Site hosted by Angelfire.com: Build your free website today!
BITACORA EXTRAVIADA / Bernardo Rafael Alvarez
Sunday, 4 December 2011
DENEGRILDEBRANDT: LA COSA ESTÁ QUE QUEMA.!
En realidad, yo no me explico de dónde pudo haber sacado don Marco Aurelio aquello  de que la expresión “cuando las papas queman” tiene que ver con la llamada “papa sexual”? No es así. La alusión metafórica que aparece en esta frase popular tiene relación con el tubérculo que, al estar caliente, resulta difícil de ser sostenido por las manos; y cuando decimos “las papas queman” estamos refiréndonos precisamente a situaciones insostenibles, díficiles, de las que quisiéramos liberarnos o con las que preferiríamos no hacer contacto, con las que no nos sentimos capaces de involucrarnos.

En cambio, si la “papa sexual” estuviera caliente, tal circunstancia sería, más bien, cuando nos gustaría acercarnos; porque eso no es intolerable, sino todo lo contrario: es lo que buscamos, lo que nos atrae a los varones.

Este debate (Denegri/Hildebrandt), como se recuerda, no es reciente; viene desde junio del año pasado, cuando la doctora Martha Hildebrandt publicó en El Comercio una nota en la que habla acerca de la expresión “papa caliente” y dice, al respecto, que se trata, “sin duda alguna de una traducción literal de la más antigua expresión inglesa hot potato.” Tras esto, Denegri, en su programa de la televisión, habló con Marcela Robles y en un momento de la entrevista hizo el comentario en los términos que conocemos. Dijo que la expresión “papa caliente” no proviene de la alusión al tubérculo andino sino de la que popularmente se hace al órgano sexual femenino.

Como se advierte, hasta ese momento la discusión giraba en torno a la expresión “papa caliente”. Ahí está el asunto, pues. No se trataba exactamente, en el razonamiento de don Marco Aurelio, de la expresión “las papas queman”, sino de “papa caliente”.

Y, efectivamente, podría ser razonable lo que dice al respecto: papa caliente es igual a vulva de una mujer infectada con una enfermedad venérea que podría dar lugar a que contagie a alguien, es decir, que “queme” a la persona que pudiera tener contacto con ella.

Pero lo cierto es que cuando alguien -en el uso popular- hace referencia a que una mujer tiene la “papa caliente” no alude a ninguna infección venérea, sino a la “calentura” de la fémina ardiente, deseosa de tener un encuentro sexual (y, si nos vamos al extremo, ninfómana): fulana de tal tiene la “papa caliente” (lo contrario a mujer frígida).

El problema aparece cuando Denegri traslada, ahora sí, el comentario respecto de “papa caliente” a la expresión popular -que es completamente distinta- “cuando las papas queman” (“papa caliente” y “cuando las papas queman” son -no solo textualmente, sino por razón de uso- diferentes). Atendiendo a la explicación que da (aludiendo a enfermedad venérea), nadie, hasta donde entiendo, se alejaría de “las papas (vulvas) calientes” (así, en plural), puesto que la probable relación contagiosa (la que “quema”) se daría con una sola “papa caliente” y no con varias. ¿O es que cuando, por ejemplo, una persona va a un burdel lo hace para “encamarse” (obviamente, sin protección) al mismo tiempo con varias mujeres, eventualmente sifilíticas? No, pues. Se alejaría de una “papa caliente”, de una sola. Pero, en cambio, cuando se habla de “las papas (tubérculo) que queman” aquí sí es legítimo hablar en plural, porque puede, en un plato o en una olla, haber no una sino varias papas calientes y podemos coger más de una y, así, quemarnos las manos; y si esto ocurre, al toque las soltamos. Es decir: se da una situación insostenible.

“Cuando las papas queman” es, pues, la metáfora de una situación con la que no quisiéramos involucrarnos o de la que quisiérmas liberarnos, “zafarnos”, porque “quema” como patatas recién sancochadas.

El hecho de que Juan Álvarez Vita haya considerado en su Diccionario de Peruanismos, para la frase “cuando las papas queman”, una explicación similar a la que Denegri defiende, no es prueba de que lo dicho sea verdad; tampoco lo es el que algunas personas “que pintan canas” se rían de la definición de la señora Hildebrandt. ¿O es que para encontrar explicaciones a frases populares cuyo origen es estríctamente anónimo, hay que documentarse con ese tipo de “pruebas”? No, pues. En estos casos, el camino es “menos académico”: funciona más eficazmente la interpretación y el sentido común.

Hay mucha gente que ha celebrado la posición del señor Denegri. Me parece muy bien. Lo malo es que eso se da -según parece- no solo por la simpatía que él genera en los televidentes, sino por lo antipática que resulta, en gran medida, la doctora Hildebrandt, entre otras cosas, por su confeso y convicto fujimorismo. Esto, obviamente, le quita seriedad a las cosas. Denegri me parece admirable, sinceramente lo digo. Pero creo que no todo lo que dice puede ser admitido como una verdad absoluta. Por ello es que, con todo respeto, me permito exponer mis opiniones discrepantes.


Posted by al4/alvarezbr at 10:13 PM EST
Post Comment | Permalink | Share This Post
Wednesday, 30 November 2011
Dos cuentos de Carlos "Coco" Meneses, desde mallorca.
  

                                    MAXIMILIANO EL AVENTURERO

                    

     Me lo presentaron en una de esas reuniones en casa de amigos a la que va llegando gente sin continencia, y vas hablando con uno y con otro a veces sin saber quiénes son. Sí, me dijo, estuve en México durante dos años, ha sido una buena experiencia. Después supe por otros que bastantes años atrás había intentado dar la vuelta al mundo, naturalmente, sin fijarse el plazo de 80 días. La información venía precedida de un calificativo. Es un aventurero. Miraba detenidamente a Maximiliano, un hombre de por lo menos una generación anterior a la mía, de aspecto grave, muy poco dado a las bromas, escaso de sonrisas, eso lo noté  en el tiempo que duró la fiesta. Creo que fue el dueño de casa quien incrementó los datos para completar la imagen de mi nuevo amigo. Quiso ser  director de cine pero  por ahí tiene cerrado el camino. Aunque al salir de la fiesta pensaba que tenía la biografía completa de ese hombre alto y fuerte que se reía poco o casi nada, sería más adelante cuando en realidad conocería su vida y gozaría de su amistad.

 

    No hubo que esperar a ninguna otra reunión en casa de amigos para que nos volviéramos a encontrar. Como pasa siempre, seguro que nos habíamos cruzado en el camino cientos de veces pero al no conocernos no dejaba huella en ninguno de los dos la fisonomía del otro. Trabajo en cinematografía, me dijo una mañana tomando algo en un bar. Te está faroleando, me comentó sonriente Lucho, no es cineasta sino dueño de dos salas de cine en barrios de medio pelo. Era cierto. Yo aun no era novio de Sonia y mi relación con Emma se había deteriorado al extremo de que nos veíamos muy de tarde en tarde, y como dos buenos amigos hacíamos un repaso de todo lo que habíamos vivido en una semana o dos. Sí, tengo referencias de ese señor, según dicen ha hecho de todo y nada le ha salido derecho. Me quedé estupefacto, ignoraba que lo conociera. Lo dijo con tal seguridad que no daba opción a réplica.

 

   Me resultaba complicado ir reuniendo piezas  una a una para formar el total de su personalidad y su historia. Y me parecía curioso que tanta gente conocida  pudiera darme noticia, aunque fuera muy breve y algo dudosa, de la misma persona. Su conversación solía centrarse en esos tiempos sobre México, a veces como un rayo bajaba en diagonal del norte hasta el sur y se situaba en Buenos Aires. Fui ayudante de dirección de Torres Nilson, me contó satisfecho. Antes me había dicho que se enorgullecía de su amistad con Cantinflas. Pero había una muralla que no daba acceso hacia su profundo pasado. El viaje alrededor del mundo, la visita frustrada al Papa, sus amores con una actriz francesa y su intención – nunca pude saber si transpuso el portal de la intención -, de combatir en una guerra del lejano Oriente, todo eso y algunas cosas más quedaban como guardadas en inviolable caja fuerte.

 

    Pérez Alcayaga , el amigo en cuya casa conocí a Maximiliano, aseguraba que sí había entrado en combate y que tenía las huellas de una  herida de bala en un hombro. No sé cuánto tiempo estaría como mercenario, me contó,  pero lo retiraron del frente porque cayó herido, más no sé, es muy enigmático. No me atrevía a hacerle la pregunta a boca de jarro. Daba rodeos a ver si él se animaba a contar todo ese atractivo pasado. Dicen que no es cierto lo de Corea, me dijo Lucho que frecuentaba variedad de gente y entre ellos algunos que conocían algo de Maxi. Se asegura que es muy fantasioso y se quiere construir una vida que no le corresponde. Me interesó mucho, pensé que aunque todo ese rico pasado de aventurero fuera falso, puro invento, revelaba una personalidad muy especial que no coincidía con el aspecto de hombre pausado, ecuánime, de esos que meditan tres y cuatro veces las respuestas que tienen que dar. En esos tiempos Maxi apenas debería sobrepasar los cuarenta años.

 

    Nunca vislumbré  que llegaríamos a ser tan amigos. Al extremo de que me tratara como a su hermano menor  y me contara no sólo sus cuitas sino también parte de ese pasado tan escondido. Cuando decidió casarse lo supe por él mismo. La descripción de la novia me la hizo en un bar una noche que ambos no nos soportábamos en soledad y necesitábamos comunicarnos con gente que nos entendiera. Es una mujer  muy interesante, se llama Bertha, se dedica a traducir del inglés al castellano, te la presentaré. No pasaron ni cinco días y ya conocía a Bertha. Me cayó bien desde el principio. muy alegre, muy conversadora, rompía las murallas de prejuicios e intolerancias,. Resultaba avasallante su forma de comunicarse, pero no solía decir tonterías y era bastante coherente.

 

    Han pasado más de diez años desde que conocí a Maxi, de aquellos encuentros fortuitos o buscados, esos sondeos que preceden a la verdadera amistad. Ahora puedo hablarle de cualquier momento de su ayer sin llegar a perturbarlo pero me doy cuenta de que es mejor  no excederse. El siempre que cuenta algo de su pasado de película, lo hace en muy breves dosis. No te puedes imaginar cómo era Saigon en esos tiempos, la sangre, el arrojo de la gente, el fuego, la muerte persiguiéndonos a todos.. Callaba, parecía que ya no diría nada más de su gran aventura y de pronto añadía alguna cosa nueva. Europa es un enorme museo con una fábrica continua de modernas emociones. Después nada más. Olvidarse del pasado y platicar sobre los problemas del momento.

 

    Emma con la que me encontraba en un café que estaba en el camino de ambos, consideró que si era verdad todo lo que se contaba de él resultaba un ser como para ponerlo en un altar. Lo de la guerra de Corea no es cierto, hay un error, le dije, era en Vietnam. Lo del romance con la actriz francesa ¿por qué no?, más bien llevemos a broma la deseada audiencia con el Papa Juan XXIII, eso creo que nunca se sabrá claramente, tal vez Bertha, si lo sabe lo suelte cuando menos se piense. La dejé en duda, Una de las características de Emma era su desconfianza permanente de todo y de todos. Una persona con un ayer tan variado como se comenta se sentiría muy orgulloso de sí mismo y lo luciría como una condecoración a cada momento,  ten en cuenta que ninguna de sus aventuras tiene buen final, me miró inquisidora.

 

    Yo no me imaginaba a ese dueño de dos cines de barrio, serio pero amable, convertido en un mercenario y a miles de kilómetros de su tierra natal.  Con un fusil ametralladora en las manos y corriendo en zig zag por el campo de batalla cercano al Mekong para eludir las balas enemigas que silbaban sobre su cabeza. Tampoco besándole la mano al Papa, manteniendo una actitud hierática en la basílica de San Pedro, mas si contemplando maravillado la impresionante obra de Miguel Angel en la Capilla Sixtina.    cortejando a una actriz de la nacionalidad que sea en un plató o en una cafetería. Sí viajando, en bicicleta o a lomo de mula, para llegar a Irkusk, Peking  Madrás. Es dueño de un gran tesón, les decía a mis amigos. Lo veía fuerte, juvenil, indomable, andando, primero, pedaleando una bici, después, en una moto, hasta subido en un camión carguero. ¿por qué no?. Eso no era óbice para no poder  recordar las palabras de Emma que recalcaban sobre la frustración de cada uno de sus intentos.

 

    Me contó que los viejos cines de barrio los había heredado de su padre. Que Bertha era hija de un hombre muy probo que había sido diputado en tiempos de Bustamante. Que ella había estudiado inglés en Liverpool durante varios años. Hasta confió sin titubeos porque superaba complejos, que antes de conocerse ella había vivido con un  buen fotógrafo inglés, y ya de vuelta a su tierra había tenido un largo romance con un diplomático centroamericano de quien tenía un hijo. ¿Te sentías cómoda viviendo en Inglaterra?. Bertha respondía a todas las preguntas y creo que nunca con subterfugios. Sí, ten en cuenta que había ido a estudiar no ha divertirme. Sí, su padre la mandó a Inglaterra como quien le entrega la herencia antes de morir, me confesó el propio Maximiliano. Gracias al inglés he sobrevivido, decía ella envuelta en sonrisas. Qué sería de mí si no tradujera, porque soy una verdadera inútil para todo lo demás. Su hermana Margarita lo certificaba. Nunca la he visto en la cocina, jamás ha pegado un botón. Hacía gestos para acentuar más esa inutilidad.

 

    Solíamos conversar  horas enteras aunque eso ocurría muy de tiempo  en tiempo. Generalmente eran días en que alguna fricción, alguna desavenencia lo había alejado del diálogo animado que casi siempre mantenía con Bertha.  Recorría el planeta, me comentó. Era un viejo deseo,  consideraba que esa era la única forma de sentirme libre, lo dijo con profunda seriedad y con mirada de derrotado. ¿Y se sintió libre? hizo la pregunta Emma con un toque de evidente sorna, si te lo afirma doce veces la receta es válida y soy capaz de imitarlo. Yo le doy la razón, me decía Lucho, si se puede salir a correr mundo sin ataduras, sin familia, ni trabajo con horario, ni compromisos sociales,  lo veo como el ideal. A Federico en cambio le parecía que lo que hizo Maxi era evadirse, escapar de problemas. Huir no es lo correcto, pero no hay que decírselo. Se colocaba un dedo vertical sobre los labios.

 

    Me gustaría hacer lo mismo que tú, le dije a Maxi, dejarme llevar por el deseo, la curiosidad, lo que sea pero no por el compromiso, en todo caso compromiso conmigo mismo de intentar ser libre. Me sonrió como respuesta. Romper con el sistema siempre implica una serie de riesgos, acotaba Federico. Visto así, teóricamente y hablando en el café resulta como un perfume en un momento en que el aire se poluciona en exceso, pero pronto se descubrirá que toda esa aventura no es más que un espejismo. ¿Y con qué vivía? Todo cuesta, desde un pan hasta un billete para el tren . La eterna novia de Federico, Lily, una chica sin mucho seso a veces terciaba en lo que comentábamos, debe ser fascinante estar un día en París, al día siguiente en Estambul, después en Roma visitando al Papá, ¡ay! Pero qué peligroso ¿y si el avión se cae?. La ingenuidad le recorría de la cabeza a los pies.

 

    Descubría rasgos de crueldad en mi intención, quería acosarlo con preguntas hasta obligarlo a decir que todo había sido un error, o que había falsedad en la mayor parte de ese pasado tan escondido. Hombre, está claro, me decía Emma en las escasas semanas que volvimos a ser novios. Tiene miedo de enfrentar lo que pasó. Si por lo menos algo de lo mucho que hizo o que intentó hacer hubiese resultado bien, otro gallo cantaría, pero  todo le salió torcido. Seguramente oculta algo, decía Lucho, dice lo más llamativo pero debe haber más y tal vez frustrado. No dejaba de tener razón. Como todos Maximiliano tenía su escaparate en el que colocaba lo que más le gustaba o le convenía que se supiera, y lo demás quedaba oculto, incluso era un escaparate con una espesa cortina delante que sólo se descorría para los grandes amigos.

 

    Al primero que le confié mi decisión fue a Federico, y no sé por qué a él tan conservador.  Dudo si animarte o desanimarte, me dijo. Yo acepto que tú lo consideres un interesante modelo de aventurero, ¿ pero, no crees que hay otros seres humanos más atractivos sobre los cuales escribir?. Me pareció una opinión transida por los celos. Pérez Alcayaga, que lo conocía de mucho tiempo atrás, soltó una frase que me hizo reflexionar. Cuando se abusa de contar determinadas anécdotas es  porque se necesita encubrir otras cosas. No hubo forma de que soltara a qué otras cosas se estaba refiriendo. Mira, le dije a Lucho, la imagen que abriría la novela sería la de Maxi con su fusil ametralladora tratando de evitar que el ángel de  Dien Bien Phu sea víctima del fuego enemigo. Se rió de mi idea. No estuvo en Corea, hombre, fue en Saigón. Me dio un golpecito amistoso en la espalda.

 

    . Pérez Alcayaga a quien conté mi proyecto me advirtió  que antes de iniciarlo debería aclarar algunos  aspectos. Hablaba como si tras cada palabra se arrepintiera de lo dicho y quisiera dar por concluida la conversación. También igual que otros me advirtió que el primer paso debía ser contar con el beneplácito del protagonista. No sé qué decirte, no veo que sea tan importante la vida de tu amigo como para dedicarte a escribir sobre él. Sonia, que siempre mostraba gran indiferencia por lo que yo hacía se convirtió involuntariamente en mi gran colaboradora. Nunca me imaginé que gracias a ella iba a entrar como premunido de una linterna en esa región sin luz de la vida de Maxi. Casi por pura casualidad me habló de Samuel, un empleado de banco que resultó haber sido compañero de Maximiliano en la etapa inmediatamente anterior a su gran aventura, como yo le llamaba a su largo viaje.. Ella  había conocido a ese Samuel a través de su padre.

 

     A Federico no le cuadraba que actuara sin  previa consulta al interesado. Qué estás esperando para decírselo. Y su novia Lily preguntaba  ¿contarás que el Papa no lo dejó entrar a su casa del Vaticano?. Lucho me instaba a que terminara con mis  temores y me decidiera a empezar la historia. Pero tienes que hablarle a él, ya sabes bastante de su vida lo que falta es que Maxi te lo confirme. Decirle, mira Maxi, un ex compañero tuyo  del banco en el que trabajaste me  ha contado escenas  de tu vida anterior al viaje, ¿tú me autorizas para que escriba todo y se publique en forma de novela? Por supuesto no daré tu nombre, sólo te tomo como modelo. Pero cada vez que lo buscaba para decírselo se me quedaban las palabras pegadas en la garganta.

 

   Contarlo a los demás añadiendo mis temores a veces me traía algún sin sabor ¡Cómo puedes ser tan cobarde!, me reprochaba Emma en esos encuentros furtivos que a veces teníamos. Háblale claro, a lo mejor no le molesta tanto como tú crees. Encendía un cigarrillo y callaba un momento, de pronto como si fuera un interrogatorio policial :  siempre estás con lo mismo, queriendo hacer novelas de la gente que te rodea ¿estás seguro de que esta vez si se concretará tu deseo?. Me dejaba sin respuesta.

 

    Un día que no estaba Maxi en casa le pregunté a Bertha, ¿te habrías enamorado de él si lo hubieras conocido pedaleando una bicicleta en una lejana y polvorienta carretera de Camboya?. No me dejó terminar la pregunta, respondió emocionada. Es el hombre de mi vida, desde el primer momento que lo vi quedé fascinada por él, lo mismo hubiese pasado en Londres que en Manchuria, viéndolo vestido de soldado que de frac., él me ha sacado de la niebla en la que vivía, ha dado sentido a mi vida. En realidad yo quería otras interpretaciones de la vida de Maxi y no esa tromba emocional. Fue Emma la que puso el dedo en la llaga. Por todo lo que me dices se vislumbra que no salió de casa  con el exclusivo objeto de encontrarse con ese mundo de libertad de que se vanagloria, y algo más serio aun, el sabor de la aventura pudo surgir tras el fracaso del proyecto que fue precisamente el impulsor del viaje. Yo lo había pensado pero no lo veía  tan nítido como ella.

 

    Lo que opinaba uno se lo contaba a otro más que como búsqueda de mayor proyección de los hechos, porque me costaba gran esfuerzo guardarlo sólo para mí.  ¿Entonces fue una huída y no una voluntaria decisión de recorrer mundo?, se preguntaba Lucho. ¿Estás seguro de eso, te lo han confirmado? Inquiría Federico. A Sonia prefería no seguirla informando de mis averiguaciones, ella tampoco mostraba ni la más mínima curiosidad por lo que yo hacía. ¿A qué ciudad fuiste primero?, le pregunté a Maxi, ¿a México DF.?. Movió la cabeza para negar. No, la ciudad elegida fue Panamá, quería visitar la tumba de mi mamá que está enterrada en esa país. De Panamá fuimos a New York y de ahí pasamos a Europa. Por primera vez utilizaba el plural para ilustrarme de su viaje.

 

   Estaba convencido de que Maxi era mi gran modelo de protagonista para una novela  muy reflexiva. Para mí el itinerario y esas aventuritas que me cuentas son cosas secundarias, sentenciaba Emma con su seguridad habitual. Lo esencial reside en la conciencia del individuo. No veo la necesidad de tanta investigación sobre el aspecto físico, cuando lo primario es el psíquico. No todos tienen el valor suficiente para  confesarse a sí mismos el porqué de su comportamiento. Sus apreciaciones sobre lo que le contaba eran tan contundentes que a veces me arrepentía de comunicárselas.

 

    Estaba seguro de lo que me demandaría, que aceptaba que retratara su vida sin dar su nombre, pero que no utilizara de ninguna manera a Bertha como personaje literario. No sería raro que ella te pidiera que sí la incorporases a la historia, me señaló cuando menos pensé Sonia. Tiene razón, dijo en tono rotundamente aprobatorio Lucho, a lo mejor ella hasta te pediría que la menciones con nombre y apellido. Y por qué no contar también las hazañas de ella, consideraba  Emma que aunque parecía alejada del proyecto era de las que aportaba las más atinadas observaciones. Creo que ella es más rica como personaje de novela que él, cuando habla de su padre parece que estuviera describiendo el cielo, y buena pieza que fue ese señor como diputado. No sería un error utilizarla a ella, sería el personaje que trajera  amenidad a la historia, algo así como los descansillos que hay en las escaleras de las casas sin ascensor. Redondeaba, Lucho.

 

    Escribe a las embajadas o a los consulados por donde pasó Maximiliano, recomendaba Emma. Aunque sean veinte o doscientas las cartas que tengas que mandar, mientras más escribas más respuestas tendrás. A Federico prefería no inmiscuirlo en la investigación, no habría entendido el motivo que me conducía. Hasta podría cometer la imprudencia de adelantárseme y hablarle de mi proyecto al propio Maximiliano, algo que , sin ninguna duda, echaría por tierra mi trabajo. Lo que quiero, le dije a Emma, es descubrir debilidades  y poderlas analizar como su fueran insectos y yo un entomólogo  Me fascina encontrarme con cambios, incoherencias, quebrantos de caminos personales, llámame morboso, caso patológico, impertinente improvisado, lo que quieras, pero  no lo puedo evitar. Le interesó mi comentario.

 

       Me lo soltó como un regaño. Me da  la impresión de que pretendes  enfocar sólo el aspecto sentimental, te recomendaría que te preocuparas por igual o tal vez con mayor intensidad y amplitud del sexual, Emma a veces aceptaba que nos reuniéramos en su departamento, pero por lo general íbamos a un hotel bastante distante del centro. Tenía razón, Maxi siempre se había mostrado como un seductor que abandonó esa actitud en cuanto conoció a Bertha. Eufemismos, atenuantes, desviaciones de la realidad. Ya conocía muy bien a mi amigo, como para poder opinar con plena certeza sobre  su comportamiento.

 

   Siempre pensé que los personajes de una novela debían ser como de arcilla en las manos del autor, y estaba convencido de que Maxi ya era para mí de ese tipo de material. Sí, Emma tiene razón, me dijo Lucho, ¿cómo era esa mujer? ¿puro fuego? ¿qué los unió, qué los separó?. Federico sabía la anécdota del cuadro, pero sólo me la confió cuando yo le dije que Pérez Alcayaga me había puesto al día de todo eso, y que Samuel el ex compañero de oficina,  había añadido otros detalles que me parecían muy válidos.

