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Número54
Abril 28, 2000
 

 

Numero
Especial
dedicado a:
la ñoñería

El BrincaBrinca está de vacaciones fuera del ambiente de Santo Domingo. Esa especial circunstancia le ha impedido reportarles las novedades que han ocurrido esta quincena, pero en su defecto se ha permitido la osadía de hacerles llegar una reflexión profunda, producto de los momentos de ocio que cultiva cada vez que puede, "fajao barajeando". Se trata de un ensayo acerca de una cualidad muy nuestra y muy querida: la ñoñería.

¿Por qué la ñoñería? se preguntarán ustedes. Pues muy simple, no sé de ningún trabajo serio de investigación acerca del tema que estuviese elaborado por ningún profesional de la sicología ni de la sociología, y sin embargo dicho tema abarca conductas claramente definidas que nos identifican como colectivo. Extraño ¿no? Pero el BrincaBrinca no es un profesional de la conducta que lo califique para semejante tarea, dirán ustedes (ustedes sí que opinan), y yo les rebato alegando que a falta de pan casabe. A ver, ¿quién dice más?

Veamos: No le hagan ruido que está durmiendo. Papi, ven pa acotejarte. ¿Quién es la muñunga má chulémbrica de to eto pedazo? Échale una salsita que esa comidita está muy fea. Vamo a echarle un frequito pa que no sude tanto. Ay, rácame la cabeza en lo que me duermo. ¿Una sobaíta? ¡Ay, ay! ahí es que tú me la robas, negro…

¿No les suena? En muchas, incontables ocasiones nos hemos visto atrapados en esos melosos lazos de la conducta ñoña, comportamiento que nos ha dado fama de querendones en otras latitudes. Tanto así que casi compite con nuestras playas en los puntos positivos a que aluden los turistas cuando les preguntamos qué les gusta de Dominicana. "Las playas… ¡y la gente!" responden con una sonrisa tonta debajo de su sombrero de ala ancha. Y cuando se habla de la gente se habla de retozo, sobadera, ¿cómo tu ta?, ñoñería… ¡ah! La ñoñería, la maña nuestra de cada día.

¿Qué es la ñoñería? Desde mi óptica se trata de una extensión del vientre materno que se niega a soltar su engendro en este mundo de durezas. Y como una especie de paliativo a las pruebas de la vida, hemos sido mimados y protegidos, como si se tratara de una cuenta de ahorros, en el entendido de que a más mimos acumulamos, menos nos dolerá vivir. Una especie de cojín que acomoda las esquinas, que dado con abundancia acunaría nuestra existencia hasta el final. Y como nos habituamos a recibir, así mismo tambien damos. El añoñado termina añoñando, dice un refrán que me acabo de inventar.

Y entonces surjen esas conductas extrañas que muchas veces no son bien comprendidas por los extranjeros:

-Pasarle una bandeja al vecino con el platillo recién hecho, todavía caliente. Plato que nunca será devuelto vacío sino con algún detalle sabroso adentro.
-Hacerle una sopa de jicotea al ciudadano que llega con el cuerpo cortado, y darle un sobo con berrón, y untarle mentolatum por si es gripe.
-La costumbre de recibir al visitante con un cafecito servido en bandeja con paño bordado, que casi ni hay que anunciarlo porque se da por supuesto, y que si nos ausentamos por un momento nos lo tapan con el platico para que no se enfríe.
-El pasarle un algodón con agua de florida por los pies para que la cosquillita lo duerma.
-O sacarle la caspa con un peine fino para los mismos fines amemantes.
-El meterse en la casa de los dolientes para hacerse cargo de todos los detalles cuando hay difunto reciente.
-Hacer la friturita que adorna la comida para que se vea más sabrosa.
-La costumbre de llevarle un "cariñito" (¿se fijan en el término?) a la vecina con cualquier excusa.

¿Por qué añoñamos, nos dejamos añoñar o fomentamos la ñoñería? Yo imagino que de alguna manera compensamos nuestras deficiencias con la comprensión ajena expresada de esa manera. Las patologías complementarias del paternalismo y la dependencia encuentran en ella una forma amable que hasta cierto punto las justifica. Es tambien una forma de expresar la afectividad, tan reprimida entre nuestros machos: es más fácil tener un detalle con alguien que decirle te quiero, expresión que no es tan necesaria cuando hay expresiones no verbales que se descodifican de la misma manera.

¿Desde cuándo hemos sido ñoños los dominicanos y dominicanas? Pues quién sabe, pero se dice que las costumbres extravagantes de nuestros ancestros, amamantadas por su gente, los define como ñoños de campeonato. Monseñor Meriño era débil con su limonada, y había que tenérsela cuando la pidiera. Se considera un hermoso gesto de desprendimiento cuando en una ocasión pasó un pordiosero pidiéndole limosna, y a falta de algo mejor, le entregó su limonada con todo y jarro. Buenaventura Báez era ñoño con las prendas finas… ¡ay papá! Pedro Santana era ñoño con su cabeza, y andaba todo el tiempo en su casa con un pañuelo amarrado en la misma. A Trujillo le fascinaba que le encremaran, afeitaran y sobaran la cara. Y en la actualidad, es bien sabida la costumbre del profesor Juan Bosch que no anda por su casa si no es metido en su bata ¡de seda! Y al BrincaBrinca le encanta que le hagan cotica.

El BrincaBrinca quisiera pedirles a sus lectores que le hagan llegar sus ñoñerías, con la idea de publicarlas en un futuro porque la ñoñería nos hermana, entonces sería un gesto solidario compartirla con otros dominicanos y dominicanas que, aún viviendo fuera del terruño siguen siendo fieles a sus raíces.
 

Hasta la
próxima

Y esperando estar de nuevo con ustedes en el próximo número, reportando lo que mejor es silenciar, se despide con el cariño de siempre hoy ventiocho de abril del dosmil su reportero de siempre, el mismo BrincaBrinca..
 

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Número54
Abril 28, 2000
 

El Bolsillo del Loco es la responsabilidad exclusiva de su reportero asignado en el mundo el BrincaBrinca, con la ayuda de:Giuseppe Di Vanna: Director de Diagramación.
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