentamente cerrando los ojos, luego de un minuto se agarró al brazo
del cual se alimentaba y siguió bebiendo de manera más fuerte hasta comenzar a chupar
con desesperación.
El brucolaque maestro la dejó alimentarse por sólo un momento más y entonces la alejó
con brusquedad de él, está cayo al suelo y al levantar su rostro éste era irreconocible
ya que carecía de nariz y labios, se podían apreciar sus dientes y unos colmillos
alargados, las orbitas de sus ojos estaban de un color rojo, sólo su iris permanecía de
color original.
Ahora con la luz del sol extinguiéndose se disponían a salir de la cueva, la cual era
suficientemente profunda como para mantenerse a salvo de los rayos del sol. Sus nuevos
iniciados estaban en esos momentos cazando las ratas que anidaban allí, arrancándoles la
vida con sus fauces, ya que mostraban su verdadera apariencia cuando perdían el control,
en éste caso debido al voraz apetito.
Ultar los miraba como quien contempla a sus hijos jugando, en sus mirada y actos se veía
un frenesí de locura por alimentarse, lo que hacía que se salpicaran de las entrañas de
los roedores a ser descuartizados por estos, lo que hizo que recordara parte del festín
de la noche anterior y parte de la madrugada.
La casa del herrero fue la última a la que Ultar y sus nuevos iniciados visitaron,
aunque ya estaban saciados por el momento, el brucolaque maestro conocía de la voracidad
incontrolable de alimentarse cuando se era iniciado que optó por llevar "provisiones",
por lo que procedió a despertar e hipnotizar al hombre que se encontraba sólo en esa
casa, para luego salir de allí, calculando que faltaba a lo mucho una marca de vela para
el amanecer, optó por asirlo por la espalda e iniciar el regreso a la cueva en un vuelo
nocturno con sus discípulos.
En el trayecto, la sed de sangre por parte de la bacante unido al esfuerzo por su
primer vuelo, una de sus nuevas peculiaridades de esta nueva vida, pudo más y le
arrebató a Ultar el hombre y cayó con este entre unos matorrales, éste ni se inmuto en
interferir y se dispuso a ver el espectáculo desde una rama cercana.
A la bacante se le unió Aurelius, el joven brucolaque, entre los dos dieron cuenta del
infortunado hombre, sólo se escuchaban los siniestros sonidos de dos fieros depredadores
alimentándose bajo la luz de la luna, los cuales de vez en cuando se peleaban por alguna
parte en especial.
-¡Vamos!... hora de seguir la diversión, buscaremos nuevo refugio más cerca de otro
poblado y luego iremos al que estamos invitados a cenar- dijo el alto maestro en tono
divertido, mientras se acomodaba la capa y se dirigía hacia la entrada, la cual mostraba
claramente la falta de luz del día.- No creo que quede nada luego de esta noche en ese
pueblucho después de esta noche, JAJAJAJA- dijo el siniestro hombre soltando una
carcajada que ponía los pelos de punta a cualquiera que pudiera escucharla.
Sus discípulos se irguieron en el acto y lo siguieron rápidamente, dando la impresión de
dos niños a los cuales llevaban de paseo en busca de golosinas.
-¿Maestro, traeremos comida otra vez?- preguntó Aurelius muy ansioso.
-Ya veremos, ya veremos- dijo mirando a ambos cuando salieron a la noche bastante
iluminada por la luna- tendremos que buscar nuevas ropas para ustedes, luego de
saciarnos.- comentó tranquilamente mientras extendía los brazos hacia fuera y aspiraba
profundamente- durante la noche, todo cuanto vean es nuestro reino y nosotros somos los
amos.- esto último lo dijo mostrando en ese instante su verdadero rostro.
-¿Maestro hacia donde nos dirigiremos para buscar nuevo refugio?- preguntó la bacante.
-Estos parajes son nuevos para mí- dijo pensativamente Ultar.
-Maestro, hay una villa a casi medio día de camino hacia el este y un poco más allá
subiendo en las montañas hay cuevas- dijo la bacante mostrando sus colmillos.
-¿Dónde está la villa de las amazonas?- preguntó Ultar, sin cambiar su actitud pensativa .
-A unos tres días al norte de la villa que mencioné- contestó la bacante.
-Bien, entonces iremos primero a ver esas cuevas y así sabremos donde ir antes del
amanecer, luego iremos al pueblo a enseñarles a esos pobres mortales que no son más que
ganado- dijo haciendo un ademán con la mano para que la bacante los guiara.
*****
-¡Hey! ¿Encontraron algo?- preguntó el curandero, de camino a su casa luego de dar una
rápida visita a sus pacientes y encontrar una leve mejoría en ellos, al encontrarse con
los dos encargados de revisar la casa del difunto herrero.
-Nada, todo está en orden, no hay señales de lucha, ni siquiera en la cama- dijo uno de
los cansados hombres.
-No hay indicios de que se fuera de viaje, revisamos y parece que esta toda la ropa, su
cama se ve que fue usada anoche, no hay nada fuera de lo normal.- dijo el otro hombre
algo preocupado.
-Entonces es mejor ir a nuestras casas y no salir hasta mañana- comentó el curandero.
-Sí, es lo mejor, todavía no sabemos que atacó al cordero y al herrero- concordó el
primer hombre.
-Además no encontramos huellas para saber a que animal tendremos que salir a cazar.-
dijo el segundo hombre.
-Eso es muy extraño, tampoco había huellas donde encontramos al herrero- dijo
pensativamente el curandero.
-Los dejo, mi familia me está esperando, además voy a asegurar las puertas y ventanas
de mi casa.- se despidió uno de ellos, dejando al curandero y al otro hombre seguir su
camino.
Ninguno de ellos se dio cuenta que estaban siendo observados, desde las sombras que
formaba una de las casas cercanas, por una alta, oscura y siniestra figura, cubierta por
una capa con capucha.
-Vaya, vaya, así que parece que tengo compañía- comentó para sí la figura oculta entre
las sombras- veamos que puedo averiguar en la posada.
Dirigiéndose a la posada luego que pasaron los dos hombres, hecho hacía atrás la capucha
que ocultaba su rostro, dejando caer una cascada de cabellos rubios cenizos que daban
por debajo de sus hombros.
Un hombre que salía en ese momento de la posada se quedo mirando a la persona que se
acercaba y quedo perplejo por lo que apreciaban sus ojos, una hermosa mujer, de alta
estatura, esbelta de delicado y cadencioso andar, un rostro que mostraba una nariz algo
respingona, unos labios carnosos que en esos momentos le dirigían una sonrisa sensual,
unos brillantes ojos pardos con cejas delgadas del mismo color del cabello.