 

     Un mediodía conseguí llevarlo hasta un café y conversar con él sin descanso. Era un hombre bajito, de pelo gris y de mirada huidiza.  Le costaba ponerse en marcha pero cuando empezaba era como si hubiese recibido la ayuda de un tónico poderoso, como las espinacas para Popeye el marino, y no cesaba de hablar. Samuel se mostró esquivo al principio, le conté a Lucho.  Así que hubo una mujer casada de por medio, me respondió epilogando nuestra conversación. Pérez Alcayaga se deshacía en recomendaciones. Mira, nadie sino él puede afirmar lo sucedido, yo repito lo que me contó a poco de volver de su viaje de muchos años, pero de eso de la señora, no sé qué decirte, algo se comentaba, pero él nunca me la mencionó. Lo del cuadro para Pérez Alcayaga era como si le dijeran que el sol sale por el poniente, lo dejaba casi absorto.

 

    Recuerdo que cuando me dispuse  a escribir la novela decidí  no iniciarla con la imagen de Maxi con su fusil ametralladora, ni describiendo, en versión absolutamente libre, un ángel no de  Dien Bien Phu sino vietnamita y al  posible acercamiento cinematográfico de Maxi a esa ya mítica mujer. Rompí docenas de cuartillas, nada de lo que escribía me gustaba. Sólo mostraba ese defectuoso trabajo a Emma en primer lugar, y luego a Lucho pero de forma parcial. Me dijeran lo que me dijeran en tono favorable o tratando de consolarme esos papeles iban indefectiblemente al basurero.

 

    Pronto descubrí la causa de  tanto tropiezo. Claro, me dijo Lucho, lo que pasa es que no estás totalmente decidido a emprender ese trabajo. Emma, con mirada sardónica me vaticinaba que nunca escribiría esa novela. Le tienes miedo a la historia porque no sólo refleja la vida Maximiliano sino la de mucha gente, muchísima, millones y millones, y seguramente también la tuya, ten en cuenta que en esa gran aventura que te fascina hay grandes frustraciones, te comprendo, eso siempre es un impedimento. Inmediatamente cambiaba de conversación.

 

     Ya había cogido impulso y me hababa sin  freno. Sé que Maximiliano volvió de Europa, me dijo Samuel el primer día que hablamos, pero  hasta ahora no lo he visto y han pasado años de eso. Le pregunté si sabía cómo se había organizado el viaje, y deslicé lo que el propio Maxi me había confiado, que el primer tramo fue hasta Panamá. Sí, en efecto embarcaron hacia ese país. Después sólo supe que habían seguido viaje hacia Europa, y algunos amigos comunes me contaron que él había llegado hasta la China, me impresionó imaginarlo en ese país, ¿cómo se comunicaba con los chinos? ¿aprendería mandarín?, se reía Samuel como si lo que estaba contando fuera pura ficción. Claro, opinaba Pérez Alcayaga, me dijeron que el marido de ella era un banquero y estaba muy bien situado económica y socialmente pero ella no tenía ni medio partido por la mitad, así que había que ver la forma de financiar el  viaje. A ratos mi  informante callaba como si le asustara todo lo que me estaba diciendo.

 

   Samuel me remitió a una persona que él creía podría saciar mi enorme curiosidad. Mire, me dijo la ex telefonista del banco en el que había trabajado Maxi, no sé si cometo una indiscreción pero ya que usted me lo pide y me dice que es para un programa de televisión en el que el invitado de honor será él, pues se lo digo.  Dicen que conoció a Sofía, la esposa del director del banco, en una comida que se ofreció a una parte del personal. Se encogió de hombros no como signo de indiferencia sino como si quisiera esconderse de miradas acusadoras. Unos de los que estuvieron en la comida dijeron que en ese mismo momento saltó la chispa entre ambos, esas cosas pasan, pues, sino no habría divorcios. Acepté su reflexión. No quiso seguir informándome pero me dio el número de su teléfono y me pidió que la llamara cuando la necesitara.

 

    El día que le pedí a Maximiliano que me aportara toda la información necesaria para emprender mi  camino novelístico, hizo silencio y luego estuvo a punto de rebelarse evidentemente fue un golpe de sorpresa . No veo la razón para que noveles mi vida . No te lo quiero impedir, pero no le veo el atractivo.. A medida que hablaba se iba encolerizando. ¿Pero finalmente te dijo que sí? Preguntó muy interesado Lucho. Un sí condicional, le respondí.. Fue Emma, como siempre, la que abrió una nueva ventana hacia la luz. Tiene razón, esas son cosas muy íntimas, pero ahí reside todo el misterio. Seguramente el empleadito de banco un jovencito  veinteañero perdió el seso por la señora hermosa y no más de tres años mayor que él, ¿sabes si ella cuando rompieron volvió con el marido o se quedó al aire?. Tal vez, Adriana, la ex telefonista del banco podría absolver esa pregunta.

 

    Veo que no cejas en el asunto me dijo Pérez Alcayaga, mira, lo poco que yo sé es que el director del banco cogió las estrellas de rabia y que lo primero que hizo fue botarlo a él del trabajo y que ya no hubo tiempo para ajustarle las cuentas a la mujer, los dos volaron hacia Panamá no a México. ¿Miedo, esperanza , necesidad? Yo en esos tiempos no conocía a Maxi, confesó Federico, y no me cuadra lo que me dices con su carácter. Para Lucho ella debió aportarlo todo. Lo imagino en esos tiempos como un joven de unos veinticinco años con sólo un sueldito miserable, o sea un pelado. Yo sabía nebulosamente lo del cuadro por Pérez Alcayaga pero no conseguía ensamblar todo ese conjunto de episodios. Emma hacía conjeturas, la guiaba ese radar mágico que era su intuición. ¿Crees que el cuadro fue la base financiera de los primeros tramos del viaje? , no te diré que el amor lo puede todo, más bien el sexo es capaz de aniquilar barreras. La mención del aspecto sexual le concedía una orla erótica a su rostro..

 

   La señora Adriana, mujer mayor, jubilada, con muchos nietos, decía no saber nada de todo eso. No encontraba la persona que colocara no sólo en orden sino con claridad el cúmulo de  recuerdos e informaciones. ¿Dónde hallar al gran amor pasado de Maxi? ¿Qué hacer para que mi amigo me deje echar una mirada a esa etapa previa a su  vida aventurera?. Si no vas a dar su nombre, si no vas a dar el nombre de la dama, ni vas a ser preciso en fechas y lugares,  olvídate de la realidad, habla del cuadro que tú quieras,  inventa la forma como lo sacaron de la casa del banquero,  construye el episodio a tu manera. no veo por qué consultarle eso al interesado, me decía Lucho convencido de tener toda la razón.

 

    Quien me llamó la atención y de forma casi impositiva fue Emma. Una persona que te dice que es cineasta y que en realidad lo que hace es regentar dos cines de mala muerte, no es como para darle mucho crédito, ¿no te parece?. En cierto modo tiene razón, consideró Lucho, ¿pero eso va a derrumbar como si fuera un castillo de naipes todo lo que has investigado?. Eso era lo que se proponía Emma, desbaratarlo todo, al principio no me di cuenta, luego me pareció una crueldad, pero terminé aceptando a medias su razonamiento. Nadie aporta ni la más mínima comprobación de lo que hizo en Europa y Asia, todas son suposiciones, ha sido el propio Maxi quien ha contado sus aventuras, y a media voz, con lo que ha conseguido despertar enormemente el interés de los demás. No creo que llegue al cinismo de contar tanta mentira, salió en su defensa Federico. Yo tampoco lo podía creer. Tal vez algo es inventado pero la base de todo ese conjunto situaciones imposible, le dije a Sonia que no debió escuchar mi comentario tan encerrada como estaba en su nuevo trabajo sobre Hamlet.

 

    Tanto Samuel como la ex telefonista señalaban que sólo sabían lo que habían oído. Yo ni nadie puede asegurar lo que se dice que hizo por aquellos mundos, nadie lo siguió, nadie estuvo cerca de él en Corea, ni en Singapur, ni en Vietnam. Samuel parecía lavarse las manos con esa frase y terminar de una vez de hablar del lejano pasado de Maxi. La telefonista era evidente que no sabía sino lo que había escuchado, y que todos sus conocimientos estaban alrededor de la parte previa al viaje, para ella eso de la guerra, como lo del intento de una vuelta al mundo y por supuesto lo del Papa, era como si le contaran una película. Yo de eso no sé nada, y a esa señora Sofía no la he vuelto a ver en mi vida. Emma me había inoculado su desconfianza con respecto a ese macro conjunto de aventuras que había contado mi amigo y aunque él decía no querer que esa etapa de su vida se propague había llegado a cientos de oídos.

 

   Sonia me veía tan preocupado que aunque pasaba continuamente indiferente ante mí y mis problemas en un momento de tranquilidad me preguntó  a qué se debía mi ensimismamiento, seguramente quiso decir  enfurruñamiento pero  hizo un oportuno y diplomático cambio. ¿Sigues obsesionado con la historia de tu amigo Maximiliano?. Le respondí con la verdad, lo que le daría pie para reafirmarse en su antigua consideración de mi incapacidad para ser escritor. Estoy en una encrucijada, tengo delante de mí docenas de caminos y no sé cuál elegir. Cuando ya se alejaba la oí que me decía, comienza por cualquiera, como si jugaras a la ruleta, si sabes hacerlo llegaras a donde te has propuesto, y desapareció de mi vista. En ese momento me di cuenta  que yo sabía perfectamente el camino que tenía que elegir, que identificaba sin problemas  cuál era la  meta   que pretendía alcanzar y hasta cómo tenía que realizar el recorrido para lograr lo que me proponía. No había ninguna razón para el titubeo que me estaba sujetando.

 

    No quise cambiar opiniones con Lucho a quien estimaba mucho pero consideraba algo precipitado de pensamiento. ¿Pérez Alcayaga, Federico, Samuel, la ex telefonista Adriana? Ninguno. ¿El propio Maximiliano o la propia Bertha? Lo dudé, posiblemente no era duda sino temor a estropearlo todo. Releí la sinopsis de la historia que tenía redactada en unas veinte líneas. Era mi brújula, mi linterna, pero era muda,  necesitaba voces. Que cada palabra de mi breve texto se erigiera en juez, en guía, en asesor. Llegué a la conclusión de que ella era la única con la que podía conversar sobre mis indecisos proyectos. La busqué. Teléfono, fax, mensajes de todo tipo, a su casa, a su trabajo, a los lugares que frecuentaba. Su ausencia se me hizo interminable. Sus seguramente deliciosas vacaciones fueron un tormento para mí.

 

    Como era lógico, Maximiliano me hacía continuas indicaciones que a veces tenía que llamar  sugerencias. Me preguntaba si ya estaba escribiendo la novela. Quería saber qué tratamiento le daba a él como personaje de la historia. ¿La tienes muy avanzada? ¿por qué no me dejas leer algún capítulo? Estaba entre agradecido y desconfiado con respecto a mí. Yo sólo le explicaba lo que iba a escribir porque en realidad no había nada hecho, y eso mitigaba algo su curiosidad. Bertha en cambio tan briosa como siempre, exigía, demandaba, ordenaba. ¿Pero cómo, todavía no has escrito nada?, ¡No puede ser!. Llevas tiempo amenazando con esa novela y no has escrito ni una línea. Me hacía sentir algo menos que un molusco. Le daba razones, le prometía prisa a partir de una semana, un mes, no le decía un año para no descorazonarla y para evitar sus interrogaciones ásperas, o sus bramidos por mi lentitud.

 

   Quise explicarle punto por punto todo lo que pasaba, reflexionar con ella sobre la estructura de la novela.. Ella era un torrente de palabras. Me contaba sus agitadas, simpáticas y variadas vacaciones. Me hablaba sin hacer caso de mi ansiedad de lugares, días, personas. Conocí a un individuo colosal, es un inventor, encantador el hombre, y muy atractivo. No sé si quería provocarme celos. Al fin me escuchó. Pero si eso ya lo hemos hablado y muchas veces, hasta te sugerí que no fuera una novela sino un ensayo.  Hay pudor, rabia, miedo ante la verdad. Volvía sobre el tema de sus vacaciones, hablaba de una playa, de un cabaret, de unas amigas con marido, con novio, con amantes, pero me atendía. Aceptaba mis análisis que le presentaba como si ella fuera un médico. Tienes razón todo debe empezar con Maxi ya convertido en aventurero y terminar con su vuelta al redil. Se olvidaba de mis cuitas un momento y retornaba a sus deliciosas vacaciones.

 

   Como si  todo lo tuviera perfectamente organizado, Emma hablaba en primer término de lo suyo, luego lo encerraba en un paréntesis y volvía a lo mío.. Completamente de acuerdo con que la fuerza de la historia descanse en ese desnortado vagar de Maxi por lejanas tierras, si quieres elimina antecedentes llámense Sofia o pintura de Van Gohg., aunque esos detalles que no son pequeños le darían realce a la novela, y olvídate de si a Maxi le gustará y de averiguar cómo fue lo del Papa o si se enamoró del Angel de Dien Bien Phu o de una bailarina vietnamita, ya tienes el cogollo del asunto, procede sin tomar en cuenta opiniones ajenas.  Esas recomendaciones me hacían pensar que ella seguía aferrada a sus dudas con respecto a mi amigo.

 

    Me sentía como si hubiese salido de la cárcel. O como si la gravedad no existiera y yo pudiera elevarme hasta las nubes. Emma había  sido nuevamente la autora del milagro. Volvía a ser optimista con respecto a la novela. Sin embargo continuaba la inoperancia de mis manos sobre el teclado de la máquina   cuando se trataba de empezar la “Historia de un aventurero”, título  provisional. Mi conversación con Emma me había ayudado a despejar  sombras.¿ Para qué escarbar en la basura?, me dijo muy sonriente porque aun vivía retazos de estados de ánimo de sus gratas vacaciones. Ella le robó un Van Gohg al marido, nadie debe tener pinacotecas particulares, tienen que ser públicas. E intercalaba recuerdos de playas, hoteles, gente. ¿En París hubo cansancio mutuo? , no es necesario ir tan lejos para que eso ocurra, la señora Sofía se vio venir la tormenta de la pobreza y safó el bulto. Aprobaba todo lo que me decía, una vez más confiaba plenamente en ella.

 

    Se lo dije a Lucho, ¿y si Maxi no se movió nunca de Panamá? Se consiguió un trabajo en un banco, en una casa comercial, de agente de viajes, de vendedor de libros. Mi compañero de estudios me miró sorprendido, ¿ eso está comprobado?. Le respondí con otra pregunta, ¿ y lo de la vuelta al mundo y todo lo demás lo está?. Pérez Alcayaga certifico una vez más que todo lo que sabía se lo había contado el propio Maximiliano. No me atrevo a dudar de él, me dijo pero no de forma contundente. Emma me había reconfortado, para ella que hubiese sucedido o no todo lo que se decía no era lo importante. Qué más te da si ocurrió o no, tienes un material exquisito para una novela, mis dudas no giran sobre esas anécdotas sino sobre la propiedad que tu amigo Maxi se atribuye sobre ellas. Sentía algo  extraño, como si Maximiliano no midiera uno ochenta sino fuera un enano,  peor aun, que ese hombre tan serio se reía a carcajadas de todos..

 

    Destruí el corto texto, mi guía, sobre  “Historia de un aventurero”. No le dije ni una palabra de esta decisión a nadie. Los días fueron cayendo sobre mí proyecto igual que paladas de tierra cuando se  sepulta un cadáver. El olvido, de la idea novelística se empezó a evaporar para todos. Pasado un tiempo le dije a Lucho, ya no veo a Maxi con el fusil en las manos. Comenté con Federico, que lo de Vladivostok  me empezaba  a parecer sólo un sueño. Mejor que no hayas escrito esa novela, me consoló Emma, aunque fue dura inmediatamente después, con tantos reparos como tenías te iba a resultar una historia meliflua cuando tenías que haberla hecho fuerte como un Sansón dando puñetazos. Tenía un puño cerrado y parecía dispuesta a asestar un golpe.

 

    Lucho, cuando menos lo esperaba hizo un agrio comentario. A veces la vida, cuando se la mira cara a cara, da asco.  Y Sonia después de escribir una  de sus críticas sobre estrenos teatrales, sin mirarme expresó una opinión como si exhalara el último suspiro: cada vez creo más en las obras que se evaden de la realidad y sin embargo me sigue gustando Shakespeare y Hamlet. Desesperante contradicción. Se volvió a hundir en la lectura sin tomar en cuenta mis posibles opiniones.

 

   

                                          *********            

                                                  LA MUJER  PERFECTA

   

            

 

     Me decían, ten cuidado, esa no es de confiar.  Ella estudiaba Sociología, yo Literatura. La veía todos los días, empecé a saludarla, luego conversamos, el pretexto fue un libro, Pigmaleón de Bernard Shaw. Los hombres quieren rehacernos, reformarnos, hacernos a su gusto, adaptarnos a sus conveniencias. Trataba de hacerle comprender que el autor había tenido una visión diferente a la suya. Ella, la protagonista,  supera todos los cálculos de quien la instruye y educa, porque gracias a ese despertar cultural tardío emerge toda una rica personalidad que estaba oculta.  No conseguía convencerla.

 

    Hubo invitaciones por mi parte que Emma fue aceptando. Al cine primero, que significaba conversar largamente sobre lo que habíamos visto, a comer en algún  restaurante tranquilo que nos permitiera sostener una conversa distendida durante la cual deslizarle  algunas frases picantes. Hasta que llegó el primer abrazo, el primer beso, el conocimiento de parte de su cuerpo  a través de mi tacto. Esos preámbulos no duraron más de una semana ,luego le llegaría el turno a la primera habitación de hotel cuya elección corrió a su cargo..

 

     ¿No decías que nunca te enamorabas? Destacaba el acento burlón con que Lucho hizo la pregunta. Y mi amiga de esos tiempos, Violeta, abría enorme boca para lanzar  exclamaciones. ¡Horror, qué mujer! cuentan cosas terribles de ella. Yo sólo me sonreía, no estaba enamorado. No les podía decir a todos, no la quiero, lo que me gusta de ella es su conversación. Sería injusto concentrarlo todo y únicamente en sus amplios conocimientos, en su buena dicción, en su amenidad para enfocar las cosas, porque por aquellos tiempos y a pesar de sus sólo veintiséis  años ya había emergido la mujer segura, en cambio la de la palabra dictatorial todavía estaba en gestación. Tuve la sensación de que esa característica que se convirtió en lo fundamental de su personalidad fue creciendo a medida que aumentaban nuestras citas hoteleras.

 

   Algunos  estudiantes parecían envidiarme, se les notaba en la mirada, en el tono de voz, en los gestos, eso sí, jamás me decían fue la amante del catedrático tal, estuvo a punto de casarse con el industrial cuál. Violeta que todo lo sabía, que chismeaba por toda la universidad, me dijo un día, hablaba casi a gritos pero tenía la habilidad de hacerlo en los rincones más discretos del patio, en los que muchas veces  quedábamos los dos solos. ¿Sabes que tu amiguita estuvo un año en Montevideo con un fulano medio mafioso?. Le dije a Lucho la verdad en esos momentos. Mi relación con ella es de entretenimiento, sabe contar las cosas, comenta bien una película o una lectura, no todas las chicas tienen ese nivel. Se sonreía, bueno, bueno, pero prohibido enamorarse, me aleccionaba.

 

   Me dijo una tarde Emma que me iba a presentar a su mejor amiga, una muchacha argentina  que trabajaba de locutora en una radio limeña. Es muy bonita, me advirtió, a lo mejor hasta  te enamoras de ella. Se reía. Me encantaba que no hubiera celos y todavía más que no hubiera ni atisbos de opresión. Se mantenían unas fronteras, se evitaba dominios de uno u otro lado. Ese comportamiento de gran independencia en nuestra relación me resultaba fascinante. Lejos de impulsarnos a vivir de espaldas el uno del otro creo que nos unía más.

 

    Se lo comenté a Alfredo pero distorsionando algunos aspectos como para que le pareciera que era un ensayo de lo que podía ser una pareja y no una relación rutinaria. La convivencia lo arruina todo, me  respondió con tono amargo. No pienso vivir con ella, eso y casarse es lo mismo, le comuniqué a Lucho. ¿Pero no era algo pasajero? ¿sólo para hablar de literatura y cine?. Me hizo reflexionar, más o menos eso era lo que le había dejado entender al principio, pero con el correr de las semanas y después de los meses mi relación con Emma empezaba a tomar otras tonalidades.

 

    No sé si era una forma de conseguir que mi emoción se elevase al infinito, de quebrar cualquier deseo  por mantener la serenidad, o simplemente una costumbre al margen de la sensualidad, aunque ella no solía actuar sin reflexión previa. Se  paseaba por la habitación del hotel completamente desnuda y fumando un cigarrillo, a la vez que hacía algún comentario difuso y discontinuo. La primera vez lo interpreté como si tratara de vencer una  extraña pavidez.  Después pensé que no era nada más que una costumbre, aunque la idea de que un temor algo diluido la retenía unos instantes antes de decidirse a acercárseme siempre me revoloteaba. Sus paseos previos y su absoluta y cautivante desnudez empezaron a duplicarse y hasta triplicarse en cada cita. ¿Es tu forma de pedirme el bis?, le pregunté intrigado por sus paseos nudistas. Sobre sexo no se hacen preguntas, se actúa nomás.  Respondió con contundencia.

 

    Fue ella la que me enseñó como una maestra a jugar con nuestros cuerpos, más bien   sólo con el suyo. Me contó una historia que nunca supe si era producto de inspiración particular o pertenecía a alguna de sus muchas lecturas. También podría haber sido la comunicación con algún escritor, de los varios que ella frecuentaba y había frecuentado. O las cuitas de un pintor de desnudos femeninos. Con un agradable desparpajo relataba cada una de las páginas de su álbum de recuerdos sentimentales o exclusivamente sexuales. Ponía encanto en cada aventura que contaba y me hacía ver que el pasado no servía para perjudicar al presente sino para ayudarlo a ser mejor. La historia nos lo enseña, decía, lo que pasa es que el ser humano la lee, la memoriza pero no siempre la sabe interpretar o muchas veces no le conviene aceptarla. Y guiñaba un ojo.

 

   Me di cuenta muy pronto que a Emma los estudios no le interesaban mucho. Que era una voraz lectora de novelas y poesía, pero que  casi no asistía a las clases de la Facultad, y que aunque iba todos los días distribuía su tiempo entre la biblioteca y la cafetería. Sólo quiere enriquecer sus conocimientos, cada vez más, es ambiciosa culturalmente, le dije a Lucho. ¿Y esa de qué vive? Me preguntó inmediatamente. Me dejó mudo por un momento. Descubrí que a pesar de frecuentarla casi medio año no estaba muy seguro de cuál era su medio de vida. ¿Traducciones, clases de francés, venta de libros?, pero¿ en qué tiempo?. Lo más apropiado era preguntárselo directamente a ella, aunque Violeta sabelotodo, aportó su colaboración. Parece que tiene un departamento que alquila y ella creo que vive en otro  con una amiga. Estaba casi en la realidad pero había que matizar bastante más sobre esos departamentos.

 

   La historia me la contó por capítulos, uno en cada cita hotelera. Aunque se trataba de una historia archiconocida  a través de la literatura. La eterna pareja del viejo y la niña quinceañera, podía estarse repitiendo con un nuevo Otelo, pero sin muertes ni presencia de Yagos peruanos. Ella ha relatado ese cuento a más de uno, que la sedujo sólo con mirarla, ¡quién le va a creer!. me chismeó mordaz Violeta. Para Malena la amiga argentina, ese seductor era un fotógrafo maravilloso. La fotografiaba todos los días sin fallar uno solo, ella estaba como embrujada, entró en la casa de ese mago de la instantánea siendo una colegiala y no salió de ese lugar hasta tres años después. Lo decía verdaderamente impresionada.

 

     Lucho también había averiguado algo. En el tiempo que vivieron juntos él le hizo, dicen, unas diez mil fotos, por lo menos nueve mil totalmente desnuda. La consideraba la modelo perfecta, sin embargo su amor hacia la chica no estaba impulsado por el aspecto profesional. Lo último me parecía que era exclusivamente una opinión  particular. Le aseguré que le pediría a ella que me contase esa curiosa aventura del fotógrafo.

