- No sé como tártaro le puede creer!!!
Una hermosa y fuerte mujer daba grandes zancadas a través del bosque. Su evidente
molestia tensaba su tostada piel y sus ojos azules como el cielo nocturno, echaban
chispas. Su ira no había disminuido después de la paliza que le prodigara a Najara, se
sentía abrumada, no solo estuvo a punto de dejar a su bardo con esa loca, sino que
además casi la perdió, de solo recordarlo, le dolía el corazón, ¿Cómo imaginar sus días
sin su mejor amiga, sin la sonrisa de Gabrielle iluminando su vida? Pero cómo poder
obviar las visiones de muerte y dolor que llegaban hasta ella, no podía soportar la idea
de que Gabrielle sufriera por su causa, mucho menos quería provocar la muerte de la
rubia. Sabia que su camino era duro, pero no podía permitir que la bardo sufriera las
consecuencias, no era justo.
En otra parte del bosque una gran hoguera iluminaba un campamento y a las dos mujeres que lo ocupaban. Ambas rubias, ambas con una expresión de tranquilidad. Una de ellas estaba atada y mostraba en su rostro las marcas de una lucha. La otra, sentada frente a ella, la escuchaba con atención y seriedad.
- Los Jinn ya no me hablan Gabrielle, me siento perdida...
- Najara, por qué mataste a esos aldeanos? Dónde quedaron tus deseos de construir un
hospicio, un lugar que tendría por propósito aliviar el sufrimiento, donde todos puedan
ser curados, trayendo paz, ya no con la espada, sino por el camino del amor?
- No lo entiendes verdad? Ellos merecían morir Gabrielle, vendían esclavos, nadie que se
enseñoree de su hermano merece la vida¡¡¡
- Pero eso no debes juzgarlo tu Najara, solo los Dioses tienen derecho a decidir el
destino de los hombres, nosotras solo debemos mostrar la verdad del amor y la justicia,
traer paz...
- En serio crees que puedes traer paz viajando con Xena? - Interrumpió la otra mujer -
Su leyenda la has aumentado tu, tu la llamas Princesa Guerrera, que pone su espada al
servicio de la justicia y los desamparados, intentando equilibrar la balanza del bien y
el mal, pero siempre es una lucha, mientras mueva su espada será un señor de la guerra,
ella mata por la justicia, yo solo mato gente malvada, ¿Por qué ella es mejor que yo?
Mientras la sigas estarás en la oscuridad, no hay paz junto a Xena, es que no lo
entiendes? La oscuridad dentro de ella un día te destruirá.
- Ella ya no es lo que fue Najara, no se erige como juez y verdugo, es una mujer justa
y honorable, ha vencido su lado oscuro y lo demuestra día con día, si no la juzgaras
tan duramente podrías ver en ella lo mismo que yo veo...
La morena que ya se había cansado de vagar, volvía en ese momento al campamento. Su
expresión mas calmada, aun así atenta a todo a su alrededor. Al acercarse unos pasos
escucha las voces que provienen desde el campamento y detiene su marcha, escuchando
atenta.
- Tan ciega estas Gabrielle? No pensé que el amor te nublara tanto.
- Sabes que Xena es mi mejor amiga, mi familia y mi compañera, es cierto que la quiero
mucho, pero eso no me ciega - dijo mirando a la mujer frente a si, evidentemente turbada
y sonrojada.
- Tu mejor amiga? Al parecer Xena y tu gustan de engañarse a si mismas con esa frase -
dijo Najara malintencionada.
- Pero que dices Na....
La morena irrumpe en ese preciso instante, dirigiéndole una mirada asesina a Najara que
sonreía maliciosamente.
- De qué tanto hablan? - dijo de mal modo.
- Xena, por qué te alteras tanto?
- No hablaba contigo Najara - dijo con esa calma que solo usa con el enemigo y cuando
esta a punto de estallar. Dirigiéndose a la rubia de ojos esmeraldas que es su
compañera - Gabrielle deberíamos dormir ya, nos queda aun larga jornada mañana, para
por fin dejar a esta loca en la prisión que pertenece.
Najara iba a protestar, pero Xena la detuvo con un ademán.
- No abuses de tu suerte Najara, que no te mate no significa que no lo desee.
Se dirigió a las pieles que estaban estiradas al otro lado de la hoguera y comenzó a
quitarse la armadura. Mientras la rubia se sentó a su lado.
- Dónde has estado Xena? Me tenias preocupada!
- No parecía que me extrañaras en realidad...
- Por qué dices eso? Sabes que me preocupa que salgas sin mi!
- Yo te vi bastante entretenida, de qué hablaban? De la administración del hospicio?
La rubia se sorprendió por la agresividad y el sarcasmo que carga la voz de su amiga,
pero su reacción le provoca una confusa alegría, ¿Acaso eran celos?
- No tienes porque usar sarcasmos conmigo, si tanto te molesta Najara, no hables con
ella, ya mañana no estará con nosotras! - dijo tendiéndose en sus propias pieles junto
a la guerrera.
- Gracias a los Dioses!
Diciendo esto la guerrera se tumbó en su piel, cerrando los ojos y aparentando dormir,
aunque distaba mucho de conseguirlo. Las palabras de Najara rondaban sus pensamientos:
"... al parecer Xena y tu gustan de engañarse a si mismas con esa frase..." podría ser
que la confusión de sus pensamientos y sentimientos fueran tan evidentes? La guerrera
continuaba con los ojos cerrados intentando entender sus propias emociones, sabia que
la rubia era su mejor amiga, pero la profunda devoción que sentía por ella no era propia
de una amistad, le generaba una ternura incomprensible, no sabía por qué buscaba
protegerla aun con su vida, ni por qué le molestaba tanto que prestara atención a Najara.
Y si esta estuviera en lo cierto? Qué pensaría Gabrielle? Entendería un amor que ni
ella misma lograba entender y al cual le buscaba miles de justificaciones? Cómo ser
digna de una mujer como Gabrielle? Cómo podía esperar ella ser aceptada, sus manos
estaban manchadas de sangre, de la sangre de miles de inocentes. Si bien es cierto,
ella había cambiado, eso no modificaba en nada su pasado, se sentía demasiado
contaminada como para poder esperar merecer el amor de su bardo. Su bardo... había sido
dura con ella y esta no tenía la culpa, abrió los ojos repentinamente para disculparse.
