Por tercera vez se encontraban en el comedor, Xena cenando y Gabrielle cerca de la mesa.
Le crujían las tripas cada vez que Xena se llevaba un trozo de alimento a la boca. Al
menos la consolaba que por cada delicioso bocado guardaba una pequeña porción para ella.
Pero aquella noche llevaba un estimulante nuevo, él había dicho que mostraría su secreto.
Y no mintió: cuando el alimento comenzó a menguar, miró a uno de sus criados y este
marchó de la habitación.
"Te prometí que para conseguir la confianza de Roma y tu amistad, destaparía el secreto
que esta haciendo crecer mi imperio. En seguida lo traerán".
"¿Es algo?" preguntó Xena fingiendo sorpresa.
"Si, un objeto. Y muy curioso además. Supongo que tiene origen divino, asi que agradezco
al dios que lo haya perdido, su poca cabeza" siseó con una infantil sonrisa de
felicidad. Terminadas sus palabras, y no antes, un criado entró llevando con él un
objeto cubierto con una gran tela de seda. Lo dejó sobre las rodillas de su dueño. No
debía de medir más de cincuenta centímetros de altura y cuarenta y cinco de ancho. Por
las descripciones de Afrodita aquel debía de ser el objeto. En su día Gabrielle la
preguntó que por qué no podía Afrodita aparecer en el palacio y recuperarlo ella sola:
Afrodita ya le había adelantado a la guerrera que se encontraba embrujado para que
ningun dios pudiese cogerlo, a menos que un humano se lo ofreciera, pues Afrodita,
pensando que solo los dioses lo utilizarían como un arma poderosisima, dejó a todos los
humanos total libertad sobre la posesión del objeto. ¡Ilusa!, pensó Xena. Pero en ese
momento solo debía de preocuparse de una cosa:
Observar el objeto, deducir donde lo llevaban o al menos seguir al esclavo o preguntárselo
a Kambara y una vez lo hubiese recuperado y entre sus manos, llevárselo a la diosa del
amor, que ya se encargaría de todo.
Kambara, mostrando su impaciencia, destapó el reloj con un suave tirón. Al hacerlo, un
tic-tac, que no se sabía de donde provenía, inundó levemente el sonido de la habitación.
"¡¿Un metal?!" preguntó Xena indignada, y frunciendo el entrecejo. "¿Qué hace? ¿Matar a
los líderes con su propio y horrible reflejo? ¿O es una broma?" siseó templada.
"No" sonrió él. "¿Puedo mostrarte cómo funciona?" pidió. "Y si aun así no crees en su
potencial..."
"Esta bien, esta bien" permitió Xena paciente. No sobraría un poco de conocimiento sobre
el objeto que debían recuperar. Él la sonrió al tiempo que, poniéndose de pie, le tendía
el reloj. "¿Qué debo hacer con él?"
"Probar su potencial".
"¿En mí?" preguntó pálida. Sabía lo que él reloj hacía. Sabía lo que revelaba. El
corazón se le aceleró. Gabrielle no podía enterarse de sus sentimientos. Y estando allí,
lo sabría seguro. Su corazón bombeaba aun más deprisa mientras notaba la presión en sus
sienes. ¡No! "No, gracias" dictaminó, fingiendo calma. Kambara se quedó congelado a
medio camino. "Sea como sea, ese objeto a de ser poderosísimo. Me niego a que lo
utilices conmigo".
"La prudencia es una cualidad de las mejores mujeres" sonrió él. "Pero, ¿Qué crees que
puede hacerte este metal? Si todos a los que he vencido hubieran tenido que tocarlo, no
hubiese conseguido ni la mitad de mis victorias" resumió él. "Es quien lo sostiene, el
que domina el arma. Pruébalo, fíate de mí" pidió. Se giró entonces hacia la bardo.
"Gabrielle, ven acá" ordenó. Pero la bardo no reaccionó ni obedeció. Permaneció donde
se encontraba, quieta, pero devolviéndole la mirada a Kambara. La guerrera creyó que
estaría esperando a que ella le diera la órden, pero cuando lo hizo vió en los ojos de
Gabrielle, ahora dirigidos a ella, agonía y temor.
"Ven" la pidió suavemente, abrumada por los sentimientos que había en sus ojos. La bardo,
mordiéndose el labio para no llorar ni quejarse, avanzó hacia ellos dos. Ella sabía que
sería un suicidio llevarle la contraria a Xena pues se descubriría todo el plan, pero es
que en esos momentos, cada paso que daba le hacía sentir que iba hacia el matadero. No
sabía para que la requería Kambara, pero si la utilizaba como diana de Xena... no quería
estar alli cuando el reloj le confesase a la guerrera su secreto...
"La tienes bien educada" felicitó Kambara. "A pesar de haber pertenecido a Xena y a las
amazonas" recalcó.
"La fidelidad. La salvé de que la ejecutaran" contestó ella. Tras esas palabras había un
inmenso vaiven de pensamientos. Sentía que traicionaba a Gabrielle al obligarla a
aquello, porque ella misma no podía ofrecerse como diana de Kambara.
"Cógelo" le indicó Kambara, inclinando el objeto hacia Xena. "Piensa unicamente en tu
criada" Xena respiró hondo, empezaba a pensar que no tendría coraje para hacerlo.
Kambara volvió a mirarla y dijo. "Una voz nos anunciará el nombre de su amado. Si es un
hombre, será una voz masculina, si es una mujer, al revés" confirmó. Ambos nobles
vieron como un escalofrío recorría a la criada. Y por efecto dominó, Xena comenzó a
temblar: iba a saber a quien amaba.
Se calmó. Como la indicaba Kambara, cerró los ojos y pensó en Gabrielle. El reloj emitió
una descarga que recorrió a Xena, el tic tac aumentó momentaneamente y enseguida fue
reducido al murmurllo anterior, al tiempo que el reloj se iluminaba.
"Vaya, que rápido" siseó maravillado Kambara. "Eso significa que su corazón lo tiene muy
claro" le comentó curioso a Xena. Y entonces sin saber de donde venía el sonido, la voz
de una dama anunció fuertemente...
Continuará...