 

    . Mientras le iba contando los lunares de su cuerpo como hecho de nieve y bautizando cada uno con nombre sonoro, ella narraba una escena o hacía conjeturas sobre lo vivido junto al fotógrafo. Yo no desatendía nada de  cuanto  rememoraba de esa etapa de su vida y sin embargo eso no era óbice para abandonar mi tarea de geógrafo de ese hermoso continente.  A éste negro y grande como un grano de pimienta le podemos llamar Isla Negra, como la casa sobre el mar de Pablo Neruda. Aceptaba feliz mi  elección, hacía un paréntesis a su  historia, y recitaba algunos versos de los “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, con fruición encantadora manteniéndose boca abajo sobre la mullida cama, terminado el recital   seguía con  su relato fotográfico y yo continuaba mi viaje por los archipiélagos de lunares de su espalda, su cintura, y alguno que parecía haberse escapado del grupo y anclado en una nalga.

 

    Entre sonrisas, bautizos de diminutas cicatrices, desvanecidos recuerdos de vacunas de la infancia, lunares, protuberancias o mínimas hendiduras, así como emocionados reconocimientos de  recónditos rincones de su  deliciosa humanidad, y cuentos eróticos acompañados de recital de poemas de Villón o de Bocaccio, yo me las ingeniaba para solicitar un ejercicio de memoria, alejarnos por momentos de su Man Ray limeño y echar una mirada hacia su acervo sentimental o sexo-sentimental y ella no  eludía la demanda. 

 

     Nos quedamos quietos en la cama del hotel, mirándonos  como dos espejos enfrentados. La historia del fotógrafo quedó rezagada. Hilvanó otra entre sonrisas y pitadas a su cigarrillo. Quería casarse conmigo pero yo huyo del matrimonio como del diablo, me confesaba. Luego como si descubriera que no había sido lo suficientemente explícita añadía que el mencionado pretendiente aunque un par de décadas mayor que ella no era un anciano y sobre todo no era  enclenque ni canijo. Un tipo bien puesto, un profesor sumamente respetado, y aunque  parezca increíble un verdadero exponente, un modelo de prestigio y exquisita educación. Le dije a Lucho, a pesar de todas esas bondades físicas, intelectuales  y económicas prefirió la libertad.

 

    Alfredo, tenía la carrera de abogado, le encantaba la historia pero su verdadera y gran vocación era la de lector de poesía. La había escuchado recitar a algunos poetas ingleses en su propia lengua, y me aseguraba que  un viejo notario, ya jubilado y también amante de la poesía como él, le había contado que Emma le recitaba en la soledad de su despacho poemas de César Vallejo, Rafael Alberti y Rubén Darío. Sí, claro que sí, es cierto, pero no lo hacía por amor al arte ni al individuo, siempre me ha fallado el monedero, y en esos tiempos estaba pelada como una gallina desplumada y lo poco que me daba el notario ese por cada recital me venía de perlas, explicó con gran naturalidad.

 

   Para Violeta la vida de Emma era extremadamente licenciosa, pero lo decía llevándose la mano a la boca y ahuecando la voz. ¿Qué hacía una mujer digamos que más o menos atractiva como ella en la oficina de un notario, de noche y cuando todo el personal de la notaría ya se había ido?.O sea que le recitaba versitos a un viejo libidinoso, se reía Lucho. Un trabajo, no es más que eso un trabajo, me resumió ella, me miraba como diciéndome ¿dónde está lo raro, dónde está lo malo?.Mis veinticinco años no encontraban en ese momento lo repudiable pero tampoco lo ponderable. Y ella solía en esos trances interrogarme, ¿ y tú, no tienes en tu haber un cerro de enamoradas y medias amantes?. Yo prefería callar ante ese cuestionamiento.

 

   Me di cuenta pronto que le empezaban a molestar mis preocupaciones por sus amigos íntimos anteriores a mí, pero que aun así me contestaba y siempre con lo que yo consideraba la pura verdad. No sólo es bonita, le dije a Pedro, el amigo con el que hice un viaje más que largo lleno de circunstancias interesantes. Tiene el atractivo de una conversación muy fluida, llena de encanto, y de su tendencia a no callar nada, aunque vaya contra ella misma. Mi amigo arrugó su larga nariz, y tras una pausa me respondió con una pregunta :¿tu nueva novia es un ser humano? Nos reímos un buen rato.

 

   La amiga argentina de Emma, con la que compartía departamento, era una buena caja de resonancia de las virtudes de mi novia, como ya la llamaban muchos, sobre todo en la Universidad. Baila divinamente, y que exquisita es para vestirse, me decía casi como transportada. ¡Qué fervor el de esa amiga!, exclamó Lucho cuando se lo conté. Como el fervor de Borges por Buenos Aires. Le celebré el acierto. Cualquiera que la oyera hablar de esa forma tan exagerada pensaría que está enamorada de Emma. Esta vez no me reí. Violeta me había insinuado algo similar, pero no le hice caso, pasé por alto sus palabras.

 

    Pedro era muy juicioso, razonaba todo como mucha meticulosidad, hasta cuando tenía que tirar un papel a la basura hacía una reflexión en voz alta. O sea que la incasable Emma te ha insinuado matrimoniarse contigo, eso me huele mal, y arrugaba su nariz estilo Clifton Webb que era lo que daba pie para que los íntimos lo llamaran Pedrocho para no decirle Pinocho. Con hacerse el sordo se sale ileso de la situación, le contestaba a su simpática impertinencia. Para Malena, Emma era un verdadero modelo de mujer. Sé que hay boludas que hablan mal de ella, envidia, ché, ¿qué acapara todas las miradas masculinas, todas las atenciones de los más pintones?, eso les pasa a las bonitas con buen cráneo. Ponía calidez en sus afirmaciones.

 

   Fue sólo una mención pasajera sobre cómo evitar tener enemigos. Ella captó la indirecta Quién no tiene enemigos, me respondió Emma mientras bebíamos un trago en la cafetería de la Facultad. Desconfía de los que dicen ser amados por todos, ¡qué aburrido que todos te den besitos y nadie te ponga mala cara! Insistí, di nombres, adelanté que no les creía a quienes me habían dado esos informes. Claro que es cierto, ¿quién te lo ha dicho, la monja de la Pastrana?, tendría  que encerrarse en un convento y dejarse de estar  aireando la vida de los demás por calles y plazas, esa es una enemiga de papel.. La Pastrana  dedicaba sus días al trabajo de relaciones públicas de  una cadena hotelera, y aseguraba que tenía escritos varios libros de poemas que no tardarían en publicarse y que causarían sensación.

 

    Ya no había freno para mi casi morboso interrogatorio durante nuestros encuentros hoteleros. Entre beso y beso depositado en sus cautivantes  pies, punto de partida para iniciar periplo hacia el norte, dejé caer mis dudas acerca de su compañera argentina. Pensé en una patada en la boca que aunque dada con las bellas extremidades me iba a doler,  pero no fue así. No me extrañan esas conjeturas, pobre Malena, siempre pasa lo mismo con los que vienen del extranjero a trabajar, si fuera millonaria y tuviera una empresa o grandes rentas sería no una diosa pero sí una gran dama. Le hice notar que yo no participaba de esas dudas sobre ella y su amiga argentina, pero que eso era lo que circulaba por algunos sectores de la Facultad, preferí  no mencionar el nombre de Violeta.

 

     Recogió una pierna en un movimiento de clara lubricidad, apoyó la cabeza contra el respaldo de la cama, ¿te parece que una mujer como yo puede tener esas inclinaciones, esos apetitos que yo no veo mal pero que no son para mí?. Lo que digan los demás no me importa, me importa lo que tú pienses. ¿Y tú qué crees? Me interrogó Pedro. Calumnias, fue todo lo que respondí. ¿Te parece que puede haber algo de eso? Me interrogó serio, Lucho. No me atreví a darle una respuesta clara.

 

     Hasta ese momento nunca la había visto titubear para contestar a mis cuestionamientos. Planteé el asunto como algo perdido que había llegado sin saber cómo a mis oídos, al principio pareció no captar la intención de mi pregunta, luego tuvo un breve sofoco que supo alejar a tiempo.¿Pero quién te informa? ¿por qué siempre tan negativamente? Diré mejor tan adversamente a mí. Primero había sido Violeta, aunque de forma dispersa y difusa como casi siempre, luego la señora Pastrana a la que apodaban la monja, que fue quien lo hizo con mayor concreción.  No la creas tan recta, tan veraz me indicó la chismosa Violeta . Aunque puede parecer una indiscreción por mi parte, creo que es un deber de amiga decírtelo, recitó con aire contrito la monja publics relations.

 

   No le mencioné a Emma ninguno de los dos nombres.  Tampoco fue una pregunta de tipo fiero interrogatorio, hasta podría  decirse que no fue pregunta sino consulta o simple conversación con referencias a su pasado. Cuando lo conocí, me respondió deshaciendo el abrazo con que ceñía su cuerpo desnudo, sólo vi al hombre hermoso como aun es, yo no sabía antecedentes, nunca escarbo en el pasado de nadie, tampoco creí que el asunto se iba a prolongar unos meses, pensé en algo pasajero, sin importancia, que no dejaría huella. Alfredo conocía al sujeto y me lo describió en breves y firmes pinceladas. Vestido a la última moda, aparentemente muy dadivoso, invitaciones a beber y comer a los amigos, educación exquisita que dicen mantuvo aun ante la policía. Casi como si protestara aclaró, enamorada, lo que se dice enamorada de él no estuve , me gustaba eso era todo, ¿qué, te parece un delito?. Me miró con firmeza, ya se había recuperado del titubeo inicial.

 

    Me costaba trabajo  en las circunstancias en las que nos encontrábamos decirle que se trataba de un timador, de un desalmado, tal vez los calificativos iban a salir con sabor a celos, por eso me abstuve de pronunciarlos. Sólo le comenté: deberías haber tenido más cuidado con la elección de algunas de tus amistades. Noté que mi reconvención no la conseguía digerir. Mira, si tu conocieras a Juanacho no pensarías lo que piensas ahora de él. Para Alfredo que no era ni amigo ni siquiera lo que se llama un conocido, ese tal Juanacho tenía el aspecto de un galán de cine pero una mirada que obligaba a situarlo en la región más sospechosa. Es el  sinvergüenza simpático a primera vista, el ladrón de guante blanco. Lucho no lo conocía ni sabía nada de sus andanzas tenebrosas pero algo había averiguado en los muchos círculos que frecuentaba. Lo metieron en chirona pero salió pronto, ni medio año, debió ser algo sin importancia. Pedro me aclaró más. Nadie sabe cómo le llegó el perdón si había cometido estafas  millonarias. Hizo un gesto como de impotencia ante algo superior.

 

    Actué con cautela, tampoco se trataba de fulminarla por algo que le concernía muy tangencialmente. Se lo dije a Pedro, es como si entras a una oficina y encuentras un hombre muerto, tú no lo has matado pero te ves envuelto en serios problemas. La Pastrana me había contado el caso con toda mala intención. Bueno, tú en ese tiempo no la conocías, eras ajeno a todo eso, pero el delincuente ese cometía cada timo que daba miedo, ella lo acompañaba en todo momento y se aseguraba que el delincuente tenía cómplices. Yo deducía que con eso quería implicar a Emma a quien, evidentemente, detestaba, ignoraba  los motivos que habían producido  en la monja un odio que se podía palpar.

 

    A veces Emma se desnudaba con gran lentitud, como si el tiempo fuera un manso cordero para ella. Yo solía descalzarla y dejaba todo lo demás en sus manos porque me fascinaba verla cómo se iba quitando la ropa pieza a pieza de pie, a medio metro de la cama donde yo la esperaba ansioso.¿Disminuye tu interés por mí al saber que en mi vida hubo un estafador?, me preguntó sin ápice de cinismo. Lo que pasa, me decía Pedro, es que tu amiguita no es una ingenua sino todo lo contrario, siempre está de vuelta por eso no se comprende cómo no tarifó al galán inmediatamente. No quería ahondar en el asunto pero los demás sí lo hacían por mí.

 

   Durante la excursión que hicimos fuera de la ciudad y que duró un fin de semana, me confesó que no era muy adicta a los viajes pero que si había realizado algunos y se refirió al de Montevideo. La ciudad me pareció muy agradable hasta con encanto, los montevideanos la llaman la capital del Plata. Tardó en mencionar al acompañante. Pero siempre parecía dispuesta a hacerme el depositario de su vida íntima. Era un líder político en decadencia, ese sí que nunca me propuso matrimonio porque estaba casado, pero gozaba de bastante libertad, aunque conmigo la esposa  se soliviantó y bastante. En algunos momentos describía calles  de esa ciudad, opinaba sobre los montevideanos como si fuera Mario Benedetti, pero volvía al aspecto central de la conversación.

 

   Me sentía molesto conmigo mismo por ser receptor de tanta murmuración, por permitir que entre Violeta y la Pastrana me llenaran las orejas de informaciones que buscaban desprestigiarla ante mis ojos. Sin embargo no sabían casi nada del viaje a Montevideo. Y yo no había inquirido sobre ese periplo, fue ella la que me lo había contado espontáneamente como me contó otros episodios de su vida. Me preguntaba  sólo para mí: ¿esta mujer carece de secretos? ¿no guardará algo de eso que no se puede confiar ni a uno mismo?. Todos tenemos algo que queda atrapado en el fondo de la conciencia, me decía Pedro. Y Alfredo también agregaba opinión parecida. No hay ser humano que lo cuente todo íntegramente, y si lo cuenta todo siempre utilizará maquillajes. Y volvía a sus lecturas de Omar Khayam.

 

    Le a dije a Lucho que nada del pasado de Emma me parecía reprochable, ¿quién no ha tenido una aventura sentimental con alguien de dudosa caradura?. Claro que no, me respondió, pero terminan por emborronar la imagen de la persona, como si le hicieran una foto detrás de una cortina de humo. Por lo general Emma no respondía directamente a lo consultado. Cuando renové mi interés por su viaje a Montevideo hizo un comentario en vez de una contestación rigurosa. Si dios existe hay que agradecerle  el esmero que se dio en el tratamiento del placer sexual, sin él la vida sería un páramo. Pedro o Pedrocho considerado un hombre bastante rijoso, arrecho calificaba Alfredo, llegaba a decir barbaridades a pesar de su evidente adicción al incomparable placer. El sexo nos animaliza. ¡Qué tontería! Se soliviantaba Emma, con sexo o sin él somos animales siempre, pero racionales, el sexo nos ennoblece, no nos disminuye. Su sensualidad quedó retratada en el leve movimiento de las caderas para cambiar de postura en la cama.

 

    Me había dicho que después de Montevideo fue a Buenos Aires, pero ya sin la compañía del político venido a menos.¿Harta, curiosa u obra de un tercero?. Fue en Buenos Aires donde conocí a Malena, me dijo como algo menor dentro de un enorme equipaje importante. Deducciones: ella invita a Malena, la trae, le consigue trabajo. ¿ En qué trabajaba esa muchacha en la Argentina? ¿Y el político naufragó en el Uruguay? ¿Su mujer lo persiguió hasta Montevideo y espantó a la intrusa?. Tuve una aventura con una mujer a la que sólo le interesaba el sexo,  Bartolomé, era un editor sin  ambiciones ni prestigio mi amistad con él se debía a que había publicado una de mis  novelas. Las nínfulas son peores que los adictos al alcohol o a la coca, me explicaba con aire escandalizado.

 

     Nos enfrascamos en un cambio de opiniones sobre el sexo.  Todo empezó con mi disparatada teoría de que el ser humano desaparecería de la Tierra tal como ocurrió con los dinosaurios. Para eso tendrán que pasar muchos siglos, opuso ella. Quedaron borrados del planeta porque eran corruptos. Se rió a carcajada limpia. Su rubio sexo subía y bajaba, yo veía los pétalos de rosa de sus pezones no sólo cambiar de posición también de color hasta llegaban a estar encarnados como si sangraran. Me acordaba de la insaciable amiga de Bartolomé. Cuando terminó de reír lanzó una pregunta contundente. ¿Eran corruptos porque estafaban a los demás animales o porque se tiraban a las hembras de los elefantes ?. No la dejé seguir le tapé la boca con la mía.

 

    Con Alfredo había tenido conversaciones similares, nada de que los eliminó un cataclismo, se autoeliminaron porque estaban hartos de ser tan grandes y tan pesados. No, hombre, me contestó cayeron en desgracia por abusivos, por dictadores  y entre todos los  demás animales decidieron devorarlos y acabar con su reinado, fue una revolución con todas las de la ley. Emma, salía del círculo humorístico y entraba de lleno en lo serio, mientras  su pie jugaba suavemente con mi sexo. Tendríamos que imitarlos y decapitar a todos los dictadores y dictadorzuelos que hay en la tierra, mi bálano se erguía por esos toques cálidos que Emma daba con sus dedos.

 

   Lejos de la mirada hosca y el tono agrio continuó la charla. Lo que tú quieres es que yo considere a los hombres que han pasado por mi vida como si se tratara de dinosaurios, ¿no es así? y mejor si  los borro de mi memoria para siempre. No le di la contra aunque tampoco le allané el camino a su opinión.  El olvido es una defensa contra recuerdos incómodos, pero no borra nada, a lo sumo pone biombos a lo que no nos gusta. Me replicó inmediatamente. No serviría de nada para lo nuestro la eliminación de mi pasado,  con decir esto no sucedió no se gana nada, con meter lo ingrato en el olvido como si se tratara de una maleta con mil llaves tampoco, la cicatriz  no queda en la memoria sino en la conciencia. Me agradaba su razonamiento pero no compartía el término cicatriz. De acuerdo no hay cicatriz, llamémosle rastro pestilente, ¡ay, qué rebuscado lo que digo a veces! Exclamó sonriente. Me acariciaba con todo su cuerpo, la blanquísima planta de su pie, la delicia plateada de su rodilla, la suavidad de su hombro, el deportivo movimiento de su grupa, el momento dedicado a  reflexiones había terminado.

 

    Alfredo me aconsejaba que le descargase una ráfaga de preguntas sin darle respiro .Los novios, sus trabajos, sus viajes, los lugares en los que ha vivido, y sus estudios, ¿a qué va a la Universidad?,Lleva años matriculándose en diferentes  Facultades y no avanza en ninguna. La que no cesaba de chismear era Violeta. No sé si tienes algo serio con ella, mira, ayer la vieron en el cine con uno que no es conocido en la Facultad de ella ni en la nuestra. Lo dejaba caer con mirada inocente, como un pajarito que se convierte en víbora  por un instante y luego vuelve a ser ave canora. Ya no prestaba oídos a sus noticias o inventos sobre Emma, a veces callaba a veces la defendía abiertamente. Déjalos que hablen, pedía Emma,  con ese tono entre impositivo y desdeñoso que en las habitaciones que nos cobijaban parecía indicar que no se había ido allí a perder el tiempo.

 

   Las sugerencias de Alfredo no dieron buen resultado la primera vez pero sí a la segunda. La noté como extenuada por el vivaz y persistente interrogatorio. Detesto la mentira, aborrezco a los hipócritas, hasta casi maldigo a los cobardes, conocí un cantante de tangos en Buenos Aires, no sólo cantaba bien bailaba divinamente el tango, y tenía gancho el tipo. No sabía a qué venía ese cuento pero Emma aclaró pronto el motivo. Cometí una traición involuntaria, yo no sabía que era el novio de la chica que había conocido pocos días antes.  No había pesadumbre en su voz era una confesión sin sufrimiento. Esas cosas pasan, la consolé. Después traté de recompensarla con mi afecto qué otra cosa puede ofrecer una pobretona como yo. Lucho había averiguado algo y me lo dijo. Esa amiguita de tu Emma no era locutora en su tierra, se forjó como pudo aquí. Yo ya lo había supuesto.

 

    Desde el día que la conocí no la había visto tan enfadada. ¡Por qué insistes! ¿por qué quieres saberlo todo? Yo te he abierto mi vida como si se tratara de un libro, tú puedes leer lo que quieras, subrayar, hacer consultas, pero no te excedas, no trates de arrancar páginas, de tachar frases, te juro que no te oculto nada. No sé por qué en ese momento tuve la sensación de que sí guardaba secretos, no sólo para mí para todos, tal vez no para  Malena. Cuando lo supe casi me desmayo, me confesó algo acuitada.

 

    Lo buscaba para entretenerme con sus historias. Hay  muchas así, recalcaba Bartolomé, mira la que yo conocí que se llamada  Greta, por llegar a un hombre que le gustaba era capaz de cualquier vileza, lo contaba sin énfasis como algo que acabara de leer en un diario y le pareciera digno de ser comunicado. Se me hacía imposible creer que un flaco como él con aspecto de desnutrido y siempre muy malatraza, con la camisa sin planchar, los pantalones sin raya, el pelo revuelto, hubiese tenido una aventura con una mujer de ese calibre y que la aventura le durase algo más de un año.

 

     Hizo la afirmación sin titubeos, Claro, Malena lo sabía, si ella había sufrido esas vejaciones, a ella también la trajo del norte, un pueblo tucumano que no recuerdo el nombre. No sé cómo me  escapé yo de sus garras. Esa vez como corolario me confió que tenía una foto de Oscar, el individuo en cuestión. Tiempo después conocí su  álbum fotográfico en el que estaban todos sus galanes.¿Quieres que  tire la foto del cantante de tangos?, me preguntó a la vez que me la alargaba como diciendo que yo hiciera lo que quisiera con el retrato. Lo rechacé. Es tuyo, consérvalo. Dijo que lo quemaría pero creo que nunca llegó a incinerarlo. Me pareció una canallada, se lo dije a Malena, hay que denunciarlo, mi pobre amiga tiritaba de miedo. Yo tomé la iniciativa, se descubrió que era el capo de una banda. ¿Pero siempre se conseguía gente de esa calaña?, Lucho no lo podía entender.

 

   Comprobé que  no todos eran como cortados por la misma tijera, por supuesto que había gente normal y hasta interesante en su álbum de enamorados. No se trata solamente de que te quieran si no de cómo te quieren, me dijo con gran seguridad. Ismael, era un traductor de cuatro idiomas, unos pocos años mayor que yo, perdió el juicio por mí, se quería casar conmigo, me prometía viajes, aseguraba que su profesión le abriría puertas y sobre todo que ganaría mucho dinero si nos fuéramos a vivir a otro país. Yo no he nacido para la convivencia. Tal vez eso me salvó de las perversiones de Oscar, las seducía, las traía a la capital, las alquilaba a sus clientes sádicos. Malena tiene varios recuerdos hechos por de esos viejos malditos. Tiró con rabia el cigarrillo al suelo, no lo pisó porque estaba descalza.

 

    Después de la denuncia o la traición al tal Oscar debió salir volando de la Argentina, pensé. ¿Duró mucho tiempo tu relación con él?. Hizo un gesto como si ya estuviera harta de contestar mis preguntas.  Tres meses, tal vez cuatro. ¿Y Malena que fue incapaz de denunciar, lo aguantaba todo? Miedo, era la preferida, la novia hasta que aparecí yo, pero vivía muerta de miedo. Calló como reparando en que ya me había contado demasiado. Lucho, me hacía sugerencias sin ánimo de convencerme. Ya llevas como un año con ella, ¿va a durar más tu noviazgo, va a pasar a mayores?. No le confesé que tenía la sensación de que estábamos entrando en la recta final.  El comienzo del final ocurrió aquella noche que ella me preguntó con tono de burla ¿nos damos unas vacaciones? Tardé en dar una respuesta..  

 

    Nunca conseguí saber qué pasó después de la denuncia. Supuse que Oscar no ejerció su denigrante actividad por largo tiempo. Le confesé al rijoso Pedro que  me hubiera gustado saber cómo se desarrolló el juicio contra ese tunante y si citaron a su tenebrosa clientela a declarar.  Seguro que eran ricachones o políticos y banqueros con muchas  influencias y no les pasó nada, opinó Lucho. Ellos no eran los culpables, si sufrían de esa desviación sexual no tenían que ser requeridos por la policía sino por los psiquiatras, respondió muy orondo Alfredo. ¿Tu querida Emma también visitó a los carcamales que le presentaba ese Oscar? Se rió Lucho a pesar de mi seriedad en esos momentos.