La rubia mujer dormía a su lado, muy cerca de ella, se sorprendió de verla tan cerca,
una punzada en su vientre la puso tensa y oleadas de ternura la cubrieron. Se veía tan
bella dormida, su respiración calmada, su rostro en paz. Si bien Gabrielle había
cambiado a su lado, haciéndose cada día más fuerte, seguía siendo al dormir la misma
niña inocente que la siguió un día. Con una mano acarició sus rubios cabellos y besó su
rostro, muy cerca de sus labios.
La rubia no dormía, perdida en sus propios pensamientos, se quedó paralizada ante ese
inesperado beso. Contuvo la respiración, el contacto de Xena siempre la turbaba, pero
últimamente ocurría más a menudo, buscaba su cercanía con las más increíbles excusas,
sintiendo el placer de la piel de su compañera y sintiéndose culpable a la vez, como si
fuera deshonesta con su amiga, como si le ocultara algo, pero no sabia que podría ser.
Cuando la morena retrocedía, la bardo abrió los ojos, encontrándose de lleno con esos
ojos azules, prendándose de ellos, queriendo ahogar la mirada en el océano de esos ojos,
ojos que para todos eran fríos y calculadores, pero que a ella se le antojaban
profundos y enigmáticos como la noche estrellada que se abría por sobre sus cabezas.
- Gabrielle, lo siento, no quería despertarte... - las palabras se trabaron en su
garganta, esos ojos esmeraldas, como no perderse en ellos, en su intensidad, en su
dulzura, no sabía que clase de magia la arrastraba a ella.
- No importa, solo quería darte las buenas noches... - y sin pensarlo siquiera se acercó
y depositó un beso leve en los labios de la guerrera, se arropó y cerró los ojos
poniéndolos a resguardo de la oscuridad externa. No sabía porque había hecho eso, le
gusto, fue cálido, pero sentía que había atravesado un límite del cual no podría volver.
Xena se quedó quieta, aun sintiendo la suavidad de aquel beso, sorprendida y confusamente
feliz.
Al despuntar el alba levantaron el campamento. Xena le recordó a Najara con un amable
puntapié que era hora de seguir la marcha. Desayunaron frugalmente y siguieron camino.
Había un silencio cargado de premoniciones a su alrededor, evitaban mirarse
abiertamente, pero se vigilaban por el rabillo del ojos y cuando sus miradas se
encontraban, sonreían tímidamente, nerviosas y expectantes, sin saber que decir.
- Están muy calladas chicas, por qué tanto silencio?
- Por qué debería ocurrir algo Najara? - contestó secamente la guerrera.
- No ocurre nada Najara - dijo calmada Gabrielle.
- Gabrielle tu siempre tan dulce y suave, espero que no te contagies de los malos modos
de Xena, ni te llenes de su agresiva oscuridad.
- Así que agresiva? Y aun no has visto nada, si no te callas te voy a convertir en muda
de un forma que nada tendrá que ver con la paz.
- Ves a lo que me refiero Gabby...
- Najara... no tientes tu suerte - cerró la guerrera con una mirada que enmudecería al
mismo Hades.
El resto del viaje se hizo en silencio, cada una en sus propios pensamiento, acabando el
camino en cada paso que las llevaba al próximo pueblo, consumiendo el transcurso del
tiempo, para entregar a Najara a media tarde. Las despedidas se hicieron rápido.
- Adiós Najara, espero no verte otra vez.
- Lo mismo digo Xena, aunque no espero que sea así entre nosotras - dijo mirando
fijamente a Gabrielle.
- Mi camino es con Xena Najara.
- Lo sé, ella y yo tenemos la misma debilidad o debería decir la misma inspiración - en
ese momento los guardias se la llevaron, pero la rubia quedó pensativa, como extraviada
por las palabras que acababa de oír.
- Gabrielle, estas bien? - la bardo se encontraba perdida en sus propios pensamientos y
la voz de su compañera la tomó por sorpresa. Una Xena evidentemente más relajada la veía
con cara preocupada.
- Si... si, estoy bien, es solo que no quiero quedarme en el pueblo, te parece bien si
nos vamos?
- No quieres dormir en la posada, en una blanda y cálida cama? Segura que estas bien
Gabrielle?
- Si, estoy bien.
- Muy bien, dime quién eres y qué has hecho con mi compañera?
- Graciosa, muy graciosa - dijo la rubia con una hermosa sonrisa en sus labios - es solo
que quiero pensar, tengo muchas cosas en la cabeza y necesito la tranquilidad del
bosque, Te molesta? - dijo poniendo su carita de niña, lo que siempre lograba que el
corazón de la guerrera se derritiera y ya no podía negarle nada, por esa locura
irrefrenable que sentía cada vez que la veía...
- Esta bien Gabrielle, solo pensé que tal vez estarías mas cómoda en la posada, pero
volveremos al bosque si así lo quieres, después de todo la noche será calida.
- Estoy cómoda mientras este a tu lado - dijo esto tomando del brazo a la guerrera, lo
que la sorprendió mucho, pero la hacía sentir muy bien, siempre le gusto saber y sentir
que la bardo la buscaba para sentirse segura, saber que era su refugio la hacia sentir
importante, saber que podía darle eso a su adorada rubia, espantaba sus propios demonios.
Se pusieron en marcha hacia la salida del pueblo llevando a Argo de las riendas, que
las seguía con paso tranquilo, dirigiéndose nuevamente al lago Kuta. Donde llegaron al
caer la tarde, pues habían hecho la mayor parte del trayecto montadas en Argo, en un
absoluto, pero muy cómodo silencio, siempre pasaba así cuando estaban juntas,
disfrutaban de la mutua compañía, disfrutando de el silencio de sus almas.
Ya en un pequeño claro del bosque muy cerca del lago, comenzaron a instalarse.
- Gabrielle, tu termina de montar el campamento, yo iré a cazar nuestra cena.
- Esta bien.