-Buenas noches, señorita- saludó el hombre que apreciaba de arriba abajo a la mujer.
-Buenas noches- contestó la mujer en tono coqueto, mirándolo fijamente dándose cuenta de
las facciones atractivas de su rostro y un cuerpo de constitución fuerte, de su misma
estatura, asumió que esa constitución era debido a que se dedicaba a la dura vida
campesina, lo que ciertamente él era.
-¿Puedo ayudarla?- inquirió el hombre, sin quitarle los ojos de encima, devorándola.
-Claro, siempre es bueno tener a alguien con quien... "conversar"... cuando se es
forastera- dijo la mujer mirándolo de arriba abajo, también, con mirada depredadora,
deteniendo en la entrepierna del hombre para luego levantar la mirada y sonreírle
encantadoramente.
-Esta es la posada, puede encontrar habitación y alimento aquí- dijo el hombre y agregó
rápidamente- ¿Puedo invitarle una cena y algo de tomar?- rogando en silencio a los
dioses que aceptara. ¡Por favor, por favor que acepte, así tendré oportunidad de
tener acción esta noche!
-Oh, gracias, que caballeroso eres- contestó la mujer andando y guiñándole un ojo al
pasar a su lado.
El hombre estaba que saltaba de la alegría mirando al cielo dando las gracias a
cualquier dios que escucho sus ruegos y darle esta maravillosa oportunidad.
-¿Qué hace una mujer tan bella sola en éste por este pueblo?- preguntó el hombre al
entrar tras la hermosa mujer.
-Estoy de camino al próximo pueblo.- mintió la mujer mirando la posada, percatándose de
la limpieza del lugar, estaba alumbrada tenuemente, en que había pocas personas y que
había una escalera, la cual supuso eran para subir a las habitaciones.- ¿Qué sucede,
escuché a unos hombres que comentaban nerviosos algo extraño, sobre unas huellas?-
cambió la conversación rápidamente a favor de lo que quería saber, antes de que el
hombre siguiera con sus preguntas.
Cuando acababan de sentarse en una mesa, cerca de una ventana se les acercó la mesera,
saludándolos.
-Buenas noches- dijo para luego quedarse como hipnotizada por la belleza de la mujer
sentada.
-Buenas noches, necesito una habitación y una jarra de vino, de la mejor que tengas-
dijo la misteriosa mujer con sensual sonrisa.
-Por supuesto, enseguida vuelvo- dijo la mesera sonriéndole sin quitarle la vista de
encima, para luego darse la vuelta e ir en busca de lo solicitado.
-Me decías- dijo la alta mujer instando al hombre para que le diera la respuesta a su
pregunta, pero mirando la retaguardia de la mesera. En menos de un cuarto de marca éste
la puso al tanto de lo sucedido en el pueblo y en ese tiempo la mesera había regresado
con su pedido, pero no le prestó atención ya que se encontraba sumida en sus pensamientos.-
Así que tengo competencia aquí eh, ¿quién podrá ser?... muy interesante.-
pensaba para si.
Mientras ella cavilaba, el hombre no paraba de hablarle sin que ella le pusiera la más
mínima atención.- No debe demorar en regresar, aunque... lo más probable es que sea
más de una hermana... por la cantidad de enfermos.- pensó en esto último
haciendo una mueca de burla- Me parece que tendré que poner orden, se supone que
debemos de pasar lo más desapercibidas posible, pero antes... ¡A divertirme!- sonreía
dirigiendo su mirada a su compañero de mesa, el cual seguía bebiendo y hablando de lo
bien que lo podían pasar ésta noche.
-Paga la cuenta y te espero arriba- dijo la hermosa bacante, dándole un piquito al
hombre, se levantó con una sonrisa lasciva en su rostro y caminó contoneando sus caderas
de manera muuuy sensual.
-Su habitación es la segunda puerta a la... a la izquierda subiendo- informó la mesera
a la sensual mujer que pasaba a su lado, mirándola embobada, bueno pero que me pasa,
¡estoy casada!, se regañó mentalmente la mesera pero sin desviar la mirada de la
forastera.
El hombre se levantó unos momentos después y fue a la barra a pagar la cuenta y esperó
el momento para disimuladamente subir hacia la habitación donde pensaba iba a pasar la
mejor de las noches.
Al llegar a la puerta que había escuchado decir a la mesera, esta se abrió para darle
paso, rápidamente se introdujo en la habitación y cerro al estar dentro, encontrándose
con una visibilidad mínima, haciendo un esfuerzo visual encontró a la bella mujer,
llevándose una agradable sorpresa ya que esta se encontraba desnuda, sentada sobre un
lado de la cama con las piernas cruzadas e inclinada hacia atrás apoyada sobre sus manos,
mirándolo fijamente, levantó una mano y con el movimiento de su dedo índice lo llamo y
éste presuroso y ya excitado no se hizo de rogar.
-¡Pero bueno!... parece que no tendremos problemas de pasar a la acción- comentó al ver
y luego tocar las partes íntimas del atractivo hombre sobre el pantalón, al este pararse
con la piernas abiertas frente a ella- Desnúdate- fue la orden enérgica, que ella le
dio, mientras él lo hacia ella procedió a acariciarse sin quitarle el ojo de encima.
*****
-Mantén a tu caballo tranquilo, mientras le pongo esta herradura hasta que puedas
encontrar una de su talla- ordenó Xena a Limus, mientras se preparaba para colocar una
de las herraduras de repuesto que ella tenía por si Argo lo llegara a necesitar.
-Dime Xena, ¿por qué una mujer tan... tan, tan mujer como tú, está sola?- preguntó
torpemente el hombre a la guerrera que había detenido lo que estaba haciendo para
mirarlo con una ceja alzada.
-Me parece que tienes un problema en la vista, Limus- contestó Xena volviendo a su
trabajo, tratando de no darle importancia a las palabras necias del hombre.
-No me refiero a eso, ¿qué te parece si cambias de compañía?- dijo el hombre mostrando
una sonrisa nada envidiable, ya que mostraba lo que le quedaba de dentadura y para colmo
dejaba salir más ese olor desagradable que había allí, por lo que Xena tuvo que apartar
su mirada y mirar a otro lado antes que tuviera que devolver el almuerzo.
-La verdad, no tengo ninguna intención de hacer eso- logró contestar la alta guerrera.