 

   Los amigos me interrogaban. ¿Sigues viendo a Emma?, preguntaba Alfredo. No le contestaba nada. ¿Terminaste con ella? demandaba, Pedro. Lucho si lo supo muy pronto. Violeta se encargó de distribuir la noticia por todas partes. La monja Pastrana de la que Emma decía: a lo mejor hasta es virgen, qué vergüenza, me encontró en plena calle y me felicitó. Sé que ya dejaste a Emma, ¿qué alivio, verdad?. La dejé fría, si vieras cuánto desearía que esa relación continuara eternamente. Debí haber utilizado tono rabioso y puesto cara endemoniada porque la mujer quedó pasmada. Veía a Emma de vez en cuando, era como una adicción mal curada.

 

Posted by al4/alvarezbr at 9:46 PM EST
Post Comment | Permalink | Share This Post

Now Playing: Dos cuentos de Carlos "Coco" Meneses, desde mallorca.
  

                                    MAXIMILIANO EL AVENTURERO

                    

     Me lo presentaron en una de esas reuniones en casa de amigos a la que va llegando gente sin continencia, y vas hablando con uno y con otro a veces sin saber quiénes son. Sí, me dijo, estuve en México durante dos años, ha sido una buena experiencia. Después supe por otros que bastantes años atrás había intentado dar la vuelta al mundo, naturalmente, sin fijarse el plazo de 80 días. La información venía precedida de un calificativo. Es un aventurero. Miraba detenidamente a Maximiliano, un hombre de por lo menos una generación anterior a la mía, de aspecto grave, muy poco dado a las bromas, escaso de sonrisas, eso lo noté  en el tiempo que duró la fiesta. Creo que fue el dueño de casa quien incrementó los datos para completar la imagen de mi nuevo amigo. Quiso ser  director de cine pero  por ahí tiene cerrado el camino. Aunque al salir de la fiesta pensaba que tenía la biografía completa de ese hombre alto y fuerte que se reía poco o casi nada, sería más adelante cuando en realidad conocería su vida y gozaría de su amistad.

 

    No hubo que esperar a ninguna otra reunión en casa de amigos para que nos volviéramos a encontrar. Como pasa siempre, seguro que nos habíamos cruzado en el camino cientos de veces pero al no conocernos no dejaba huella en ninguno de los dos la fisonomía del otro. Trabajo en cinematografía, me dijo una mañana tomando algo en un bar. Te está faroleando, me comentó sonriente Lucho, no es cineasta sino dueño de dos salas de cine en barrios de medio pelo. Era cierto. Yo aun no era novio de Sonia y mi relación con Emma se había deteriorado al extremo de que nos veíamos muy de tarde en tarde, y como dos buenos amigos hacíamos un repaso de todo lo que habíamos vivido en una semana o dos. Sí, tengo referencias de ese señor, según dicen ha hecho de todo y nada le ha salido derecho. Me quedé estupefacto, ignoraba que lo conociera. Lo dijo con tal seguridad que no daba opción a réplica.

 

   Me resultaba complicado ir reuniendo piezas  una a una para formar el total de su personalidad y su historia. Y me parecía curioso que tanta gente conocida  pudiera darme noticia, aunque fuera muy breve y algo dudosa, de la misma persona. Su conversación solía centrarse en esos tiempos sobre México, a veces como un rayo bajaba en diagonal del norte hasta el sur y se situaba en Buenos Aires. Fui ayudante de dirección de Torres Nilson, me contó satisfecho. Antes me había dicho que se enorgullecía de su amistad con Cantinflas. Pero había una muralla que no daba acceso hacia su profundo pasado. El viaje alrededor del mundo, la visita frustrada al Papa, sus amores con una actriz francesa y su intención – nunca pude saber si transpuso el portal de la intención -, de combatir en una guerra del lejano Oriente, todo eso y algunas cosas más quedaban como guardadas en inviolable caja fuerte.

 

    Pérez Alcayaga , el amigo en cuya casa conocí a Maximiliano, aseguraba que sí había entrado en combate y que tenía las huellas de una  herida de bala en un hombro. No sé cuánto tiempo estaría como mercenario, me contó,  pero lo retiraron del frente porque cayó herido, más no sé, es muy enigmático. No me atrevía a hacerle la pregunta a boca de jarro. Daba rodeos a ver si él se animaba a contar todo ese atractivo pasado. Dicen que no es cierto lo de Corea, me dijo Lucho que frecuentaba variedad de gente y entre ellos algunos que conocían algo de Maxi. Se asegura que es muy fantasioso y se quiere construir una vida que no le corresponde. Me interesó mucho, pensé que aunque todo ese rico pasado de aventurero fuera falso, puro invento, revelaba una personalidad muy especial que no coincidía con el aspecto de hombre pausado, ecuánime, de esos que meditan tres y cuatro veces las respuestas que tienen que dar. En esos tiempos Maxi apenas debería sobrepasar los cuarenta años.

 

    Nunca vislumbré  que llegaríamos a ser tan amigos. Al extremo de que me tratara como a su hermano menor  y me contara no sólo sus cuitas sino también parte de ese pasado tan escondido. Cuando decidió casarse lo supe por él mismo. La descripción de la novia me la hizo en un bar una noche que ambos no nos soportábamos en soledad y necesitábamos comunicarnos con gente que nos entendiera. Es una mujer  muy interesante, se llama Bertha, se dedica a traducir del inglés al castellano, te la presentaré. No pasaron ni cinco días y ya conocía a Bertha. Me cayó bien desde el principio. muy alegre, muy conversadora, rompía las murallas de prejuicios e intolerancias,. Resultaba avasallante su forma de comunicarse, pero no solía decir tonterías y era bastante coherente.

 

    Han pasado más de diez años desde que conocí a Maxi, de aquellos encuentros fortuitos o buscados, esos sondeos que preceden a la verdadera amistad. Ahora puedo hablarle de cualquier momento de su ayer sin llegar a perturbarlo pero me doy cuenta de que es mejor  no excederse. El siempre que cuenta algo de su pasado de película, lo hace en muy breves dosis. No te puedes imaginar cómo era Saigon en esos tiempos, la sangre, el arrojo de la gente, el fuego, la muerte persiguiéndonos a todos.. Callaba, parecía que ya no diría nada más de su gran aventura y de pronto añadía alguna cosa nueva. Europa es un enorme museo con una fábrica continua de modernas emociones. Después nada más. Olvidarse del pasado y platicar sobre los problemas del momento.

 

    Emma con la que me encontraba en un café que estaba en el camino de ambos, consideró que si era verdad todo lo que se contaba de él resultaba un ser como para ponerlo en un altar. Lo de la guerra de Corea no es cierto, hay un error, le dije, era en Vietnam. Lo del romance con la actriz francesa ¿por qué no?, más bien llevemos a broma la deseada audiencia con el Papa Juan XXIII, eso creo que nunca se sabrá claramente, tal vez Bertha, si lo sabe lo suelte cuando menos se piense. La dejé en duda, Una de las características de Emma era su desconfianza permanente de todo y de todos. Una persona con un ayer tan variado como se comenta se sentiría muy orgulloso de sí mismo y lo luciría como una condecoración a cada momento,  ten en cuenta que ninguna de sus aventuras tiene buen final, me miró inquisidora.

 

    Yo no me imaginaba a ese dueño de dos cines de barrio, serio pero amable, convertido en un mercenario y a miles de kilómetros de su tierra natal.  Con un fusil ametralladora en las manos y corriendo en zig zag por el campo de batalla cercano al Mekong para eludir las balas enemigas que silbaban sobre su cabeza. Tampoco besándole la mano al Papa, manteniendo una actitud hierática en la basílica de San Pedro, mas si contemplando maravillado la impresionante obra de Miguel Angel en la Capilla Sixtina.    cortejando a una actriz de la nacionalidad que sea en un plató o en una cafetería. Sí viajando, en bicicleta o a lomo de mula, para llegar a Irkusk, Peking  Madrás. Es dueño de un gran tesón, les decía a mis amigos. Lo veía fuerte, juvenil, indomable, andando, primero, pedaleando una bici, después, en una moto, hasta subido en un camión carguero. ¿por qué no?. Eso no era óbice para no poder  recordar las palabras de Emma que recalcaban sobre la frustración de cada uno de sus intentos.

 

    Me contó que los viejos cines de barrio los había heredado de su padre. Que Bertha era hija de un hombre muy probo que había sido diputado en tiempos de Bustamante. Que ella había estudiado inglés en Liverpool durante varios años. Hasta confió sin titubeos porque superaba complejos, que antes de conocerse ella había vivido con un  buen fotógrafo inglés, y ya de vuelta a su tierra había tenido un largo romance con un diplomático centroamericano de quien tenía un hijo. ¿Te sentías cómoda viviendo en Inglaterra?. Bertha respondía a todas las preguntas y creo que nunca con subterfugios. Sí, ten en cuenta que había ido a estudiar no ha divertirme. Sí, su padre la mandó a Inglaterra como quien le entrega la herencia antes de morir, me confesó el propio Maximiliano. Gracias al inglés he sobrevivido, decía ella envuelta en sonrisas. Qué sería de mí si no tradujera, porque soy una verdadera inútil para todo lo demás. Su hermana Margarita lo certificaba. Nunca la he visto en la cocina, jamás ha pegado un botón. Hacía gestos para acentuar más esa inutilidad.

 

    Solíamos conversar  horas enteras aunque eso ocurría muy de tiempo  en tiempo. Generalmente eran días en que alguna fricción, alguna desavenencia lo había alejado del diálogo animado que casi siempre mantenía con Bertha.  Recorría el planeta, me comentó. Era un viejo deseo,  consideraba que esa era la única forma de sentirme libre, lo dijo con profunda seriedad y con mirada de derrotado. ¿Y se sintió libre? hizo la pregunta Emma con un toque de evidente sorna, si te lo afirma doce veces la receta es válida y soy capaz de imitarlo. Yo le doy la razón, me decía Lucho, si se puede salir a correr mundo sin ataduras, sin familia, ni trabajo con horario, ni compromisos sociales,  lo veo como el ideal. A Federico en cambio le parecía que lo que hizo Maxi era evadirse, escapar de problemas. Huir no es lo correcto, pero no hay que decírselo. Se colocaba un dedo vertical sobre los labios.

 

    Me gustaría hacer lo mismo que tú, le dije a Maxi, dejarme llevar por el deseo, la curiosidad, lo que sea pero no por el compromiso, en todo caso compromiso conmigo mismo de intentar ser libre. Me sonrió como respuesta. Romper con el sistema siempre implica una serie de riesgos, acotaba Federico. Visto así, teóricamente y hablando en el café resulta como un perfume en un momento en que el aire se poluciona en exceso, pero pronto se descubrirá que toda esa aventura no es más que un espejismo. ¿Y con qué vivía? Todo cuesta, desde un pan hasta un billete para el tren . La eterna novia de Federico, Lily, una chica sin mucho seso a veces terciaba en lo que comentábamos, debe ser fascinante estar un día en París, al día siguiente en Estambul, después en Roma visitando al Papá, ¡ay! Pero qué peligroso ¿y si el avión se cae?. La ingenuidad le recorría de la cabeza a los pies.

 

    Descubría rasgos de crueldad en mi intención, quería acosarlo con preguntas hasta obligarlo a decir que todo había sido un error, o que había falsedad en la mayor parte de ese pasado tan escondido. Hombre, está claro, me decía Emma en las escasas semanas que volvimos a ser novios. Tiene miedo de enfrentar lo que pasó. Si por lo menos algo de lo mucho que hizo o que intentó hacer hubiese resultado bien, otro gallo cantaría, pero  todo le salió torcido. Seguramente oculta algo, decía Lucho, dice lo más llamativo pero debe haber más y tal vez frustrado. No dejaba de tener razón. Como todos Maximiliano tenía su escaparate en el que colocaba lo que más le gustaba o le convenía que se supiera, y lo demás quedaba oculto, incluso era un escaparate con una espesa cortina delante que sólo se descorría para los grandes amigos.

 

    Al primero que le confié mi decisión fue a Federico, y no sé por qué a él tan conservador.  Dudo si animarte o desanimarte, me dijo. Yo acepto que tú lo consideres un interesante modelo de aventurero, ¿ pero, no crees que hay otros seres humanos más atractivos sobre los cuales escribir?. Me pareció una opinión transida por los celos. Pérez Alcayaga, que lo conocía de mucho tiempo atrás, soltó una frase que me hizo reflexionar. Cuando se abusa de contar determinadas anécdotas es  porque se necesita encubrir otras cosas. No hubo forma de que soltara a qué otras cosas se estaba refiriendo. Mira, le dije a Lucho, la imagen que abriría la novela sería la de Maxi con su fusil ametralladora tratando de evitar que el ángel de  Dien Bien Phu sea víctima del fuego enemigo. Se rió de mi idea. No estuvo en Corea, hombre, fue en Saigón. Me dio un golpecito amistoso en la espalda.

 

    . Pérez Alcayaga a quien conté mi proyecto me advirtió  que antes de iniciarlo debería aclarar algunos  aspectos. Hablaba como si tras cada palabra se arrepintiera de lo dicho y quisiera dar por concluida la conversación. También igual que otros me advirtió que el primer paso debía ser contar con el beneplácito del protagonista. No sé qué decirte, no veo que sea tan importante la vida de tu amigo como para dedicarte a escribir sobre él. Sonia, que siempre mostraba gran indiferencia por lo que yo hacía se convirtió involuntariamente en mi gran colaboradora. Nunca me imaginé que gracias a ella iba a entrar como premunido de una linterna en esa región sin luz de la vida de Maxi. Casi por pura casualidad me habló de Samuel, un empleado de banco que resultó haber sido compañero de Maximiliano en la etapa inmediatamente anterior a su gran aventura, como yo le llamaba a su largo viaje.. Ella  había conocido a ese Samuel a través de su padre.

 

     A Federico no le cuadraba que actuara sin  previa consulta al interesado. Qué estás esperando para decírselo. Y su novia Lily preguntaba  ¿contarás que el Papa no lo dejó entrar a su casa del Vaticano?. Lucho me instaba a que terminara con mis  temores y me decidiera a empezar la historia. Pero tienes que hablarle a él, ya sabes bastante de su vida lo que falta es que Maxi te lo confirme. Decirle, mira Maxi, un ex compañero tuyo  del banco en el que trabajaste me  ha contado escenas  de tu vida anterior al viaje, ¿tú me autorizas para que escriba todo y se publique en forma de novela? Por supuesto no daré tu nombre, sólo te tomo como modelo. Pero cada vez que lo buscaba para decírselo se me quedaban las palabras pegadas en la garganta.

 

   Contarlo a los demás añadiendo mis temores a veces me traía algún sin sabor ¡Cómo puedes ser tan cobarde!, me reprochaba Emma en esos encuentros furtivos que a veces teníamos. Háblale claro, a lo mejor no le molesta tanto como tú crees. Encendía un cigarrillo y callaba un momento, de pronto como si fuera un interrogatorio policial :  siempre estás con lo mismo, queriendo hacer novelas de la gente que te rodea ¿estás seguro de que esta vez si se concretará tu deseo?. Me dejaba sin respuesta.

 

    Un día que no estaba Maxi en casa le pregunté a Bertha, ¿te habrías enamorado de él si lo hubieras conocido pedaleando una bicicleta en una lejana y polvorienta carretera de Camboya?. No me dejó terminar la pregunta, respondió emocionada. Es el hombre de mi vida, desde el primer momento que lo vi quedé fascinada por él, lo mismo hubiese pasado en Londres que en Manchuria, viéndolo vestido de soldado que de frac., él me ha sacado de la niebla en la que vivía, ha dado sentido a mi vida. En realidad yo quería otras interpretaciones de la vida de Maxi y no esa tromba emocional. Fue Emma la que puso el dedo en la llaga. Por todo lo que me dices se vislumbra que no salió de casa  con el exclusivo objeto de encontrarse con ese mundo de libertad de que se vanagloria, y algo más serio aun, el sabor de la aventura pudo surgir tras el fracaso del proyecto que fue precisamente el impulsor del viaje. Yo lo había pensado pero no lo veía  tan nítido como ella.

 

    Lo que opinaba uno se lo contaba a otro más que como búsqueda de mayor proyección de los hechos, porque me costaba gran esfuerzo guardarlo sólo para mí.  ¿Entonces fue una huída y no una voluntaria decisión de recorrer mundo?, se preguntaba Lucho. ¿Estás seguro de eso, te lo han confirmado? Inquiría Federico. A Sonia prefería no seguirla informando de mis averiguaciones, ella tampoco mostraba ni la más mínima curiosidad por lo que yo hacía. ¿A qué ciudad fuiste primero?, le pregunté a Maxi, ¿a México DF.?. Movió la cabeza para negar. No, la ciudad elegida fue Panamá, quería visitar la tumba de mi mamá que está enterrada en esa país. De Panamá fuimos a New York y de ahí pasamos a Europa. Por primera vez utilizaba el plural para ilustrarme de su viaje.

 

   Estaba convencido de que Maxi era mi gran modelo de protagonista para una novela  muy reflexiva. Para mí el itinerario y esas aventuritas que me cuentas son cosas secundarias, sentenciaba Emma con su seguridad habitual. Lo esencial reside en la conciencia del individuo. No veo la necesidad de tanta investigación sobre el aspecto físico, cuando lo primario es el psíquico. No todos tienen el valor suficiente para  confesarse a sí mismos el porqué de su comportamiento. Sus apreciaciones sobre lo que le contaba eran tan contundentes que a veces me arrepentía de comunicárselas.

 

    Estaba seguro de lo que me demandaría, que aceptaba que retratara su vida sin dar su nombre, pero que no utilizara de ninguna manera a Bertha como personaje literario. No sería raro que ella te pidiera que sí la incorporases a la historia, me señaló cuando menos pensé Sonia. Tiene razón, dijo en tono rotundamente aprobatorio Lucho, a lo mejor ella hasta te pediría que la menciones con nombre y apellido. Y por qué no contar también las hazañas de ella, consideraba  Emma que aunque parecía alejada del proyecto era de las que aportaba las más atinadas observaciones. Creo que ella es más rica como personaje de novela que él, cuando habla de su padre parece que estuviera describiendo el cielo, y buena pieza que fue ese señor como diputado. No sería un error utilizarla a ella, sería el personaje que trajera  amenidad a la historia, algo así como los descansillos que hay en las escaleras de las casas sin ascensor. Redondeaba, Lucho.

 

    Escribe a las embajadas o a los consulados por donde pasó Maximiliano, recomendaba Emma. Aunque sean veinte o doscientas las cartas que tengas que mandar, mientras más escribas más respuestas tendrás. A Federico prefería no inmiscuirlo en la investigación, no habría entendido el motivo que me conducía. Hasta podría cometer la imprudencia de adelantárseme y hablarle de mi proyecto al propio Maximiliano, algo que , sin ninguna duda, echaría por tierra mi trabajo. Lo que quiero, le dije a Emma, es descubrir debilidades  y poderlas analizar como su fueran insectos y yo un entomólogo  Me fascina encontrarme con cambios, incoherencias, quebrantos de caminos personales, llámame morboso, caso patológico, impertinente improvisado, lo que quieras, pero  no lo puedo evitar. Le interesó mi comentario.

 

       Me lo soltó como un regaño. Me da  la impresión de que pretendes  enfocar sólo el aspecto sentimental, te recomendaría que te preocuparas por igual o tal vez con mayor intensidad y amplitud del sexual, Emma a veces aceptaba que nos reuniéramos en su departamento, pero por lo general íbamos a un hotel bastante distante del centro. Tenía razón, Maxi siempre se había mostrado como un seductor que abandonó esa actitud en cuanto conoció a Bertha. Eufemismos, atenuantes, desviaciones de la realidad. Ya conocía muy bien a mi amigo, como para poder opinar con plena certeza sobre  su comportamiento.

 

   Siempre pensé que los personajes de una novela debían ser como de arcilla en las manos del autor, y estaba convencido de que Maxi ya era para mí de ese tipo de material. Sí, Emma tiene razón, me dijo Lucho, ¿cómo era esa mujer? ¿puro fuego? ¿qué los unió, qué los separó?. Federico sabía la anécdota del cuadro, pero sólo me la confió cuando yo le dije que Pérez Alcayaga me había puesto al día de todo eso, y que Samuel el ex compañero de oficina,  había añadido otros detalles que me parecían muy válidos.

 

     Un mediodía conseguí llevarlo hasta un café y conversar con él sin descanso. Era un hombre bajito, de pelo gris y de mirada huidiza.  Le costaba ponerse en marcha pero cuando empezaba era como si hubiese recibido la ayuda de un tónico poderoso, como las espinacas para Popeye el marino, y no cesaba de hablar. Samuel se mostró esquivo al principio, le conté a Lucho.  Así que hubo una mujer casada de por medio, me respondió epilogando nuestra conversación. Pérez Alcayaga se deshacía en recomendaciones. Mira, nadie sino él puede afirmar lo sucedido, yo repito lo que me contó a poco de volver de su viaje de muchos años, pero de eso de la señora, no sé qué decirte, algo se comentaba, pero él nunca me la mencionó. Lo del cuadro para Pérez Alcayaga era como si le dijeran que el sol sale por el poniente, lo dejaba casi absorto.

 

    Recuerdo que cuando me dispuse  a escribir la novela decidí  no iniciarla con la imagen de Maxi con su fusil ametralladora, ni describiendo, en versión absolutamente libre, un ángel no de  Dien Bien Phu sino vietnamita y al  posible acercamiento cinematográfico de Maxi a esa ya mítica mujer. Rompí docenas de cuartillas, nada de lo que escribía me gustaba. Sólo mostraba ese defectuoso trabajo a Emma en primer lugar, y luego a Lucho pero de forma parcial. Me dijeran lo que me dijeran en tono favorable o tratando de consolarme esos papeles iban indefectiblemente al basurero.

 

    Pronto descubrí la causa de  tanto tropiezo. Claro, me dijo Lucho, lo que pasa es que no estás totalmente decidido a emprender ese trabajo. Emma, con mirada sardónica me vaticinaba que nunca escribiría esa novela. Le tienes miedo a la historia porque no sólo refleja la vida Maximiliano sino la de mucha gente, muchísima, millones y millones, y seguramente también la tuya, ten en cuenta que en esa gran aventura que te fascina hay grandes frustraciones, te comprendo, eso siempre es un impedimento. Inmediatamente cambiaba de conversación.

 

     Ya había cogido impulso y me hababa sin  freno. Sé que Maximiliano volvió de Europa, me dijo Samuel el primer día que hablamos, pero  hasta ahora no lo he visto y han pasado años de eso. Le pregunté si sabía cómo se había organizado el viaje, y deslicé lo que el propio Maxi me había confiado, que el primer tramo fue hasta Panamá. Sí, en efecto embarcaron hacia ese país. Después sólo supe que habían seguido viaje hacia Europa, y algunos amigos comunes me contaron que él había llegado hasta la China, me impresionó imaginarlo en ese país, ¿cómo se comunicaba con los chinos? ¿aprendería mandarín?, se reía Samuel como si lo que estaba contando fuera pura ficción. Claro, opinaba Pérez Alcayaga, me dijeron que el marido de ella era un banquero y estaba muy bien situado económica y socialmente pero ella no tenía ni medio partido por la mitad, así que había que ver la forma de financiar el  viaje. A ratos mi  informante callaba como si le asustara todo lo que me estaba diciendo.

 

   Samuel me remitió a una persona que él creía podría saciar mi enorme curiosidad. Mire, me dijo la ex telefonista del banco en el que había trabajado Maxi, no sé si cometo una indiscreción pero ya que usted me lo pide y me dice que es para un programa de televisión en el que el invitado de honor será él, pues se lo digo.  Dicen que conoció a Sofía, la esposa del director del banco, en una comida que se ofreció a una parte del personal. Se encogió de hombros no como signo de indiferencia sino como si quisiera esconderse de miradas acusadoras. Unos de los que estuvieron en la comida dijeron que en ese mismo momento saltó la chispa entre ambos, esas cosas pasan, pues, sino no habría divorcios. Acepté su reflexión. No quiso seguir informándome pero me dio el número de su teléfono y me pidió que la llamara cuando la necesitara.

