Xena se sentó estirada bajo la sombra de un manzano, descansado su espalda sobre el
grueso tronco, sus piernas cruzadas perezosamente en los tobillos, mientras pelaba la
piel de una manzana con su cuchillo de bota. Cortó la fruta en finas rebanadas,
llevándosela a los labios y masticándola con satisfacción mientras suspiraba.
Era un lindo día, tibio, pero no demasiado caliente, con una muy apacible brisa que
soplaba por la arboleda. Desde su asiento, sobre la cima de la colina. Podía ver el
valle al que la bardo llamaba casa.
Poteidaia, consideró la guerrera, debía de ser el lugar más endiabladamente aburrido del
mundo. La bardo había dicho una vez que para divertirse miraban la lana crecer sobre
las ovejas. Ahora contemplando la pequeña villa la guerrera se preguntó si acaso eso
sería cierto.
Esa fue la razón principal por la cual suplicó no acompañarla en su visita a casa, eso
y el que no quería enfrentarse a los padres de Gabrielle de nuevo, además de que la
idea de ver la lana crecer le hacia pensar que llegaría un momento en que quizá desearía
arrojarse encima de su espada para acabar con el suplicio.
Le dijo a la bardo que no la iba acompañar, si no que también se iba a su casa a ver a
su madre y se reunirían en cuatro días. No muy de acuerdo, Gabrielle aceptó y con un
suave beso en la mejilla de la guerrera, se dirigió hacia su casa. Xena simplemente
subió a la colina desde donde podría ver todo el valle, buscó un lugar bajo el manzano
y se quedó allí para estar cerca de la villa por si acaso.
Ahora, sin embargo, había llegado el momento de que la bardo regresara y Xena sabía que
debería volver al camino principal para salir a su encuentro. Lanzó el corazón de la
manzana hacia atrás, limpió la daga y lo guardó en su bota antes de levantarse.
-¿Dónde esta la mía? -dijo una voz familiar detrás de ella.
Cuando Xena se levantó y giró, se encontró con la bardo sosteniendo su cayado con una
mano y con la otra el corazón de la manzana que acababa de tirar. Xena sonrió y señaló
hacia arriba del árbol con su dedo índice, mientras arqueó su frente hacia la bardo.
-¡Vaya!, muchas gracias. Recorrí el camino con mucha dificultad hasta esta colina para
encontrarte y tú no me arrancaste una manzana a mí -le dijo Gabrielle en broma mientras
ella tiraba lejos el centro de la manzana y limpiaba sus manos.
Sin decir una sola palabra, pero sí dando un fuerte grito, Xena saltó desde el suelo
hasta el árbol, aterrizando en una rama en el centro de la copa. Acomodó sus pies con
sumo cuidado y agarró dos ramas largas, sacudiéndolas con furia y dejando caer varias
manzanas sobre la cabeza de la bardo.
Gabrielle se cubrió la cabeza con los brazos, huyendo de debajo del árbol. -¡Eres una
niña traviesa! -gritó ella recogiendo una manzana y lanzándosela a la guerrera que aún
estaba sobre el árbol. Xena atrapó sin problema el proyectil redondo con una mano y lo
llevó a su boca, dándole una gran mordida antes de lanzarse de espalda y caer en el
suelo, sonriéndole a la bardo.
-¿Me extrañaste? -rió en silencio mientras seguía masticando la manzana.
-Lo hice hasta hace unos momentos -Frotó la parte superior de su cabeza donde le había
golpeado una manzana-. Eres realmente terrible ¿lo sabes?
-¡SIP! -La guerrera tarareó adelantándose y estrechando a la rubia por la cintura -Eso
me han dicho. -Ella sostuvo la manzana ofreciéndosela a su compañera, Gabrielle le dió
un mordisco mientras Xena depositaba un suave beso en la cabeza de la bardo donde le
había golpeado la manzana-. ¿Cómo te fue por tu casa?
-Aburrido como siempre -contestó la bardo mientras tragaba-, pero estuvo bien ver a mi
madre y a Lila otra vez.
-¿Y tu padre? -La bardo sólo miro hacia arriba e hizo rodar sus ojos- Olvida la pregunta
-la guerrera sonrió abiertamente al mismo tiempo que le dio otra mordida a la manzana.
