Disclaimers: No, me temo que esta vez no tengo perdón. No son mías, son "suyas" (ya sabéis, de los de Allí Arriba). Espero que, a parte de disfrutarlas, alguna vez perdonéis las desfachateces de mi imaginación, jeje!
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CROAC - CROAC

Lane

-¿¡Qué!?

Gabrielle se quedó paralizada momentáneamente, incapaz de dar un paso más. Xena, repentinamente silenciosa, siguió sobre Argo avanzando por el camino de arena hacia Amphípolis.

-Pe... -la bardo sacudió la cabeza recuperando el sentido y echando a correr para alcanzar a la cabizbaja de la guerrera.- ¡Pero Xena, eso es... es...!

-Patético, ya lo sé. Y si se te ocurre abrir la boca y largarlo por ahí... -una vez más, Xena desvió la mirada-... te juro que te vas a tragar mi puño -murmuró en un hilillo de voz, al fin.

Gabrielle sofocó una risilla, totalmente anonadada por esta nueva faceta que acababa de conocer de Xena. Maravillada porque la guerrera, la estoica y sarcástica guerrera, le hubiera confesado, aun sin querer, tan revelador hecho de su adolescencia.

-¿Y se lo entregaste? -preguntó entusiasmada la bardo.- Oh, Xena, ¿crees que Cyrene aun lo guardará por...?

-Ni lo sueñes -fue el gruñido que la interrumpió.

Esta vez sí que Xena estampó su mirada gélida contra las divertidas pupilas esmeralda. Pero Gabrielle ignoró la amenaza latente en esos océanos gemelos y sonrió con candor.

-Oh, Xena, venga... -suplicó dando un saltito y palmeando la rodilla de su amiga.- Me gustaría tanto poder leerlo.

-Pues te quedas con las ganas -refunfuñó mordaz.

-Pues sí que debería gustarte, ¿no?

-Calla.

-Supongo que si lo tiene Cyrene es porque no se lo entregaste -reflexionó- ¿Te dio corte?

Xena suspiró interiormente, agarrando con desaplomo las riendas y mirando minuciosamente cualquier cosa del paisaje antes que a una bardo muy, pero que muy, cotilla revoloteando bajo sus pies.

-Que te calles... -murmuró una vez más.

-¡Vaya! No puedo imaginarme a una Xena vergonzosa. ¡Oh, cómo me hubiera gustado verlo!

Gabrielle, perdida con una sonrisa de oreja a oreja en sus ensoñaciones, volvió a retrasarse. Xena resopló cuando la oyó correr de nuevo a su encuentro, sintiéndose condenada a la labia de la bardo irremediablemente ya.

-Oye Xena, ¿cómo era? -preguntó Gabrielle volviendo a palmear con exageración la rodilla de Xena, muy dispuesta a que le prestara atención.

-¿Cómo era el quéeeee?

-El chico.

Otro suspiro por parte de la guerrera y un meneo de cabeza abatido después.

-Un palurdo -respondió secamente.

-Ya, bueno -Gabrielle se llevó una mano a la barbilla pensativa.- Pero un palurdo que te gustó lo suficiente como para...

-Que te calles ya, Gabrielle.

-¿Alto? -siguió reflexionando la bardo para sí misma.- Sí, seguro que era alto, siempre te ha gustado mirar de frente cuando seduces.

Un rodamiento de ojos fastidiado. Xena se dejó caer en el lomo de Argo, repentinamente sin fuerzas ni para sujetar las riendas del animal, dejándose muerta sobre él.

-Y seguro que era moreno... Un chico de esos bien fornidos con el que hubieras podido entrenar, ¿a qué sí, a qué sí Xena?

Xena sonrió interiormente echando un vistazo bien largo a Gabrielle, pensando en como se vería de morena y con unos centímetros de más.

<Uhm... nah>.

Arrugó la nariz, alargó una mano y examinó detenidamente una de las orejas de Gabrielle, hasta que metió un dedo y la bardo dio un saltito para apartarse de la despiadada intromisión.

-¡Ay! ¿¡Pero qué haces!?

Xena encojió un hombro, a punto de dormirse.

- Miraba a ver si tenías gusanos o algo. Llevo media marca de vela diciéndote que te calles, ¿no lo has notado, bardo?

-Nada -refunfuñó la bardo frotándose la oreja, mirando ceñuda a la guerrera.- No respondes porque sabes que estoy dando en el clavo.

-ERES un clavo... en la pezuña de Argo, como mi recién grano en el...