Al poco rato después Xena volvió con un conejo, limpio y listo para cocinar. El
campamento ya estaba ordenado y una alegre fogata chisporroteaba en el centro. Gabrielle
estaba sobre sus pieles, absorta en sus pergaminos, la guerrera la miro, se veía tan
hermosa que no pudo evitar contemplarla, ¿Se habría enamorado? Sonrió, porque
generalmente la gente se hace esta pregunta cuando ya lo esta, no es algo que haya
buscado, tampoco era algo que podí evitar, simplemente las cosas se sucedieron de
manera natural. La rubia mujer levantó la vista y una hermosa sonrisa iluminó su bello
rostro. Xena le devolvió la sonrisa y le dedicó una mirada de amor, le entregó el conejo
y la bardo comenzó a cocinar la cena.
- Por fin llegas, me muero de hambre - dijo con una sonrisa.
- Y eso que tiene de nuevo - bromeo la guerrera - solo quise escoger el mejor, siento
la demora - dijo con una nueva sonrisa en sus labios.
- Y lo lograste como siempre.
Xena sonrió orgullosa, la hacia feliz la aprobación de la bardo. Se sentó a verla hacer,
dándose cuenta por primera vez todo el amor que la bardo ponía en cada gesto, se
impresiono por no darse cuenta antes todo lo que la amaba, esa pequeña rubia estremecía
su corazón.
- Por que me ves así Xena? - preguntó la bardo nerviosa, mientras le alcanzaba un cuenco
con estofado.
- Porque recién descubro cuanto te quiero - su mirada era intensa, su rostro reflejaba
paz y decisión.
La bardo le dedicó una sonrisa rápida y nerviosa, visiblemente turbada por las palabras
de la fuerte mujer que tenía frente a si y se concentró en la cena. La guerrera la dejó
hacer, sabiendo que la conversación aun no había terminado. Una frente a la otra
terminaron de cenar en silencio cada una ensimismada en sus pensamientos.
Los minutos trascurrieron lentos, sin que la morena despegara los ojos de la rubia,
mientras su mirada reflejaba amor y devoción, su mente vagaba por las miles de imágenes
en que han estado la una junto a la otra, las batallas y los momentos de diversión,
cuando la bardo le contaba sus historias, las mañanas donde a Gabrielle le costaba tanto
salir de entre las pieles, los juegos en el río y el cómo la rubia ponía todo su
confianza en ella, ¿Su entrega era solo amistad? No lo sabía, pero por los Dioses que
lo averiguaría, nunca había sido capaz de exteriorizar sus sentimientos, pero sabía que
encontraría la forma de hacerlo, de tener el valor suficiente para revelar lo que
habitaba en su corazón, pues sentía que no podía vivir sin esa pequeña rubia, pero a la
vez sus temores la paralizaban, sin embargo, la sonrisa y su ternura que la bardo le
entregaba y que le llenaban cada segundo tenían la propiedad de infundirle ánimos y
disipar la oscuridad que a veces la embargaba. Habían pasado muchas cosas juntas y si
bien Gabrielle había crecido y se hacía mas segura y reflexiva, no perdía su natural
asombro por todo, lo que maravillaba a la guerrera. Habían pasado por su vida varios
hombres y otras mujeres increíblemente hermosas, su fama de amante era tan grande como
la de guerrera, feroz era en ambos aspectos, aunque su pequeña bardo ignorara este hecho,
pero para la guerrera, Gabrielle era mas que un bello cuerpo, su sonrisa iluminaba su
vida mas que la presencia del mismo Zeus. Tan absorta estaba en sus propios pensamientos
que no había notado que la rubia la miraba seria.
- Ocurre algo Xena?
- No... no, no es nada.
- Estas segura, te he estado hablando y no respondes, en qué pensabas?
- En lo bien que cocinas - mintió la guerrera.
La bardo miró a su guerrera, la conocía demasiado bien para saber que le estaba
mintiendo. Algo fuerte debía ocurrir en su interior y ella podía verlo en sus ojos...
sus ojos, tan profundos, que podían hacerla sentir tantas cosas, seguridad, ternura,
veía lo que nadie mas podía ver, pues su guerrera era con ella como no era con nadie
más. Se sentía tan cerca de ella que ya no podía concebir su vida sin la guerrera a su
lado. Tras las palabras que pronunciara Najara, se había dado cuenta que sus sentimientos
por Xena habían sobrepasado hace mucho la mera amistad, pero sentía que la guerrera
jamás cruzaría esa línea. Tenía claro que la quería, la protegía en todo momento, sabía
que se sentía responsable por ella, pero eso... eso distaba mucho de ser amor. No podía
evitar que sus rodillas temblaran y su piel se erizara con la cercanía de la guerrera,
encontrando de pronto la explicación para sus nervios y la necesidad de su cercanía,
estaba aturdida por el descubrimiento de este amor y el fuego corría por su cuerpo,
buscaba su contacto, pero en el último minuto se detenía. La princesa guerrera era
reacia al contacto, de pocas, pero firmes palabras, cada día le hacia sentir su fuerza,
su seguridad, se derretía frente a su poderosa presencia. Delante de sus ojos Xena
eclipsaba, inclusive a los Dioses y su tacto era ambrosia para ella. Miró su pergamino y
sonrió levemente sintiendo aun el momento cuando los sueños guardan sabor a fresca
realidad, pero si bien no podía hacerlos realidad, estos le servían de inspiración, era
conciente ahora de lo mucho que había mejorado como bardo desde que cantaba, lo que
ahora sabia, era su amor a Xena.
- Gabrielle, estas aquí? Ahora eres tu la perdida - llamó Xena con una sonrisa de medio
lado y una ceja levantada.
- Si, estoy bien, solo trabajo en una nueva historia - dijo sonriendo nerviosa y con las
palabras saliendo a borbotones de su garganta.
No pasó por alto el rubor que cubría el rostro de la rubia y la curiosidad en la
guerrera se despertó de inmediato.
- Me dejas ver? - dijo acercándose a gatas.
- NO!!!!! - se apartó de inmediato al notar el pánico en su voz y cerrando torpemente el
pergamino antes que la guerrera pudiera verlo, poniéndolo tras su espalda - no esta
terminado... Por qué ese repentino interés en leer mis pergaminos guerrera???
- Por qué tanto interés en ocultarlo bardo? - dijo Xena con una sonrisa en los labios.
- No lo oculto, es solo que no esta terminado...