-Bueno, mi querida guerrera -Gabrielle trazó el contorno de la pechera de Xena mientras
alzaba su vista nuevamente con mirada traviesa-. ¿Cómo está tu madre?
-Umm, bien... -mintió la guerrera.
-Ah, ah. Te apuesto a que podrías ser más sincera con esa respuesta si en realidad la
hubieras ido a ver. -La bardo presionó un dedo sobre el pecho de la mujer alta para dar
énfasis a su argumento.
Xena sonrió hacia su pareja encogiéndose de hombros -Decidí finalmente que no tenía
ganas.
-¿Entonces te pasaste cuatro días sobre esa loma vigilando el pueblo?
-Sí, algo así.
-Algo así ciertamente. Eso es lo que hiciste y tú y yo lo sabemos. -Puso sus manos sobre
los hombros de su pareja, dándole un pequeño beso en el cuello.
-Nah, en realidad pasé algún tiempo explorando también. -Xena la respondió al inclinar
su cuello hacia los labios de la bardo.
-¿Encontraste algo interesante? -inquirió Gabrielle mientras su boca se quedaba
firmemente pegada al punto de pulso.
-Bueno, en realidad sí.
La bardo se retiró un poco con una mirada de asombro en su rostro. -¿Por aquí? Debes de
estar bromeando.
-No, hay una cuevita muy linda no lejos de aquí.
-¡¡¡Oh, otra cueva, yuk!!! Que me agarren entre veinte o me iré corriendo a ella. Tú
sabes como "adoro" las cuevas.
Xena se rió de la respuesta de su pareja. Era cierto que habían pasado mucho de su
tiempo en cuevas en todo el mundo conocido y la mayoría eran todas iguales, lugares
oscuros y húmedos.
-Sí, Gabrielle, lo sé, pero ésta es en realidad muy linda.
-Y supongo que me la quieres mostrar.
-Bueno, si no la quieres ver, no te voy a forzar. -Sonrió al terminar la manzana y
tirar el corazón.
-¿Por qué no me dices qué es lo que hace a esta cueva tan especial? Y de allí decidiré
si vamos.
-No. -La guerrera, sonriendo al soltar a la bardo, empezó a alejarse.
-¿Qué quieres decir con que no? -preguntó la bardo mientras veía a su pareja alejarse
de ella.
-Lo que dije, no. Tendrás que tener confianza en mí sobre eso, me dejas enseñártela o
te olvidas de ello y nos vamos. -Xena silbó a Argo.
La yegua alzó la cabeza y subió las orejas mientras masticaba su propia manzana. Otro
silbido y trotó hacia su dueña, esperando pacientemente a las dos mujeres con quienes
viajaba.
-Vale, vale. -la bardo cedió moviéndose hacia Xena-. Enséñame tu linda cuevita.
Xena montó a Argo y extendió la mano hacia la bardo. -Anda monta conmigo.
Gabrielle tomó la mano de la guerrera y fue jalada tras ella. Aseguró el cayado y
envolvió sus brazos alrededor de la cintura vestida en cuero. -Sí que te extrañé
-susurró al depositar un beso sobre el hombro bronceado.
-También yo te extrañé, mi bardo. -Xena le dio un rodillazo suave a Argo. Empezaron a
bajar la loma alejándose de Poteidaia hacia la linda cuevita de Xena.
El paseo no era largo, por lo cual la bardo se sintió eternamente agradecida. No es que
le molestara mucho. Ir reclinada contra Xena definitivamente era un gran beneficio al
montar, pero no era una de sus acciones favoritas. La guerrera desmontó de la silla y
luego ayudó a Gabrielle a bajar a tierra firme.
-No me sorprende que nadie sepa de este lugar, está bien escondido -dijo Xena al tomar
la mano de la bardo, guiándola hacia un afloramiento de piedras.
-Entonces no me sorprende que tú lo hayas encontrado -la bardo se rió al dejarse guiar-,
si quieres encontrar algo, simplemente trata de esconderlo de la Princesa Guerrera.