 

    El día que le pedí a Maximiliano que me aportara toda la información necesaria para emprender mi  camino novelístico, hizo silencio y luego estuvo a punto de rebelarse evidentemente fue un golpe de sorpresa . No veo la razón para que noveles mi vida . No te lo quiero impedir, pero no le veo el atractivo.. A medida que hablaba se iba encolerizando. ¿Pero finalmente te dijo que sí? Preguntó muy interesado Lucho. Un sí condicional, le respondí.. Fue Emma, como siempre, la que abrió una nueva ventana hacia la luz. Tiene razón, esas son cosas muy íntimas, pero ahí reside todo el misterio. Seguramente el empleadito de banco un jovencito  veinteañero perdió el seso por la señora hermosa y no más de tres años mayor que él, ¿sabes si ella cuando rompieron volvió con el marido o se quedó al aire?. Tal vez, Adriana, la ex telefonista del banco podría absolver esa pregunta.

 

    Veo que no cejas en el asunto me dijo Pérez Alcayaga, mira, lo poco que yo sé es que el director del banco cogió las estrellas de rabia y que lo primero que hizo fue botarlo a él del trabajo y que ya no hubo tiempo para ajustarle las cuentas a la mujer, los dos volaron hacia Panamá no a México. ¿Miedo, esperanza , necesidad? Yo en esos tiempos no conocía a Maxi, confesó Federico, y no me cuadra lo que me dices con su carácter. Para Lucho ella debió aportarlo todo. Lo imagino en esos tiempos como un joven de unos veinticinco años con sólo un sueldito miserable, o sea un pelado. Yo sabía nebulosamente lo del cuadro por Pérez Alcayaga pero no conseguía ensamblar todo ese conjunto de episodios. Emma hacía conjeturas, la guiaba ese radar mágico que era su intuición. ¿Crees que el cuadro fue la base financiera de los primeros tramos del viaje? , no te diré que el amor lo puede todo, más bien el sexo es capaz de aniquilar barreras. La mención del aspecto sexual le concedía una orla erótica a su rostro..

 

   La señora Adriana, mujer mayor, jubilada, con muchos nietos, decía no saber nada de todo eso. No encontraba la persona que colocara no sólo en orden sino con claridad el cúmulo de  recuerdos e informaciones. ¿Dónde hallar al gran amor pasado de Maxi? ¿Qué hacer para que mi amigo me deje echar una mirada a esa etapa previa a su  vida aventurera?. Si no vas a dar su nombre, si no vas a dar el nombre de la dama, ni vas a ser preciso en fechas y lugares,  olvídate de la realidad, habla del cuadro que tú quieras,  inventa la forma como lo sacaron de la casa del banquero,  construye el episodio a tu manera. no veo por qué consultarle eso al interesado, me decía Lucho convencido de tener toda la razón.

 

    Quien me llamó la atención y de forma casi impositiva fue Emma. Una persona que te dice que es cineasta y que en realidad lo que hace es regentar dos cines de mala muerte, no es como para darle mucho crédito, ¿no te parece?. En cierto modo tiene razón, consideró Lucho, ¿pero eso va a derrumbar como si fuera un castillo de naipes todo lo que has investigado?. Eso era lo que se proponía Emma, desbaratarlo todo, al principio no me di cuenta, luego me pareció una crueldad, pero terminé aceptando a medias su razonamiento. Nadie aporta ni la más mínima comprobación de lo que hizo en Europa y Asia, todas son suposiciones, ha sido el propio Maxi quien ha contado sus aventuras, y a media voz, con lo que ha conseguido despertar enormemente el interés de los demás. No creo que llegue al cinismo de contar tanta mentira, salió en su defensa Federico. Yo tampoco lo podía creer. Tal vez algo es inventado pero la base de todo ese conjunto situaciones imposible, le dije a Sonia que no debió escuchar mi comentario tan encerrada como estaba en su nuevo trabajo sobre Hamlet.

 

    Tanto Samuel como la ex telefonista señalaban que sólo sabían lo que habían oído. Yo ni nadie puede asegurar lo que se dice que hizo por aquellos mundos, nadie lo siguió, nadie estuvo cerca de él en Corea, ni en Singapur, ni en Vietnam. Samuel parecía lavarse las manos con esa frase y terminar de una vez de hablar del lejano pasado de Maxi. La telefonista era evidente que no sabía sino lo que había escuchado, y que todos sus conocimientos estaban alrededor de la parte previa al viaje, para ella eso de la guerra, como lo del intento de una vuelta al mundo y por supuesto lo del Papa, era como si le contaran una película. Yo de eso no sé nada, y a esa señora Sofía no la he vuelto a ver en mi vida. Emma me había inoculado su desconfianza con respecto a ese macro conjunto de aventuras que había contado mi amigo y aunque él decía no querer que esa etapa de su vida se propague había llegado a cientos de oídos.

 

   Sonia me veía tan preocupado que aunque pasaba continuamente indiferente ante mí y mis problemas en un momento de tranquilidad me preguntó  a qué se debía mi ensimismamiento, seguramente quiso decir  enfurruñamiento pero  hizo un oportuno y diplomático cambio. ¿Sigues obsesionado con la historia de tu amigo Maximiliano?. Le respondí con la verdad, lo que le daría pie para reafirmarse en su antigua consideración de mi incapacidad para ser escritor. Estoy en una encrucijada, tengo delante de mí docenas de caminos y no sé cuál elegir. Cuando ya se alejaba la oí que me decía, comienza por cualquiera, como si jugaras a la ruleta, si sabes hacerlo llegaras a donde te has propuesto, y desapareció de mi vista. En ese momento me di cuenta  que yo sabía perfectamente el camino que tenía que elegir, que identificaba sin problemas  cuál era la  meta   que pretendía alcanzar y hasta cómo tenía que realizar el recorrido para lograr lo que me proponía. No había ninguna razón para el titubeo que me estaba sujetando.

 

    No quise cambiar opiniones con Lucho a quien estimaba mucho pero consideraba algo precipitado de pensamiento. ¿Pérez Alcayaga, Federico, Samuel, la ex telefonista Adriana? Ninguno. ¿El propio Maximiliano o la propia Bertha? Lo dudé, posiblemente no era duda sino temor a estropearlo todo. Releí la sinopsis de la historia que tenía redactada en unas veinte líneas. Era mi brújula, mi linterna, pero era muda,  necesitaba voces. Que cada palabra de mi breve texto se erigiera en juez, en guía, en asesor. Llegué a la conclusión de que ella era la única con la que podía conversar sobre mis indecisos proyectos. La busqué. Teléfono, fax, mensajes de todo tipo, a su casa, a su trabajo, a los lugares que frecuentaba. Su ausencia se me hizo interminable. Sus seguramente deliciosas vacaciones fueron un tormento para mí.

 

    Como era lógico, Maximiliano me hacía continuas indicaciones que a veces tenía que llamar  sugerencias. Me preguntaba si ya estaba escribiendo la novela. Quería saber qué tratamiento le daba a él como personaje de la historia. ¿La tienes muy avanzada? ¿por qué no me dejas leer algún capítulo? Estaba entre agradecido y desconfiado con respecto a mí. Yo sólo le explicaba lo que iba a escribir porque en realidad no había nada hecho, y eso mitigaba algo su curiosidad. Bertha en cambio tan briosa como siempre, exigía, demandaba, ordenaba. ¿Pero cómo, todavía no has escrito nada?, ¡No puede ser!. Llevas tiempo amenazando con esa novela y no has escrito ni una línea. Me hacía sentir algo menos que un molusco. Le daba razones, le prometía prisa a partir de una semana, un mes, no le decía un año para no descorazonarla y para evitar sus interrogaciones ásperas, o sus bramidos por mi lentitud.

 

   Quise explicarle punto por punto todo lo que pasaba, reflexionar con ella sobre la estructura de la novela.. Ella era un torrente de palabras. Me contaba sus agitadas, simpáticas y variadas vacaciones. Me hablaba sin hacer caso de mi ansiedad de lugares, días, personas. Conocí a un individuo colosal, es un inventor, encantador el hombre, y muy atractivo. No sé si quería provocarme celos. Al fin me escuchó. Pero si eso ya lo hemos hablado y muchas veces, hasta te sugerí que no fuera una novela sino un ensayo.  Hay pudor, rabia, miedo ante la verdad. Volvía sobre el tema de sus vacaciones, hablaba de una playa, de un cabaret, de unas amigas con marido, con novio, con amantes, pero me atendía. Aceptaba mis análisis que le presentaba como si ella fuera un médico. Tienes razón todo debe empezar con Maxi ya convertido en aventurero y terminar con su vuelta al redil. Se olvidaba de mis cuitas un momento y retornaba a sus deliciosas vacaciones.

 

   Como si  todo lo tuviera perfectamente organizado, Emma hablaba en primer término de lo suyo, luego lo encerraba en un paréntesis y volvía a lo mío.. Completamente de acuerdo con que la fuerza de la historia descanse en ese desnortado vagar de Maxi por lejanas tierras, si quieres elimina antecedentes llámense Sofia o pintura de Van Gohg., aunque esos detalles que no son pequeños le darían realce a la novela, y olvídate de si a Maxi le gustará y de averiguar cómo fue lo del Papa o si se enamoró del Angel de Dien Bien Phu o de una bailarina vietnamita, ya tienes el cogollo del asunto, procede sin tomar en cuenta opiniones ajenas.  Esas recomendaciones me hacían pensar que ella seguía aferrada a sus dudas con respecto a mi amigo.

 

    Me sentía como si hubiese salido de la cárcel. O como si la gravedad no existiera y yo pudiera elevarme hasta las nubes. Emma había  sido nuevamente la autora del milagro. Volvía a ser optimista con respecto a la novela. Sin embargo continuaba la inoperancia de mis manos sobre el teclado de la máquina   cuando se trataba de empezar la “Historia de un aventurero”, título  provisional. Mi conversación con Emma me había ayudado a despejar  sombras.¿ Para qué escarbar en la basura?, me dijo muy sonriente porque aun vivía retazos de estados de ánimo de sus gratas vacaciones. Ella le robó un Van Gohg al marido, nadie debe tener pinacotecas particulares, tienen que ser públicas. E intercalaba recuerdos de playas, hoteles, gente. ¿En París hubo cansancio mutuo? , no es necesario ir tan lejos para que eso ocurra, la señora Sofía se vio venir la tormenta de la pobreza y safó el bulto. Aprobaba todo lo que me decía, una vez más confiaba plenamente en ella.

 

    Se lo dije a Lucho, ¿y si Maxi no se movió nunca de Panamá? Se consiguió un trabajo en un banco, en una casa comercial, de agente de viajes, de vendedor de libros. Mi compañero de estudios me miró sorprendido, ¿ eso está comprobado?. Le respondí con otra pregunta, ¿ y lo de la vuelta al mundo y todo lo demás lo está?. Pérez Alcayaga certifico una vez más que todo lo que sabía se lo había contado el propio Maximiliano. No me atrevo a dudar de él, me dijo pero no de forma contundente. Emma me había reconfortado, para ella que hubiese sucedido o no todo lo que se decía no era lo importante. Qué más te da si ocurrió o no, tienes un material exquisito para una novela, mis dudas no giran sobre esas anécdotas sino sobre la propiedad que tu amigo Maxi se atribuye sobre ellas. Sentía algo  extraño, como si Maximiliano no midiera uno ochenta sino fuera un enano,  peor aun, que ese hombre tan serio se reía a carcajadas de todos..

 

    Destruí el corto texto, mi guía, sobre  “Historia de un aventurero”. No le dije ni una palabra de esta decisión a nadie. Los días fueron cayendo sobre mí proyecto igual que paladas de tierra cuando se  sepulta un cadáver. El olvido, de la idea novelística se empezó a evaporar para todos. Pasado un tiempo le dije a Lucho, ya no veo a Maxi con el fusil en las manos. Comenté con Federico, que lo de Vladivostok  me empezaba  a parecer sólo un sueño. Mejor que no hayas escrito esa novela, me consoló Emma, aunque fue dura inmediatamente después, con tantos reparos como tenías te iba a resultar una historia meliflua cuando tenías que haberla hecho fuerte como un Sansón dando puñetazos. Tenía un puño cerrado y parecía dispuesta a asestar un golpe.

 

    Lucho, cuando menos lo esperaba hizo un agrio comentario. A veces la vida, cuando se la mira cara a cara, da asco.  Y Sonia después de escribir una  de sus críticas sobre estrenos teatrales, sin mirarme expresó una opinión como si exhalara el último suspiro: cada vez creo más en las obras que se evaden de la realidad y sin embargo me sigue gustando Shakespeare y Hamlet. Desesperante contradicción. Se volvió a hundir en la lectura sin tomar en cuenta mis posibles opiniones.

 

   

                                          *********            

                                                  LA MUJER  PERFECTA

   

            

 

     Me decían, ten cuidado, esa no es de confiar.  Ella estudiaba Sociología, yo Literatura. La veía todos los días, empecé a saludarla, luego conversamos, el pretexto fue un libro, Pigmaleón de Bernard Shaw. Los hombres quieren rehacernos, reformarnos, hacernos a su gusto, adaptarnos a sus conveniencias. Trataba de hacerle comprender que el autor había tenido una visión diferente a la suya. Ella, la protagonista,  supera todos los cálculos de quien la instruye y educa, porque gracias a ese despertar cultural tardío emerge toda una rica personalidad que estaba oculta.  No conseguía convencerla.

 

    Hubo invitaciones por mi parte que Emma fue aceptando. Al cine primero, que significaba conversar largamente sobre lo que habíamos visto, a comer en algún  restaurante tranquilo que nos permitiera sostener una conversa distendida durante la cual deslizarle  algunas frases picantes. Hasta que llegó el primer abrazo, el primer beso, el conocimiento de parte de su cuerpo  a través de mi tacto. Esos preámbulos no duraron más de una semana ,luego le llegaría el turno a la primera habitación de hotel cuya elección corrió a su cargo..

 

     ¿No decías que nunca te enamorabas? Destacaba el acento burlón con que Lucho hizo la pregunta. Y mi amiga de esos tiempos, Violeta, abría enorme boca para lanzar  exclamaciones. ¡Horror, qué mujer! cuentan cosas terribles de ella. Yo sólo me sonreía, no estaba enamorado. No les podía decir a todos, no la quiero, lo que me gusta de ella es su conversación. Sería injusto concentrarlo todo y únicamente en sus amplios conocimientos, en su buena dicción, en su amenidad para enfocar las cosas, porque por aquellos tiempos y a pesar de sus sólo veintiséis  años ya había emergido la mujer segura, en cambio la de la palabra dictatorial todavía estaba en gestación. Tuve la sensación de que esa característica que se convirtió en lo fundamental de su personalidad fue creciendo a medida que aumentaban nuestras citas hoteleras.

 

   Algunos  estudiantes parecían envidiarme, se les notaba en la mirada, en el tono de voz, en los gestos, eso sí, jamás me decían fue la amante del catedrático tal, estuvo a punto de casarse con el industrial cuál. Violeta que todo lo sabía, que chismeaba por toda la universidad, me dijo un día, hablaba casi a gritos pero tenía la habilidad de hacerlo en los rincones más discretos del patio, en los que muchas veces  quedábamos los dos solos. ¿Sabes que tu amiguita estuvo un año en Montevideo con un fulano medio mafioso?. Le dije a Lucho la verdad en esos momentos. Mi relación con ella es de entretenimiento, sabe contar las cosas, comenta bien una película o una lectura, no todas las chicas tienen ese nivel. Se sonreía, bueno, bueno, pero prohibido enamorarse, me aleccionaba.

 

   Me dijo una tarde Emma que me iba a presentar a su mejor amiga, una muchacha argentina  que trabajaba de locutora en una radio limeña. Es muy bonita, me advirtió, a lo mejor hasta  te enamoras de ella. Se reía. Me encantaba que no hubiera celos y todavía más que no hubiera ni atisbos de opresión. Se mantenían unas fronteras, se evitaba dominios de uno u otro lado. Ese comportamiento de gran independencia en nuestra relación me resultaba fascinante. Lejos de impulsarnos a vivir de espaldas el uno del otro creo que nos unía más.

 

    Se lo comenté a Alfredo pero distorsionando algunos aspectos como para que le pareciera que era un ensayo de lo que podía ser una pareja y no una relación rutinaria. La convivencia lo arruina todo, me  respondió con tono amargo. No pienso vivir con ella, eso y casarse es lo mismo, le comuniqué a Lucho. ¿Pero no era algo pasajero? ¿sólo para hablar de literatura y cine?. Me hizo reflexionar, más o menos eso era lo que le había dejado entender al principio, pero con el correr de las semanas y después de los meses mi relación con Emma empezaba a tomar otras tonalidades.

 

    No sé si era una forma de conseguir que mi emoción se elevase al infinito, de quebrar cualquier deseo  por mantener la serenidad, o simplemente una costumbre al margen de la sensualidad, aunque ella no solía actuar sin reflexión previa. Se  paseaba por la habitación del hotel completamente desnuda y fumando un cigarrillo, a la vez que hacía algún comentario difuso y discontinuo. La primera vez lo interpreté como si tratara de vencer una  extraña pavidez.  Después pensé que no era nada más que una costumbre, aunque la idea de que un temor algo diluido la retenía unos instantes antes de decidirse a acercárseme siempre me revoloteaba. Sus paseos previos y su absoluta y cautivante desnudez empezaron a duplicarse y hasta triplicarse en cada cita. ¿Es tu forma de pedirme el bis?, le pregunté intrigado por sus paseos nudistas. Sobre sexo no se hacen preguntas, se actúa nomás.  Respondió con contundencia.

 

    Fue ella la que me enseñó como una maestra a jugar con nuestros cuerpos, más bien   sólo con el suyo. Me contó una historia que nunca supe si era producto de inspiración particular o pertenecía a alguna de sus muchas lecturas. También podría haber sido la comunicación con algún escritor, de los varios que ella frecuentaba y había frecuentado. O las cuitas de un pintor de desnudos femeninos. Con un agradable desparpajo relataba cada una de las páginas de su álbum de recuerdos sentimentales o exclusivamente sexuales. Ponía encanto en cada aventura que contaba y me hacía ver que el pasado no servía para perjudicar al presente sino para ayudarlo a ser mejor. La historia nos lo enseña, decía, lo que pasa es que el ser humano la lee, la memoriza pero no siempre la sabe interpretar o muchas veces no le conviene aceptarla. Y guiñaba un ojo.

 

   Me di cuenta muy pronto que a Emma los estudios no le interesaban mucho. Que era una voraz lectora de novelas y poesía, pero que  casi no asistía a las clases de la Facultad, y que aunque iba todos los días distribuía su tiempo entre la biblioteca y la cafetería. Sólo quiere enriquecer sus conocimientos, cada vez más, es ambiciosa culturalmente, le dije a Lucho. ¿Y esa de qué vive? Me preguntó inmediatamente. Me dejó mudo por un momento. Descubrí que a pesar de frecuentarla casi medio año no estaba muy seguro de cuál era su medio de vida. ¿Traducciones, clases de francés, venta de libros?, pero¿ en qué tiempo?. Lo más apropiado era preguntárselo directamente a ella, aunque Violeta sabelotodo, aportó su colaboración. Parece que tiene un departamento que alquila y ella creo que vive en otro  con una amiga. Estaba casi en la realidad pero había que matizar bastante más sobre esos departamentos.

 

   La historia me la contó por capítulos, uno en cada cita hotelera. Aunque se trataba de una historia archiconocida  a través de la literatura. La eterna pareja del viejo y la niña quinceañera, podía estarse repitiendo con un nuevo Otelo, pero sin muertes ni presencia de Yagos peruanos. Ella ha relatado ese cuento a más de uno, que la sedujo sólo con mirarla, ¡quién le va a creer!. me chismeó mordaz Violeta. Para Malena la amiga argentina, ese seductor era un fotógrafo maravilloso. La fotografiaba todos los días sin fallar uno solo, ella estaba como embrujada, entró en la casa de ese mago de la instantánea siendo una colegiala y no salió de ese lugar hasta tres años después. Lo decía verdaderamente impresionada.

 

     Lucho también había averiguado algo. En el tiempo que vivieron juntos él le hizo, dicen, unas diez mil fotos, por lo menos nueve mil totalmente desnuda. La consideraba la modelo perfecta, sin embargo su amor hacia la chica no estaba impulsado por el aspecto profesional. Lo último me parecía que era exclusivamente una opinión  particular. Le aseguré que le pediría a ella que me contase esa curiosa aventura del fotógrafo.

 

    . Mientras le iba contando los lunares de su cuerpo como hecho de nieve y bautizando cada uno con nombre sonoro, ella narraba una escena o hacía conjeturas sobre lo vivido junto al fotógrafo. Yo no desatendía nada de  cuanto  rememoraba de esa etapa de su vida y sin embargo eso no era óbice para abandonar mi tarea de geógrafo de ese hermoso continente.  A éste negro y grande como un grano de pimienta le podemos llamar Isla Negra, como la casa sobre el mar de Pablo Neruda. Aceptaba feliz mi  elección, hacía un paréntesis a su  historia, y recitaba algunos versos de los “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, con fruición encantadora manteniéndose boca abajo sobre la mullida cama, terminado el recital   seguía con  su relato fotográfico y yo continuaba mi viaje por los archipiélagos de lunares de su espalda, su cintura, y alguno que parecía haberse escapado del grupo y anclado en una nalga.

 

    Entre sonrisas, bautizos de diminutas cicatrices, desvanecidos recuerdos de vacunas de la infancia, lunares, protuberancias o mínimas hendiduras, así como emocionados reconocimientos de  recónditos rincones de su  deliciosa humanidad, y cuentos eróticos acompañados de recital de poemas de Villón o de Bocaccio, yo me las ingeniaba para solicitar un ejercicio de memoria, alejarnos por momentos de su Man Ray limeño y echar una mirada hacia su acervo sentimental o sexo-sentimental y ella no  eludía la demanda. 

 

     Nos quedamos quietos en la cama del hotel, mirándonos  como dos espejos enfrentados. La historia del fotógrafo quedó rezagada. Hilvanó otra entre sonrisas y pitadas a su cigarrillo. Quería casarse conmigo pero yo huyo del matrimonio como del diablo, me confesaba. Luego como si descubriera que no había sido lo suficientemente explícita añadía que el mencionado pretendiente aunque un par de décadas mayor que ella no era un anciano y sobre todo no era  enclenque ni canijo. Un tipo bien puesto, un profesor sumamente respetado, y aunque  parezca increíble un verdadero exponente, un modelo de prestigio y exquisita educación. Le dije a Lucho, a pesar de todas esas bondades físicas, intelectuales  y económicas prefirió la libertad.

 

    Alfredo, tenía la carrera de abogado, le encantaba la historia pero su verdadera y gran vocación era la de lector de poesía. La había escuchado recitar a algunos poetas ingleses en su propia lengua, y me aseguraba que  un viejo notario, ya jubilado y también amante de la poesía como él, le había contado que Emma le recitaba en la soledad de su despacho poemas de César Vallejo, Rafael Alberti y Rubén Darío. Sí, claro que sí, es cierto, pero no lo hacía por amor al arte ni al individuo, siempre me ha fallado el monedero, y en esos tiempos estaba pelada como una gallina desplumada y lo poco que me daba el notario ese por cada recital me venía de perlas, explicó con gran naturalidad.

 

   Para Violeta la vida de Emma era extremadamente licenciosa, pero lo decía llevándose la mano a la boca y ahuecando la voz. ¿Qué hacía una mujer digamos que más o menos atractiva como ella en la oficina de un notario, de noche y cuando todo el personal de la notaría ya se había ido?.O sea que le recitaba versitos a un viejo libidinoso, se reía Lucho. Un trabajo, no es más que eso un trabajo, me resumió ella, me miraba como diciéndome ¿dónde está lo raro, dónde está lo malo?.Mis veinticinco años no encontraban en ese momento lo repudiable pero tampoco lo ponderable. Y ella solía en esos trances interrogarme, ¿ y tú, no tienes en tu haber un cerro de enamoradas y medias amantes?. Yo prefería callar ante ese cuestionamiento.

 

   Me di cuenta pronto que le empezaban a molestar mis preocupaciones por sus amigos íntimos anteriores a mí, pero que aun así me contestaba y siempre con lo que yo consideraba la pura verdad. No sólo es bonita, le dije a Pedro, el amigo con el que hice un viaje más que largo lleno de circunstancias interesantes. Tiene el atractivo de una conversación muy fluida, llena de encanto, y de su tendencia a no callar nada, aunque vaya contra ella misma. Mi amigo arrugó su larga nariz, y tras una pausa me respondió con una pregunta :¿tu nueva novia es un ser humano? Nos reímos un buen rato.