-... culo, sí, ya, ya... -la interrumpió.- Lo que tu quieras, pero sigues sin responder -Gabrielle volvió a sus especulaciones.- O sea que era un buen mozalbete, ¿eh? Bueno, no me extraña, en amores no eres muy original, ¿lo sabías? -un palmeó más de rodilla.- Siempre morenos, musculmans y... uhm... ¡Oh, por supuesto! ¡Y maaaaalos! -Gabrielle miró con picardía el rostro de la guerrera recostada aun en la parte baja del cuello de Argo como si acabara de salir de la peor de las batallas.- Te gustan los chicos malos, ¿eh guerrera?

Xena no hizo el menor intento para borrar la indiferencia de su faz y, en su lugar, siguió estudiando con la mirada perdida la oreja cercana de Gabrielle.

-Creo que había un otorrino en Amphípolis... -se dijo más por sí misma.- En cuanto lleguemos te planto para que te las examinen.

-¡No disimules! -se indignó la bardo.- ¡Si tu misma me lo confesaste cuando te pillaste de Marco Antonio!

Xena se enderezó súbitamente, rigiendo su cuerpo como un mástil de barco. Agarró de nuevo las riendas y azuzó a Argo levemente, mirando hacia el frente con decisión.

-No... me... pillé... ¿vale? -bramó.

-Eso no te lo crees ni tu misma -Gabrielle corrió una vez más para volver a alcanzar a la recién ofendida guerrera.- Vamos, si hasta lloraste cuando tuviste que mata...

-¡Gabrielle, eres un verdadero incordio! -estalló la guerrera, más que en un grito, en un aullido de sufrimiento.- ¿Te quieres callar ya? NO me pillé de Marco Antonio, y punto, asunto zanjado.

Gabrielle bajó la mirada al camino ceñuda y meneando la cabeza en desaprobación. No tardó en romper el silencio que las envolvió, desquiciando por centésima vez a la guerrera.

-Cabezota... -murmuró.

-¿Perdona?

-Perdonada.

-¡¡Uhmmmfff!! -resopló la guerrera exasperada con la bardo.

-Y Ares... y Draco... y... -siguió con su recuento Gabrielle.

-Te has propuesto hacerme estallar la cabeza, es eso, ¿verdad? -la acusó.- Bien, pues que sepas que estás a un paso para lograrlo... O mejor dicho, a una tontería más que salga de esa boca de cotorra que tienes.

-¿Por qué te cuesta tanto de reconocer?

-¿Por qué Hades te cuesta tanto callar?

Gabrielle volvió a mirar el camino enfurruñada cual niña pequeña.

-Vale, como quieras... -aminoró la marcha dejando avanzar a la guerrera- Me callo.

-¡Gracias a los Dioses, mis plegarias fueron escuchadas! -agradeció con los brazos hacia el cielo la guerrera.

-Muy graciosa...

-¿A qué sí? -la miró desde delante con una sonrisa de triunfo.

Entonces fue la bardo a quien se le escapó un resoplido.

*****

Ya bien entrada la noche, con el campamento montado, las alforjas azuzadas y la hoguera bien alimentada, dos figuras yacían aparentemente relajadas en la inmensidad de la oscuridad.

- Xena...

- ¿Queee...?

- ¿Duermes...?

Francamente, fue inevitable para la guerrera un rodamiento de ojos.

- Profundamente, ¿no lo ves?

La bardo se recostó de lado y observó la espalda de su amiga, pasando por alto el comentario, inmune ya a los sarcasmos de la guerrera. Achicó los ojos.

- ¿Y qué más cosas has hecho por amor?

La guerrera gimió interiormente. "¿¡Por qué a mí!?"

- Gabrielle...

- ¡Oh, vamos, Xena! Es que me ha sorprendido mucho, no todos los días me confiesas cosas de esas...

- Duérmete.

- Por favor...

La guerrera estiró las mantas y se tapó la cabeza, quizás lidiando su peor batalla. Una contra la terca de Gabrielle y su perseverancia. La bardo sonrió, se acercó un poco más con un caderazo certero y toqueteó la espalda rígida de la guerrera, forcejeando con sus mantas.

- ¡Vaaa...! -rogó cual niña caprichosa.- ¿Por favoooor?

La guerrera, visiblemente alterada, apartó de un manotazo las mantas y se sentó en su alforja, mirando la figura oscura que sabía era incordiosa de su bardo.