-Yo podría darte muuuucha diversión- dijo el hombre a la vez que meneaba las cejas
graciosamente, muy lejos de que le quedara atractivo ese gesto como el creía.
-Limus, tal vez mi idea de diversión no sea la misma que la tuya- dijo Xena terminando
de ponerle la herradura al caballo- yo me divierto generalmente cuando destripo o
descuartizo a la gente sin ningún motivo en especial, sólo lo hago porque me place-
continuó la guerrera mirando y sonriendo fieramente al necio hombre.
-Ahhh, mmm... bueno... será mejor... ir a... darme un baño- dijo un muy nervioso Limus
al percatarse del peligro en el que estaba, mientras daba pasos hacia atrás y se giraba
en dirección hacia donde había ido Gabrielle.
-Ha, ha, ha, quieto ahí, el baño es por turnos- informó Xena, notando que volvía a
perder su escasa paciencia.
Limus se devolvió y buscó su petate entre sus cosas para sentarse, muy callado, cerca
del fuego que había encendido Gabrielle cuando Xena fue a ver quien se acercaba al
campamento; mientras tanto la guerrera buscaba una muda de ropa limpia para usar después
del baño, hasta que unos pasos entrando al lugar hicieron levantar la mirada del hombre.
-Uyyy... está algo fría el agua- comentó Gabrielle al entrar en el campamento e
inmediatamente notó la tensión en la pose de su amiga, pero optó por preguntarle que
sucedía después, ya que le estaba dirigiendo una tierna sonrisa, pero quitándola al
momento de dirigirse hacia el hombre sentado.
-¿No ibas a darte un baño?- preguntó Xena secamente.
-No, no, mejor no, odio el agua fría, prefiero quedarme- contestó mecánicamente ya que
estaba absorto en la figura de la hermosa bardo.
-Bueno en ese caso, voy yo- dijo Xena, agarrando la toalla y ropa limpia que ya tenía
preparada, al pasar al lado de la bardo, esta le dio el jabón e intercambiaron dulces
sonrisas.- No tardo- dijo muy seria a Limus y se dirigió al charco que formaba el río y
en donde se había ya dado una ducha su bardo.
-Pero que genio- comentó Limus levantándose y acercándose a Gabrielle, que lo miraba
escéptica- Muy bonito, aunque salvaje- dijo el hombre mientras acercaba una mano al
pecho de la bardo tocar uno de los diseños del atuendo de cuero amazona.
-Gracias- dijo Gabrielle amablemente y esquivando elegantemente la mano del hombre- Voy
a calentar la carne y hacer arroz para cenar.- comentó la bardo para cambiar el rumbo de
la conversación.
Mientras esto sucedía una malhumorada Xena se daba un rápido baño.
-Ese idiota que se cree- hablaba bajo para si, mientras se restregaba los brazos-
coquetea con las dos, IMBÉCIL- seguía su diatriba al mismo tiempo que restregaba sus
largas piernas- sino cambia de actitud, voy a tener que recurrir a mi sutileza, para
que lo haga.- dijo con una sonrisa divertida en la cara mientras antes de sumergirse en
las aguas para enjuagarse, al salir se dirigió hacia donde había dejado la toalla y su
ropa.
Sintiéndose más relajada tras el baño y ahora con ropa limpia decidió no lavar la ropa
y emprender el regreso al campamento, el cual estaba una corta distancia por lo que a
medida que se acercaba sigilosa sin ningún esfuerzo, escuchó como insistentemente Limus
intentaba engatusar a Gabrielle, lo que provocó que pusiera los ojos en blanco y
respirara profundamente para luego soltarla.
-Si vienes conmigo, te daría todo lo que una mujer necesita- decía Limus, al tiempo que
se acercaba por detrás Gabrielle que casi invadía su espacio personal, ya que estaba
inclinada sobre la olla probando la comida a ver si ya estaba lista.
-¿Y se puede saber, qué es todo lo que una mujer necesita?- inquirió Xena tras el
insistente hombre, remarcando la palabra todo, lo que hizo que éste diera un salto del
susto a un lado, sino fuera por lo enojada que estaba se hubiera echado a reír de la
palidez y los ojos sobresaltado que mostraba Limus en ese momento- Por tu silencio puedo
deducir que no tienes ni idea de cual es la respuesta- dijo ahora la alta guerrera con
una sonrisa burlona en su rostro.
Gabrielle se tapaba la boca para no dejar salir la risotada que trataba de disimular sin
poder conseguirlo del todo. Por lo que el hombre dio media vuelta nuevamente, muy
ofuscado, tenía ahora un color rojo escarlata por su cuello y cara, lo que dejaba bien
claro su enfado, se dirigió a su petate donde se sentó y permaneció callado, pero
maldiciendo a Xena internamente- Maldita.
-Justo a tiempo como siempre, la comida ya está- dijo la bardo un poco recuperada de la
escena, muy sonriente a Xena, la cual le devolvió la sonrisa.
*****
En las afueras del pueblo estaban tres depredadores al acecho y muy hambrientos, luego
de explorar nuevas cuevas para guarecerse luego de salir antes del amanecer siguiendo el
plan trazado hasta ese momento.
-Ha llegado la hora, sean cautelosos- dijo Ultar a sus discípulos, mirando hacia las
casas cercanas- tenemos que salir antes que comience el amanecer, nadie espera a nadie-
siguió hablando, mirando las ropas de sus oyentes- busquen ropas limpias y llévenlas
consigo, diríjanse hacia los lugares que encontramos hace un rato, y si no llegan por
alguna razón busquen refugio antes que amanezca.
-¿Maestro, cómo nos encontraremos?- preguntó Aurelius.
-En el próximo anochecer yo los buscaré en los lugares que hoy escogimos- dijo Ultar,
nuevamente con su mirada fija en las casas.
-¿Maestro, podemos hacer lo que queramos?- preguntó Felicia.
-Haremos lo que queramos, pero es mejor comenzar por las casas que ya estén a oscuras.-
indicó el maestro- Diviértanse- dijo con una gran sonrisa al tiempo que extendía los
brazos hacia fuera como invitación.
Al llegar a la primera casa sin luz, indicativo de que sus ocupantes estaban ya dormidos,
entraron sigilosamente por la puerta, la luz la luna entraba por las rendijas de los
tablones de madera de las paredes y cortinas de las ventanas.
Caminaron por la estancia, hasta dirigirse a una de las dos puertas que había dentro y
el maestro abrió cuidadosamente, la tenue luz que se filtraba por las cortinas de la
ventana que se encontraba sobre la cama, mostraba a dos personas, un hombre y una mujer,
ajenos a todo, Ultar hizo una señal al Aurelius para que fuera a la otra puerta, a lo
que este obedeció.