Xena ignoró su comentario y continúo hacia las rocas. -Está un poco apretado pero si yo
pude sé que tu podrás -advirtió al deslizarse de lado entre dos rocas jalando a la bardo con ella
La bardo se empezaba a sentir con un poco de pánico al deslizarse entre las rocas. -No
estabas bromeando -dijo mientras sus palmas resbalaban por el angosto desfiladero-.
¿Falta mucho?
-Casi llegamos.
De repente Gabrielle sintió la presión a su alrededor desaparecer y quedó parada en
medio de, y odiaba admitirlo, la cuevita más linda que jamás había visto. Por atrás
había un estanque de agua, que por el ruido del agua escurriendo era de un manantial
natural, pero lo que le asombró más fue la pared de cristales.
Una de las paredes de la cueva era de cristal sólido. Esto permitía que la luz natural
del sol se filtrara causando el efecto arco iris más espectacular que jamás había visto.
La habitación entera parecía brillar bajo la calidez propia de un lugar donde termina
un arco iris.
-Xena, esto es verdaderamente hermoso. -Giraba alrededor en pequeños círculos mientras
lo tocaba-. Oh creo que esto irá de hecho en un pergamino.
-Te lo dije -la guerrera sonrió mientras se dirigía al manantial. Se arrodilló y
sumergió su mano en él-. Hmm, muuyyyy buena. -Se volvió hacia la bardo y sonrió-. Está...
ah... aparentemente alimentado por un manantial cálido.
-Oh, que conveniente -Gabrielle se río para sí misma al notar el campamento que había
sido montado allí. Una gruesa cama de pieles estaba preparada contra la pared de cristal
y otras provisiones acomodadas con precisión alrededor de la cueva-. ¿Planeando pasar
algún tiempo aquí? -la bardo sonrió irónicamente mientras caminaba hacia la pileta,
arrodillándose y probando el agua por sí misma.
-Bueno, de hecho -la guerrera se inclinó, poniendo un suave beso sobre los labios de la
bardo-, sí. Pensé que tal vez un par de días aquí podrían ser buenos.
-Oh, lo hiciste, ¿no? -insinuó la bardo mientras pasaba la lengua sobre los labios
saboreando el beso-. ¿Y qué te hace pensar que quiero pasar un par de días en esta
cueva contigo?
-Sólo lo presentí. Han sido cuatro días Gabrielle. -Levantó una de sus oscuras cejas
mientras sonreía ampliamente.
-Ooooh, ¿todo por cuatro días guerrera? ¿Cuál es el problema? No tienes ningún control
sobre ti misma -salpicó un poco de agua en la orilla del suelo de roca cerca de su
pareja.
-No empieces bardo -le advirtió Xena con una sonrisa.
-¿Empezar qué? -preguntó inocentemente mientras salpica un poco más de agua fuera de la
pileta.
-Estás en serios problemas. La guerrera arremetió, aferrando a la bardo de la cintura y
enviándolas a ambas dentro del agua.
Para sorpresa de Gabrielle el agua estaba extremadamente tibia y no muy profunda. Su
pie golpeó el fondo. Se paró para encontrar que el agua sólo llegaba a su antebrazo.
Echó su cabello hacia atrás y miró como Xena emergía junto a ella.
-No puedo creer que hicieras eso -chilló mientras la guerrera la atraía a sus brazos.
-Te lo advertí. -Xena bajó la cabeza sorprendiendo a la bardo con un beso que fue ideado
para dejarla sin respiración y deseando más.
Gabrielle se echó hacia atrás y sonrío. -Sí, sí que lo hiciste.
-Humm, ¿Gabrielle?
-¿Sí?
-Ayúdame a quitarme la armadura. Estoy sintiéndome realmente pesada aquí. -Comenzó a
quitarse sus brazaletes y las bandas de los brazos mientras la bardo hacía lo propio
con las hebillas y el peto. Con un poco de esfuerzo quitaron toda la armadura y
finalmente los protectores de las piernas y las botas, las cuales fueron arrojadas al
borde de la pileta con un pequeño empujón. La guerrera se puso de espaldas a Gabrielle
ofreciéndole los lazos de sus cueros-. ¿Te importaría?
-Para nada. -La bardo deslizó sus dedos bajo las tiras de cuero, suavemente deshaciendo
los lazos, después comenzó a quitar las bandas de los bronceados hombros, cubriéndolos
con suaves besos mientras dejaba caer los cueros por el cuerpo de la guerrera.