- ¿Si te dejo leer esa maldita cosa, me dejarás en paz?

Y, entonces, la sonrisa de Gabrielle resplandeció aun más que la propia luna.

*****

Con un palo, una guerrera muy alta y muy morena, fangoseaba con la tierra húmeda de la vera de un río. Miró de soslayo las puertas que adentraban a su ciudad natal y, por millonésima vez en lo que iba de día, bajó la mirada al palo y siguió haciendo dibujitos indefinidos.

- ¿Pero qué he hecho...? -suspiró.

*****

" CROAC, CROAC

Tengo una rana que no para de decir "CROAC"
Me están entrando ganas de echarle sal
Para que reviente y me deje de una vez en paz.

La tengo en el pecho y no deja de incordiar.
CROAC, CROAC...
Dadme un vaso de sal que la quiero matar.
CROAC, CROAC...

¿¡Te quieres callar!? -le grito.
Pero ella sigue con su
CROAC, CROAC...
¡Te voy a machacar! -le chillo.
Pero ella redobla su
CROAC, CROAC...

Y todo por conocerte.
Que con tu sonrisa se me enloqueció la rana.
CROAC, CROAC...
Y también al acercarte
Que la rana gritaba con más ganas
¡CROAC, CROAC!
Y esa vez que me besaste
Que la rana en mi pecho empezó a rebotar
¡¡CROAC, CROAC!!

He decidido dejar de aguantar
Y, mal me pese, te debo confesar
Que yo, Xena, la rana no puedo acallar.
Más que nada porque me niego a abrirme el pecho en canal
Y sacarme yo misma esta estúpida rana y su croar.

Así que te propongo dos opciones para recuperar mi bienestar:
O a mi posada te dejas de acercar
O yo misma me voy a encargar
De tu gaznate de aquí alejar.
Y te aseguro que la forma no te va a gustar.

X. "

Gabrielle parpadeó incrédula releyendo el "poema" varias veces para tratar de asimilar su contenido. Al fin, levantó la mirada, lentamente, para encontrarse con la expectante de Cyrene. Un extraño silencio cayó entre las dos mujeres, sentadas en una de las mesas de la taberna de la madre de Xena. Gabrielle movió los dedos por el trozo de papel redoblado y amarillento por los años.

- Pero qué romántico...

- Sí, lo sé, lo sé... -murmuró Cyrene, cabeceando con los ojos cerrados.

- ¿Y qué fue de...?

- Que dejó de croar.

A Gabrielle se le dilataron aun más los ojos y soltó el poema como si de repente le quemara en las manos.

- ¡Por Afrodita! -gimió.

E, inmediatamente, se le contrajo el estómago y se le llenó la garganta de una carcajada tan profunda como la que soltó Cyrene. Cuando se recuperaron, ambas mujeres se miraron a los ojos, sonriendo cómplices.

- ¿Cyrene...? -murmuró indecisa la bardo.

- ¿Gabrielle...?

- ¿Tu crees qué...?

- Yo creo, querida Gabrielle, que no -la interrumpió sentenciosa Cyrene, ampliando su sonrisa.- Que no le gustan altas y morenas...

*****

Al final, Xena descubrió que los dibujos que el palo parecía haber estado dibujando eran una hermosa, frondosa, numerosa y muy formosa familia de anfibios.

Unos anfibios muy sospechosos...

- Croac...

Cerró los ojos con resignación cuando el susurro burlón inundó su oído izquierdo. El palo se quedó muerto, aunque los anfibios, curiosamente, no dejaron de croar.

"Ahí va".

- Adelante, puedes hacerlo -musitó encogiéndose de hombros, aparentemente despreocupada.- Puedes burlarte todo lo que quieras.

- Croac, croac... -respondió la bardo, con una leve risilla, pegándose inusualmente a la espalda de la guerrera gacha, deslizando sus brazos por su cuello y recostando por completo su cuerpo sobre el de ella.

- ¡Oh, vamos! -se quejó la guerrera, sorprendida sin embargo por el repentino acercamiento.- Sólo era una maldita cría, ¿¡Qué quieres!?

La bardo olisqueó el largo y perfumado cabello de la guerrera y sonrió sobre los tiernos pliegues de su oído, rozándolos con morosidad dulzona.

- Tu croar... -susurró, risueña, la melosa sentencia.

Y tras un momento de estupor, otro de catarsis y uno casi de epilepsia emocional, una Xena muy sonriente hizo lo único que podía hacer.

- Croac, croac...

FIN


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