La guerrera ya estaba de rodillas frente a su compañera, tratando que esta le entregue
el pergamino que tenía entre las manos, trasformando la lucha en un juego colmado por
las risas de ambas, sin que ninguna cediera frente a la otra, pero la alta guerrera fue
como siempre más rápida que la rubia y tomó el pergamino que su amiga aun sostenía en
la espalda. El pánico corrió por la piel de Gabrielle, si su amiga veía lo que ahí
estaba escrito, seguro la rechazaría. Tiro de el, tirando por lógica razón a Xena con
el, haciéndola perder el equilibrio y quedando ambas a escasos centímetros.
A Gabrielle se le aceleró el pulso, conciente de la cercanía de su amiga, del calor que
irradiaba su cuerpo y de esos profundos ojos azules que la miraban sorprendidos y
confusos. ¿Cuántas veces había soñado con ese momento? ¿Cuántas veces había deseado
inhalar la fragancia de su piel como en ese momento lo estaba haciendo?
- Xena yo... - no pudo acabar la frase, no sabia que más decir, todos sus sentidos
estaban presos de la intoxicante cercanía de la guerrera, no podía alejarse, ansiaba
sus labios como nunca había deseado nada, pero no se atrevía a buscarlos.
La guerrera estaba inmovilizada, sintiendo el cálido aliento de la bardo en su piel,
sus ojos expectantes y llenos de dudas, quería besarla, quería estrecharla contra su
corazón, sabía que Gabrielle era una amazona, pero no lo era de casta y ella ciertamente
no era Safo.
Abrió los ojos que no recordaba haber cerrado...
- Gabrielle, lo siento, yo... yo no quise incomodarte... - cuando comenzaba a alejarse
la rubia tomó de su hombro con delicadeza, deteniéndola.
- Tu jamás podrías incomodarme Xena... - su mirada era profunda, llena de amor, llena
de entrega.
Sin tiempo de pensar, hipnotizada en los ojos de la bardo, la guerrera acarició su
mejilla con apasionada suavidad. La rubia cerró los ojos entregándose a la caricia,
dejando escapar un tenue gemido, su respiración agitada, sintiendo que esas manos
quemaban su piel, sus labios entreabiertos y su corazón agitado.
Sin detenerse en sus miedos, la guerrera acerco sus labios a los de la rubia, con
infinita ternura y suavidad, sintiendo que el mundo desaparecía a su alrededor, diluído
por el contacto de su amada. Abrió los ojos buscando una respuesta en los de Gabrielle,
que seguía con los ojos cerrados. La guerrera se apartó lentamente, pues al no obtener
respuesta sus temores se asentaron en su corazón.
- Gabrielle yo... lo siento, no debí...
Al escuchar la turbación en la voz de la morena, la rubia abrió los ojos, vio temor en
el semblante de su compañera, el mismo temor que a ella la detuvo tanto tiempo y tuvo la
certeza de que no estaba sintiendo sola. Puso el índice sobre los labios de la guerrera
enmudeciéndola y los recorrió suavemente hasta poner su mano en la mejilla de la mujer
y luego en su nuca para acercarla a ella, atrayéndola ya sin miedo, inundada de amor.
Gabrielle acabó con la distancia que las separaba, y apretó sus labios contra los de
Xena que fueron bien recibidos, tras saborear sus labios poco a poco sus bocas se fueron
abriendo para poder saborearlas por dentro y sondeo esa boca tan enormemente añorada
durante mucho tiempo. Lenta e intensamente la besó, sintiendo su sabor, acariciando cada
rincón de esa boca a la que tantas veces quiso besar. La guerrera se dejó conducir,
fundiéndose ambas en un beso profundo, libre de temores y lleno de amor. La bardo sintió
que una lengua devastadora entraba en su boca para fundirse con la suya, desplegando
toda la pasión de la que ella era capaz, sus manos acariciaban la nuca de la guerrera
enloqueciéndola.
Xena bajó las manos por el costado del cuerpo de Gabrielle, mientras besaba su cuello
con besos suaves, recorriéndola, su cabello rubio decoraba toda la sensualidad que
emanaba de su cuerpo. Sus ojos la esperaban, cada segundo transcurrido era una
provocación, su cuerpo, su alma y su cabeza sólo la concebían a ella. Las dos tenían
los ojos cerrados pero aun así pudieron notar la sonrisa de la otra, despacio los
abrieron y se miraron fijamente.
La guerrera abrazó a su bardo por la cintura, atrayéndola hacia si, provocando un
inconfundible gemido que escapó de la garganta de la otra mujer, gemido que la
estremeció hasta lo más profundo.
- Oh Xena... dime que no estoy soñando una vez más...
- También tu soñabas con esto amor???
A través de aquel dulce contacto cayeron rendidas la una a la otra, seguían de rodillas,
la bardo con sus manos alrededor del cuello de la guerrera, acariciando el rostro amado
con el suyo propio, mientras se precipitaba a lo profundo de su corazón, embriagada por
la fragancia de su amada, llenándose de su piel, de la suavidad de su cuerpo, susurrando
apenas, como si no quisiera romper el hechizo de sus anhelos, sintiéndola en su sangre.
- Amor, mi amor... - el placer de la rubia era patente en lo pausado y ronco de su voz -
he soñado con esto hace demasiado tiempo, no sé el minuto exacto en que comenzó, solo
sé que ya no puedo vivir sin ti... Te amo Xena.
- Eres lo mejor de mi vida Gabrielle.
Ella elevó la mirada, perdiéndose en esa mirada azul, no pudo menos que besarla
nuevamente, esta vez profundizando el beso, se apretaron una contra la otra, conscientes
de la soledad que las rodeaba, de lo romántico del ambiente, de los sonidos de la noche,
de las estrellas como techo, de la luz de la luna. Besó otra vez a Gabrielle, con los
ojos cerrados y explorando su boca con la lengua, embriagándose con su perfume,
acariciando su espalda, que sentía arder bajo sus manos, no podía creer que la rubia se
portara así de apasionada, apretaba el cuerpo contra el suyo, esa mujer ardía en deseo.
Gabrielle la rodeó con sus brazos y le dio un beso que no dejó dudas en Xena, presionó
con las manos detrás su nuca, quería ese beso más profundo, porque le hacía sentir toda
una revolución en el cuerpo. La deseaba tanto, no tenía idea de cómo hacerle el amor,
pero deseaba a Xena, ya no tenía miedo y se abrazaba fuertemente el cuello de la
guerrera mientras soltaba pequeños gemidos.