-Hmm, eso está muy bien -Xena suspiró con satisfacción inclinándose sobre la bardo.
El traje de batalla pronto encontró su camino al borde de la pileta con un gran esfuerzo
por parte de la bardo. -Tú sabes que esas cosas realmente pesan cuando están mojadas.
Xena giró y miró directo a los ojos de su pareja. -¿No?¿En serio? No digas -sonrío con
suficiencia mientras desataba el top que actualmente cubría a su bardo-. Deberías
intentar usarlas cuando están así.
-No gracias, paso. -Gabrielle sintió el top deslizarse desde sus hombros mientras Xena
presionaba sus cuerpos juntos y comenzaba a trabajar con el cinturón de su falda. Con
un sonido sordo las ropas de la bardo pronto acompañaron a las de la guerrera en el
borde. -Ah, ¿Xena?
-¿Hmm? -Xena estaba demasiado ocupada explorando un cuello bien formado con su boca como
para prestarle mucha atención a las palabras de la bardo.
-Mis botas...
Xena alzó la vista, gruñendo. -Ya regreso -dijo antes de desaparecer bajo el agua.
Gabrielle podía sentir el suave cosquilleo de la mano de Xena, asegurándose en el fondo,
sosteniéndose de una firme pantorrilla, mientras con la otra mano desataba los cordones
de la bota de cuero. La bardo sintió como extraía la bota del pie, luego la guerrera
emergió a la superficie.
-¿Está mejor? -preguntó la guerrera mientras su boca nuevamente fue al encuentro del
cuello que tanto le gustaba.
-Muchas gracias. ¿Xena?
Xena devolvió la mirada a la bardo con un gesto de burla. -¿Queeeeé?
-¿Dónde están mis botas?
-En el fondo. Las recuperaré luego.
-¿En el fondo? Xena, ¿por qué dejaste mis botas en el fondo?
-Qué importa, Gabrielle, si ya están mojadas.
-Es verdad -reconoció la bardo, mientras rodeaba con sus brazos la fuerte espalda y
ladeaba su cabeza un poco hacia el lado, permitiéndole a la guerrera más espacio para
explorar, para alegría de su corazón-. Humm, delicioso -suspiró mientras una lengua
caliente recorría de arriba abajo su cuello. Sus propias manos comenzaron a moverse
sobre el potente y firme cuerpo de su amante, mientras Xena continuaba su acometida
sobre el cuello y los hombros. Gabrielle sintió como la pasión crecía en su cuerpo-. Sí...
cuatro días.... eso es demasiado -murmuró mientras Xena comenzaba a descender
lentamente dentro del agua, besando cada milímetro de piel que encontraba-. Más abajo.
-gemía la bardo.
Xena no pudo reprimir una fuerte carcajada, rompiendo la intensidad del momento. La
bardo la izó amarrándola por el cabello, mirándola enojada. -Me ahogaré -dijo Xena con
sarcasmo.
-¡Oooh! ¡Tú! -Gabrielle dio un manotazo al agua, enviándola derechita a la cara de su
amante.
La guerrera se rió y rodeó con sus brazos a la bardo, levantándola del agua para
sentarla en el borde de la pileta, con sus pies colgando en el agua.
-Ahora... -Xena separó las piernas de la bardo, deslizándose entre ellas para colocar
un suave beso sobre un firme muslo- ... sin embargo, estoy segura... -la besó un poco
más arriba-. Ahora estaré bien -colocó sus manos en el trasero de la bardo y la atrajo
suavemente hacia ella.
Gabrielle deslizó sus dedos entre los oscuros cabellos de Xena, acariciando su cabeza a
la vez que la guerrera comenzaba una lenta y tortuosa exploración entre sus piernas.
-Xena, por favor.
-¿Por favor, qué? -La guerrera bromeó mientras succionaba suavemente la parte interior
del muslo.
-Voy a ahogarte, si no llegas al punto.
-Humm, mi pequeña bardo está algo caliente, ¿eh?
-Como un unicornio -empujó la oscura cabeza, acercándola a su centro-. ¿Dime, no te has
dado cuenta todavía? Vamos, dime.
