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Vida y Martirio del

Siervo de Dios

 

JOSÉ ELCANO LIBERAL

 

 

 

 

José Elcano Liberal nació el 31 de marzo de 1913 en Olóriz (Navarra). Sus padres fueron Pantaleón Elcano y Soto, y Evarista  Liberal y San Miguel. Tuvo seis hermanos: Benjamín Elcano Liberal, Miguel Elcano Liberal, Trinidad Elcano Liberal, Lorenzo Elcano Liberal, Jesús Elcano Liberal y María Trinidad Elcano Liberal.

Fue bautizado el mismo día de su nacimiento. Confirmado el día 24 de junio de 1914. Hizo la Primera Comunión el dia 5 de junio de 1921.

Muy jovencito entró en el Colegio  Claretiano de Alagón (1926-1928). De Alagón pasó a Cervera (1928-1930). Hizo el Noviciado en Vic (1930-1931). La Filosofía y un curso de Teología en Solsona (1931-1935). Finalmente otro curso de Teología en Cervera, en donde comenzó el Calvario de su Martirio.

Dotado de muchas cualidades, llegó a la madurez personal en muy pocos años. Su inteligencia brillaba ya en su niñez y adolescencia, y se manifestó como una esperanza apostólica en su juventud. Era una gran promesa para la Congregación.

Muestra de ello son los archivos académicos y algunas de sus producciones literarias. He aquí algún botón de muestra.

 

 

YO BUSCO UN CORAZÓN

 

Frágil barquilla, que con las ondas

De la mar siempre luchando estás.

¿Do vas bogando entre peñascos

Sin luz ni guía, dime , do vas?

 

Yo voy sin rumbo cierto bogando a la ventura

Con las turgentes olas luchando con valor;

Los más recios combates arrostro con bravura,

Mas dejo en mis andanzas regueros de amargura…

Yo busco un corazón.

 

Ya sople blandamente el céfiro viento,

Pletórico de esencias  que derramó la flor,

Ya esté claro y sereno el bello firmamento,

Mi nave no se para, mi pecho va sediento

Buscando un corazón.

 

Ya azote con fiereza el viento prepotente

Y brame gemebundo el áspero aquilón,

Que aunque la mar revuelta asalte el rompiente

Mi nave irá siguiendo, también mi mente,

Buscando un corazón.

 

Me tienen sin cuidado las furias de los mares,

Las más roncas procelas me tienen sin temor

Mi corazón ardiente no tiembla en los pesares,

Mientras vida sea y sean mis pensares

Buscar un corazón.

 

¡Oh mar siempre azulado!

Azul busco yo un manto,

Que lleva como engaste un rico prendedor.

Tus aguas me recuerdan lo amargo del quebranto,

Tus aguas abundantes el abundoso llanto

De un tierno corazón.

 

Aquí sobre este abismo, sin fondo ni ribera,

Que se abre a cada paso con pasmo y con horror,

De amor busco abismo que no tiene frontera;

Por eso voy bogando y llevo larga espera

Buscando un corazón.

 

Un corazón de madre que es cáliz de dulzuras,

Ardido en llamaradas como volcán de amor;

Lleva tajante espada, circúyenle las flores,

Todo él es un poema de penas y dolores,

¡Ese es mi corazón!

 

Un corazón de madre que sienta mis latidos,

Que en mi placer se goce, que llore en mi dolor,

Que dentro de su pecho encierre mis gemidos,

Que calme con ternura mis ayes doloridos,

¡Ese es mi corazón!

 

Su imagen seductora mi corazón abruma,

Y me hablan de Él las auras con eco seductor,

En la flotante aurora y entre la densa bruma,

En los variados tintes de la rizada espuma,

Veo a mi corazón.

 

¡Oh corazón sublime sobre esta tierra impura,

Mis goces son tus goces, mis penas tuyas son,

Luchando por ti siempre conquistaré la altura,

Beber quiero a raudales tu amor y tu ternura

Y amarte con pasión.

 

Que eres el faro de mi barquilla,

La luz y guía de mi bajel,

Tú serás siempre en noche umbría,

Mi estrella, mi timonel.