 

   La amiga argentina de Emma, con la que compartía departamento, era una buena caja de resonancia de las virtudes de mi novia, como ya la llamaban muchos, sobre todo en la Universidad. Baila divinamente, y que exquisita es para vestirse, me decía casi como transportada. ¡Qué fervor el de esa amiga!, exclamó Lucho cuando se lo conté. Como el fervor de Borges por Buenos Aires. Le celebré el acierto. Cualquiera que la oyera hablar de esa forma tan exagerada pensaría que está enamorada de Emma. Esta vez no me reí. Violeta me había insinuado algo similar, pero no le hice caso, pasé por alto sus palabras.

 

    Pedro era muy juicioso, razonaba todo como mucha meticulosidad, hasta cuando tenía que tirar un papel a la basura hacía una reflexión en voz alta. O sea que la incasable Emma te ha insinuado matrimoniarse contigo, eso me huele mal, y arrugaba su nariz estilo Clifton Webb que era lo que daba pie para que los íntimos lo llamaran Pedrocho para no decirle Pinocho. Con hacerse el sordo se sale ileso de la situación, le contestaba a su simpática impertinencia. Para Malena, Emma era un verdadero modelo de mujer. Sé que hay boludas que hablan mal de ella, envidia, ché, ¿qué acapara todas las miradas masculinas, todas las atenciones de los más pintones?, eso les pasa a las bonitas con buen cráneo. Ponía calidez en sus afirmaciones.

 

   Fue sólo una mención pasajera sobre cómo evitar tener enemigos. Ella captó la indirecta Quién no tiene enemigos, me respondió Emma mientras bebíamos un trago en la cafetería de la Facultad. Desconfía de los que dicen ser amados por todos, ¡qué aburrido que todos te den besitos y nadie te ponga mala cara! Insistí, di nombres, adelanté que no les creía a quienes me habían dado esos informes. Claro que es cierto, ¿quién te lo ha dicho, la monja de la Pastrana?, tendría  que encerrarse en un convento y dejarse de estar  aireando la vida de los demás por calles y plazas, esa es una enemiga de papel.. La Pastrana  dedicaba sus días al trabajo de relaciones públicas de  una cadena hotelera, y aseguraba que tenía escritos varios libros de poemas que no tardarían en publicarse y que causarían sensación.

 

    Ya no había freno para mi casi morboso interrogatorio durante nuestros encuentros hoteleros. Entre beso y beso depositado en sus cautivantes  pies, punto de partida para iniciar periplo hacia el norte, dejé caer mis dudas acerca de su compañera argentina. Pensé en una patada en la boca que aunque dada con las bellas extremidades me iba a doler,  pero no fue así. No me extrañan esas conjeturas, pobre Malena, siempre pasa lo mismo con los que vienen del extranjero a trabajar, si fuera millonaria y tuviera una empresa o grandes rentas sería no una diosa pero sí una gran dama. Le hice notar que yo no participaba de esas dudas sobre ella y su amiga argentina, pero que eso era lo que circulaba por algunos sectores de la Facultad, preferí  no mencionar el nombre de Violeta.

 

     Recogió una pierna en un movimiento de clara lubricidad, apoyó la cabeza contra el respaldo de la cama, ¿te parece que una mujer como yo puede tener esas inclinaciones, esos apetitos que yo no veo mal pero que no son para mí?. Lo que digan los demás no me importa, me importa lo que tú pienses. ¿Y tú qué crees? Me interrogó Pedro. Calumnias, fue todo lo que respondí. ¿Te parece que puede haber algo de eso? Me interrogó serio, Lucho. No me atreví a darle una respuesta clara.

 

     Hasta ese momento nunca la había visto titubear para contestar a mis cuestionamientos. Planteé el asunto como algo perdido que había llegado sin saber cómo a mis oídos, al principio pareció no captar la intención de mi pregunta, luego tuvo un breve sofoco que supo alejar a tiempo.¿Pero quién te informa? ¿por qué siempre tan negativamente? Diré mejor tan adversamente a mí. Primero había sido Violeta, aunque de forma dispersa y difusa como casi siempre, luego la señora Pastrana a la que apodaban la monja, que fue quien lo hizo con mayor concreción.  No la creas tan recta, tan veraz me indicó la chismosa Violeta . Aunque puede parecer una indiscreción por mi parte, creo que es un deber de amiga decírtelo, recitó con aire contrito la monja publics relations.

 

   No le mencioné a Emma ninguno de los dos nombres.  Tampoco fue una pregunta de tipo fiero interrogatorio, hasta podría  decirse que no fue pregunta sino consulta o simple conversación con referencias a su pasado. Cuando lo conocí, me respondió deshaciendo el abrazo con que ceñía su cuerpo desnudo, sólo vi al hombre hermoso como aun es, yo no sabía antecedentes, nunca escarbo en el pasado de nadie, tampoco creí que el asunto se iba a prolongar unos meses, pensé en algo pasajero, sin importancia, que no dejaría huella. Alfredo conocía al sujeto y me lo describió en breves y firmes pinceladas. Vestido a la última moda, aparentemente muy dadivoso, invitaciones a beber y comer a los amigos, educación exquisita que dicen mantuvo aun ante la policía. Casi como si protestara aclaró, enamorada, lo que se dice enamorada de él no estuve , me gustaba eso era todo, ¿qué, te parece un delito?. Me miró con firmeza, ya se había recuperado del titubeo inicial.

 

    Me costaba trabajo  en las circunstancias en las que nos encontrábamos decirle que se trataba de un timador, de un desalmado, tal vez los calificativos iban a salir con sabor a celos, por eso me abstuve de pronunciarlos. Sólo le comenté: deberías haber tenido más cuidado con la elección de algunas de tus amistades. Noté que mi reconvención no la conseguía digerir. Mira, si tu conocieras a Juanacho no pensarías lo que piensas ahora de él. Para Alfredo que no era ni amigo ni siquiera lo que se llama un conocido, ese tal Juanacho tenía el aspecto de un galán de cine pero una mirada que obligaba a situarlo en la región más sospechosa. Es el  sinvergüenza simpático a primera vista, el ladrón de guante blanco. Lucho no lo conocía ni sabía nada de sus andanzas tenebrosas pero algo había averiguado en los muchos círculos que frecuentaba. Lo metieron en chirona pero salió pronto, ni medio año, debió ser algo sin importancia. Pedro me aclaró más. Nadie sabe cómo le llegó el perdón si había cometido estafas  millonarias. Hizo un gesto como de impotencia ante algo superior.

 

    Actué con cautela, tampoco se trataba de fulminarla por algo que le concernía muy tangencialmente. Se lo dije a Pedro, es como si entras a una oficina y encuentras un hombre muerto, tú no lo has matado pero te ves envuelto en serios problemas. La Pastrana me había contado el caso con toda mala intención. Bueno, tú en ese tiempo no la conocías, eras ajeno a todo eso, pero el delincuente ese cometía cada timo que daba miedo, ella lo acompañaba en todo momento y se aseguraba que el delincuente tenía cómplices. Yo deducía que con eso quería implicar a Emma a quien, evidentemente, detestaba, ignoraba  los motivos que habían producido  en la monja un odio que se podía palpar.

 

    A veces Emma se desnudaba con gran lentitud, como si el tiempo fuera un manso cordero para ella. Yo solía descalzarla y dejaba todo lo demás en sus manos porque me fascinaba verla cómo se iba quitando la ropa pieza a pieza de pie, a medio metro de la cama donde yo la esperaba ansioso.¿Disminuye tu interés por mí al saber que en mi vida hubo un estafador?, me preguntó sin ápice de cinismo. Lo que pasa, me decía Pedro, es que tu amiguita no es una ingenua sino todo lo contrario, siempre está de vuelta por eso no se comprende cómo no tarifó al galán inmediatamente. No quería ahondar en el asunto pero los demás sí lo hacían por mí.

 

   Durante la excursión que hicimos fuera de la ciudad y que duró un fin de semana, me confesó que no era muy adicta a los viajes pero que si había realizado algunos y se refirió al de Montevideo. La ciudad me pareció muy agradable hasta con encanto, los montevideanos la llaman la capital del Plata. Tardó en mencionar al acompañante. Pero siempre parecía dispuesta a hacerme el depositario de su vida íntima. Era un líder político en decadencia, ese sí que nunca me propuso matrimonio porque estaba casado, pero gozaba de bastante libertad, aunque conmigo la esposa  se soliviantó y bastante. En algunos momentos describía calles  de esa ciudad, opinaba sobre los montevideanos como si fuera Mario Benedetti, pero volvía al aspecto central de la conversación.

 

   Me sentía molesto conmigo mismo por ser receptor de tanta murmuración, por permitir que entre Violeta y la Pastrana me llenaran las orejas de informaciones que buscaban desprestigiarla ante mis ojos. Sin embargo no sabían casi nada del viaje a Montevideo. Y yo no había inquirido sobre ese periplo, fue ella la que me lo había contado espontáneamente como me contó otros episodios de su vida. Me preguntaba  sólo para mí: ¿esta mujer carece de secretos? ¿no guardará algo de eso que no se puede confiar ni a uno mismo?. Todos tenemos algo que queda atrapado en el fondo de la conciencia, me decía Pedro. Y Alfredo también agregaba opinión parecida. No hay ser humano que lo cuente todo íntegramente, y si lo cuenta todo siempre utilizará maquillajes. Y volvía a sus lecturas de Omar Khayam.

 

    Le a dije a Lucho que nada del pasado de Emma me parecía reprochable, ¿quién no ha tenido una aventura sentimental con alguien de dudosa caradura?. Claro que no, me respondió, pero terminan por emborronar la imagen de la persona, como si le hicieran una foto detrás de una cortina de humo. Por lo general Emma no respondía directamente a lo consultado. Cuando renové mi interés por su viaje a Montevideo hizo un comentario en vez de una contestación rigurosa. Si dios existe hay que agradecerle  el esmero que se dio en el tratamiento del placer sexual, sin él la vida sería un páramo. Pedro o Pedrocho considerado un hombre bastante rijoso, arrecho calificaba Alfredo, llegaba a decir barbaridades a pesar de su evidente adicción al incomparable placer. El sexo nos animaliza. ¡Qué tontería! Se soliviantaba Emma, con sexo o sin él somos animales siempre, pero racionales, el sexo nos ennoblece, no nos disminuye. Su sensualidad quedó retratada en el leve movimiento de las caderas para cambiar de postura en la cama.

 

    Me había dicho que después de Montevideo fue a Buenos Aires, pero ya sin la compañía del político venido a menos.¿Harta, curiosa u obra de un tercero?. Fue en Buenos Aires donde conocí a Malena, me dijo como algo menor dentro de un enorme equipaje importante. Deducciones: ella invita a Malena, la trae, le consigue trabajo. ¿ En qué trabajaba esa muchacha en la Argentina? ¿Y el político naufragó en el Uruguay? ¿Su mujer lo persiguió hasta Montevideo y espantó a la intrusa?. Tuve una aventura con una mujer a la que sólo le interesaba el sexo,  Bartolomé, era un editor sin  ambiciones ni prestigio mi amistad con él se debía a que había publicado una de mis  novelas. Las nínfulas son peores que los adictos al alcohol o a la coca, me explicaba con aire escandalizado.

 

     Nos enfrascamos en un cambio de opiniones sobre el sexo.  Todo empezó con mi disparatada teoría de que el ser humano desaparecería de la Tierra tal como ocurrió con los dinosaurios. Para eso tendrán que pasar muchos siglos, opuso ella. Quedaron borrados del planeta porque eran corruptos. Se rió a carcajada limpia. Su rubio sexo subía y bajaba, yo veía los pétalos de rosa de sus pezones no sólo cambiar de posición también de color hasta llegaban a estar encarnados como si sangraran. Me acordaba de la insaciable amiga de Bartolomé. Cuando terminó de reír lanzó una pregunta contundente. ¿Eran corruptos porque estafaban a los demás animales o porque se tiraban a las hembras de los elefantes ?. No la dejé seguir le tapé la boca con la mía.

 

    Con Alfredo había tenido conversaciones similares, nada de que los eliminó un cataclismo, se autoeliminaron porque estaban hartos de ser tan grandes y tan pesados. No, hombre, me contestó cayeron en desgracia por abusivos, por dictadores  y entre todos los  demás animales decidieron devorarlos y acabar con su reinado, fue una revolución con todas las de la ley. Emma, salía del círculo humorístico y entraba de lleno en lo serio, mientras  su pie jugaba suavemente con mi sexo. Tendríamos que imitarlos y decapitar a todos los dictadores y dictadorzuelos que hay en la tierra, mi bálano se erguía por esos toques cálidos que Emma daba con sus dedos.

 

   Lejos de la mirada hosca y el tono agrio continuó la charla. Lo que tú quieres es que yo considere a los hombres que han pasado por mi vida como si se tratara de dinosaurios, ¿no es así? y mejor si  los borro de mi memoria para siempre. No le di la contra aunque tampoco le allané el camino a su opinión.  El olvido es una defensa contra recuerdos incómodos, pero no borra nada, a lo sumo pone biombos a lo que no nos gusta. Me replicó inmediatamente. No serviría de nada para lo nuestro la eliminación de mi pasado,  con decir esto no sucedió no se gana nada, con meter lo ingrato en el olvido como si se tratara de una maleta con mil llaves tampoco, la cicatriz  no queda en la memoria sino en la conciencia. Me agradaba su razonamiento pero no compartía el término cicatriz. De acuerdo no hay cicatriz, llamémosle rastro pestilente, ¡ay, qué rebuscado lo que digo a veces! Exclamó sonriente. Me acariciaba con todo su cuerpo, la blanquísima planta de su pie, la delicia plateada de su rodilla, la suavidad de su hombro, el deportivo movimiento de su grupa, el momento dedicado a  reflexiones había terminado.

 

    Alfredo me aconsejaba que le descargase una ráfaga de preguntas sin darle respiro .Los novios, sus trabajos, sus viajes, los lugares en los que ha vivido, y sus estudios, ¿a qué va a la Universidad?,Lleva años matriculándose en diferentes  Facultades y no avanza en ninguna. La que no cesaba de chismear era Violeta. No sé si tienes algo serio con ella, mira, ayer la vieron en el cine con uno que no es conocido en la Facultad de ella ni en la nuestra. Lo dejaba caer con mirada inocente, como un pajarito que se convierte en víbora  por un instante y luego vuelve a ser ave canora. Ya no prestaba oídos a sus noticias o inventos sobre Emma, a veces callaba a veces la defendía abiertamente. Déjalos que hablen, pedía Emma,  con ese tono entre impositivo y desdeñoso que en las habitaciones que nos cobijaban parecía indicar que no se había ido allí a perder el tiempo.

 

   Las sugerencias de Alfredo no dieron buen resultado la primera vez pero sí a la segunda. La noté como extenuada por el vivaz y persistente interrogatorio. Detesto la mentira, aborrezco a los hipócritas, hasta casi maldigo a los cobardes, conocí un cantante de tangos en Buenos Aires, no sólo cantaba bien bailaba divinamente el tango, y tenía gancho el tipo. No sabía a qué venía ese cuento pero Emma aclaró pronto el motivo. Cometí una traición involuntaria, yo no sabía que era el novio de la chica que había conocido pocos días antes.  No había pesadumbre en su voz era una confesión sin sufrimiento. Esas cosas pasan, la consolé. Después traté de recompensarla con mi afecto qué otra cosa puede ofrecer una pobretona como yo. Lucho había averiguado algo y me lo dijo. Esa amiguita de tu Emma no era locutora en su tierra, se forjó como pudo aquí. Yo ya lo había supuesto.

 

    Desde el día que la conocí no la había visto tan enfadada. ¡Por qué insistes! ¿por qué quieres saberlo todo? Yo te he abierto mi vida como si se tratara de un libro, tú puedes leer lo que quieras, subrayar, hacer consultas, pero no te excedas, no trates de arrancar páginas, de tachar frases, te juro que no te oculto nada. No sé por qué en ese momento tuve la sensación de que sí guardaba secretos, no sólo para mí para todos, tal vez no para  Malena. Cuando lo supe casi me desmayo, me confesó algo acuitada.

 

    Lo buscaba para entretenerme con sus historias. Hay  muchas así, recalcaba Bartolomé, mira la que yo conocí que se llamada  Greta, por llegar a un hombre que le gustaba era capaz de cualquier vileza, lo contaba sin énfasis como algo que acabara de leer en un diario y le pareciera digno de ser comunicado. Se me hacía imposible creer que un flaco como él con aspecto de desnutrido y siempre muy malatraza, con la camisa sin planchar, los pantalones sin raya, el pelo revuelto, hubiese tenido una aventura con una mujer de ese calibre y que la aventura le durase algo más de un año.

 

     Hizo la afirmación sin titubeos, Claro, Malena lo sabía, si ella había sufrido esas vejaciones, a ella también la trajo del norte, un pueblo tucumano que no recuerdo el nombre. No sé cómo me  escapé yo de sus garras. Esa vez como corolario me confió que tenía una foto de Oscar, el individuo en cuestión. Tiempo después conocí su  álbum fotográfico en el que estaban todos sus galanes.¿Quieres que  tire la foto del cantante de tangos?, me preguntó a la vez que me la alargaba como diciendo que yo hiciera lo que quisiera con el retrato. Lo rechacé. Es tuyo, consérvalo. Dijo que lo quemaría pero creo que nunca llegó a incinerarlo. Me pareció una canallada, se lo dije a Malena, hay que denunciarlo, mi pobre amiga tiritaba de miedo. Yo tomé la iniciativa, se descubrió que era el capo de una banda. ¿Pero siempre se conseguía gente de esa calaña?, Lucho no lo podía entender.

 

   Comprobé que  no todos eran como cortados por la misma tijera, por supuesto que había gente normal y hasta interesante en su álbum de enamorados. No se trata solamente de que te quieran si no de cómo te quieren, me dijo con gran seguridad. Ismael, era un traductor de cuatro idiomas, unos pocos años mayor que yo, perdió el juicio por mí, se quería casar conmigo, me prometía viajes, aseguraba que su profesión le abriría puertas y sobre todo que ganaría mucho dinero si nos fuéramos a vivir a otro país. Yo no he nacido para la convivencia. Tal vez eso me salvó de las perversiones de Oscar, las seducía, las traía a la capital, las alquilaba a sus clientes sádicos. Malena tiene varios recuerdos hechos por de esos viejos malditos. Tiró con rabia el cigarrillo al suelo, no lo pisó porque estaba descalza.

 

    Después de la denuncia o la traición al tal Oscar debió salir volando de la Argentina, pensé. ¿Duró mucho tiempo tu relación con él?. Hizo un gesto como si ya estuviera harta de contestar mis preguntas.  Tres meses, tal vez cuatro. ¿Y Malena que fue incapaz de denunciar, lo aguantaba todo? Miedo, era la preferida, la novia hasta que aparecí yo, pero vivía muerta de miedo. Calló como reparando en que ya me había contado demasiado. Lucho, me hacía sugerencias sin ánimo de convencerme. Ya llevas como un año con ella, ¿va a durar más tu noviazgo, va a pasar a mayores?. No le confesé que tenía la sensación de que estábamos entrando en la recta final.  El comienzo del final ocurrió aquella noche que ella me preguntó con tono de burla ¿nos damos unas vacaciones? Tardé en dar una respuesta..  

 

    Nunca conseguí saber qué pasó después de la denuncia. Supuse que Oscar no ejerció su denigrante actividad por largo tiempo. Le confesé al rijoso Pedro que  me hubiera gustado saber cómo se desarrolló el juicio contra ese tunante y si citaron a su tenebrosa clientela a declarar.  Seguro que eran ricachones o políticos y banqueros con muchas  influencias y no les pasó nada, opinó Lucho. Ellos no eran los culpables, si sufrían de esa desviación sexual no tenían que ser requeridos por la policía sino por los psiquiatras, respondió muy orondo Alfredo. ¿Tu querida Emma también visitó a los carcamales que le presentaba ese Oscar? Se rió Lucho a pesar de mi seriedad en esos momentos.

 

   Los amigos me interrogaban. ¿Sigues viendo a Emma?, preguntaba Alfredo. No le contestaba nada. ¿Terminaste con ella? demandaba, Pedro. Lucho si lo supo muy pronto. Violeta se encargó de distribuir la noticia por todas partes. La monja Pastrana de la que Emma decía: a lo mejor hasta es virgen, qué vergüenza, me encontró en plena calle y me felicitó. Sé que ya dejaste a Emma, ¿qué alivio, verdad?. La dejé fría, si vieras cuánto desearía que esa relación continuara eternamente. Debí haber utilizado tono rabioso y puesto cara endemoniada porque la mujer quedó pasmada. Veía a Emma de vez en cuando, era como una adicción mal curada.

 

Posted by al4/alvarezbr at 9:46 PM EST
Post Comment | Permalink | Share This Post
Wednesday, 2 November 2011
Viajar sin equipaje/ Carlos,

VIAJAR SIN  EQUIPAJE/ (Guión -provisional- para Cortometraje)

Por: Carlos, "Coco", Meneses (desde Mallorca)

                                             

Primer enfoque:  Sólo se ven unos pies de mujer que caminan a buen ritmo.  (La toma está hecha por delante del personaje)

 

Segundo enfoque: un camino muy largo, se pierde en el infinito. Los pies de mujer dan pasos sin avanzar.

 

Tercer enfoque:  La cámara sube hasta las rodillas de la mujer. Se puede ver la parte inferior  de las dos maletas que ella lleva en las manos. Se ve algo del camino. Los pies se siguen moviendo sobre el mismo sitio del sendero.

 

Audio 1 : (voz de hombre)  Es peligroso seguir un camino desconocido.

 

Cuarto Enfoque: La cámara muestra la espalda algo curvada de una mujer por el peso de las maletas. Lleva otra pequeña como una mochila colgando de los hombros. Hacia adelante sólo se ve el camino. No hay gente, ni animales, a los costados del camino y muy lejos se ven 2 o 3 casas.

 

Quinto enfoque: La cámara muestra un sol radiante.

 

Audio 2:  ( La misma voz anterior ) Las doce del mediodía.

 

Sexto enfoque: Se ven nuevamente sólo los pies de la mujer que está calzada con sandalias. Y los pies de un hombre que viene en sentido contrario.

 

Séptimo enfoque: la cámara los muestra a los dos de cuerpo entero, ella de espaldas, es delgada, rubia, está vestida con una falda beige y una blusa color chocolate. Se han detenido los dos en el camino.

 

Audio 3: (voz de la mujer) ¿Este es el camino que lleva a la verdad?

 

Audio 4:  (voz del hombre, mayor, con aspecto de campesino) No. Por aquí se va a la gran ciudad. (señala hacia lo que puede suponerse el final del camino)

 

Audio 5: (voz de la mujer. Ha dejado en el suelo una de las maletas que llevaba en las manos) ¿Dígame dónde puedo encontrar un lugar de descanso?

 

Octavo enfoque: (Se ve a la mujer de frente. Es agraciada, de unos 40 años de edad. Parece cansada  pero mantiene una sonrisa muy grata).

 

Audio 6:  (El hombre hace gesto de desconocimiento) Nadie descansa. Aquí se trabaja sin pausa. Hay muchos problemas que resolver. La vida siempre es muy dura.

 

Audio 7: (voz de mujer) ¿Cómo puedo encontrar el camino de la verdad?

 

Noveno enfoque:  (Se ven las dos caras de perfil) Los dos miran hacia el infinito.

 

Audio 8: (voz del hombre) Desande el camino. Al llegar a la plaza Actividad, busque la calle Rabia, ahí hay una oficina, siempre está abierta, y le darán las señas que usted necesita.

 

Décimo enfoque:  Nuevamente los pies de mujer que desandan el camino.

 

Décimo primer enfoque:  (La mujer llega a la oficina que le han indicado) Encuentra a una mujer de su edad)

 

Audio 9: (Voz de mujer  viajera) Buenos días, Busco el camino que lleva a la verdad

 

Décimo segundo enfoque: Tomado desde detrás de la mujer que atiende. Se le ve la nuca y a la viajera de frente, que ha dejado sus dos maletas en el suelo.

 

Audio 10: (voz de la empleada de la oficina) Debe estar muy lejos. Nunca he ido por ahí, no sé dónde puede estar ese camino. Vaya hasta el final de esta calle, encontrará la avenida del Odio. Luego de recorrerla toda, hallará el parque de la Indiferencia. Ahí pregunte. Creo que debe estar cerca lo que usted busca.