Xena sonrió mientras hacía una profunda inspiración como si fuera la última. Eso era
suficiente. La guerrera se rindió y comenzó a darle a la bardo lo que deseaba. Su boca
se dirigió al centro de la bardo. Sus labios apenas habían rozado los finos vellos pero
produjeron otro gemido de la bardo. Lentamente extendió su lengua deslizándola en las
profundidades de su joven amante, con firmes y decididas intenciones.
La bardo apretó sus manos sobre el negro cabello mientras su espalda se arqueaba y su
cabeza caía hacia atrás. -Dioses, ¡siiiiiiiiii!
La guerrera envolvió sus brazos alrededor de los muslos de la bardo, mientras se
empujaba más adentro de su joven amante. Sus propios gemidos de satisfacción estallaban
regularmente, mientras devoraba todo lo que Gabrielle podía darle. Podía sentir cómo su
deseo iba creciendo, mientras el sonido de los gemidos de la bardo junto a la sensación
de las manos en su cabello, le hacían estar mas decidida a lograr la satisfacción de la
bardo.
Gabrielle cerró los ojos moviendo sus caderas más lentamente para prolongar el momento.
Mordió sus labios durante un largo gemido. -Oh Xena... por los dioses... oooh... yo...
-todo pensamiento coherente se perdió cuando las palabras de la bardo se estrellaron
contra un brillante relámpago de luz. Se sujetó fuertemente mientras se inclinaba hacia
delante, sobre la cabeza de Xena cuando sintió una segunda ola de placer. Una ola que
deseaba disfrutar el mayor tiempo posible-. Oooh sí, sí, tú... -boqueaba al pasar la
segunda ola, cayendo hacia atrás, descansando sobre las palmas de sus manos-. Tú eres
buenísima, ohh, sí -miró hacia abajo, a la guerrera, que aparecía sonriendo burlonamente.
La bardo levantó una mano temblorosa, pasando sus dedos por las oscuras y húmedos
flequillos-. ¿Realmente sabes lo que me gusta, verdad?
Xena colocó sus manos al otro lado de las piernas de la bardo, y se impulsó fuera del
agua. Sostenía su peso sobre sus brazos, mientras se inclinaba a besar a la rubia.
-Lo intento.
-Pues lo has logrado, chica, vaya que si lo has logrado.
Lentamente, la bardo se fue dejando caer de espaldas mientras la guerrera terminaba de
salir del agua, cubriendo su cuerpo. La besó profundamente, Gabrielle disfrutaba cada
delicioso momento, podía saborear su propia esencia en los labios y la lengua de Xena.
Acariciaba la espalda de Xena mientras gemían cada una en los labios de la otra.
La inquisitiva lengua de la guerrera se volvía más insistente a medida que el fuego en
su propio cuerpo comenzaba a arder fuera de control.
-Gabrielle, por favor, te necesito -susurró en el oído de la bardo cuando el beso
terminó-. Necesito sentirte tocándome, amándome...
Xena no suplicaba a menudo y cuando lo hacía, lo reservaba para momentos como ese.
-Vamos a la cama, mi guerrera, y te amaré como nunca antes lo has sido.
Antes de darse cuenta, Gabrielle se encontró en los brazos de Xena y atravesando
bastante rápidamente el piso de la cueva. La bardo sonrió mientras deslizaba un dedo
por las clavículas de su amante. Sintió la piel contra su trasero desnudo cuando fue
depositada sobre el lecho. Xena se mantuvo suspendida sobre ella sosteniéndose con sus
brazos.
-Dime qué quieres, mi amor. ¿Cómo puedo complacer hoy a mi guerrera? -sonrió mientras
envolvía el cuello de la guerrera con sus brazos y la atraía hacia sí-. Dímelo Xena...
-Ohh... Gabrielle... -Pequeñas y fuertes manos vagabundeaban por su cuerpo, frotando,
masajeando y acariciando-. Dioses Gabrielle...
Sus bocas se encontraron en otro beso cálido y húmedo. Sus lenguas se movían graciosa y
rápidamente una contra otra, aunando dos cuerpos en un alma.
-Te amo, Gabrielle... -susurró mientras sus cuerpos se entremezclaban.