Felicia, se dirigió a un lado de la cama, en donde se encontraba el hombre y mostró sus
colmillos junto a su auténtico rostro, soltando un sonido tenebroso al soltar aire por
la boca y cayó sobre su víctima que despertó sobresaltado al igual que su compañera que
fue sujeta por el cuello impidiendo que emitiera sonido alguno.
La mujer miraba aterrada como una mujer estaba sobre su esposo mordiéndole el cuello y
agitándose de un lado al otro, como un animal, queriendo arrancárselo y esparciendo
sangre hacia los lados, éste la miraba desconcertado y aterrorizado, trataba de
levantarse con mucho esfuerzo, pero estaba asido fuertemente por los brazos contra la
cama y pronto comenzó a apaciguarse y sus ojos comenzaron a tornarse vidriosos.
-Mira lo que te sucederá a ti- dijo la voz de Ultar a la desafortunada mujer, la cual
dio la impresión que acababa de darse cuenta que había otra persona más allí.
Ultar se inclinó sobre ella y mostró su horrendo rostro, provocando aún más terror si es
posible en la mujer que comenzó a tratar de debatirse del agarre en su cuellos, pero la
fuerza de Ultar era muy superior y tranquilamente ladeó el rostro ya salpicado de sangre
perteneciente a su esposo, hacia el lado donde yacía el cuerpo ahora inerte de éste,
luego sintió un fuerte dolor provocado los colmillos al clavarse en su cuello, seguido
de fuertes succiones de la boca de sus asesino, extrayendo su sangre para luego no
sentir nada más.
Mientras esto sucedía, en la habitación de al lado el otro asesino estaba listo para
caer sobre un niño de cabellos negros de aproximadamente nueve veranos que dormía
despatarrado en la cama, boca arriba, el cual parecía estuviera soñando con alguna
travesura hecha, ya que sonreía con picardía, pero fue despertado de su sueño al sentir
un gran dolor en su cuello, al no poder ver nada, sólo oscuridad y no poder moverse,
trató de llamar a su mamá pero sólo salió un murmullo de sus labios.- Maamá.
Salieron de las habitaciones recomponiendo sus rostros y se reunieron en la sala de la
casa mientras se pasaban las mangas por sus bocas para limpiárselas, luego de apaciguar
un poco su hambre.
-Ha estado bien- comentó tan tranquilo como si estuviera hablando del tiempo, Ultar.
-¿Podemos seguir maestro?- preguntó Aurelius.
-Primero busquen ropas para ver si algo les gusta y les queda- contestó Ultar para los
otros dos- luego continuaremos.
*****
La extraña mujer cabalgaba sobre el apuesto pueblerino, disfrutando del placer que le
proporcionaba el cuerpo de éste, la tenue vela iluminaba la espalda de ésta mostrando
unas generosas nalgas y una espalda bien torneada por el cual caía su cabello hasta casi
media espalda, su rostro miraba hacia arriba y en él se reflejaba la satisfacción que
estaba recibiendo, con un poco de su ayuda por supuesto.
Apenas la hermosa mujer tuvo al hombre sobre la cama desnudo y con su arma al ristre,
lo inmovilizó totalmente y procedió a darse placer, mientras el hombre mostraba en sus
ojos, primero el desconcierto de lo que le sucedía al no poder moverse y no poder
pronunciar palabra alguna, pero sintiendo gran placer, ya que si tenía sensaciones por
lo que aunque bastante asustado, también disfrutaba de la cópula.
Luego de casi un cuarto de vela, el hombre sintió que estaba llegando al orgasmo,
sensación que también percibió la belleza que lo cabalgaba, así que ésta apoyó sus manos
a cada lado de la cabeza del hombre y lo miró a los ojos- No vas a acabar todavía, lo
harás cuando yo te lo ordene- dijo la mujer controlando con esa orden, el placer del
hombre y continuando con la cabalgata.
El hombre estaba desesperado ya que quería terminar y no podía, algo le impedía
desfogarse y la placentera sensación comenzó a transformarse en un dolor cada vez más
fuertes en sus genitales, tenía la sensación que les iban a estallar de un momento a
otro, miraba totalmente adolorido y con lágrimas cayéndole por los ojos como ésta
hermosa mujer lo cabalga sin cesar hasta que explotó en un gran orgasmo, haciéndola
arquearse hacia atrás y gimiendo abiertamente.
-Ohhh siiiiiiiii- dijo la hermosa mujer al llegar al clímax, provocado bajo su propio
ritmo, se detuvo y se inclinó ahora hacia delante, cubriendo la cara del aterrorizado y
dolorido hombre y pegando sus labios al oído derecho del hombre le dijo- Ahora te
mostraré mi agradecimiento- a continuación lo beso profundamente, con lascivia, con
hambre, luego de lo cual bajó por su cuello hizo una pausa levantando su rostro le
mostró sus colmillos y a continuación los clavó en el cuello del hombre que creía sería
la mejor de sus noches.
Al haber iniciado su alimentación, la hermosa mujer fue devolviendo el movimiento al
hombre, por lo que este intentó quitársela de encima pero fue inútil su esfuerzo la
fuerza de ella era demasiada para él por lo que trato gritar pidiendo ayuda y también
fue inútil, no pudo emitir palabras, sólo los estertores fueron escuchado lánguidamente
a la vez que depositaba su fluído corporal dentro de la hermosa mujer, lo que provocó
gemidos por parte de ella pero sin dejar de chupar la sangre del cuerpo del hombre.
Cuando hubo terminado, la mujer se levantó, salió de la cama y se dirigió hacia la
ventana, la abrió de par en par miró alrededor y luego hacia abajo, en donde había un
callejón oscuro sonrió de lado y regresó a la cama, tomó del cuello el cuerpo inerte y
lo alzó sin el más mínimo esfuerzo, volvió nuevamente a la ventana miró a los lados y
al no ver a nadie arrojó el cuerpo al callejón, sin ninguna ceremonia de por medio.
Luego de eso se dirigió a la mesa a una lado de la habitación tomó el jarrón de agua que
había allí y echo algo de ella en la palangana que estaba al lado, tomó un trapo y lo
humedeció y empezó a asearse con ella, con una mirada divertida en su rostro.