_________

 

 

 

Pasión y muerte del Siervo de Dios

José Elcano Liberal

y catorce compañeros mártires claretianos

 

La pasión y muerte de José Elcano Liberal y de sus catorce compañeros de martirio es un hecho documentado con testimonios directos, muchos de vista y los otros oídos de fuente inmediata.

Para mejor seguir la historia de estos héroes es bueno recordar algunos lugares de interés.

Cervera es una ciudad de Catalunya que obtuvo en tiempo de Felipe V la concesión de tener la Universidad principal del Principado.

A finales del siglo XIX el Estado cedió el uso del edificio de la Universidad, que ya llevaba décadas sin funcionar, a los Misioneros del Corazón de María, fundados por el P. Claret.

Desde 1888 hasta 1936 los Claretianos convirtieron aquel centro en foco de cultura y espiritualidad.

Mas Claret es una finca, situada a 7 kilometros de Cervera, que fue adquirida por la Comunidad Claretiana de Cervera hacia los años 1920 para atender las necesidades primarias de sus individuos, especialmente para los enfermos.

Cervera, Torá, San Ramon, Mas Claret, Montornés, Ciutadilla, Verdú, y Lleida son las principales estaciones del camino del Calvario de José Elcano y Compañeros Mártires.

 

 

I.- Dispersión – Mas Claret

 

 

El dia 21 de julio de 1936 la Comunidad de Cervera fue obligada a abandonar el edificio en una hora.

Muchos de sus moradores fueron trasladados en autobuses hasta Torá y de allí al convento de Mercedarios de San Ramon,  donde estuvieron hasta el día 23 por la mañana.

Algunos encontraron refugio en alguna familia conocida. Otros, la mayoría, se dirigieron andando hasta los bosques cercanos de Mas Claret. Allí pasaron la noche del 23 al 24.

 

El día 24 por la mañana se reunieron en la capilla de Mas Claret. Los superiores hicieron dos listas que formaban los dos grupos que aquella misma tarde partieron buscando otros refugios, para descongestionar el Mas Claret.

Todos pasaron a besar el Crucifijo y se despidieron de los que quedaban en la finca con estas palabras: ¡Hasta el cielo!

Un grupo estaba formado por JOSE ELCANO y catorce compañeros, futuros mártires.

Habían planificado ir a Vallbona de les Monges, en donde el P. Manuel Jové, que iba al frente del grupo, tenía familiares, y de donde era natural uno de los Estudiantes  del  grupo, con intención de colocarlos a todos en diferentes casas de confianza.

 

Uno de los estudiantes supervivientes, P. Manuel Ramírez ,  recuerda que el P. Felipe Calvo, en funciones de superior, antes de despedirles pronunció una sentida plática, enfervorizándonos para el martirio, después de la cual pasamos todos a besar el Santo Crucifijo, jurando fidelidad con gran emoción. Fuera ya de la capilla de la finca, nos despedimos mutuamente. Recuerdo en particular que me despedí del estudiante Onésimo Agorreta, con el cual hicimos el contrato de que quien primero llegara al cielo rogaría por la fidelidad del otro.

 

Con el Padre Manuel Jové, iban los estudiantes. Onésimo Agorreta, Amado Amalrich, José Amargant, Pedro Caball, José Casademont, Teófilo Casajús, Antonio Cerdá, Amadeo Costa, José Elcano, Luís Hortós, Senén López, Miguel Oscoz, Luís Plana y Vicente Vázquez. Total quince.

 

II.- Montornés

 

Llegaron aquella misma tarde a Montornés, pueblo que los acogió caritativamente y los hospedó hasta la mañanita siguiente.

Cuando ya habían salido del pueblo de Montornés, se pararon en un bosque vecino en donde los encontró un vecino de Guimerà que lo describe con estos términos:

El día 25 de Julio de 1936, yo fui a la era de mi casa acompañado de mi padre a fin de arreglarla y empezar la trilla.

La era está en el municipio de Montornés, camino de Cervera, a tres kilómetros de Guimerá. Hacia las siete de la mañana oímos unos rumores en el bosque vecino.

Nos llamó la atención y salieron del bosque en dirección a nuestra era un grupo de personas, con una indumentaria muy extraña, porque uno llevaba los pantalones cortos, el otro largos, el uno iba en mangas de camisa, otros con chaqueta, o bien con una ropa que quizás hacía cuatro o cinco años que no había salido del ropero. Eran jovencitos, de unos 16 a 19 alo. Solamente uno o dos tenían pelo en la cara.