Los besos se hicieron más profundos a medida que sus almas se acercaban más. Xena
recostó suavemente a su bardo en las pieles, se tendieron de costado, una frente a la
otra, mirándose a los ojos, sin prisas y por primera vez sin ataduras. Las manos de
Xena recorrían el cuerpo de Gabrielle con suavidad, acariciando con su mano la piel
expuesta de la rubia que se estremecía en cada caricia, mientras la besaba en los labios
o en el cuello o mordisqueaba el lóbulo de la oreja, poniéndola cada vez más excitada.
Gabrielle sentía que su sexo se humedecía y que la temperatura de la zona se elevaba...
- Eres tan hermosa...
Gabrielle sonrió tímidamente, por primera vez las palabras se ahogaban en su garganta,
reemplazadas por hondos suspiros, sujeta solo por el andamio ardiente de las manos de la
mujer que amaba, a la cual pertenecía, sintiendo como crecían en su pecho oleadas de
amor, que abrazaban su piel, abandonándose a los fuertes brazos que la sostenían, a
esas manos que tantas veces salvaron su vida en una danza con la muerte y que, sin
embargo, eran ahora increíblemente suaves, esos labios ardientes que tomaban posesión
de su cuerpo. Sometiéndolo al esperado tormento del deseo, un deseo de ser poseída
completamente cada día de su vida.
- Xena... - comenzó a jadear, presa de una completa excitación.
- Gabrielle Te Amo, más de lo que puedes imaginar, has crecido a mi lado, me conquistas
día a día con cada detalle, me seduces sin proponértelo siquiera, tu inocencia me
abruma...
Decía todo esto mientras besaba con avidez los labios inexpertos, acariciando ese cuerpo
que la incitaba y se pegaba a ella en una clara invitación. Xena besó el cuello de
Gabrielle con delicadeza, con besos suaves y lentos, intentando prolongar el éxtasis del
amor recién descubierto, removiendo con suavidad el corpiño de Gabrielle y cubriendo
con besos y caricias los lugares expuestos. Recorrió el lóbulo de la oreja izquierda
con la lengua, luego el de la oreja derecha, para luego bajar con pequeños besos por el
cuello hasta los senos de la bardo. Gabrielle, con los ojos cerrado por las emociones y
sensaciones deslizaba los dedos por el cabello suave y negro de Xena, mientas ésta la
excitaba con su boca.
Xena estaba en sus senos ahora, lamiendo prolijamente los pezones, que se endurecían
como piedras al contacto de esa boca inquisidora sobre ellos, se entretuvo un buen rato
succionando y acariciando los pezones de Gabrielle, alimentando de esta manera el deseo
de la bardo, quien a medida que Xena le obsequiaba una nueva caricia, aceleraba su
respiración.
- Xena... ¡por los Dioses!, jamás creí... sentir... sentir algo parecido a esto... -
envolvió sus labios con los suyos en un suave y apasionante beso.
Por un instante la miró a los ojos, buscando su último consentimiento.
- Dime que estas segura de esto Gabrielle. - la miró inquiriendo la verdad en sus ojos.
La bardo capturó la intensa mirada de Xena con la suya, trasmitiéndole a través de sus
ojos todo el amor y pasión que la dominaban, queriendo que su compañera supiera que
todo lo que le daba, se lo daba por amor. Vio que Xena sonreía comprendiéndolo, echó la
cabeza hacia atrás, cerró los ojos y gimió con fuerza.
- Xena, por favor, quítate la túnica, quiero sentir tu piel... - la voz de la bardo
estaba cargada de un apremiante deseo.
Obediente, la morena se quitó la túnica de cuero, sin dejar de mirar a la mujer que la
observaba. Sintiendo intermitentemente su mirada posarse en sus labios y su cuerpo,
descubriendo que lo recorría con excitación.
- Por los Dioses, tú eres la hermosa...
Gabrielle boca arriba, disfrutaba del espectáculo del cuerpo de Xena, recorriéndola con
sus manos desde los senos hasta el vientre, que también se estaba recreando viéndola.
No hubo más palabras, no hubo ninguna explicación, todo lo que había de decirse se dijo
con caricias, miradas y besos.
Extendió sus manos y acarició el vientre de su amada, recorriendo su costado hasta
alcanzar la cadera atrayéndola sobre si. La guerrera quitó lentamente las prendas que
aun cubrían el cuerpo de la bardo y el suyo propio, para recostarse luego sobre su amada
uniendo sus cuerpos y sosteniendo su peso sobre los codos, comenzando nuevamente a besar
los labios amados y acariciando el cuello y el pecho de la rubia, que subía y bajaba
rítmicamente al compás de su agitada respiración, siguiendo con sus labios el rastro
dejado por sus manos. Uno de sus muslos rozó el sexo húmedo y caliente de la rubia...
tan húmedo y caliente como el suyo propio. Se dejó acariciar intensamente por sus labios,
que reconocían cada parte de su cuerpo como su propio destino.
La bardo estaba perdida entre sus labios, temblaba al tocar su espalda, suspirando al
besar su piel, sintiendo cómo galopaba su corazón con ritmo indómito cerca de su cuerpo.
Se detuvo en los senos de Gabrielle y los contempló embriagada, no era posible obviar
que el cuerpo de la rubia era increíblemente hermoso.
Acarició uno de sus senos con su cara lentamente, depositando besos breves y suaves,
acercándose poco a poco al endurecido y claro pezón que tenia ante sus ojos.
Describiendo ardientes círculos con su lengua antes de posesionarse de el. La rubia se
agitaba bajo el cuerpo que la tomaba aferrándose a la espalda de la guerrera, como si
se aferrara a la vida misma, respirando trabajosamente he inundando el claro con hondos
suspiros y gemidos.
Xena bajó hasta el vientre metiendo la lengua dentro del ombligo de la mujer que amaba,
Gabrielle sonrió con placer y Xena gimió cuando sus labios rozaron la tierna piel. Cerró
los ojos, gimió y volvió a lamer, mientras tocaba con sus manos el interior de los
muslos blanquísimos intentando separarlos. Gabrielle separó las piernas y Xena se colocó
entre los muslos de la rubia que la rodearon de inmediato cerrándose sobre su cuerpo
como tenazas.