-Bueno, no estuvo mal- comentó la mujer- pero como siempre estoy insatisfecha, es hora
de llamar a la para nada mal,... mesera.- dijo con un tinte divertido, mientras se
terminaba de asear.- SUBE- dijo en tono autoritario, la hermosa bacante, pensando en la
mesera.
La mesera estaba terminando de quitarse el delantal para luego retirarse a su casa,
cuando escucho una voz en su cabeza que decía, SUBE, automáticamente se dirigió
a la escalera y subió, caminando luego hacia la habitación de la más reciente huésped,
la cual se abrió cuando ella llegó.
*****
Luego de la cena, que se desarrolló prácticamente en silencio, Gabrielle fue a lavar los
trastos, mientras Xena fue a revisar el perímetro y comprobar que Argo y el otro caballo
tuvieran suficiente pasto, mientras tanto el "invitado" estaba muy acostado de la
llenura que tenía por la comida recibida y que por supuesto repitió.
-Y ¿hacía dónde vas?- preguntó la rubia bardo, más que todo para romper el silencio
incómodo, al regresar con los trastes limpios.
-Hasta donde encuentre a una persona, peroooo... mis planes pueden cambiar- dijo el
mirándola de arriba abajo con intención- si aceptas unirte a mi- terminó Limus mirándola
descaradamente.
-Mi respuesta es no- respondió Gabrielle tajantemente mirándolo a los ojos, bueno, en el
momento que él alzo la vista por la sorpresa que le produjo de la respuesta.- Por si no
lo has notado, tengo lo que necesito, cuando lo necesito- concluyó la bardo regalándole
una encantadora sonrisa.
-No lo creo porq...- Limus fue interrumpido por una voz poco amable.
-¿Qué es lo que no crees?- Preguntó Xena al entrar en el claro.
-Nada- fue la cortante respuesta de Limus.
-¡Vaya, pero qué modales!, antes por una respuesta como esa te hubiera arrancado la
lengua en un abrir y cerrar de ojos- comentó Xena sin ningún matiz de burla en su voz,
acompañada de una fiera mirada.
-¡Xena!- reprendió la bardo a la guerrera, sin necesidad de decir una palabra más.
-Es mejor descansar, mañana saldremos temprano- dijo Xena a Gabrielle, cuando se volvió
hacia la bardo con una sonrisa traviesa en sus labios y le guiñó un ojo.
-Si, será lo mejor- contestó con un leve sonrojo y devolvió la mirada a Limus para notar
que el hombre estaba pálido y con los ojos como platos, lo que provocó que pusiera los
ojos en blanco y sonriera.
-Tranquilo- le dijo la bardo al hombre, poniéndole una mano sobre el hombro para dar
énfasis en lo que decía- ahora será mejor que descanses, debes estar cansado, nosotras
saldremos temprano.
El hombre no dijo nada y se dispuso a dormir, aunque estaba algo alterado por el
momento para conciliar el sueño. Las chicas también se prepararon para descansar y
levantarse temprano para continuar su camino.
-Xena- llamó la bardo.
-Mmmm- murmuró Xena.
-¿Puedo... puedo acércame... a ti... para dormir?- preguntó avergonzada la bardo.
La guerrera se levantó sobre los codos y miró a Gabrielle, luego a Limus, que parecía
estar dormido.
-Claro- contestó a la bardo, con una cálida sonrisa.
La pequeña rubia se acercó inmediatamente con su petate al de Xena y acomodó todo para
estar ambas cómodas y luego se tumbó del lado que estaba más cerca del calor de la
fogata.
-Mañana llegaremos temprano al pueblo y nos tomaremos el día libre, podrás hacer las
compras y el intercambio del que hablamos, Gabrielle- comentó Xena mirando las estrellas,
totalmente relajada sobre su petate.
-Quiero pedir una baño de agua caliente, para relajarnos todo lo que podamos- dijo la
rubia mujer con tono de humorístico.
-Lo que tu quieras, Gabrielle- dijo Xena girando su cabeza hacia su compañera.
Gabrielle giró su cabeza para encontrarse con la azul mirada de su amiga, mirada que la
había hecho suspirar desde hace mucho, mirada cuya profundidad la hacia sumergirse en
ella y no querer salir a flote nuevamente.
-Siempre lo que tu quieras- volvió a hablar en un tierno susurro, sólo para Gabrielle,
al tiempo que giraba de lado para pasar un brazo por la cadera de su amada y descansar
la barbilla sobre la cabeza de ésta cuando se giró de lado para también pasar su brazo
por la cintura de su amor; ambas suspiraron al sentir la calidez en ese simple acto.
-Hasta mañana, Gabrielle- Mañana mi amor, mañana desnudaré mi alma ante ti.
-Hasta mañana- fue la muy feliz respuesta de la rubia bardo, que se regodeaba nuevamente
del momento en que estaba, olvidándose de que tenían compañía, olvidándose de todo, se
sentía tan protegida con Xena que se permitía olvidarse de todo.
Mientras tanto la alta y enamorada guerrera dejó sus sentidos alertas pero parte de su
mente preparaba las palabras que diría a Gabrielle para declarársele.
*****
El ataque silencioso a las casas iba avanzando cautelosamente, por parte de los tres
seres sangrientos, incluso Ultar había escogido ya a dos nuevos miembros para su clan,
dos hombres de entre 25 a 30 veranos, saludables, altos y apuestos a su parecer.
-¡Calma!- ordenó Ultar al ver que sus dos nuevos discípulos estaban descontrolados por
la voraz necesidad de alimentarse, cosa típica en los iniciados.
-Maestro, van a echar todo a perder- dijo Felicia, al tratar de controlar a uno de ellos
para que no rompiera las cosas y provocara escándalo, ya que ellos habían acabado con
las otras dos personas en ese casa.
-Calma he dicho- volvió a ordenar Ultar- Vamos a otra casa- dijo dirigiéndose a la
puerta y salir hacia la otra casa que estaba cerca.
Salieron lo más sigiloso que pudieron, Ultar miró hacia el cielo estrellado y calculaba
que faltaban una tres marcas para el amanecer y tendrían que irse en dos a más tardar,
para llegar a sus nuevos refugios.
Al llegar a la otra casa, los dos nuevos miembros entraron tras Ultar y automáticamente
arremetieron contra una de las puertas que habían, sobresaltando a los ocupantes, los
cuales entre ellos una mujer que comenzó a gritar y su esposo comenzó a forcejear con
uno de sus atacantes pero no le sirvió de nada ya que entre los dos nuevos iniciados,
fue desgarrado brutalmente por sus garras mientras gritaba aterrorizado, los brucolaques
luchaban entre ellos por clavar sus colmillos en él.