Los dirigía uno de más edad, de 32 a 35 años, con gafas. Este quizá tenía una talla de 1,70, no estaba delgado, antes regordete, como yo mismo. Entre los jovencitos solamente había dos altos. Los otros eran de talla mediana y pequeña.

Al llegar a la era estaban atemorizados. No se atrevían de momento a hablar. Nos pidieron si queríamos darles agua. Llevaban un cantarito, que llenaron del agua que les servimos con mucho gusto y repitieron. Después ya tuvieron más confianza y nos pidieron el camino de Rocafort de Vallbona en dirección a la Bovera. Yo se lo mostré indicándoles:

- Cuando lleguen a la Cruz de Beneït Ramon, cojan el camino de la derecha.

El Padre o el que los dirigía, nos dijo:

- Cuando estemos en los llanos de la Bovera, ya conoceré el camino, porque he estado dos veces en la Bovera, para predicar.

Ya nos habían dicho entonces que eran religiosos. Nos dijeron que no querían pasar por la carretera. Se despidieron de nosotros. Mas al llegar al lugar que yo les había indicado, en vez de coger el camino de la derecha, cogieron el de la izquierda, quedando a la vista de Ciutadilla, en donde fueron apresados por el comité, según me explicaron después.

 

Orientados por este vecino de Guimerà, siguieron su marcha. Era la mañana del sábado día 25 de julio de 1936.

Después de varias horas de  camino, el grupo de los quince Misioneros llegó a las cercanías de Rocafort, provincia de Lérida.

 

III.- Rocafort

 

El P. Jové se adelantó solo hasta Rocafort, para buscar la ayuda de un conocido suyo. Mientras tanto los 14 Estudiantes esperaban la vuelta del Padre, en grupos de dos en dos tal como el Padre Jové les había indicado.

 

El P. Jové  fue a casa de su amigo o conocido y le pidió si podría hallar una manera de repartir entre el pueblo unos Estudiantes de su Instituto, que llevaba consigo y que había dejado a unos tres kilómetros de Rocafort, escondidos entre unas encinas.

Su amigo le dijo que por parte del Comité de Rocafort no creía que hubiera de temer nada, pues él  también era amigo del presidente del Comité del pueblo, el cual, efectivamente, después de ir a su encuentro, manifestó que haría todo lo posible para poderlos salvar.

Tramitaron los pases, y cuando ya había extendido ocho, llegó la alarma de haberse presentado en el pueblo un coche que llevaba dos individuos del Comité de Ciutadilla, los cuales ya habían detenido a los Estudiantes que el P. Jové dejara escondidos, y un individuo del Comité de San Martí de Maldá, en busca del P. Jové.

El Presidente del Comité de Rocafort le dijo que se adelantase, que hiciera escapar al fraile y que así  no pasaría nada a nadie.

Efectivamente, el amigo se adelanté a su casa, insistiendo al P. Jové que se escapase por una puerta trasera que daba a un campo, que ya haría que un criado lo acompañase. Pero el P. Jové, al saber que los Estudiantes estaban detenidos, se negó rotundamente a marchar solo, diciendo que quería presentarse, porque así quizá lo matarían a él y podrían salvarse los Estudiantes.

El relato de este conocido del P. Jové valora especialmente la entrega voluntaria que el P. Jové hizo de si mismo para salvar a los catorce estudiantes.

Tanto él como su esposa y todos los de su casa quisieron convencer al P. Manuel Jové que se escapase y salvara la vida. Pero el P. Manuel Jové, quiso a toda costa reunirse con los Estudiantes, y se entregó voluntaria y libremente a los individuos de los Comités que le buscaban.

 Todos  los de la casa volvieron a insistirle que se escapase; hasta le agarraron cuando iba a bajar las escaleras de casa; mas todo fue en vano, el P. Jové se quiso presentar. Le acompañó su amigo hasta el lugar en donde los forasteros tenían el coche.  Y allí se despidieron.

 

Los Estudiantes habían sido detenidos de la siguiente manera.