 

Décimo tercer enfoque: Se  ve de lejos a la mujer de espaldas, cargando sus maletas, yendo por las calles que le han indicado. No encuentra a nadie en su camino. Los edificios son muy altos. Parece una ciudad vacía.

 

Décimo cuarto enfoque: La viajera en el parque de la Indiferencia, mira hacia todos los lados en busca de alguien que pueda señalarle el camino a seguir. Las maletas y la mochila están en el suelo. Ella da muestras de fatiga.

 

Décimo quinto enfoque: (Aparece el mismo hombre que encontró en el anterior camino. Está vestido con alguna elegancia, parece un gerente o un alto funcionario) Ella avanza hasta él, lo chista y agita una mano para llamarle la atención.

 

Audio 11: (Voz de la viajera) Señor, puede decirme dónde queda el camino de la Verdad?

 

Décimo sexto enfoque:  (Se les ve a los dos frente a frente. El parece molesto por la interrupción.

 

Audio 12: (Voz del hombre molesto) Creo que ese camino no existe.

 

Décimo séptimo enfoque: La viajera que ha quedado sola en el enorme parque, tiene una mirada desolada y acusa gran cansancio.

 

Décimo octavo enfoque: La mujer se sienta sobre una de sus maletas, se quita las sandalias.

 

Décimo noveno enfoque: Se verán sólo los pies de la mujer sentada sobre la maleta. Con una mano hace masajes a sus pies extenuados.

 

Vigésimo enfoque: La mujer ha visto una persona como a 50 metros. Se levanta y corre hacia ella descalza haciendo señas con ambas manos y dando voces.

 

Vigésimo primer enfoque.- (una mujer se detiene al ver a la viajera. Es la misma de la oficina, está vestida y maquillada como una jovencita)

 

Audio 13: (Voz de la mujer descalza) ¡Por favor!, ¿dónde está el camino que lleva a la Verdad?

 

Audio  14: (Voz de la jovencita)  ¿La verdad? ¿Camino? No conozco nada de eso.

 

Vigésimo segundo enfoque: Las dos conversan frente a frente. La jovencita mira las maletas y las sandalias que están abandonadas unos metros más allá, y los pies desnudos de la mujer.

 

Audio 15: (Voz de la jovencita) ¿Por qué se ha quitado los zapatos? ¿Le molestan?

 

Audio 16: (Voz de la mujer viajera) Estoy muy cansada. Llevo horas andando y no encuentro lo que busco.

 

Vigésimo tercer enfoque: La jovencita hace un gesto para demostrar que no puede ayudarla en nada. Se dispone a seguir su camino.

 

Audio 17: (Voz de la jovencita) Vaya a la calle del Odio (señala hacia donde la viajera ya ha estado) Ahí hay una oficina donde le pueden informar.

 

Vigésimo cuarto enfoque: (Primer plano de la mujer viajera). Se la nota molesta, hasta desesperada.

 

Audio  18: (Voz de la viajera) Cómo puede ser posible que nadie conozca ese camino.

 

Vigésimo quinto enfoque: La jovencita se aleja, se le ve de espaldas hasta que se pierde al doblar una esquina.

 

Vigésimo sexto enfoque: La mujer viajera retorna al sitio donde han quedado sus maletas y sus sandalias. Se vuelve a sentar en una maleta y se tapa la cara con ambas manos. Permanece quieta en esa posición.

 

Vigésimo séptimo enfoque.- Se ve venir lentamente a una mujer vieja.(Es la misma de la oficina y la jovencita, está maquillada de vieja, vestida de negro y algo encorvada) Llega hasta donde esta la viajera angustiada. Durante un momento sólo la mira.

 

Audio 19:  (Voz de la vieja) ¿Por qué está triste? ¿Se ha perdido? ¿Le han robado? ¿Qué le pasa en los pies?

 

Vigésimo octavo enfoque: La viajera quita las manos de la cara y mira a la vieja con ojos muy tristes.

 

Audio 20: (Voz de la vieja) Usted no es de este lugar, ¿qué busca?

 

Vigésimo noveno enfoque:  La mujer viajera levanta la cabeza y mira a la vieja. (No tiene ánimo para responderle)

 

Trigésimo enfoque: Muestra a la vieja se agachada para quedar a la altura de la cabeza de la viajera que sigue sentada.

 

Audio 21: (Voz de la vieja) ¿Quién es usted? ¿Cómo se llama? ¿Qué profesión tiene? ¿No puede hablar? Tiene cara de miedo. (Pregunta sin dar pausa)

 

Trigésimo primer enfoque: La viajera hace un esfuerzo por levantarse. Al fin queda de pie delante de la vieja.

 

Audio 22.- (Voz de la Viajera, muy desmayada) Busco un camino.

 

Trigésimo segundo enfoque: Se verá los pies de la mujer viajera tratando de calzarse sin ayuda de las manos.

 

Audio 23: (Voz de la vieja)   ¿Qué camino? ¿Para qué quiere ir por ese camino? ¿en qué trabaja? ¿por qué está sola? ¿No tiene marido, novio, ningún hombre? ¿Ha estado andando mucho? Tiene los pies hinchados.

 

Trigésimo tercer enfoque: Se verá los pies de la viajera, ha conseguido ponerse una sandalia, el otro pie está descalzo.

 

Audio 24: (Voz de la mujer viajera, aun débil) Busco el camino que lleva a la Verdad.

 

Trigésimo cuarto enfoque:  Se muestra la cara de extrañeza de la vieja ante la respuesta de la mujer de las maletas.

 

Audio 25:  ¿La Verdad? ¿Y para qué quiere ir a ese sitio? Nunca he oído mencionar ese camino. Lo que tiene que hacer es descansar, y dejar las maletas, portarlas le cansa más.

 

Trigésimo quinto enfoque: La Viajera es captada de frente y se le nota un gesto de inicio de decepción porque nadie la entiende.

 

Audio 26: (Voz de la mujer viajera) Sí, existe ese camino. Siempre me dijeron que vaya por él hasta el final y llegaré a la Verdad. Estoy muy cansada, necesitaría descansar un momento, luego seguiré andando.

 

Audio 27: (Voz de la Vieja) Quédese un momento aquí. Siéntese sobre su equipaje. Yo iré a casa de un hombre que sabe de todo, es un sabio. El debe saber dónde empieza ese camino de la Verdad.

 

Trigésimo sexto enfoque: Se verá a la Viajera sentándose sobre una maleta y tratando, a la vez, de calzarse el otro pie.

 

Audio 28: (Voz de la viajera) Sí, vaya donde ese señor pronto por favor, y vuelva, yo la espero aquí.

 

Trigésimo séptimo enfoque:  Se verá a la Vieja alejándose un par de pasos, luego se vuelve hacia la otra mujer que está sentada sobre la maleta para hacerle nuevas preguntas.

 

Audio 29: (Voz de la vieja desde lejos) No me ha dicho cómo se llama. Tampoco en qué trabaja, ni dónde vive.  Tiene que decirme todo eso para consultar con ese hombre sabio.

 

Trigésimo octavo enfoque: Se le ve a la Viajera tratando de levantarse nuevamente, como dispuesta a reunirse otra vez con la Vieja que está a bastantes pasos más allá, y responderle las preguntas que le ha hecho.

 

Trigésimo noveno enfoque: Las dos mujeres están frente a frente.

 

Audio 30: (Voz de Viajera) Mi nombre es Poema. Mi trabajo es buscar el camino de la Verdad. No sé dónde vivo. Es un mundo tan horrible como cualquier otro.

 

Audio 31: (Voz de Vieja) Se lo diré al hombre sabio, le diré que venga conmigo para que converse contigo. Espérame aquí.

 

Cuatrigésimo enfoque:  La Vieja se aleja. Poema permanece en el mismo sitio viéndola alejarse.

 

Cuatrigésimo primer enfoque:  Poema  vuelva a sentarse en la maleta dispuesta a esperar que vuelva la Vieja.

 

Cuatrigesimo segundo enfoque: por sobre la cabeza de Poema se ve que la Vieja y un hombre se acercan.

 

Cuatrigésimo cuarto  enfoque: La Vieja en compañía del hombre Sabio llegan hasta donde está Poema.

 

Audio 32: (Voz de hombre dirigiéndose a Poema) ¿Por qué quiere encontrar el camino hacia la Verdad?

 

Audio 33: (Voz de Poema) Es urgente. Sin llegar a conocer la Verdad no podré seguir viviendo.

 

Cuatrigésimo quinto enfoque: Se verá a Poema tratándose de levantarse. El hombre que es el mismo de anteriores veces ahora tiene una vestimenta sencilla, una camisa y unos pantalones de pana, lentes de gruesas lunas y un libro en la mano.

 

Audio 34: (Vos del Hombre Sabio) ¿Cómo ha vivido hasta ahora? ¿Desde cuándo siente que ya no puede vivir donde vivía si no halla ese camino?

 

Audio 35: (voz de Poema)  Hace mucho tiempo que busco ese camino. Todo lo que me rodea es  horrible. No soporto más.

 

Cuatrigésimo sexto enfoque:  (Una toma de abajo hacia arriba de los 3 personajes) La Vieja se abanica como prueba de que hace calor.

 

Audio 36: (Voz hombre Sabio) Creo que alguna vez he oído hablar de ese camino pero no lo conozco. ¿No quiere  que le indique cómo llegar al camino del Consuelo?  O ¿preferiría el de la Alegría? El que más he frecuentado yo es el del Saber, se lo recomiendo, podría interesarle. No está lejos.

 

Cuatrigésimo séptimo enfoque: Primer plano de la cara de Poesía. Hay una brizna de esperanza en su mirada.

 

Cuatrigésimo octavo enfoque: Primero el rostro del hombre que espera con alguna ansiedad la respuesta de Poesía. Luego la Vieja que parece cansada y agobiada por el calor.

 

Audio 37: (Voz de Poesía) El único camino que me interesa es el de la Verdad. Y quisiera encontrarlo pronto. Estoy muy cansada.

 

Audio 38: (Voz de Hombre Sabio) Venga a casa y descanse. Luego reemprende su marcha aunque no sabemos hacia dónde porque nadie conoce dónde está el camino de la Verdad.

 

Cuatrigésimo noveno enfoque.-  Vuelve a levantar sus maletas y parece dispuesta a seguir andando.

 

Audio 39:  (Voz de Poesía) Seguiré caminando, alguien tiene que saber cómo se va a la Verdad. 

 

Quincuagésimo enfoque: Poesía, deja en el suelo una de sus maletas, haciendo un gesto de cansancio.

 

Audio 40: (Voz de la Vieja) ¿Pesa mucho esa maleta, muchacha?. Deje las maletas en mi casa. Vaya sin tanto peso. Es malo llevar un equipaje tan pesado en un viaje tan largo.

 

Quincuagésimo primer enfoque: Ella acepta que la vieja se quede con sus dos maletas, y se dispone a reemprender viaje. Lleva sólo la mochila.

 

Quincuagésimo segundo enfoque: Se verá a la Vieja llevándose las maletas, y el hombre  acompaña un trecho a Poesía. Se les ve de espaldas.

 

Audio 41.-  (Voz del hombre) La acompañaré hasta la avenida del Disgusto, de ahí vaya recto hasta que se encuentre con otra avenida llamada Sonrisas, es probable que ahí encuentre bastante gente, alguno, ojalá, le pueda  dar indicaciones sobre lo que busca.

 

Quincuagésimo tercer enfoque: Se verá al hombre dándole la mano a Poesía en señal de despedida y luego a él señalándole con el brazo extendido la avenida por la que tiene que caminar.

 

Audio 42: (Voz de Poesía) ¿No me puede acompañar un trecho más largo?

 

Audio 43.- (Voz del Hombre) Tengo un trabajo urgente que realizar. Más bien le ofrezco de comer y beber, debe estarlo necesitando.

 

Quincuagésimo cuarto enfoque: Se han detenido para hablar. Están frente a frente Poesía mira hacia el horizonte y murmura algo que no se le entiende.

 

Audio 44 .- (Voz de hombre) ¿Son cómodas sus sandalias? Tal vez en casa haya unas zapatillas de mi mujer que le resulten mejores. Porque temo que va a tener que andar mucho.

 

Quincuagésimo quinto enfoque:  Poesía agobiada por el cansancio y el calor, mueve la cabeza rechazando los ofrecimientos del Hombre Sabio. Pero no tiene gestos de malhumor.

 

Audio 45: (Voz de Poesía)  Cuando se busca algo que nos significa lo más importante  no se siente nada. Ni hambre, ni sed, ni frío ni calor. Sólo importa lo buscado el resto carece de valor y el cansancio no existe.

 

Quincuagésimo sexto enfoque: Muestra a Poesía de espaldas, dispuesta a volverse a poner en marcha. El Sabio parece a la expectativa de lo que pueda suceder.

 

Audio 46: (Voz de Hombre) Está usted obstinada con ese camino, la aplaudo con sinceridad pero creo que precisa un descanso. El cansancio, como la  pobreza pueden destruir los ideales.

 

Audio 47: (Voz de Poesía) Lo mío no sé si entra dentro del término ideal. Considero el ideal algo así como una estrella fugaz que hay que atraparla con las manos. El camino de la Verdad es para mí un compromiso conmigo misma y a la vez con toda la humanidad. Ante eso no hay renuncias.

 

Audio 48: (Voz de hombre) Admirable su decisión. Aplaudo su valentía

 

Audio 49: (Voz de Poesía)  Puede seguirme si le atrae lo que busco.

 

Audio  50:  (Voz del hombre) ¿Y si ese camino no existiera?

 

Audio 51 (Voz de Poesía) Su existencia depende de mi búsqueda.

 

Quincuagésimo séptimo enfoque: Poesía ha reemprendido su caminata. El hombre  está quieto la ve alejarse, a cortos pasos pausados, inmarcesible en su decisión.

 

Quincuagésimo octavo enfoque:  La mujer se ha alejado bastante. El Hombre Sabio da algunos pasos hacia ella como si hubiese decidido acompañarla. Unos pasos más allá parece arrepentirse y finalmente se detiene. La figura de Poesía se pierde en lontananza.


Posted by al4/alvarezbr at 2:48 PM EDT
Updated: Thursday, 3 November 2011 8:20 AM EDT
Post Comment | Permalink | Share This Post
Wednesday, 13 July 2011
VER LA BELLEZA NO ENVEJECE: JUAN CRISTÓBAL POETA / Bernardo Rafael Álvarez

Yo creo que los poetas somos, en realidad, malos lectores de poesía.  Nuestra lectura suele ser medio perversa, por lo tendenciosa. Si nos colocamos en la posición del crítico, haremos –según el caso- una lectura excesivamente complaciente, o brutalmente inquisidora. Es que tratamos, casi siempre, de encontrar similitudes, coincidencias, analogías, puntos comunes, entre la poesía de los demás y la poesía nuestra, para,  a partir de ello, llegar a afirmar que buena poesía es aquella que en alguna forma se identifica con la nuestra; y que la que camina por senderos diferentes merece una valoración adversa. No es fácil para nosotros, pues, ser imparciales. Y yo, especialmente yo –lo confieso-, soy un pésimo lector y, para remate, injusto. No comprendo, por ello, qué razones pudo haber encontrado Juan Cristóbal para pedirme que, junto a una bella, inteligente y talentosa poeta, y  a un consagrado narrador y maestro, yo esté aquí haciendo con ellos las veces de presentador de su poesía. Debe ser por su excesiva generosidad.

Juan Cristóbal, a quien leí por primera vez en la antología que publicó Alberto Escobar en 1973[1],  es Licenciado en Literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Su producción es nutrida; he aquí algunos títulos: El osario de los inocentes (1971); Desenterrando el amor (1972); Por las desconocidas sombras de los pueblos (1973); Difícil olvidar (1975); Estación de los desamparados (1978); Vivir es duro (1988); Poblando los silencios (1996); Los rostros ebrios de la noche (1998). Se ha hecho merecedor de importantes distinciones como -entre otras-  el Premio Nacional de Poesía, en 1971; el Primer Premio en los Juegos Florales de San Marcos, en 1973; el Segundo Premio en el Concurso Poesía y Canto para El Salvador, en 1981, y el Tercer Premio Copé, en 1997.

En la antología a que me referí, Escobar afirma que la escritura de Juan Cristóbal “se alimenta de vivencias refraseadas por el soplo imaginario y por el recuerdo o la fábula ligados a la experiencia directa o de fuente literaria, en franca voluntad testimonial”. Luis Hernán Ramírez, en un bello y enjundioso ensayo que Alma Mater[2], la revista de San Marcos, publicara tras la muerte del intelectual y maestro moyobambino, ocurrida en 1996, expresa, enfáticamente, que  es “poesía de la luz y los colores”. Es decir, pues, dos caracterizaciones puntuales: Voluntad testimonial en cuanto, digamos, al fondo, y en lo que se refiere al aspecto exterior, luminosidad y color.

Si nos detuviésemos a efectuar un inventario de las expresiones empleadas por nuestro poeta, corroboraríamos lo afirmado por Ramírez, es decir, que esta es “poesía de la luz y los colores”. Veamos una brevísima muestra: “Las cervezas azules”, “las colinas verdes”, “los peces rojos”, “cumpleaños dorado”, “el tiempo brilla”, “refulgen las viejas ortigas”, “las huellas del alba”, etc. Ahora, si nuestro propósito fuera comprobar la calidad o cualidad testimonial señalada por Escobar, bastaría con citar algunos de los bellos versos dedicados al poeta chileno Jorge Teillier: “En fin / mi querido amigo mi viejo rincón / habría mucho de qué hablar y eso seguramente nos llevaría a una taberna de nombre conocido / para soñar con los Parques Infantiles y con las mañanas y los tres en la lluvia…”

Hablar de luz y colores en poesía debiera tal vez tener un significado que se asocie, ciertamente, a celebración, a alegría. La poesía de Juan Cristóbal, sin embargo, no comunica eso. La luminosidad y el color en su poesía es más bien sinónimo de riqueza expresiva, de nutricia densidad idiomática, de fecunda imaginación poética, que aunque son conceptos que, aunque exultantes, elevados, positivos, no implican precisamente júbilo, regocijo, no se emparientan con el goce. Luis Hernán Ramírez no lo expresa, pero es probable que algo de eso pudiera haber percibido él en su lectura. En la poesía que Juan Cristóbal escribió después es prácticamente imposible encontrar muestras ello.

La riqueza expresiva persiste en sus últimos libros. No podemos negar, ello no obstante (al menos es lo que yo he visto) que hay una notoria opacidad en cuanto se refiere a la percepción que tiene del mundo que lo rodea, de la realidad: “Mis temores invadieron la penumbra de mis ojos”. No es arbitrario que haya elegido como títulos para sus dos hasta ahora últimos poemarios, “Hórridas mañanas” y “Kafka[3]. Y, cosa curiosa, incluso las ingenuas ilustraciones que se muestran en la tapa de ambos volúmenes, que han sido hechas por una tierna niñita (Almendra, la nieta del poeta) son, no obstante lo abigarrado de su colorido, muestras del impacto terrible que ejerce el entorno cruel en que vive el poeta y que vivimos todos; es como si la autora de los dibujos, no obstante su corta edad, hubiese tenido plena conciencia de qué es lo que iba a ilustrar.

Hórridas mañanas” es un título terrible. La mañana que es o debiera ser sinónimo de apertura hacia la luz, es presentada por Juan Cristóbal como algo que merecería en cierto modo rechazo (hórrido es horrendo, espantoso, monstruoso); en lugar de claridad, aquí nos anuncia sombras, en vez de dicha nos ofrece desazón. Nada más deplorable que comenzar el día sabiendo que lo que ha de encontrarse son horas que forzosa o forzadamente nos invitan a asistir a un espectáculo cotidianamente nefasto, donde no hallaremos “sino el aire apestando a sal en el estiércol de los parques”, donde al despertarnos nos toparemos con “los colmillos desfigurados del recuerdo”. “Kafka”, aparentemente no tiene nada de espantoso como título, pero –igual- es demasiado expresivo, como para no darnos cuenta de lo que trae consigo: una alusión a la perpetua y descabellada condena a que estamos sometidos en un juicio tortuoso y laberíntico y  a las circunstancias deshumanizantes que nos envuelven y que tratan de convertirnos en insectos.

Conozco a Juan Cristóbal o, mejor dicho, creo conocerlo, y por ello estoy seguro o –vuelvo a caer en la duda- creo estar seguro, de que, a pesar de que él afirma que “poesía, existencia (o realidad) y vida son un hecho único e inseparable”, a mí me parece que entre él como persona (Juan Cristóbal o José Pardo del Arco –su nombre “de pila”-, como queramos llamarlo) y su poesía (me refiero a la última que ha escrito y publicado) existe una suerte de divorcio, de distanciamiento. El Juan Cristóbal que yo conozco –a pesar del aún persistente espíritu rebelde y contestatario, a que aludía Roland Forgues[4]- es un hombre altamente sensible y fino; conversar con él es como asistir a una ceremonia en que se rinde culto a la paz y, diría sin exagerar, a la ternura. Su poesía, en cambio, es ruda, inconsiderada, crispada y me atrevería incluso a decir que es cruel. Es, en verdad, su otra voz, el canal alternativo a través del cual fluye, de modo distinto a lo cotidiano, su sinceridad. Esto que yo llamo tal vez imprudentemente “divorcio” no significa que la relación entre Juan y su poesía sea confrontacional; la relación confrontacional que -según confiesa- mantiene, es con el mundo que lo rodea, no con la poesía. Los libros que ahora se presentan son testimonio innegable de ello.

En la nota introductoria que aparece en el primer volumen (Hórridas mañanas), se afirma que estos poemarios corresponden a una “saga”.  Creo que no es precisamente así, puesto que, según tengo entendido, la saga corresponde más precisamente a la prosa narrativa. Son sin embargo, y en esto sí estamos de acuerdo, obras efectivamente  entrelazadas por el tema que “da origen a un universo poético”. Y este universo poético al que se refiere el poeta, está signado manifiestamente, como ya lo insinué, por el absurdo, pero también por el desencanto, y la desesperanza. Juan Cristóbal lo explica: dice que la escritura de esta poesía se llevó a cabo a partir de una interrogante que al mismo tiempo es -digo yo- una duda: “¿se puede amar al Perú a pesar de sus oscuridades y locuras?”; o, dicho de otro modo, ¿es admisible caer en el absurdo de sentir afecto por algo que nos hace daño? Y, aunque está seguro -y lo asume como respuesta- que en nuestro país “el desorden moral y la crueldad de sus instituciones es un absurdo banal, grosero y espeluznante”, creo firmemente que Juan Cristóbal es consciente de una cosa: que sí se puede amar al Perú. Amarlo a pesar del asco, la conmoción y el estremecimiento  que este poeta sensible experimenta.

Es, pues, poesía inspirada en la experiencia medio infeliz de vivir en el Perú. No podemos negar, sin embargo, que es –como ocurre con toda buena poesía- un testimonio existencial que involucra a todos, que atañe a la realidad del mundo contemporáneo en su integridad y expresa el impacto que esa realidad genera en el alma humana.

Dije que era poesía terrible y me reafirmo en lo dicho. Aquí una muestra descarnada, asombrosa, patética: “Veo escombros (…) palabras que desean decir algo…”. Destrucción más cruel que esto no puede haber: en que las palabras han perdido su esencia y se convierten en algo así objetos vanos, anodinos, inútiles. Repito, dije que era terrible esta poesía. Es que es terrible la seguridad con que nuestro poeta asume sus verdades. Contra toda sospecha y contra todo pudor se atreve a decirnos dramáticamente y, diría, con una cruda y acaso justificada insolencia “que Dios es el asesino más grave de la historia”, yendo con esta inesperada imprecación mucho más allá de la certeza desconsolada que Vallejo expresara en “Los dados eternos”.