La mujer histérica fue rápidamente silenciada por una mano que le tapaba la boca y
acercaba sus colmillos a su cuello y seguidamente sintió el dolor de las punzadas de la
mordida, trató de escabullirse y no pudo.
Mientras tanto en la otra habitación unos alarmados jóvenes de más o menos quince
veranos, despertaron al escuchar el bullicio y fueron atacados inmediatamente por
Aurelius y Felicia, pero no les fue tan fácil ya que ambos jóvenes se habían armados
por sillas, por lo que al abrirse la puerta las sillas pudieron aguantar el primer
envite de sus asesinos.
Los asesinos quedaron desconcertados unos segundos pero se recuperaron rápidamente y
volvieron a la carga para ser recibidos esta vez cada uno por sonoros golpes con la
sillas, las cuales se deshicieron por el impacto, inclusive provocó una gran raja en el
hombro de Felicia, por donde salió un líquido viscoso negro de olor desagradable pero
aun bajo la poca visibilidad que había se pudo apreciar como éste iba cerrándose hasta
no dejar señal de tal herida.
-¿Felicia?- preguntaron al mismo tiempo ambos muchacho, sorprendidos.
-Hola chicos- saludó la bacante a sus antiguos vecinos, con una sonrisa que mostraba sus
colmillos e iniciaba a transformase en su ahora verdadero rostro- mi turno- dijo
arrojándose sobre uno de ellos y el otro comenzó su huída pero fue atrapado por Aurelius
que había permanecido quieto luego del sillaso.
Debido a los gritos emitidos por los ocupantes de esa casa, su vecinos despertaron
exaltados y se levantaron buscando sus armas para salir a ver de que se trataba, con
varios vecino acercándose uno de los brucolaques los divisó por la ventanas y comunicó
a los demás.
-Vienen hacia aquí- dijo uno de los dos últimos nuevos brucolaques.
-Bien, hora de iniciar la fiesta- dijo Ultar, al levantarse de sobre su víctima y
sacudirse las ropas, sin ningún atisbo de preocupación.- Ustedes dos, no se alejen de mi-
ordenó a los nuevos.
Cuando aproximadamente diez hombre, con antorchas y armados de azadones, picos, palas,
coas que no eran más que sus utensilios de trabajo, inclusive con algunas espadas, se
acercaban a la casa de la cual habían salido los gritos con mucha precaución rodeándola.
-¡MILTOR,... MILTOR ESTAS BIEN!- gritó uno de los hombre al dueño de la casa a la que se
acercaban.
Mientras los hombres se acercaban sus familias estaban asomadas por las puertas o las
ventanas a la expectativa de lo que sucedía, una de ellas era una joven mujer que tenía
en sus manos un azadón que su esposo le había dado antes de salir, por si acaso.
-Sofía, amor quédate allí con Sonia, calladitas, hasta que yo te diga que salgas- dijo
la joven mujer de cabellos castaños a su hija, una niña de unos cinco veranos que tenía
entre sus brazos una pequeña bebe, ambas escondidas en una caja de madera en la sala de
la casa- pase lo que pase no salgas, en la mesa hay una bolsa con la leche de la bebe-
siguió instruyendo la madre a su pequeña hija, no sabía por qué, pero algo la empujaba a
decirle todo eso, continuó mirando por la ventana.
Fuera los hombres no recibían respuestas a sus llamados y de repente se abrió la puerta
dejando salir a cuatro hombres y una mujer que reconocieron y a dos de ellos también,
manchados de sangre.
-¿Qué pasa?- preguntó el hombre más próximo a ellos al reconocer a tres de las personas
que salieron de la casa, pero no recibió respuesta.
El grupo de hombres fueron atacados por estas cinco personas, al lanzarse de un salto
sobre ellos soltando sonidos extraños al mostrar sus colmillos al mismo tiempo, incluso
los dos miembros recientes ya mostraban sus ahora verdaderos rostros. Uno de ellos era
el padre de las dos pequeñas niñas escondidas dentro de una caja en su casa.
Los gritos de auxilio y dolor se mezclaban, los uno de los hombre que no fueron
atacados atacó con su trinche en la espalda de uno de los atacantes una y otra vez,
hasta que éste se levantó trabajosamente con el trinche aún clavado en sus riñones y se
volvió hacia quien lo atacaba, mostrando unos desorbitados ojos rojos y su verdadero
rostro de donde brotaba sangre de su boca. El hombre estaba petrificado de terror ante
lo que veían sus ojos y trató de irse pero sus piernas no respondían, pero el brucolaque
fue más rápido y cayó sobre él para arrancarle la vida y luego sacarse el trinche, para
luego ver como se cerraban sus heridas.
El hombre que había sido atacado por Ultar no era otro más que el padre de las niñas
escondidas y en esos momentos estaba siendo alimentado por la propia sangre del maestro
para ser convertido.
-Ahora, ¡VE POR ELLOS!- Ultar gritó su orden.
Los otros dos hombres restantes habían salido huyendo hacia sus hogares a guarecerse y
abandonaron a sus compañeros, mientras todo el que estaba viendo lo que sucedía
estallaron en gritos de horror y se metieron a sus casas.
La joven mujer, madre de las niñas vio horrorizada como fue atacado su esposo y como
éste venía hacia su casa, por lo que en medio de sus lágrimas y nervios cerró la ventana
y comenzó a poner cosas en la puerta para impedir el paso del que era su esposo, al no
encontrar que más poner se situó temblorosa en medio de la sala, entre la puerta y la
preciada caja.
-Sofía mi amor, no salgas por nada del mundo- decía en susurros a su hija, la llorosa
madre- sal cuando todo esté en calma y si no encuentras a nadie, huye- dijo la aterrada
pero decidida madre a hacer frente al peligro- nunca olvides que te amamos... sniff... y
a Sonia, cuídala- terminó de decir la madre, sorbiendo y limpiándose los ojos llenos de
lágrimas- Artemisa por favor, protege a mis hijas, déjalas salir de aquí, sanas y
salvas- pidió a la primera deidad de la que pudo acordarse.
*****
Ya había pasado más o menos una marca de vela desde que entro la mesera en la habitación
de la hermosa bacante y desde entonces sólo se escuchaban gemidos por parte de ambas.
-Ummm.... ¿cuál es tu nombre?- preguntó la mesera mientras daba pequeños mordiscos en
los pezones a la hermosa mujer bajo ella.