El P. Jové los había dejado en grupos de dos en dos y a una distancia de unos cien metros, esparcidos, a unos tres kilómetros de Rocafort.

El último grupo que estaba a la vista de Ciutadilla, fue sorprendido y por éstos fueron detenidos todos los otros, en forma de cadena.

Los Estudiantes, una vez detenidos, llevados a Ciutadilla.  Y por ellos se supo que el P. Jové se había adelantado solo hasta una casa de Rocafort.

 

Los quince Misioneros fueron encarcelados en Ciutadilla casi 24 horas. desde las once horas del día 25 hasta las nueve horas o diez del día 26.

 

IV.- Ciutadilla

 

Su estancia en Ciutadilla fue bien acogida por parte de las familias de la población y del mismo Comité de Ciutadilla.

El Comité de Ciutadilla se portó bien con el P. Jové y los suyos. Los asistieron, no los maltrataron. Con todo telefonearon al Comité de Cervera, el cual contestó que no quería saber nada; entonces telefonearon al de Lérida, el cual contestó que corrían a su cargo, y que estaban bajo su control….

Estuvieron en Ciutadilla los quince misioneros desde el medio día hasta las cinco de la mañana del día siguiente. En Ciutadilla  los trataron bien. Les llevaron la comida y les prepararon la ropa para dormir. Los mismos  del  Comité pidieron ropa a una casa del pueblo, que  llevó  un colchón y sábanas.

 

Pero desde la una de la noche los religiosos sufrieron un terrible Calvario físico y moral. Pronto fueron de dominio público los datos recogidos de diversos testigos oculares  sobre el calvario físico y moral que sufrieron los quince claretianos a partir de la una de la noche, en el Centro Socialista de Ciutadilla.

 

Hacia la una de la noche llegaron los de Lérida. En total eran tres individuos, de muy mala fama, llevaban dos coches. Se dirigieron al café, en donde habían preparado la comida para los misioneros. Ellos también comieron. Al dueño del café le produjeron muy mala impresión por las conversaciones que les oyó. Al salir de este local fueron al Centro Socialista, acompañados de algunos individuos del pueblo.

 

Al llegar interrogaron a los misioneros con malas formas. El P. Jové estaba escribiendo su diario. Le preguntaron qué cosas estaba escribiendo. Y él respondió que escribía el diario del recorrido.

Le dijeron que eso no era verdad: le cogieron el papel y como estaba en latín, lo tomaron como un insulto.

Mientras estaban así, uno de los Estudiantes rezaba el  santo rosario. Le preguntaron qué era aquello. Respondió que era el santo rosario

Se lo cogieron y lo echaron al suelo y le obligaron a pisarlo. El dijo que no lo quería hacer, añadiendo que prefería antes morir.

En este momento vieron el Crucifijo del P. Jové y le preguntaron qué era, respondiendo el Padre: - Mi Dios y mi Señor.

Los milicianos le mandaron que lo tirase al suelo, a lo que se negó rotundamente. Ante esa actitud dijeron:

- Pues ahora te lo tragarás.

Y metiéndole el Crucifijo en la boca se lo hundieron violentamente de un puñetazo, hiriéndole los labios, vomitando mucha sangre.

Encontraron unas fotografías, a unos Estudiantes, de monjas, justificando que eran hermanas suyas. Los de Lérida les decían que eran sus mujeres. Los Estudiantes no dijeron nada. Al contrario: se pusieron a llorar.

Uno de los milicianos del pueblo había metido en el maletín del P. Jové unos preservativos, y al hacer el registro los de Lérida, dijeron mostrándolos. -¿Veis como es verdad?

Siguió el martirio a bofetadas, puñetazos, etc.

Los golpes y el ruido se oían desde las casas vecinas.

Nunca se oyó un gemido de los misioneros.

Al P. Jové le desabrocharon violentamente el vestido, le hicieron bajar los pantalones e iban a mutilarlo en las partes genitales, cuando uno del pueblo que se encontraba allí por curiosidad, se levantó,  y diciendo: ¡Eso no!, y se marchó.

Desistieron de la mutilación, pero le hicieron un corte, que le hizo mucha sangre, manchándole la ropa interior.

