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Miriam


Me llamo Miriam, tengo 18 años y a continuación voy a explicar lo que me ocurrió un día.

Había estado el fin de semana fuera invitada en casa de mi amiga. Fue la primera vez que estuve fuera de casa y con mi amiga nos lo pasamos de lo más divertido y fuimos de compras, a la discoteca por la noche y un montón de cosas más.

Me disponía a volver a casa en autobús, tal como había ido. Como llegamos con antelación y como última travesura nos tomamos una cerveza, que nos hizo reír mucho no sé si por lo bien que nos lo pasábamos o por el alcohol. Me despedí de mi amiga en la estación y compré el billete.

Ya anunciaron la salida y me puse en la cola del autobús.

Para que sepáis como soy, tengo cabello rubio, ojos azules y soy bastante alta. Ese día llevaba una blusa blanca y una faldita plisada muy cortita y mi amiga me había hecho unas coletas, pues dijo que parecía una niña del colegio y que estaba muy sexy así. Para hacer conjunto me puse también calcetines blancos con zapatos negros de charol que me prestó y unas braguitas blancas, todo a juego.

Ya en el autobús me senté hacia atrás junto a la ventanilla y seguidamente se sentó a mi lado un chico de unos treinta años o así. Nos dijimos hola y el me sonrió, lo cual me cayó simpático y tampoco estaba nada mal, era moreno y bastante guapo.

Ya nos pusimos en marcha y ahí es cuando empezó mi odisea que os cuento.

El viaje era largo, 4 horas de autobús con una parada intermedia para cambiar de autobús. Llevábamos como una hora de camino, habíamos estado hablando un poquito con el chico, se llamaba Juan y era divertido.

Yo hacía un rato que tenía ganas de hacer pis y además con la cerveza que había tomado empezaban a ser muchas las ganas. El me estaba contando cosas graciosas que me hacían reir, lo que me obligaba a hacer más fuerzas para aguantar. Cada vez que me reía me entraba un dolor y estaba ya muy nerviosa moviendo las piernas todo el rato. El me preguntó si estaba cómoda y yo le dije que es que tenía ganas de hacer pipí.

Y fué entonces en un momento que el me contó un chiste muy gracioso que me hizo reir cantidad, noté entonces que se me iba a escapar el pipí, pues no podía parar de reír, a la vez que notaba un cosquilleo en el vientre con las fuerzas de aguantarme que no podía aguantar. Tras otra carcajada noté como la primera gota se me escapaba sin poder hacer nada y entre dolor y cosquillas empezaba a mojar las braguitas. Traté de apretar mis piernas para que parara pero fue inútil y continuaba haciéndome pipí y mojándome todas mis braguitas y mi asiento. El chico de mi lado se apercibió de ello inmediatamente, ya que di un pequeño grito, sobresaltada y paré de reir. Me tapé la cara y empecé a sollozar de vergüenza.

Me mojé completamente y el asiento quedó empapado. Estaba completamente asolada, y mojada como una verdadera niña pequeña. Lloraba y sin decir nada el chico me abrazó y estuve un rato sobre su hombro. El me dijo que no llorara más y que no me preocupara, pues ya idearíamos algo para que la gente no se diera cuenta.

Efectivamente, llegamos a la parada de cambiar de autobús. Me puse la chaqueta anudada encima de la falda para que no se viera y al levantarme el tapó el asiento con un diario que dejó allí. Me siguió detrás y nadie se apercibió del desastre.

Como Juan iba a coger también el mismo autobús, fuimos juntos a la cafetería de la estación. Yo estaba molesta con las braguitas y parte de la falda bien mojaditas. Y no llevaba ninguna falda ni nada más en la bolsa, sólo llevé el camisón de dormir y poco más, para no llevar peso.El me dijo que no me preocupara que tenía solución para ello y que le esperara allí mismo que volvía enseguida.

Pedí un café con leche para esperarlo y al rato volvió con unos paquetes. Mira, te he comprado esta faldita para que puedas cambiarte y ponerte seca. Le dí las gracias y me dirigí al lavabo. Me lavé y empecé a abrir la bolsa que me había comprado y cual fué mi sorpresa cuando entre faldita y unas braguitas nuevas había... unos pañales!!!!!

Me quedé totalmente parada y hasta grité al verlos. No sabía que hacer ni que pensar. Estaba paralizada.

Me puse la falda que era muy bonita y parecida a la que llevaba, y me paré pensativa y avergonzada mirando aquellos pañales que había puesto en la bolsa.

Estaban plegados y parecían como los de los bebés pero más grandes. Los desplegué y sin saber cómo pero con mucha curiosidad me los empecé a probar.

Parecían de mi talla pues me cubrían totalmente y llevaban unas tiras adhesivas para ajustarlos. Cuando me dí cuenta me había puesto unos. Me miré la espejo y no pude más que reirme al verme con los pañales como cuando era pequeña. Inmediatamente sentí una sensación como de placer al notar su suavidad entre mis piernas y a la vez de excitación. Me bajé la falda que apenas me cubría lo justo aunque por detrás me abultaba un poquito.

Así estuve un rato mirándome y pensando en lo mal que lo había pasado en el autobús al hacerme pipí encima. Pensé que quizás después de todo no sería tan mala idea y salí del lavabo con los pañales puestos. La sensación al caminar era muy rara y pensaba en que alguien se diera cuenta que llevaba pañales.

Llegué hasta donde estaba esperándome Juan. Yo estaba roja de vergüenza y el me preguntó si me había puesto todo lo que había en la bolsa. Le dije que sí con la cabeza baja y el sonrió. El me dijo que no me preocupara por nada y que estaba muy guapa con la faldita nueva. Le dí las gracias y nos fuimos al siguiente autobús. La verdad es que me sentía muy cómoda con los pañales y se lo dije a Juan. También sonrió y me contó que tenía una hermana que también los usaba de mayor ya que de vez en cuando mojaba la cama.

Continuamos el viaje y quedamos los dos adormilados. Al cabo de un rato me volvieron a entrar ganas de hacer pipí. Se lo dije a Juan y como siempre sonriendo, me dijo que podía mojar los pañales si quería, que no pasaba nada. Aguanté un rato y como estaba tan cómoda y me sentía tan protegida me relajé y dejé de hacer fuerzas para retener. Y dicho esto empecé a mojar aquellos pañales.

Noté el pipí caliente como empezaba a recorrerme bajo mis pañales, primero entre las piernas y después lentamente por mi culito, me hacía cosquillas y una sensación de placer maravillosa. Y duró un buen ratito! Tenía mucho pipí, y creo que había mojado bien mis pañales. Temía que se hubiera escapado algo, pero miré y no había mojado nada!.

Le dije a Juan que acababa de mojar mis pañales y él volviendo a sonreir me preguntó si estaba bien. Estoy bien, le dije, y creo que me ha gustado usar los pañales, poder hacerme pipí sin que nadie lo note ha sido muy agradable y divertido. Y parece como si no estuviera mojada ni nada. Me sentía feliz como un bebé.

Finalmente llegamos a destino. Al bajar y caminar volví a notar los pañales entre mis piernas, esta vez más abultados y pesados. Era excitante la sensación. Fui de nuevo a los servicios y me deshice de los pañales y me volví a lavar para volver a casa. Nos despedimos y Juan me pidió mi teléfono para poder llamarme un dia.

He vuelto a repetir la experiencia y ahora siempre viajo con mis pañales puestos y siempre duermo con ellos, todo gracias a este dia y a mi amigo Juan.