-Urrrsula, umm- contestó la vacante entre gemidos, comenzó a empujar la cabeza de la
mesera hacia abajo, donde la necesitaba.- Síiiiii, asiiiii- siguió gimiendo y dirigiendo
a la mesera.
De pronto comenzaron a escucharse gritos algo alejados que provenían de las calles, lo
que provocó que la mesera detuviera su labor y levantara la cabeza de entre las
piernas de Ursula, pero ésta le agarró la cara con ambas manos y la miró fijamente,
ordenándole mentalmente- Continúa- y la mujer continuó donde había quedado, lo
que provocó que la bacante arqueara la espalda sobre la cama y siguiera alentando a su
amante mientras gemía.
Los gritos se escuchaban más cerca, también se escuchaba el correr de las personas por
las calles en su huída histérica pero también se escuchaba los gritos de éstas al ser
atacadas.
-Vamos, ummm... más fuerte- instó Ursula a su amante, ya que sentía la explosión
inminente del orgasmo que se estaba formando nuevamente, agarró la cabeza de su amante y
la apretó más contra si, mientras la mano dentro de ella aceleraba sus movimientos.-
aaaaaaaaaahhh- con esa exclamación llegó a su orgasmo, se echó sobre su espalda,
tirando de su amante hacia arriba, tratando de retomar una respiración tranquila- Uuuuuuuuff,
has estado muy bien- dijo la bacante a la mesera.
Tomó a la mesera en sus brazos sobre ella y comenzó a darle besos en el cuello para
luego mostrar sus colmillos y clavarlos en ese cuello que tenía a su disposición, la
mujer ni siquiera se debatió, sólo se aferró a ese abrazo y se dejó hacer, nuevamente.
La bacante escuchaba claramente lo que acontecía fuera pero eso no la apresuró y
levantando a la mesera de encima de ella la acostó de lado y le apartó el cabello
desordenado de la cara para observar los últimos suspiros de ésta que estaba con los
ojos abiertos mirándola con total aceptación, luego se acercó su propio el dedo índice
a un seno y este se transformó en una uña semejante a una garra y se hizo una pequeña
brecha, del cual salió un líquido espeso, negro y mal oliente y acercó la boca de la
mesera.
Luego de darle de beber a la mesera de su propio seno la apartó y se levantó de la cama
para dirigirse a la palangana nuevamente para asearse, mientras la brecha que tenía en
el pecho se iba cerrando sin dejar huella alguna. La ahora bacante se convulsionaba
sobre la cama, mientras su cuerpo asimilaba el cambio.
-Levántate, aséate y vístete que tenemos cosas que hacer- ordenó Ursula a su discípula
que se había incorporado y mostraba sus nuevos colmillos.
Mientras afuera la carnicería continuaba, los gritos se escuchaban por todas partes,
ahora habían en total nueve brucolaques y una bacante arremetiendo con todos los que
estaban a su paso, incluyendo niños y niñas, no había compasión.
En su frenesí por sangre destrozaban a sus víctimas con sus garras, inclusive antes de
alimentarse de ellos, había sangre, entrañas y partes de cuerpos esparcidas por todos
lados.
*****
Xena se despertó inquieta y aferró automáticamente su espada con una mano y a Gabrielle
con la izquierda pero quedándose acostada como estaba tratando de ubicar con sus sentidos
de donde el peligro pero sin poder ubicarlo.
Gabrielle despertó sobresaltada pero no pronuncio palabra, se mantuvo quieta, como le
había enseñado Xena, esperó a que su amiga le indicara que hacer, no podía evitar sentir
la sensación de seguridad entre los fuertes brazos que la rodeaban protectoramente.
-He sentido algo, pero no se que es.- comentó la alta guerrera, en voz baja- Voy a dar
una ronda, quédate aquí- informó Xena.
-¿Quieres que levante el campamento?
-No, todavía falta como una marca de vela para el amanecer.
-Esta bien, estaremos esperando- dijo la rubia bardo haciendo una mueca humorística al
referirse a ella y al roncante Limus.
-Cuento con eso- dijo Xena moviendo la cabeza de lado a lado pero con una sonrisa en su
bello rostro al mirar a la otra persona involucrada.
Argo permanecía tranquila al igual que su compañero, por lo que Xena se internó entre
los árboles para dar un vistazo a los alrededores, sigilosamente como era su costumbre.
Que extraño, no localizo peligro alguno, pero tengo una... una... sensación de
peligro.
Pensaba Xena mientras hacía su ronda concentrándose, pero sin percibir peligro físico
por el momento.
Será mejor regresar al campamento y prepararnos por cualquier cosa, además Argo está
tranquila y ella siempre ha sido una estupenda vigilante.
Sonriendo ante este último pensamiento, inició su regreso al campamento de manera tan
sigilosa como había venido.
-¿Pudiste encontrar algo?- preguntó una ansiosa Gabrielle a penas entró Xena en su campo
visual, mantenía aferrada su vara entre sus manos.
-Tranquila, no hay nada anormal- explicó Xena a su amiga, depositando sus manos en los
brazos de ésta, para hacer énfasis en lo que decía y tratar de tranquilizarla.- Es sólo
un presentimiento de que algo sucede, pero definitivamente no aquí.- continuó
explicando la guerrera, mirando a los ojos verdes que tanto amaba.
-Esta bien, prepararé el desayuno en ese caso- dijo más tranquila la pequeña bardo.
-Iré por agua fresca para un té y luego me daré un rápido baño- dijo Xena acariciando
con las yemas de los dedos, de una mano, la mejilla de su amiga y suspirando se alejó
recogiendo en el camino dos odres para ir en busca de lo prometido.
Gabrielle, vio como su amor se daba la vuelta y se iba en una rápida retirada, lo que le
ocasionó que sus ojos dieran una larga mirada al trasero de la guerrera que era visible
por la claridad que proporcionaba la hoguera avivada por ella, provocándole un
escalofrío de arriba abajo.
-Waooo, será mejor darme un baño yo también, para enfriarme- dijo muy bajo sólo para
ella, mientras aparecía un hermosa sonrisa que iluminaba su rostro- será mejor ponerme a
preparar el desayuno para distraerme de estos pensamientos- dijo suspirando y poniéndose
a ello.
Xena regresó con el agua fresca, dejándolos cerca de la hoguera y entonces recogió su
toalla, la barra de jabón, una túnica de cuero limpia y regresó nuevamente al río en
silencio.