Llevaban Rosarios y Crucifijos, llevaban también cilicios, con los cuales los perseguidores hicieron mucha burla, diciendo que eran instrumentos de se servían los frailes para hacer padecer a la gente.

Todo lo dicho de las manchas de sangre en las sábanas es verdad. No se trataba de unas manchas, sino de mucha sangre.

Puesto que las sábanas eran de una casa del pueblo, al devolverlas, la dueña de la casa aún  pudo verlo por más que las había lavado antes una señora de la confianza del Comité, la cual dijo a la mencionada  dueña: Percibirás algo de olor a lejía, porque las he tenido que lavar así, puesto que había unas cuantas gotas de sangre.

Pronto se corrió por el pueblo que los Misioneros habían sido muy valientes.

 

V.- Salida de Ciutadilla

 

Los quince Misioneros son llevados en camión hacia Lérida.

El P. Jové y los catorce Estudiantes, después de las horas de dolor físico y moral, pasadas en el Local del Comité de Ciutadilla, durante la noche, fueron atados por los brazos y obligados a subir a un camión preparado para trasladarlos a Lérida.

Fue hacia las cinco de la madrugada cuando los ataron de dos en dos por los brazos y por las piernas y les obligaron a bajar la escalera del centro en esta actitud.

No pudiéndolo hacer con comodidad y soltura, les empujaban y bajaban a trompicones.

La escalera tiene unas veinte gradas. Cuando estuvieron abajo les arrastraron hasta el camión que tenían abocado a la puerta.

Luego se marcharon. Iba un coche de milicianos delante, en medio el camión y el otro coche detrás.

El chofer del camión fue obligado a conducirlo hasta Lérida.

El camión le había sido requisado en Guimerà  aquella misma noche, hacia las tres o cuatro de la madrugada del día 26, domingo.

El chofer fue desde Guimerà hasta Ciutadilla acompañado de un miliciano, que él no conocía.

Así que los dos llegaron a Ciutadilla,  aquellos jóvenes misioneros, atados por el brazo de dos en dos, fueron obligados a subir al camión.

Cuando estuvieron todos dentro del camión marcharon  de Ciutadilla.

 Serían las 8 de la mañana.

Delante del camión iba un taxi lleno de milicianos y detrás otro. Dentro de la cabina del camión iba también un miliciano. En la caja estaban solamente los misioneros

 Al llegar al cruce de Verdú se pararon, mientras un taxis se dirigía al pueblo.

 

 

 

VI.- Verdú

 

Poco después volvió el taxis, diciendo que fueran todos a Verdú. Llegados a Verdú se pararon en la plaza del pueblo durante unas dos o tres horas.

El camión con  José Elcano y los 14 compañeros parado durante unas tres horas  en la plaza del Ayuntamiento de Verdú pudo ser visto por los habitantes del pueblo como lo recuerdan algunos de ellos.

Uno de los Misioneros pidió agua para beber y algunos milicianos fueron a buscar un botijo a alguna casa de por allí. Pero otros milicianos decían: -Habiéndolos de matar pronto, no vale la pena preocuparse.

Ningún Misionero se movió del camión. Y después de estas horas de parada siguieron el viaje hacia Tárrega y Lérida.

 

Otra vecina del pueblo vio personalmente el camión que llevaba a los Misioneros, parado cerca de su casa:

Yo estaba entonces en mi casa de Verdú, que estaba en la plaza mayor del pueblo. Ya al levantarme había debajo del balcón de mi casa, enfrente del Ayuntamiento, un camión parado, totalmente cubierto por el toldo y, por detrás, atada la vela y toldo con correas.

Hacia las diez de la mañana nos enteramos que el camión llevaba religiosos. Se dijo enseguida que habían sido detenidos en Ciutadilla, que allí habían sido muy mal tratados y que ellos lo sufrían todo muy resignadamente.

Hacía un calor sofocante, y, a pesar de ello y de ir completamente encerrados, yo nunca oí ni grito ni queja alguna, a pesar de estar el balcón muy próximo al mismo camión.

Entretanto los milicianos estaban comiendo en el Ayuntamiento. Algunos estaban de guardia en el camión y no dejaban acercarse a nadie.

Recuerdo que hacia las once uno de los dos guardas les llevó un cántaro de agua.