La bardo miraba el rostro de Xena en ese momento de pasión. El efecto de arcoiris de la
cueva caía como una cascada sobre sus facciones. La luz bailada en sus ojos reflejando
el azul, haciendo parecer que cambiaban de color.
-Tan hermosa... -murmuró Gabrielle mientras las puntas de sus dedos recorrían los fuertes
pómulos, bajando hacia la firme mandíbula-. Muy hermosa.
La atrajo hacia otro beso mientras sus manos comenzaban otro lento flirteo bajando por
el cuerpo musculoso de su amante.
-Te deseo Xena -dijo con la voz enronquecida haciendo girar a la guerrera y colocando
su cuerpo encima de su forma resbaladiza.
Sabía que la humedad que sentía recubriendo ese cuerpo fuerte era una combinación del
agua de la piscina y la humedad natural que Xena exudaba cada vez que hacían el amor.
La rubia amaba mirar las perlas de humedad que aparecían en la frente de su amante. No
entendía por qué ocurría, todo lo que sabía era que le encantaba. Siempre se aseguraría
de tomarse el tiempo para depositar pequeños y suaves besos detrás de la oreja de Xena.
La guerrera gimió ante el beso y la bardo amó el sabor salado que atrapó en sus labios
y lengua.
-Te amo guerrera...
-Ohhh... por favor... -la súplica se desprendió de labios secos por respirar fuerte por
la boca mientras su cabeza caía hacia atrás y sus ojos se cerraban-. Por favor...
Gabrielle no podía negar a su amante el placer que quería por más tiempo. Deslizó su
mano hacia abajo, sobre un estómago firme y tenso hacia el oscuro parche de suave vello.
Fuertes piernas, débiles por la anticipación, se separaron lentamente para permitir el
suave toque de la bardo. Lentamente deslizó sus dedos en la calidez que sabía que la
esperaba. Xena se arqueó ante el toque y un fuerte quejido escapó de lo profundo de su
pecho.
La mano de Xena se apoyó en la espalda de la bardo, masajeando los sólidos músculos y
frotando gentilmente hacia arriba y abajo mientras su otra mano aferraba la cama. La
bardo se inclinó sobre ella, dejando que su boca jugueteara pasando de un húmedo y
excitado pezón al otro.
-Gab... ri... elle...
La bardo continuó manipulando a su amante, causando que el cuerpo de la guerrera se
moviera debajo de ella.
-Mmm... sí princesa... amo cuando haces eso. Amo cuando te controlo.
-Sííí... oh sí... tuya... toda... tuya... -Xena sentía que el toque maestro de su joven
amante la empujaba hacia el precipicio. Cuando la bardo entró en sus profundidades todo
terminó rápidamente.
-¡Dioses! -aferró el lecho y cerró su mano contra la espalda de la bardo mientras su
cuerpo se sacudía y luego estallaba con la intensidad de su clímax. Mantuvo a la bardo
encima de ella hasta que dejó de estremecerse. Envolvió a Gabrielle con sus brazos y la
mantuvo cerca mientras recuperaba el aliento.
La bardo yacía quieta, con la cabeza apoyada sobre el pecho de la guerrera, escuchando
el rápido y fuerte latido de su corazón.
-Mmm... es agradable -besó a su amante suavemente en el pecho.
-Sí -sonrió la guerrera mientras recorría con sus manos el cuerpo de la joven-. Sí lo
fue.
Gabrielle levantó la vista y sonrió ampliamente.
-No, no estoy hablando de eso. Estoy hablando del sonido de tu corazón latiendo.
-¿Te gusta, sí? -la guerrera besó una frente igualmente mojada.
-Oh sí -volvió a ubicar su oído en la posición en que estaba- Me hace sentir amada y
protegida.
-Me alegra escucharlo, porque sabes que lo eres, ¿verdad?
-Oh sí, no tengo ninguna duda.
-Bien -la guerrera se movió lentamente, girando al lado de la bardo y después
acomodándose cerca de ella, manteniéndola contra su cuerpo.
Ambas cayeron en un profundo y pacífico sueño, beatíficamente felices y sanas y salvas
en la pequeña y prístina cueva.
Fin