Los besos de la guerrera recorrían cada parte de su ser, sus manos acariciando brazos,
senos y piernas, hasta llevar a la bardo a un estado de extraordinaria excitación,
buscando grabar cada sabor, respirando su fragancia.
Sus manos acariciaban las caderas de Gabrielle, ejerciendo sobre ellas una suave presión
guiando sus movimientos con las suyas, pegando su sexo al de ella, quien sintió que el
sexo de la guerrera quemaba, cargando ahora todo su peso sobre la humedad de Gabrielle,
dejando ambas zonas genitales totalmente pegadas y comenzando a moverse en círculos
sobre la rubia, con cada presión de Xena hacia abajo Gabrielle respondía elevando las
caderas haciendo cada envestida más profunda, perdiendo el control a medida que el deseo
las inundaba, siguiendo con sus cuerpo la primaria danza del amor.
Las piernas de Gabrielle enlazadas a los muslos de su amada, aferrada al cuello de Xena
y atrayéndola hacia sí, tanto que sus senos quedaron pegados, sintiendo el roce de los
cabellos negros en su mejilla, fundiéndose tan profundamente la una en la otra que era
imposible decir donde comenzaba una y donde terminaba la otra, la humedad de una en la
otra y con los labios unidos, compartiendo sensaciones, besos y gemidos ante la
naturaleza muda como único testigo de su entrega, del amor tanto tiempo reprimido,
moviendo las caderas, en un ámbito caliente y húmedo. Comenzaron a moverse con más
rapidez, empujando la una contra la otra, encargados sus cuerpos de trasmitir
sensaciones increíbles. Xena presa de un total desenfreno asida a las caderas de la
mujer que amaba, envistiéndola cada vez más rápido y profundamente, sintiendo su cuerpo
abrazado, llegando juntas al abismo del placer consumado, rindiendo pleitesía a su amor.
La rubia con la espalda arqueada por las intensas sensaciones que recorrían su cuerpo...
- Te Amo Gabrielle...
Fue lo último de lo que tuvo conciencia la bardo antes de abandonarse a la agonía del
placer que se extendía por su cuerpo y que era coreada por los intensos gemidos de
ambas.
Agotadas, cayeron una en brazos de la otra, temblando, con el silencio robándoles las
palabras, que fueron reemplazadas por miradas y caricias. Absortas y maravilladas ante
la vida que se abría renovada ante sus ojos. Bautizada por el sudor y humedad de sus
pieles, perfumada por el aroma de sus cuerpos embriagados de amor.
Sin mediar palabra, la guerrera comenzó a besar delicadamente el rostro agitado de la
bardo, con besos leves como caricias de mariposa. Abrazándola con firmeza y suavidad.
El corazón de la rubia se agitada en su pecho. Como queriendo saltar a las manos de la
mujer que la había tomado. Ambas se miraban fijamente, extasiándose en sus mutuas
miradas, Gabrielle tras un momento depositó su cabeza sobre el pecho de su guerrera,
Xena hundió su rostro en el cabello de Gabrielle aspirando su fragancia, un buen rato
estuvieron así, sintiéndose, absorbiendo ambas el calor emanado de sus cuerpos.
Las manos de la rubia comenzaron a vagar por el hermoso y fuerte cuerpo que la sostenía,
provocando los estremecimientos de la guerrera, que estaba disfrutando mucho de las
suaves caricias que le proporcionaba Gabrielle. Sin darle tiempo de reaccionar, la rubia
se sentó a horcajadas sobre el cuerpo de la guerrera uniendo nuevamente sus sexos que
irradiaban humedad y calor. Se aplicó a la tarea de conocer el cuerpo de su amada,
besando la suave piel del cuello y los hombros. La guerrera se dejaba trasportar con los
ojos cerrados, cuando los labios de Gabrielle abarcaron sus senos, dejo escapar un
gutural gemido, levantando su cuerpo para hacer de esa caricia algo mas profundo. La
rubia sonrió seductoramente, complaciendo de inmediato a su compañera, saboreando su
piel con lujuriosa suavidad, torturando los pezones de la guerrera con su lengua. Con
una mano tomaba el seno de la guerrera y con la boca lo besaba y lamía sensualmente,
mientras sus caderas se movían lentamente sobre la humedad de su amada guerrera. Su otra
mano acariciaba el otro seno y con dos dedos frotaba el pezón, la guerrera cada vez más
excitada, se estremecía y acercaba a Gabrielle con sus manos mientras seguía arqueando
la espalda, recorriendo con sus manos la piel de la bardo, intentando hacer que el
movimiento de las caderas fuera más profundo, acariciando las firmes nalgas de la rubia,
sintiéndose más excitada a la vez que notaba que perdía el control de la situación.
La rubia, bajando sus manos y su boca hasta lo más profundo del cuerpo de la guerrera,
besó los muslos, suaves, mientras sentía por primera vez el olor del sexo de Xena,
dulzón y embriagante, tocando su sexo con la su boca inexperta y ansiosa, la sintió
estremecerse, sujetándola con fuerza de las caderas y bebiendo de ella tratando de
abarcarla toda, introduciendo su lengua en la suavidad cálida de la guerrera, deseaba
saciar su sed saciándola a ella, pues Xena era la fuente de su propio deseo.
Su lengua se desvivía por hacerla sentir, sabiéndose plena con su sabor en la boca, en
su garganta, en su ser. Acorde a los movimientos, sus manos sostenían sus caderas
atrayéndolas hacia sus labios con fuerza, penetrándola una y otra vez, logró escuchar
roncos gemidos de placer, notando como su respiración se agitaba descontroladamente, de
como aumentaban los fluídos en su boca, anticipándole su orgasmo, enloqueciéndola al
sentir su aroma, su piel, su voz, sus movimientos, no deseaba darle tregua, no podía
despegar su boca de la humedad de Xena, su propio deseo se elevaba más, a medida que
sentía a la mujer más cerca del abismo, apurando su labor, con un salvajismo casi
animal, pero inimaginablemente suave y seductor, quería escucharla gemir, aún más de lo
que ya lo hacia, quería todo de ella. Tras unos momentos sintió tensarse su cuerpo en
extremo y llegar al punto culminante en un largo y profundo gemido que hizo estremecer
cada fibra de su ser.