Abrió la vela que cerraba por detrás el camión y sacó de dentro una cuerda, después de haber estado operando con sus manos en el interior.

Entregó el cántaro a uno de los de dentro.

Al ver la cuerda y la acción del miliciano supusimos los que estábamos mirando, que iban atados los de dentro.

Al cabo de un rato volvió a salir el cántaro del camión, que recogió el miliciano acabando de escanciarlo, mas no salieron sino unas pocas gotas.

Volvió a atar al que estaba dentro sin que notáramos nosotros resistencia alguna.

Por la tarde,  no recuerdo la hora, se marchó el camión.

 

 

VII.- Lérida - Cementerio

 

Al llegar al puente de Lérida hicieron parar al camión.

Comenzaron a discutir entre ellos si habían de entrar en Lérida para llevarlos al Comité o no.

Unos decían que si entraban, después costaría más sacarlos de nuevo, y que era preferible, estando cerca del cementerio, acabar la obra.

Efectivamente, obligaron al chofer a girar el camión.

El chofer lo hizo con mucho trabajo  porque estaba tan impresionado que temblaba de pies a cabeza.

Hasta subió un miliciano a la cabina amenazándole.

Al llegar a las puertas del cementerio los obligaron a bajar, atados como iban del brazo de dos en dos.

Enseguida se reunió en aquel lugar, muy concurrido por los  coches, porque está la concurrencia de las tres carreteras de Barcelona, Tarragona y Balaguer, un grupo muy numeroso de milicianos.

No había gente del pueblo.

Al ver aquel grupo de prisioneros todos querían entrar para matarlos, en el cementerio, mas uno que parecía mandar más, dijo que no podía ser, porque tanta gente se haría mal.

Cuando salió el P. Jové, que fue de los últimos, dijo:

-Nos matarán, pero morimos por Dios. ¡Viva Cristo Rey!

A uno de los jóvenes misioneros que dijo: Si hubiera sabido eso, habría escrito a mi casa,  los milicianos le respondieron con mal tono que había llegado tarde.

Ni en el trayecto, ni al bajar del camión, los milicianos los maltrataron.

Los jóvenes Misioneros habían guardado silencio durante todo el trayecto.

 

VIII.- Martirio de José Elcano y 1Catorce Compañeros

 

Cuando los Misioneros hubieron entrado en el cementerio de dos en dos, se cerraron las puertas y enseguida se oyó un tiroteo que duró unos cinco minutos

El chofer del camión pudo ver muy de cerca aquel final glorioso.

Miró a través de la puerta que era enrejada, y vio en el fondo, al grupo de aquellos (Misioneros), tendidos en el suelo.

Cuando salieron los milicianos que habían fusilado al grupo, manifestaron alegría, igualmente aquellos que los esperaban.

 Entonces dijeron al chofer que ya podía regresar. Y añadieron: A ver si traes más, porque parece que por aquel país hay muchos.

 

También el albañil, que era custodio del cementerio de aquellas fechas,  fue testigo directo del fusilamiento de los quince claretianos.

Recuerda que a los quince días, poco más o menos, de haber estallado la Revolución, los Revolucionarios llevaron al cementerio de Lérida, con un camión, a unos diez, doce o quince. Todos de unos 20 a 23 años, menos uno que tenía unos 30.

Los revolucionarios querían entrar en el cementerio con el camión. Pero él no los dejé entrar de esa manera.

Entonces bajaron todos al pie de la puerta.

Iban atados de dos en dos del brazo, con cuerdas.

Les obligaron a entrar adentro del cementerio. Algunos decían: Madre mía.

El P. Manuel Jové, el de más edad, dijo gritando por tres veces, durante el trayecto:

Viva Cristo Rey.

Al llegar al lugar de la ejecución, a unos cuarenta metros de la puerta del cementerio, los alinearon y desligaron, Y les preguntaron si querían morir por Dios o por la República.

Ninguno de ellos contestó, sino que todos a una gritaron:

 ¡Viva Cristo Rey!

Entonces sonó la descarga, hecha por una sección de milicianos, compuesta de quince o veinte.

Todos caían en tierra muertos.

Inmediatamente el jefe de la sección dio a cada uno el tiro de gracia.

Fue entre las cuatro y cinco de la tarde.