Me referí al principio a la definición –“poesía de la luz y los colores”- que Luis Hernán Ramírez había hecho de la poesía de Juan Cristóbal.  Y agregué que lo que yo veía era prácticamente todo lo contrario; que había, más bien, opacidad. Pues eso que es lo que se advierte en la última producción de nuestro poeta. Veamos en el poema titulado “Kafka” estos primeros versos que son sumamente explícitos: “Opacos / angustiosos / viejos / Así son los años luz”. El desencanto, la desesperanza, el absurdo, pudieran ser síntomas de hundimiento, de destrucción. Y, en alguna forma, parecería que esto es lo que quisiera decirnos el poeta: “recurrimos otra vez / a esta voz / estrangulada/ en las acequias/ como un tacho de basura/ surgiendo desde el fuego.” Tal vez la alusión manifiesta a Kafka, estaría diciéndonos que –como en alguna forma también lo sentimos nosotros- somos las víctimas de una suerte de condena sin sentido, los imputados inocentes en un proceso engorroso que se desplaza, repito, en los laberintos de una justicia demencial.  Y que somos una humanidad que a duras penas sobrevive “como ala quebrada de cadáver”.

 Pero, a despecho de lo que pudiera haber querido insinuar o expresar el poeta -lo digo rotundamente- la poesía de Juan Cristóbal no es destructiva ni menos autodestructiva. Porque la poesía, por sobre todas las cosas, es sinónimo de vida, de esperanza. Y porque la poesía de Juan Cristóbal también lo es. Pero ha asumido el impostergable papel, la noble responsabilidad, de sacudirnos, de sensibilizarnos. El desencanto, la desesperanza, el absurdo que la inspiran, no logran, no han logrado, no lograrán lastimarla: al contrario, la alimentan. Y alimentan, paradójicamente, también al poeta. Por ello, a pesar de los años y las flaquezas en la salud,  la vitalidad poética del autor de Horridas mañanas y de Kafka se mantiene firme y felizmente fecunda. ¿Saben por qué? Porque, como muy bien lo dice él mismo en su “Arte poética” –echando mano a una frase del escritor checo de La metamorfosis y El proceso-: “Ver la belleza no envejece”. Y eso, belleza, extraña belleza,  es lo que encontramos en su poesía. Y eso nos hace bien, mucho bien. Y es suficiente.

Lima, 14 de  julio del 2011.



[1] Alberto Escobar. Antología de la Poesía Peruana, Tomo II. Biblioteca Peruana PEISA, Lima, 1973.

[2] Alma Mater, Nº 15. UNMSM, Fondo Editorial. Lima, 1998.

[3] Hórridas mañanas y Kafka.  Arteidea, Grupo editorial. Lima, octubre del 2010.

[4] Roland Forgues. Entrevista a Juan Cristóbal, para la revista Palabra Viva. Disponible en: http://socialismoperuanoamauta.blogspot.com/2011/05/cuestionaria-al-poeta-juan-cristobal.html


Posted by al4/alvarezbr at 8:46 AM EDT
Updated: Wednesday, 13 July 2011 11:37 AM EDT
Post Comment | Permalink | Share This Post
Wednesday, 1 December 2010
CARTA POR LA QUE SE PIDE QUE EL 2011 SEA DECLARADO "AÑO DEL CENTENARIO DE JOSÉ MARÍA ARGUEDAS, EL ESCRITOR DE TODAS LAS SANGRES"
                                                      Lima, noviembre del 2010

 

Señor DoctorALAN GARCÍA PÉREZ,

Presidente Constitucional de la República del Perú.

Asunto: Proponemos se declare el 2011 como “AÑO DEL CENTENARIO DE JOSÉ MARÍA ARGUEDAS, EL ESCRITOR DE TODAS LAS SANGRES”

De nuestra consideración:

Los suscritos, escritores, poetas, artistas, intelectuales, campesinos, trabajadores y estudiantes del Perú, nos dirigimos a Ud. con el objeto de manifestarle lo siguiente:

El 18 de enero de 1911 nació en Andahuaylas José María Arguedas, uno de los escritores más entrañables que ha dado nuestro país; aquel cuya obra se identifica más cabalmente con el alma nacional, con las pasiones y la esperanza de este pueblo. Se trata de un escritor cuyas obras se han convertido en inspiración y estímulo en la irrefrenable búsqueda de un futuro mejor para nuestra patria y, para la consolidación de la unidad a pesar de la diversidad. La significación de José María Arguedas no sólo está en su trabajo estrictamente literario, sino en el aporte valioso que dio en el terreno de la antropología y el folclor. La revaloración y reivindicación de las manifestaciones culturales y artísticas del Perú profundo –en otras palabras, de nuestra identidad- se la debemos, en gran medida, al escritor andahuaylino. Además, el reconocernos como nación -como el crisol de todas las sangres- es algo a lo que también contribuyó y sigue contribuyendo a través de su legado José María Arguedas.

Dentro de dos meses se cumplirán cien años de su nacimiento. Es seguro que con tal motivo, en distintos puntos del Perú se llevarán a cabo eventos conmemorativos. Con entusiasmo nos sumaremos a ellos.

No sabemos, sin embargo, qué es lo que a nivel de Gobierno y de Estado se haya previsto, pero estamos convencidos de que los estamentos públicos no deben -bajo ninguna razón- soslayar esta circunstancia.

Desde hace algunas décadas, es usual en nuestro país asignarle a cada año una denominación que es, al mismo tiempo, una especie de lema de estímulo y una muestra de reconocimiento de los valores nacionales, como, por ejemplo: “Año de la Reforestación” o “Año de César Vallejo y del Encuentro de Dos Mundos”.

Queremos, señor Presidente, como un homenaje a la memoria de nuestro escritor José María Arguedas y como muestra de reconocimiento a su innegable significado y trascendencia, que el año 2011 sea declarado como “AÑO DEL CENTENARIO DE JOSÉ MARÍA ARGUEDAS, EL ESCRITOR DE TODAS LAS SANGRES”.

Consideramos necesario,  también, que, a través de los Ministerios de Educación y de Cultura, se promueva la edición masiva de las obras de José María Arguedas y se las difunda, a precios populares o a título gratuito, principalmente en las Instituciones Educativas de nuestra patria.

Sin otro particular, y con la seguridad de que sabrá ponderar lo que a través de esta Carta manifestamos, quedamos de Ud.

Muy atentamente,

 

 

Enrique Verástegui. Poeta.

Bernardo Rafael Álvarez. Poeta. DNI 25486055

Dimas Arrieta. Poeta y narrador.

Tulio Mora. Poeta.

María Irene Vegas García. Catedrática y escritora. DNI 05407679

Rodolfo Ybarra. Poeta. DNI 09441432

Ricardo Paredes Bassallo. Poeta y filósofo.

Óscar Málaga. Poeta y escritor.

Armando Arteaga. Poeta.

Miguel Ildefonso. Poeta. DNI 07466249.

Consuelo Núñez López. DNI 29535052

Raúl Ángel Marín Hinostroza. DNI 09955009

Rosa Trinidad Carrillo

Rosa Emma Robles Trinidad

Gladys Basagoitia. Escritora.

Luis Alberto Medina Huamaní. DNI 41292870

María Regla Villa.- DNI 43187135

Ángel Marín

Mario Carazas

Jeaneth Joyo Lugo. DNI 10249254

Domingo de Ramos. Poeta.

Michael Paredes Torres.- DNI 47544750

Julio César Vega Guanilo. DNI 10623269

Wilder Vega Robles. DNI 80470672

Néstor Málaga. DNI 432905119

Silvia Suárez. DNI 07869180

Julia Nidia Rodríguez Chuquillanqui. DNI 08837877

Elvira Quincot

Ariel Gaskell

Frank García

María Graciela Sommer

Gaby Neyra

Jessica Miró Paz Soldán

Rosa María Loayza

Sandra Viviana Campos Martínez

César Carlos Castillo

Tito Chauca Queirolo

Franco Salcedo

María Estela Corzo Mejía

Ricardo Calderón Romero

Julio Carmona. Escritor.

Juan Mauricio Muñoz Montejo

Óscar Colchado Lucio. Escritor.

Alfredo E. Berríos Reiterer.Escritor y Poeta. DNI 06173222.

 

Myriam Reátegui. Directora de teatro y gestora cultural. DNI 07236010

Ernesto Ráez Mendiola. Hombre de teatro. DNI 07234091


Posted by al4/alvarezbr at 1:48 PM EST
Post Comment | Permalink | Share This Post
Wednesday, 25 August 2010

DON PEDRO GUTIÉRREZ, "EL CONSHYAMINO", MÚSICO INVIDENTE DE PALLASCA

Don Pedro Gutiérrez, “El Conshyamino”, nuestro folclorista invidente, cuando lo conocimos solía ubicarse en una de las bancas de la Plaza de Armas (casi siempre en la que da hacia la iglesia). Con un seseo muy particular, secundado por el acompañamiento jadeante de “su acordeón o concertina”, protegido por su poncho y sombrero, rodeado por los chiquillos del pueblo y –cómo no- vigilado por la “Repolla”, su mujer (a quien, dicho sea de paso, él también "vigilaba" pisándole la "lurimpa" para evitar que se aleje), entonaba huaynos y guarachas: “En el cielo las estrellas”, “Mi cafetal”...y “La piedra de mal rodar”, su canción emblemática. No faltaba -como en todas partes- algún mozalbete zamarro que –candorosamente perverso- le jugara una broma pesada, como presionar una tecla de su instrumento, alterando, así, la ejecución del tema musical; don Pedro se enfadaba por un instante, soltaba sin mucha convicción un carajo, pero inmediatamente sonreía y continuaba con la música. Nosotros nos alegrábamos con su alegría y nos conmovíamos con su emoción. La destreza que demostraba al hacer brotar las notas de su muy humilde instrumento, era la misma cuando confeccionaba las proverbiales “andaritas” (especie de flautas de pan hechas con cañas de carrizo), perfectamente afinadas como para pergeñar, en las noches de luna llena, las melodías inolvidables del “Zorro negro”; o para que Julio y “Shantel” -dos de sus principales usuarios- pudieran familiarizarse con la nobleza del arte órfico (su padre -nunca olvidado, especialmente por su cálido y generoso corazón-, don Santiago Zanelly, era, probablemente, el más entusiasta “cliente” de don Pedro). Durante las primeras décadas del Siglo XX, sabemos que la animación musical de las fiestas familiares del pueblo, más que la Victrola, corría a cargo de El Conshyamino. La aparición del retumbante “Pick up” prácticamente desplazó a ambos. La Victrola se convirtió en pieza ornamental o de museo y don Pedrito, tal vez invadido por una honda tristeza pero jamás deprimido, trasladó su centro protagónico a la Plaza, mas nunca se alejó de los corazones. Más que un personaje, llegó a ser un símbolo. Los pallasquinos lo guardamos en nuestra memoria y sabemos que él y don Víctor Alvarado, don Pancho Nina, don Lorenzo Paredes...forman parte de la identidad espiritual de nuestro pueblo. Hablar de Pallasca es no olvidarse de ellos, tanto como de El Chonta, de Tambamba, de Santa Lucía; de la “293” y sus entrañables “maestros”; del Toro de trapo, de las “luminarias” y del grog…A nosotros, por lo menos a nosotros, cuando niños, don Pedro Gutiérrez nos dio una lección imborrable –como todas aquellas que se dan sin palabras, que se dan con el ejemplo: amen lo nuestro con todo el corazón.


Posted by al4/alvarezbr at 11:01 AM EDT
Post Comment | Permalink | Share This Post
Saturday, 14 August 2010

RICARDO ORÉ PERMANECE! 

Nació hace sesenta y un años, el 24 de marzo. Aunque fue Lima la ciudad en que por primera vez vio la luz, los pallasquinos siempre lo sentimos como paisano nuestro o, mejor dicho, pallasquino y conchucano, debido a que sus padres, Atilio y Olga, fueron maestros nacidos en Conchucos y en Pallasca, respectivamente. Fue diplomático de carrera (cónsul en Madrid fue el ultimo cargo que desempeñó). Se trataba de un hombre de sentimientos e incluso de modales nobles: presto siempre  a la solidaridad, al servicio, a ofrecer una palabra de aliento. Dio afecto y se ganó el cariño de todos. Pero, sobre todo, fue y sigue siendo poeta. Dos libros dan testimonio de ello y de su saludable e inextinguible permanencia que ahora tiene forma de palabras nutricias: "El sombreado de la liebre" e "Inscripciones en un campo de retamas". Muestra, el primero, de un lirismo íntimo, fino, delicado, y el segundo, expresión de una mirada épica al pasado nuestro, sin los abismos de la grandilocuencia. Este libro reveló aquello que ya en su primer poemario -distinguido en un concurso de la colonia nisei, pero nunca publicado- puso de manifiesto: su cariño por la historia; su título fue precisamente "Lecciones de historia". "El sombreado..." e "Inscripciones..." son, pues, el legado culto, limpio, de la alquimia verbal que también desplegó en "La nave de la memoria", su solida obra teatral. Un día como mañana, el 15 de agosto de hace nueve años, víctima de una penosa enfermedad, dejó de existir. Pero, innegablemente, permanece en nuestros corazones. Ricardo Gonzalez Vigil, Tulio Mora y Paul Guillén reconocen con justicia, como nosotros, la calidad de este poeta; sin embargo, también es verdad lo que escribió Marco Martos : su poesía hasta cierto punto ha sido ignorada, pero eso ya "no podrá seguir ocurriendo". Ricardo Oré -poeta horazeriano que también llegó a incursionar en la narrativa de avanzada a la manera de Burroughs- merece un lugar preferente en la historia de la poesía peruana.

Posted by al4/alvarezbr at 10:49 PM EDT
Post Comment | Permalink | Share This Post
Tuesday, 10 August 2010

 KARINA MOSCOSO, POETA

Bernardo Rafael Álvarez

Hace algunos años leí unos poemas míos en El Yacana, un bar y punto cultural ubicado en el centro de Lima; si mal no recuerdo, fue durante la presentación de un libro de Roger Santiváñez, que había venido por unos días desde Estados Unidos. Allí conocí, entre otros, a John López, promotor de eventos culturales de Barranca, y a Paolo Astorga que había publicado algunos de mis textos en su revista virtual Remolinos. Después de la lectura de poesía en la que participamos aproximadamente unos quince poetas, ingresó un grupo de rock que la hizo linda. No me quedé mucho rato. Tras conversar con algunos amigos y tomar unas cuantas cervezas, me retiré. Cuando me encaminaba hacia la Plaza San Martín sentí que me perseguían unos pasos ligeros que, adiviné, no eran masculinos. Volteé la mirada y, efectivamente, vi que se trataba de una linda jovencita que procuraba darme el alcance: “Señor, señor…!” Había estado allá arriba y me escuchó leer.  Esbozó un recurso inteligente y conveniente pero innecesario en esa ocasión para abordarme, mejor dicho, inventó una piadosa mentira. Dijo que le habían gustado mis poemas y que quería saber dónde poder encontrarlos. Yo tenía en mis manos un ejemplar de “Los bajos fondos del cielo” y, por supuesto, se lo obsequié inmediatamente porque, entre otras razones, creí en sus palabras y, claro, me sentí feliz. Unas horas antes –a las cuatro o cinco de la tarde- yo había estado en una cabina de internet, y en el Messenger apareció una muchacha con la que conversé largo rato. Decía llamarse Karina y que era la enamorada de Omar, mi hijo mayor; no sé qué diablos le hablé respecto de esa juvenil relación amorosa pero lo cierto es que ella, según me confesó, al leer mis palabras por ese medio virtual, se emocionó en extremo y lloró de alegría. No sé qué habría ocurrido posteriormente pero llegué a enterarme que, unos meses después, ambos terminaron distanciándose y la relación jamás se recompuso. En fin. Cuando la chica a la que regalé mi libro en medio de turistas, caminantes y cambistas de moneda extranjera del jirón de la Unión, me dio su nombre, me sentí envuelto en una selva de misterios. Sin más ni más le pregunté a boca de jarro: “No serás la enamorada de mi hijo  ¿verdad?”. “No, señor, cómo se imagina” –me contestó enfática. No, pues, era otra persona. Repito, era una linda chiquilla. Una linda e inteligente chiquilla, casi niña aún, que estudiaba literatura, que de vez en cuando “escribía algo de poesía” y que vivía en Los Olivos. Se trataba de la chica a la que unas semanas después volví a encontrar, como aquella tarde ocurrió con la enamorada de mi hijo, en el bendito Messenger, y así  pudimos conversar un montón y reírnos virtualmente a punta del gramatical “Jajajajaj!”. Era la cantuteña que me hablaba, con patética, dramática y asombrosa facilidad, de la muerte y de la poesía y de “Rospindolfo” (personaje nacido de su imaginación que nunca llegué a entender de qué se trataba). Como quiera que nuestros encuentros vía internet resultaron más o menos numerosos pero esporádicos, siempre que coincidíamos la primera palabra que yo encontraba era, a favor o en contra pero de todos modos como un saludo, “turista”. Ahora, después de tantas lunas, vuelvo a encontrar sus palabras, esta vez en cuerpo y alma, y veo que ya no miente con una mentira piadosa, sino con una verdad despiadada: la verdad de la poesía. Descubro que hoy aquella verdad (la nuestra) es envuelta por el drama permanente de la realidad,  porque más que las “historias tristes” lo conmovedor y asqueante es la realidad existente que la hiere sin misericordia al punto de hacerle espetar una frase incontestable: “Miento al respirar este aire putrefacto”. Poesía desgarrada y desgarradora, terriblemente veraz, escrita en este suelo “muerto de ansias, de peste, de hambre, de putas. Es, pues, la palabra de mi joven amiga Karina Moscoso, que ahora, atrevida y bellamente,  nos habla a través de este su libro que acaba de nacer, “Primera muerte inédita”; libro que me envuelve, que me involucra y me exige un compromiso: que debo ser más que un simple “turista” en  este suelo contaminado de estiércol que nos reclama a todos.

Lima, 09 de agosto del 2010.

 


Posted by al4/alvarezbr at 7:53 AM EDT
Updated: Tuesday, 10 August 2010 7:55 AM EDT
Post Comment | Permalink | Share This Post
Monday, 24 May 2010

                                 UN TAL LÓPEZ

 

                                                                      Bernardo Rafael Álvarez

 

 

No se sabe o, mejor dicho, yo no sé para qué vino al Perú. Lo que sí puedo afirmar con alguna certidumbre, gracias a ciertas informaciones medio borrosas a que he tenido acceso, es por qué salió de su país. Lo hizo, como se diría vulgarmente, “corriéndose de la guerra” (¿la Guerra Franco-Prusiana, tal vez?) o, en otras palabras, por no aceptar ser enrolado en las fuerzas militares de Francia, país donde nació. ¿Habría tenido motivaciones morales –digamos, rechazo a la violencia bélica, es decir, actitud pacifista-, o solo se trató de simple cobardía? Cómo saberlo. Lo cierto e innegable es que vino, y vivió, se casó, tuvo hijos y murió en este Perú al que García Lorca iba a nombrarlo como “de metal y melancolía”. Llegó en compañía de dos primos suyos que poco tiempo después retornaron a su patria cuando, tal vez, las aguas se habían calmado y probablemente las circunstancias ya no habrían de perjudicarles. En cambio el pariente de estos, como repito, se asentó definitivamente en el Perú, y  en un pueblito de la sierra formó un hogar y llegó a tener cuatro hijos (tres mujeres y un varón). Se llamaba, como yo, Bernardo y fue mi bisabuelo paterno y -creo que es obvio, ¿no?- el pueblito en que sentó sus reales, fue Pallasca, mi tierra natal. En una foto sobre placa metálica cuya reproducción conservo, aparece de, aparentemente, unos cincuenta años de edad con sus vástagos. La mayor de ellos, Alejandrina, se casó con Manuel Jesús y su matrimonio, más peruano que la chochoca, resultó extremadamente fecundo: tuvieron diez hijos, mita-mita: cinco mujeres y cinco varones. Ella, Alejandrina,  llevaba orgullosa su apellido francés, Brun.  Manuel Jesús se apellidaba Álvarez, y, claro, también debió haber sentido orgullo por su apellido, apellido español de origen remotamente árabe. En una crónica que escribí hace algún tiempo acerca de la vivienda en que nací y viví los primeros quince años de mi vida y que ya no pertenece a mi familia, dije que estaba ubicada en el jirón Álvarez Gonzales y precisé además que don Manuel, “el de esos apellidos, fue un hombre notable en Pallasca a fines del siglo XIX y en los primeros años del XX”; señalé que “probablemente se trataba de un pariente mío”, pero que de eso y del apellido que llevo no estaba convencido. Bueno, pues,  creo que ahora ya puedo hablar con cierta seguridad. Todo indica que el honor de ser pariente de aquel epónimo pallasquino, aunque legítimo, tendría un origen medio chueco y  si eventualmente pudo ser agitado como bandera, bien merecería, probablemente, un par de comillas en sus flancos, puesto que el apellido legalmente heredado de mi abuelo sería, en realidad, un apellido medio “postizo”, generosamente entregado no por un hombre de buena fe, sino por una mujer llamada Casimira Álvarez que lo heredó a su hijo Toribio que fue –él sí- familiar directo (el progenitor) del que dije, don Manuel Álvarez Gonzáles. Entonces, el que, contra todo pronóstico, legalmente y con justicia “patriarcal”, debió haber sido el apellido de mi abuelo y por ende haberlo heredado yo, es López. Es que el abuelo natural de Manuel Jesús, mejor dicho, el verdadero, fue  (al menos creo estar seguro) un cura que por muchos años se desempeñó como párroco en Pallasca y que por alguna razón o sinrazón (“decencia”, vergüenza o cobardía, no lo sé) prefirió no legar a su hijo y, en consecuencia, tampoco a sus demás descendientes ni siquiera su apellido. Cosa distinta ocurrió (¿lo recuerdan?) con aquel religioso gallego que después de celebrar el matrimonio de Pablo Manuel Porturas del Corral en Angasmarca –que fue el motivo por el cual vino al Perú-, se quedó en Santiago de Chuco y (¡de carne somos, pues!) se enamoró de Justa Benites, con quien tuvo dos vástagos, uno de los cuales, Francisco de Paula, llegó a ser el padre de nuestro más grande poeta, César Vallejo. Este religioso se llamaba José Rufo y, según escuché en  mi infancia (y lo leí después en un artículo, creo de César Miró, en que se citaba como fuente a Francisco Izquierdo Ríos), habría fallecido en Pallasca y estaría sepultado en la sacristía del Templo de San Juan Bautista. Bien (vuelvo a este camino asaz pedregoso de mi traspapelada genealogía), en la partida de bautizo de mi abuelo, asentada el 28 de marzo de 1862 se lee, textualmente: “yo  el infrascrito cura propio y Vicario de esta Doctrina exorcicé, bauticé, puse olio i crisma a Manuel Jesús, mestizo de tres días de nacido, hijo natural de don Toribio Alvarez i doña María Robles”. Este sacramento fue administrado en presencia de los padrinos Manuel Hidalgo y María García y de los testigos Concepción Trinidad y Andrés Encina, por el sacerdote que el día 6 de julio de 1869 –es decir, siete años después- casó y veló (así dice la partida) a quienes iban a ser mis bisabuelos maternos, Bernardo y Juana. Y ese mismo sacerdote, el 6 de abril de 1881, también incorporó al Cristianismo a la hija de aquella pareja de consortes, Alejandrina, la mujer que en mayo de 1920 trajo a este mundo a Rafael, el último de sus hijos varones (el “shulca") quien, un montón de años después, con la complicidad tímida y medio inocente de Abigail, llegó a ser -de esperma, sangre, espíritu y buena voluntad-  mi padre. Alejandrina fue, pues, mi abuela. Creo que ya han podido adivinar, sin embargo voy decirlo: El cura, que sin dudas ni murmuraciones, con solemnidad litúrgica y tal vez cínicamente, participó en aquellos actos dizque impolutos, se llamó José Eulalio (¿Dios lo tenga en su Santa Gloria?) y –para más señas - su apellido fue López: ¡mi tatarabuelo de sangre y esperma! Es decir, aunque los documentos puedan expresar –como en efecto expresan- otra cosa, debo asegurar (sin orgullo ni herencia, naturalmente, pero sí con muy buen humor y sin paltas) que, como Vallejo, yo también tuve en mi familia un abuelo cura.

23 de mayo del 2010


Posted by al4/alvarezbr at 5:44 PM EDT
Updated: Friday, 1 April 2022 9:32 AM EDT
Post Comment | Permalink | Share This Post

Newer | Latest | Older

Open Community
Post to this Blog
« April 2022 »
S M T W T F S
1 2
3 4 5 6 7 8 9
10 11 12 13 14 15 16
17 18 19 20 21 22 23
24 25 26 27 28 29 30
Entries by Topic
All topics  «
Para enterarte mejor
Nᵦragos
You are not logged in. Log in