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Poema de la hierba

¡Qué alta me parece la hierba

tumbada contra el suelo, boca abajo,

con la nariz olfateando la tierra!

Cuanto más me pego a ella más el mundo

de repente se ensancha y crece.

Arropada por los arcos verdes me detengo, cautivada, quieta.

Me quedo un ratito, entorno los ojos

y me atrevo a explorar la sombra luminosa

del mundo de los tallos.

¡Qué lindas las verdes briznas

por donde la luz se busca camino!

Oigo una voz que me llama y me desalienta:

¿Dónde te metiste? ¿Vienes o qué?

¡Anda, vente ya! La respuesta me sale,

clara y maravillosa, de chiquilla juguetona:

¡No! ¡No! ¡Aún, no! Todavía no.

No hasta que pase esta locura voluntaria.

No hasta que reajuste mis sueños.

No hasta que reajuste mi tamaño

a la sencilla pequeñez de la hierba.

Entonces volveré.

Suficientemente pequeña.

Suficientemente feliz.

 

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