Manifestaban tristeza.

La actitud fue la de un fusilado. El uno caía de cara, otro de lado, otro de espalda.

 

El día del fusilamiento de los 15 claretianos estaba también presente otro testigo que aun detalla más aquellos momentos heroicos de José Elcano y Compañeros Mártires.

A la una de la tarde, se hallaba en el cementerio de Lérida, cuando vio llegar un camión que venía de la carretera de Barcelona, o de Cervera, cargado con quince individuos. Todos jóvenes, menos uno que ya era de edad, aunque no viejo. Los llevaban presos.

Antes de entrar en el cementerio les hicieron bajar y cuando entraron en el departamento de San José, ya dentro del cementerio, de cuatro en cuatro, les dijeron que se fuesen a la pared. Iban atados de dos en dos. Desde la distancia de un centenar de metros les dispararon a los cuatro, mientras los otros once lo estaban mirando. Después de estos cuatro mandaron a cuatro más, y después a cuatro más y el último de tres.

Muy pronto corrió la noticia gracias al chofer de Guimerà, que lo explicó a sus amigos y estos a otros.

El P. Jové y sus compañeros fueron fusilados en el cementerio de Lérida. El chofer que los había llevado, los vio muertos o agonizantes. Habían sido fusilados, el día 26, hacia las dos de la tarde.

La muerte de los quince misioneros fue uno de los casos más comentados en Lérida. Lo fue con mucha admiración por la firmeza que demostraron en morir. Hasta incluso después de mucho tiempo todavía se comentaba.

 

El administrador del Cementerio de Lérida estaba en su oficina del Ayuntamiento de Lérida, y allí pudo saber  por el sepulturero y por uno de los asesinos que lo explicaron, el hecho del fusilamiento de José Elcano y catorce Compañeros  con los siguientes detalles.

En el registro oficial constan como asesinados los siguientes nombres como Seminaristas procedentes de Cervera, entiéndase de la Comunidad de los Padres Misioneros del Corazón de María: Manuel Jové Martí; Miguel Oscoz Arteta; Amado Amalrich; Pedro Caball; José Casademont; Teófilo Casajús; Antonio Cerdá; José Elcano; Luís Hortós; Senén López; Luís Plana; Onésimo Agorreta; Vicente Vázquez, Amadeo Costa, José Amargant.

En la lista del número de orden de los ingresaos en el Cementerio estos asesinatos constan desde el número 71 hasta el 85, ambos inclusive.

Los asesinos antes de fusilarles, les dijeron que si querían renunciar a la Religión les dejarían en libertad.

Lo afirmaba tanto el sepulturero como uno de los asesinos que lo explicaron a los que estaban en la oficina del Ayuntamiento.

Los Misioneros dijeron que no renunciaban a la Religión y que preferían morir por Dios.

Murieron gritando ¡Viva Cristo Rey! Y manifestaron mucha alegría de morir por Dios, según las mismas fuentes.

Presenciaron la muerte el sepulturero y los individuos del pelotón. Los comentarios de los asesinos eran de admiración por la entereza que habían demostrado, sin que flaqueara ninguno.

 

IX.- Sepultura de los Mártires

 

El Custodio del Cementerio de Lérida dio sepultura a los quince claretianos. Él sabía que eran religiosos porque los que los llevaron le dijeron que eran estudiantes del convento de Cervera. No traían ningún documento; por lo tanto al hacer la partida de defunción o registro, hizo constar las señas personales de cada uno. Los enterró a todos juntos en la fosa común.

Fueron enterrados en la fosa común del cementerio de Lérida.

Es imposible el traslado e incluso su identificación; porque son de los primeros que fueron enterrados en la fosa común, en donde al menos hay dos capas encima de ellos con un total de unos quinientos cadáveres.

El enterrador del cementerio de Lérida, testifica precisando el lugar exacto donde fueron enterrados los quince claretianos.

El Administrador del Cementerio, hizo el registro. de los fusilados, y dice que los quince Misioneros fueron enterrados en la fosa común, hoy llamada fosa de los Mártires.

Pronto se supo popularmente que los quince misioneros habían sido enterrados en el cementerio de Lérida.

 

 

 

La Causa de Beatificación está en manos de la Congregación de los Santos.