Gabrielle sacó la última hogaza de pan, algo de carne y puso una olla con agua y hiervas
para hacer un té en la hoguera. Luego fue a donde había dejado la toalla en la noche,
la cogió al igual que ropa limpia, para ir a darse un baño en cuanto regresara Xena y
aprovechar que el hombre seguía en el reino de Morfeo.
Xena regresó y Gabrielle tomó al barra de jabón para luego dirigirse hacia el río. Xena
se quedó vigilando el té, poniéndose su armadura y colocó su espada, luego volvió al
lado de la hoguera y se agachó preparándose un pedazo de pan con carne, mientras miraba
al despatarrado bello durmiente- Me pregunto si estará casado- se preguntó la
guerrera seriamente.
Unos ruiditos llegaron a sus afinadísimos oídos al mismo tiempo que Argo relinchaba y
movía sus orejas para ubicar de donde provenía, con un rápido movimiento sacó su espada
sobre su cabeza y quedaba en guardia, produjo un canto de pájaro para alertar Gabrielle.
La bardo estaba terminando de recoger sus ropas para regresar al campamento, cuando
escuchó el canto que identificó como el que indicaba que estuviera alerta y levantó la
cabeza de golpe para luego escuchar un segundo canto de pájaro que identificaba de
llamada, por lo que comenzó a correr, tratando de ser sigilosa y pasar desapercibida,
hacia el campamento que era de donde provenían los cantos de pájaros.
Al llegar vio a Xena con un lenguaje corporal que identificó claramente de alerta y con
la vara de la bardo en una mano, que el fue lanzada rápidamente, la que atrapó
ágilmente en el aire y se detuvo al lado de su amiga mirando alrededor.
-Hay alguien por allí- dijo Xena susurrando y señalando hacia los árboles a su lado
derecho- parece ser alguien o algo pequeño- continúo informando, mientras sus sentidos
seguían leyendo la información que le podían captar- se detuvo, tras esos árboles de
allá...- se calló de golpe al escuchar unos débiles sollozos, comenzó a correr en esa
dirección- Mantente tras de mí- ordenó a Gabrielle, que se mantuvo callada corriendo
tras ella.
Al llegar al lugar de donde provenían los bajos sollozos se sorprendieron al ver a una
pequeña niña agazapada con algo en brazos, ésta no se percató de la presencia de las dos
mujeres ya que tenía los ojos cerrados.
-¡Pero que Hades!- fue lo primero que dijo Xena luego de guardar su espada, lo que hizo
que la niña abriera de golpe los ojos aterrada y abrazando más lo que tenía en brazos.
-Tranquila, estas a salvo- trató de calmar la pequeña bardo a la niña con voz tierna,
mientras se agachaba y alargaba una mano para tocarla, gesto que hizo que la niña se
pegara más al árbol que tenía a sus espaldas, mientras Xena se inclinaba pero sin decir
palabras.
-No temas, no te haremos daño, déjame ver que tienes allí- le dijo Gabrielle tiernamente
a la niña que la miraba con asustada pero luego extendió hacia la bardo su preciada
carga. Gabrielle sofocó una exclamación al levantar parte de la sabanilla y ver una
pequeña pero cachetoncita bebe que se chupaba el pulgar alegremente.
-¡Por los dioses!- exclamó la sorprendida guerrera- ¿Qué haces sola por estos parajes?-
preguntó Xena lo más calmado que pudo.
La niña empezó a llorar descontroladamente por lo que Gabrielle le pasó a Xena la bebe y
ella abrazó a la niña, acariciando su sucio cabello y besándole en la cabeza, tratando
de darle consuelo.
Xena tomó a la bebe en brazos y se irguió, decidiendo que lo mejor sería regresar al
campamento con sus dos pequeñas protegidas, miró a la pequeña que tenía extendida frente
a ella porque: primero no tenía experiencia en cargar a un bebe y segundo podría hacerle
daño con su armadura.
-Gabrielle llevemos a las niñas al campamento.
-¿Cómo se llaman?- preguntó Gabrielle a la niña.
-So... Sofía y... y... ella... es... mi... mi hermanita... Sonia- contestó entre
sollozos.
-¡Que bonitos nombres!- dijo la bardo tratando de animar a la llorosa niña y se vio
recompensada con una tímida sonrisa.- ahora ven con nosotras al campamento para que
comas algo y vemos que podemos conseguir para Sonia.
-Yo tengo leche para ella, aquí- dijo la niña, enseñando un bolso que tenía a sus
espaldas.
-Muy bien, vamos entonces a prepararles algo para comer- dijo Gabrielle con una gentil
sonrisa en sus labios.
Xena le pasó la bebe a su amiga y ella alzo en brazos a Sofía, la cual se encontraba
temblorosa por el frío, con su ropa de dormir sucia y rasgada; también la guerrera pudo
ver raspones en las mejillas, bracitos y piernitas de la niña.- Por suerte tiene
zapatos y no se los lastimó- pensaba la guerrera mientras se dirigía al campamento
para atender a las niñas sin dejar de preguntarse que pudo haber sucedido.
Al llegar Limus todavía dormía a pierna suelta sobre su petate y Sofía lo reconoció
inmediatamente.
-¡Es Limus!, el vecino que se la pasa gritando a Felicia- dijo Sofía.
-Así que lo conoces- dijo muy sonriente Xena- ¿Quién es Felicia?- preguntó mientras la
depositaba sobre su petate y le arropaba con una manta.
-Su esposa, pero ella se fue ayer- dijo inocentemente Sofia.
-Así que es casado, eh- dijo una muy divertida Xena.
-¡Xena!- amonestó la bardo- Ve a buscar agua para calentarles a las niñas y asearlas,
mientras les preparo el desayuno- ordenó una risueña rubia.
-Voy- dijo la guerrera tomando los odres para realizar su recién asignada tarea cuando
ya Apolo pasaba en su carruaje para iniciar un nuevo día.
Calentaron el agua y Gabrielle preparó leche para la bebe y el desayuno para la pequeña
y triste Sofía, mientras Xena despertaba con un amable puntapie a Limus, que despertó
sobresaltado quedando prácticamente de pie por lo que la guerrera se ahorró tener que
levantarlo, le ofreció el desayuno y lo puso al tanto de lo sucedido, cuando terminaron
todos de desayunar, la guerrera lo envió a dar una vuelta mientras aseaban a las niñas.
-¿Puedes contarme que sucedió?- Preguntó Xena con delicadeza a Sofia, cuando estas ya
estaban aseadas, la pequeña niña con una camisa de dormir de Gabrielle y la bebe con
unos trapos limpios de pañales y cubierta con una limpia manta.
Continuará...