La guerrera boca arriba, buscaba aire con desespero, tratando de recuperar el control
de su cuerpo y de su agitado corazón, mientras la rubia besaba con suavidad sus muslos
y comenzaba a subir por su cuerpo, prodigándole delicadas atenciones. La guerrera la
atrajo hacia si, necesitaba sentir su cuerpo, el calor y el peso de su sangre sobre si,
como si la menuda mujer fuera el asidero de su realidad mas cierta, convenciéndose a si
misma, que todo era real, que al abrir los ojos, Gabrielle seguiría en sus brazos.
La rubia apoyó su cuerpo sobre el de la guerrera, descansando su cabeza en el pecho
agitado, sintiendo los latidos de su corazón, feliz de saber que era ella quien
provocaba tan alocado concierto. Xena acariciaba su suave cabello dulcemente, como
muchas otras veces lo había hecho, pero esta vez todos los significados eran diferentes,
esta vez nada volvería a ser como antes y eso era ciertamente lo que más deseaba. Quería
vivir su amor cada día, dar su vida a la guerrera, que era su amiga y compañera, su
familia y por fin... Su Amante.
Tras varios minutos de amoroso silencio, donde las respiraciones por fin se fueron
regulando y los agitados corazones de ambas retomaron su latir normal. Se miraron a los
ojos, sobrecogidas por una fuerza sobrenatural. No habían palabras suficientes para
abarcar de manera cierta todo lo que sentían. No sabiendo que más hacer, Xena tomo la
barbilla de la rubia, besándola nuevamente, con ternura y cuidado, pero también con
exuberante voluptuosidad, dejando que sus manos se extasiaran el la suavidad de su
compañera. Con dedos suaves recorrió los muslos, rozando cada tanto los labios vaginales
al descuido, completamente mojados, metió sus dedos en Gabrielle, era un lugar tibio y
húmedo, provocadoramente delicioso.
La rubia inspiró fuerte al sentir los dedos de su guerrera penetrándola, cerró los ojos
fuertemente pegando su boca a la de Xena respirando juntas el aliento cálido de sus bocas,
emitió un fuerte suspiro y con un empujón de su cadera metió los dedos tan adentro como
pudo, extraviándose de sensaciones, moviendo su cuerpo al compás que le marcaban los
fuertes dedos que la llenaban. Xena se puso sobre ella, restregando su cuerpo con el de
Gabrielle, los senos pegados, frotaba con el resto del cuerpo contra la rubia, que
empezó a gemir y respirar fuertemente, sintiendo que la excitación crecía nuevamente.
La guerrera no se hizo esperar y cargó su cuerpo sobre la mano para profundizar la
penetración, logrando que otro orgasmo sacudiera el cuerpo de Gabrielle, un orgasmo muy
fuerte que la dejó suspirando ruidosamente. Retiró los dedos y se acostó sobre la bardo,
dejando la cara entre los senos de su amante.
Se besaron, un beso tierno y profundo, los cuerpos pegados, sudorosos, agotados....
- Te vi, y mis ojos se deslumbraron, sentí tu mirada en mi alma, vi a través de tus
ojos la ternura y la pasión de tu persona, ¿cómo pensar que serias el amor que llenaría
mi vida? - la voz de la guerrera era anhelante - Gabrielle, dime que esto no acaba aquí,
que nunca te iras de mi, que te quedaras a mi lado...
- Una vez, hace mucho, mucho tiempo - dijo la rubia con voz enamorada y soñadora - todas
las personas tenían cuatro piernas y dos cabezas. Entonces los dioses enviaron rayos y
los separaron a todos en dos. Cada mitad tuvo entonces dos piernas y una cabeza. Pero
la separación dejo a ambos lados con un anhelo desesperado por reunirse. Porque cada uno
comparte una misma alma. Y desde ese momento, todas las personas pasan su vida buscando
la otra mitad de su alma. - Miró profundamente en los ojos de su amante - nuestras almas
están destinadas a estar juntas Xena, atravesaremos las eras, porque nuestro amor es
eterno.
Xena la miraba trasportada en las alas del amor, estrechándola mas contra su pecho,
cubrió a ambas con una de las pieles y cubrió el rostro de Gabrielle con sus labios como
una cataplasma de besos infantiles sobre los párpados cansados de su amante, su amada.
- Eso es un si? - Bromeó la guerrera tomando su boca - tendré que agradecer a Najara su
impertinencia, por brindarme la posibilidad de una noche como esta.
- Si, eso es un Sí - sonrió la bardo - pero no solo de una noche guerrera, sino de
muchas noches como esta, no me separaré de tus brazos mientras haya vida en mi cuerpo.
Estas palabras, que en otro tiempo hubiesen desbordado el corazón de la guerrera,
tuvieron en ese momento un amargo sabor. Las visiones que la atormentaban tomaron
nuevamente forma en su mente y su semblante se tiñó de dolor.
- Xena, ¿Qué ocurre?
- Gabrielle, no digas eso, te amo más que a mi vida, por lo mismo no puedo permitir que
te quedes a mi lado... - su voz quebrada, sus ojos húmedos, el alma partiéndosele en
dos.
- Pero qué dices, ¿Qué es lo que ocurre, por qué quieres dejarme? Xena, no puedo
perderte otra vez...
El silencio de la guerrera es absoluto. Quitando sus brazos del cuerpo que amaba,
comenzó a alejar a la rubia que la miraba desesperada y con lágrimas en los ojos.
- Por favor Gabrielle, no me hagas preguntas, solo déjalo así...
- No sabes lo que me pides - explotó la bardo - acabo de recibir el regalo más hermoso
de los Dioses y pretendes que lo deje ir de mis manos y no te pregunte el por qué, qué
pasa contigo, habla...
- Gabrielle... Yo... yo no sé - como podía decirle a su amante que veía su muerte, una
muerte que la aguardaba en un futuro si se quedaba a su lado - por favor solo entiende
que te amo, que por sobre todo te amo, pero si te quedas a mi lado solo sufrirás más -
dijo levantándose de las pieles y buscando su ropa.
- Tu no me amas - había dolor en las palabras de la rubia, dolor y rabia. Estas solas
palabras paralizaron a la guerrera, que la miró presa del dolor - hemos pasado por el
dolor y el peligro juntas, hemos muerto y vuelto a la vida por la otra, superamos el
odio y el miedo, nos herimos mutuamente y perdimos lo que más amábamos, nuestros hijos,
nos hemos perdonado y hemos seguido adelante, ¿Qué más podría ser tan terrible que no
pudiéramos enfrentar la una junto a la otra? No hay nada más Xena, solo que no me ames...
- sus sollozos convulsionaban el menudo cuerpo.
- Gabrielle, he visto la muerte acudir a mí en sueños, TU muerte - dijo acercándose a la
rubia que la miraba fijamente y tomando su rostro con suavidad entre sus manos - no
puedo permitir que pase, no puedo dejar que te quedes a mi lado y pagues tú las
consecuencias de mis pecados, te amo demasiado para permitirlo...
La expresión de la rubia se suavizó visiblemente ante la confesión, sin darse cuenta
aun la profundidad de la revelación que acababa de recibir.
- Entonces ¿Si me amas?
- Te amo con la fuerza de los mares, en el peligro y en la calma Gabrielle, tu eres mi
causa superior, mi razón de vivir, lo que da sentido a todo en mi, ¿Es qué ya no lo
sabes? Qué seria de mí sin ti... pero no puedo cargar con tu sangre en mis manos.
- Guerrera tonta, ¿Es qué no te das cuenta? Tu eres toda mi vida Xena, el aire que
respiro, la sangre que corre por mis venas, si tu nos estas en mi vida, no tengo vida,
seria un cuerpo inerte, sin tu amor la vida no tiene ningún atractivo para mi, mi mundo
no sería el de siempre sin tu en el, me hundiría en las tinieblas...
- Pero si te quedas a mi lado, morirás, por favor Gabrielle, compréndelo...
- Hace mucho acepté las consecuencias de nuestra vida juntas - tomó una mano que cubría
su cara y la besó - si ves mi muerte, eso solo puede significar dos cosas Xena, que tu
ya estas muerta - al decir esto se estremeció visiblemente - y si así fuera yo ya no
querría vivir o que tu estas junto a mi, pero si te vas y me dejas, me entregarás a la
muerte por tu propia mano, tu eres mi fuerza y mi escudo, sin ti a mi lado, estoy
indefensa - la convicción de sus palabras, la decisión de su mirada y el amor
suplicante de sus ojos no podían mas que arañar la cáscara de dolor que cubría a la
guerrera, que presa de dolor y el amor, cayó de rodillas delante de ella, abrazándola
por la cintura y llorando en su vientre.
- Gabrielle, mi amor, te amo, te amo tanto, tanto que me duele.
La bardo le acariciaba el cabello con dulzura, intentando calmar el dolor de su amante,
acunándola como a una niña. De a poco fue descendiendo hasta ella, tumbándola nuevamente
en las pieles que compartieron el desenfreno de su amor, solo unos instantes atrás.
- No me importa que haya en nuestro futuro Xena, mientras tu estés en el mío y quieras
que yo este en el tuyo. Tú me enseñaste que hay cosas que son superiores a nuestra
propia existencia, el amor que tengo en mí para ti, es superior a la muerte, ya lo
hemos probado, hemos muerto y hemos vuelto, o ¿Es qué ya no estarás conmigo incluso en
la muerte, no me dijiste que nunca me dejarías? Nuestro amor guerrera, esta más allá del
bien y del mal, del cielo y el infierno, porque es un fin en si mismo. Acepta de mi, lo
que se que tu aceptarías por mi. No me dejes.
La guerrera que se había calmado poco a poco con las palabras de Gabrielle, la miraba
maravillada, el valor que mostraba y la devoción que la rubia le prodigaba solo podía
provenir de un corazón generoso, generoso y enamorado. No pudo más que aceptar en
silencio lo que la bardo le decía, pues tenia la razón, ella aceptaría la muerte por su
amante, porque la vida sin ella ya era la muerte. Prefería enfrentar un futuro ingrato,
que provocar el sufrimiento de su amada.
- Una vez ya estaba lista para rendirme y tu apareciste en mi vida, salvándome, tu
inocencia, tu valor, fueron lo primero que me impresiono, ahora que he descubierto tu
amor y lo poseo, estaba lista para renunciar a el y rendirme nuevamente, pero tu no me
dejaste, tu valor y tu sabiduría me desarman. Toma todo de mi amor, toma lo que es has
conquistado sin violencia, ningún lugar en mi donde poses tu mano permanecerá inmutable,
te pertenezco Gabrielle, he sido conquistada - dijo esto mirando a los ojos de su amante,
descendiendo suavemente sobre su boca para cubrirla de besos con sabor a lágrimas y
dolor, pero por sobre todo, de amor.
- Mi valor y mi sabiduría, ¿Ya no mi inocencia? - Bromeo la bardo iluminada ante la
ofrenda que se le ofrecía.
La guerrera no pudo menos que reír ante la ocurrencia de su bardo, que logro con la risa
de ambas relajar el tenso ambiente.
- Después de esta noche, no se si podría decir que aun eres inocente Gabrielle - y
abrazándola la atrajo hasta tu pecho - ¿Escuchas el sonido de mi corazón? Esta llamando
tu nombre, late por ti y para ti, Te amo Gabrielle, siempre te amaré...
- Guerrera en esta vida o en la otra, siempre estaré a tu lado, siempre estaremos juntas.
¿No es así?
- Así es Gabrielle, siempre.
Los pensamientos de la Xena volaban, tal vez la muerte las esperaba en el próximo
amanecer, tal vez las cosas serian mas difíciles de lo que eran, ella era una guerrera
y una muerte violenta, era al fin y al cabo, la muerte natural para los de su profesión,
sabía que enfrentar el posible sufrimiento de Gabrielle o su muerte le destrozarían el
alma, pero el amor que la rubia le daba, le entregaban el valor para luchar contra el
destino, a costa de lo que fuese, el amor de Gabrielle lo valía, sabía y sentía que no
la merecía, pero se pasaría el resto de su vida intentado ser digna de lo que la bardo
le daba. Por su parte Gabrielle entre al sueño desde un sueño, acariciando a la mujer
que sabia era su dueña y que sentía suya, pero por sobre todo, descansando en los brazos
de la mujer, de la cual estaba segura ahora, la acompañaría el resto de su vida.
Se quedaron así, una en brazos de la otra con una sonrisa cómplice en el rostro,
sintiendo la respiración de la otra, bajo el templo de la noche, que las cubrió con su
manto, como mudo cómplice de su amor.
FIN